Amor, Lealtad y Patriotismo
Carbonilla sobre papel, autor
desconocido. 56x43,5 cm, Museo del Cabildo de Montevideo
Ana Monterroso nace en Montevideo el 3 de septiembre de 1791.
Fue una mujer nacida en la
Banda Oriental, que tuvo un importante rol en la conformación de Uruguay como
República.
Según consta a fojas 38 del
Libro Sexto de Bautismo de la Iglesia Matriz de Montevideo, esa niña era hija
legítima de don Marcos Monterroso, natural de la Villa de Fefiñanes en el
Arzobispado de Santiago de Galicia y doña Juana Paula Bermúdez natural de esta
ciudad, siendo sus abuelos paternos don Manuel Francisco Bermúdez y doña María
Ignacia Artigas, prima hermana del Prócer José Gervasio Artigas.
Fueron sus padrinos don Miguel
Rian y doña Joaquina de los Santos, y testigos don Gerónimo Vianqui y Joaquín
Pelegrin. Todos estos datos están consignados en el citado libro de bautismo,
por el Teniente Cura don Pedro de Pagola.
La abuela de Ana Monterroso, Ignacia Artigas, era hermana de Martín José, y en consecuencia tía de nuestro prócer. Siendo tan reducido el número de habitantes, no más de 10.000 en el Montevideo de aquel entonces, no es raro que existieran esos lazos familiares entre distintas familias.
Monterroso estuvo involucrada
en la política de la época, entregando y gestionando correspondencia uruguaya
en resistencia a los portugueses.
La época en que le tocó vivir,
fines del siglo XVIII , se caracterizó por grandes cambios.
La ciudad de Montevideo sufrió
grandes transformaciones: se construyeron la iglesia Matriz y el Cabildo, se
abrieron calles, se amplió el puerto y comenzó la demolición de las murallas.
Vivió en Montevideo, Buenos
Aires, Río Grande del Sur, incluso en cautiverio con su marido.
Estuvo a cargo de los negocios
familiares durante las épocas en que Lavalleja se encontraba en el interior, preso
o desterrado. Durante los períodos en que era cabeza de familia también se
encargaba de asuntos políticos.
Se vinculó con las organizaciones
clandestinas que funcionaron en Montevideo contra el dominio portugués y luego
brasileño.
También conspiró contra Rivera
en la primera presidencia.
Óleo
sobre tela "Juan Antonio Lavalleja" realizado por el pintor Jean
Philippe Goulu (1786-1853).
En el año 1812 el sitio de Montevideo provoca que Marcos Monterroso y su familia se trasladen a Buenos Aires, regresando a Montevideo recién en junio de 1814.
Al fallecer el padre, tanto Ana como su madre se trasladan a Florida en el año 1817. Para entonces la joven ya había establecido un cálido romance con Juan Antonio Lavalleja, romance que culminará con una boda que tiene un ribete inesperado.
El matrimonio se realizó por poder, porque Juan Antonio estaba enfrentado a las tropas portuguesas por orden de Artigas y Ana no pudo reunirse con él sino hasta más tarde. El representante de Lavalleja fue su compadre, Rivera.
El cura Francisco Oubiña lo relata según acta que dice lo
siguiente en su peculiar lenguaje eclesiástico: “En veintiuno de octubre de mil
ochocientos diez y siete habiéndose publicado las conciliares proclamas en tres
días festivos al Ofertorio de la Misa Popular, y no resultando impedimento
alguno para contraer matrimonio don Juan Antonio Lavalleja, Comandante de la
División del señor don Fructuoso Rivera, e hijo legítimo de don Manuel
Lavalleja y doña Ramona de la Torre, natural de esta Banda Oriental, con doña
Ana Monterroso, hija legítima de don Marcos Monterroso y doña Juana Paula
Bermúdez, vecina de Montevideo, yo don Francisco Rafael Oubiña Cura Vicario
interino de esta Villa de la Florida, desposé por palabra de presente a los
referidos Juan Antonio y doña Ana, asistiendo a la ceremonia por éste el dicho
don Fructuoso en virtud de poder jurado que tenía de él, cerciorado yo antes de
sus mutuos consentimientos de que por mí fueron preguntados y siendo de ello
testigos el Mayor don Felipe Duarte y el Capitán don Ramón Mansilla, de la
dicha División: y para que conste lo firmo. Francisco Oubiña.”
Para casarse con Ana, Lavalleja contradijo la voluntad de sus padres.
Ana Monterroso y su esposo tuvieron
diez hijos, muchos de los cuales vivieron menos que ella.
Ana tuvo mucha influencia
sobre su marido, quien la consideraba su mano derecha.
Ella se encargaba de distribuir
las cartas a los aliados de Lavalleja, organizar reuniones e informarlo de todo
lo que ocurría en la ciudad durante las luchas contra Rivera.
En los escasos tiempos de paz
organizaba salones en su casa.
Ana Monterroso representa a
las mujeres que acompañaron la revolución, pero no fue la única.
Muchas de ellas, a pesar de
ser anónimas, fueron muy importantes en este proceso.
En algunos casos participando
solo como compañeras de los caudillos, en otros siendo ellas mismas líderes militares,
las mujeres tienen un capítulo importante en la lucha por la independencia de
la región.
En el año 1821 se producía la
invasión de nuestro territorio por un poderoso ejército portugués, con la complicidad
del gobierno porteño que en ningún momento defendió a la Provincia Oriental,
sino que además impidió que las otras provincias de la Liga Federal colaboraran
con las disminuidas fuerzas artiguistas.
No obstante el Gral. Artigas
se empeñó en darle combate a los portugueses, y entre otras disposiciones
designó a Rivera como jefe de todas las fuerzas situadas al sur del Río Negro.
Pero la superioridad lusitana era más que evidente, y así fue que los principales
jefes artiguistas fueron muriendo o cayendo prisioneros, situación esta última
que debió sufrir Lavalleja cumpliendo su prisión en la Isla das Cobras,
Juan Antonio Lavalleja fue
capturado por las fuerzas portuguesas el 10 de octubre de 1826 durante la
Guerra del Brasil (también conocida como la Guerra de Cisplatina), que enfrentó
a las provincias del Río de la Plata, incluyendo Uruguay, contra el Imperio de
Brasil.
Después de su captura,
Lavalleja fue llevado como prisionero a la Isla de las Cobras, una isla prisión
en la bahía de Río de Janeiro, Brasil acompañado de su esposa Ana.
Permaneció en prisión en la
Isla de las Cobras durante aproximadamente un año, hasta que fueron liberados
en 1827.
Su liberación fue parte de las
negociaciones que llevaron al fin de la Guerra del Brasil y a la independencia
de Uruguay.
Su esposo Juan Antonio Lavalleja murió el 22 de
octubre de 1853 en Montevideo, Uruguay.
El Gobierno
en pleno, con
la cabeza descubierta,
procedió a transportar
el cuerpo venerable
a su morada,
ubicada escasamente a un
centenar de metros
del Fuerte. Y
en la señorial
residencia construido por
de Mello, Doña
Ana Monterroso de Lavalleja serena
y estoicamente, con el mismo
temple que supo
mostrar a través
de tantas jornadas de
la gesta emancipista,
recibió los despojos
del esposo.
Desde Yaguarón llegaron las
condolencias de Rivera. Doña Ana Monterroso procede a realizar la
última voluntad de
su esposo: entregar
a Melchor Pacheco
la espada de Sarandí.
Ana Micaela Monterroso de
Lavalleja falleció en Buenos Aires el 28 de marzo de 1858 y fue enterrada en el Cementerio de La Recoleta.
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