Blog de Arinda

OBJETIVO :En este Blog vas a encontrar mis producciones en pintura y escultura. Además, material recopilado a través de mi trabajo como maestra, directora e inspectora, que puede ser de interés para docentes y estudiantes magisteriales .

martes, 31 de octubre de 2023

EDUCACIÓN - CUENTO OLEGARIO EL BÚHO SABIO Y LA CALABAZA ASUSTADA

 







Octubre estaba finalizando con días espléndidos inundados de luz y alegría.

En el huerto de la familia de Sofía, próxima al monte y al pie del cerro, las plantas y frutos resplandecían con sus hermosos colores.

 

En un sector de la huerta se destacaba un cantero de calabazas. Sofía disfrutaba de cuidar las plantas junto a su abuelo.

Sin embargo, a una de las calabazas, la más brillante y anaranjada, en los últimos días se la veía inquieta.

Le había contado su secreto a las otras calabazas,

-¡Necesito irme de aquí! Es que…me dan miedo esos cuentos de Halloween que escuché. Quiero estar lejos de aquí antes de que llegue la noche de brujas –les dijo a sus amigos, Cala, la calabaza.

Las otras trataron de tranquilizarla, pero Cala estaba decidida a huir hacia el monte.

Una tardecita Cala pensó que era el momento de escapar.

Subrepticiamente se fue acercando al portón de la huerta, pero quedó desalentada cuando se dio cuenta que estaba cerrada con un pasador.

Cuando pensaba que su intento de huida había fracasado sintió el aleteo de un ave. Miró hacia arriba y vio que era Toco, el pica palo que se acercaba.

-Puedo ayudarte –preguntó Toco.

-No lo sé, necesito abrir el portón, pero no llego al pasador -contestó Cala.

-Eso es fácil para mi -dijo Toco y con su pico levantó el pasador y el portón se abrió.

Cala agradeció a su amiga Toco y se alejó rápidamente hacia el monte.

Sólo se sintió a salvo cuando se internó entre los primeros árboles.

 


Estaba algo agotada pero decidida a mantenerse a salvo.

Ya había caído la noche y se acurrucó en las raíces de una higuera y se quedó dormida.

A la mañana siguiente Gabriel y Sofía madrugaron para colaborar con el abuelo en su cuidado de la huerta.

Los niños estaban ocupados regando las plantas, y notaron que del cantero de las calabazas faltaba Cala.

Se preocuparon inmediatamente por su amiga Cala y comenzaron a buscarla por la huerta.

-Sofía, ¿has visto a Cala en algún lado? No la veo por ninguna parte- dijo Gabriel preocupado.

-No, Gabriel. No está en su lugar habitual. Deberíamos buscarla, seguro está escondida -dijo Sofía frunciendo el ceño.

Los niños recorrieron la huerta, buscando pistas sobre el paradero de la calabaza.

Mientras revisaban, se dieron cuenta de que algunas de las otras calabazas estaban muy inquietas y que había un hueco entre ellas y que había rastros que parecían indicar que la calabaza se había ido hacia el monte.

-Mira, Sofía, hay huellas que van hacia el monte. Creo que nuestra amiga Cala ha escapado –dijo Gabriel observando los rastros.

-Entonces, debemos ir tras ella y asegurarnos de que esté a salvo - dijo Sofía decidida.

Los niños se prepararon para buscar a Cala en el monte, sabiendo que no era bueno dejarla sola. Llevaron algunas linternas, agua y provisiones para la búsqueda, y se adentraron en el monte, decididos a encontrar a su amiga y asegurarse de que estuviera bien.



Mientras tanto en el monte Cala se despertó y al darse cuenta que no estaba en el huerto se sintió inmensamente feliz.

Salió a caminar disfrutando de las flores y los animalitos que la saludaban a su paso.

Pero, lamentablemente, su escape fue descubierto por el cazador del pueblo, un hombre corpulento con un diente de oro y una risa estruendosa.

-¡Una calabaza gigante! Será perfecta para hacer dulces para Halloween –dijo el cazador, frotándose las manos.

El cazador se apresuró a atraparla, pero en ese momento, el búho Olegario, que había estado observando la escena desde un árbol cercano, intervino.

Voló sobre la cabeza del cazador y se llevó su sombrero.

Sorprendido el cazador soltó a Cala, que aprovechó la oportunidad para escapar corriendo.

Mientras corría por el monte, se encontró con Rayito, una hormiga simpática que vivía en un hormiguero cercano.

-¡Rayito, necesito tu ayuda! Estoy huyendo del cazador que quiere convertirme en dulces para Halloween –dijo Cala jadeando.

-¡Oh, vaya! No te preocupes, te ayudaré a esconderte. Sígueme -dijo Rayito decidida.

Rayito llevó a la calabaza a través de los senderos ocultos del monte, donde se encontraron con Nuti la nutria juguetona que 


 estaba  nadando en un arroyo cercano.

-¡Hola, amiga nutria! Estoy escapando del cazador. ¿Puedes ayudarme a esconderme? -dijo Cala muy nerviosa.

-¡Claro que sí! Sube a mi espalda y nademos lejos de aquí –dijo la nutria.

Cala montó a lomos de la nutria y nadaron arroyo abajo, alejándose del cazador que estaba escondido en el monte.

La calabaza bajó en la orilla, parecía que estaban a salvo, y Cala se distrajo admirando el paisaje , sin darse cuenta, que no estaba sola.

En ese momento, el cazador, que había estado esperando pacientemente oculto detrás de un matorral, saltó y la atrapó nuevamente con rapidez.

-¡Te tengo, calabaza! Ahora sí serás el ingrediente principal de mis dulces de Halloween –dijo el cazador, triunfante.

La calabaza se sintió atrapada y asustada una vez más. No sabía cómo escapar de esta situación.

En el monte se escucharon los pedidos de auxilio de Cala, entonces Olegario se reunió con los niños Gabriel y Sofía. Sabían que necesitaban un plan para salvarla, así que decidieron buscar ayuda en la naturaleza.

-Necesitamos algo que pueda mantener al cazador alejado y proteger a nuestra amiga la calabaza – dijo Olegario.

Fue entonces cuando el búho tuvo una idea.

 



-¡Las abejas! Si logramos que un enjambre de abejas persiga al cazador, seguro huirá lejos -dijo Olegario entusiasmado.

-¡Buena idea,! Vamos a buscar a las abejas y pedirles ayuda –exclamó Sofía.

Los niños y el búho se dirigieron al panal cercano, donde las abejas estaban ocupadas recolectando néctar y polen.

-¡Queridas abejas! Necesitamos su ayuda para liberar a nuestra amiga Cala de un cazador que la atrapó. ¿Pueden ayudarnos? -preguntó Gabriel, amablemente.

Las abejas, al escuchar la solicitud de los niños, zumbaban en señal de acuerdo y salieron en un enjambre furioso hacia donde se encontraba el cazador.

Lo rodearon y comenzaron a picotearle  sin piedad.

-¡Abejas! ¡Abejas por todas partes! ¡Me están picando! – dijo el Cazador gritando.

El cazador soltó la calabaza y comenzó a correr para escapar del enjambre de abejas furiosas.

Las abejas lo persiguieron durante un buen trecho, asegurándose de que se alejara de la calabaza y del monte.

Cuando finalmente el cazador desapareció en la distancia, las abejas regresaron triunfantes junto a los niños, Olegario y la calabaza.

-¡Gracias, abejas! Ustedes son realmente valientes –agradeció Gabriel.


-Y gracias a ustedes, Cala está a salvo de nuevo -sonrió Sofía.

-Gracias por encontrarme, chicos. Les debo una explicación de por qué me fui del huerto -suspiró Cala.

-No te preocupes, amiga. Estamos aquí para ayudarte. ¿Qué te hizo escapar? -preguntó amablemente Olegario.

-Verán, chicos, me dieron miedo algunos cuentos que escuché sobre Halloween. Historias de brujas, fantasmas y cosas aterradoras que ocurren en esta época del año. Me asustaron tanto que pensé que estaría más segura en otro lugar -contestó Cala muy triste.

-Entendemos, Cala. Pero Halloween es solo una festividad para divertirse, contar historias espeluznantes y comer golosinas. No hay nada que debas temer de verdad –dijo comprensivamente Gabriel.

-Además, siempre estamos aquí para cuidarte y asegurarnos de que estés a salvo –añadió Sofía.

-Gracias por entenderme, chicos. Me siento más tranquila ahora. Supongo que dejé que el miedo me dominara- agradeció Cala.

-El miedo es algo natural, pero no debemos dejar que nos gobierne. La amistad y el apoyo de los amigos nos ayudan a superarlo -reflexionó Olegario.

Mientras reflexionaban sobre el miedo de Cala, Gabriel, Sofía y Olegario pensaban en cómo ayudarla.

-¡Tengo una idea, Sofía! Vamos a mostrarle a nuestra amiga calabaza que Halloween es sobre diversión y juegos-  dijo Gabriel entusiasmado.

  


-¡Exacto! Vamos a organizar una fiesta de Halloween con disfraces de fantasmas, brujas, esqueletos, momias y gatos negros para que vea que es todo juego -dijo Sofía asintiendo.

-¿Una fiesta?¿de Hallowen?¿para mí? -preguntó Cala

-Exacto, Cala. La organizamos para que veas lo divertido que puede ser.

-¡Sí! Y puedes unirte a nosotros y a todos nuestros amigos del monte en la celebración –dijo Sofía entusiasmada.

Pero aún Cala tenía cierta inquietud acerca de Halloween y sus historias aterradoras.

Los niños y los animalitos del monte se pusieron manos a la obra.

Reunieron sábanas blancas, sombreros puntiagudos, vendas, papel higiénico y hasta pelucas para crear disfraces. Pronto, el monte estaba lleno de risas y preparativos para la fiesta.

El día de la fiesta llegó, y Cala estaba ansiosa por ver qué ocurriría.

Cuando llegó al lugar de la celebración, quedó asombrada al ver a Gabriel vestido de vampiro y Sofía vestida de brujas, algunos animalitos luciendo disfraces de gatos negros y otros disfrazados de esqueletos, momias y fantasmas.

-¡Wow, esto es increíble! ¡Nunca había visto algo así! -exclamó Cala.

Los niños y los animalitos del monte la invitaron a unirse a la diversión. Todos jugaron juegos, se contaron historias de

 


 Halloween divertidas y se rieron juntos. La calabaza, rodeada de amigos y risas, se dio cuenta de que Halloween era una celebración llena de alegría y amistad.

-¿Ves, amiga Cala? Halloween es sobre jugar y disfrutar con amigos- dijo Gabriel sonriendo.

- ¡Exactamente! Y para que lo recuerdes siempre, hemos preparado un disfraz especial para ti -dijo Sofía.

Los niños le entregaron a Cala un disfraz de calabaza sonriente, con brazos y piernas, como ella misma. Se puso el disfraz y todos aplaudieron y rieron.

-¡Gracias, chicos! Ahora sé que Halloween es divertido y no hay nada que temer- dijo feliz la calabaza.

La fiesta continuó hasta altas horas de la noche, llena de risas y diversión.

La calabaza, ahora libre de miedos, disfrutó de la celebración como nunca antes.

La calabaza aprendió que con la ayuda de amigos valientes y la naturaleza, podía enfrentar cualquier desafío y dejar atrás sus miedos.

Desde entonces, se convirtió en la anfitriona de las fiestas de Halloween más alegres y divertidas en el monte. Y todos aprendieron que Halloween era una celebración de amistad y diversión, y que no había lugar para el miedo en su mundo de juegos y risas.

 



FIN

 

 

HALLOWEN- MANUALIDADES EN EL AULA

 ESQUELETO BAILARÍN
Una buena idea para hacer con los chicos con motivo de halloween. Un esqueleto móvil.
Guardar las imágenes en la computadora.
Imprímelas.
Luego pégalas en cartulina blanca y las recortas.
Donde están las marcas perfora y une brazos y piernas con broche de metal  al cuerpo.
Luego le atas un hilito en el cráneo.
Así tendrás un esqueleto danzarin.

 TA -TE- TI PARA HALLOWEEN

Guardar la imagen en tu Pc. Imprimir la imagen del tamaño que desees y pegarla en una cartulina o cartón para que quede mas durito y listo para jugar!



 

FUENTE
 http://manualidades.name

HALLOWEEN - 31 de OCTUBRE

SOBRE SU ORIGEN

Halloween o Noche de Brujas es una fiesta que se celebra principalmente en Estados Unidos en la noche del 31 de octubre.
La palabra Halloween deriva directamente de la expresión inglesa “All Hallow´s Eve” que significa Víspera de Todos los Santos.
Esta festividad en su origen  tiene dos raíces.
1) La más antigua es la de los pueblos celtas que habitaban Irlanda, Gales, Escocia y el Norte de Francia. Celebraban una fiesta denominada Samhain o La Samón (“Fin del verano” en irlandés antiguo) y que tenía lugar entre finales de la temporada de las cosechas y el comienzo del invierno.
Los sacerdotes célticos, denominados druídas, tenían el convencimiento de que la noche del 31 de octubre ocurría un especial fenómeno cuando las leyes del espacio y el tiempo quedaban estacionadas. En ese momento, el velo que separaba el mundo de los vivos y de los muertos se encontraba en su punto más fino y por lo mismo, ambos espacios podían interactuar  más fácilmente y  los espíritus de los difuntos podían regresar del otro mundo para llevarse consigo a los vivos.
Por esta razón, durante el Samhain los sacerdotes preparaban enormes fogatas y hacían conjuros para ahuyentar a los malos espíritus
Según la leyenda, los vivos no estaban dispuestos a ser poseídos por los muertos, entonces en la noche del 31 de octubre apagaban el fuego en todas las casas para que los ambientes estuvieran fríos e inhóspitos. Además, se vestían con ropas siniestras y por los lugares que iban destruían las cosas con el fin de espantar cualquier espíritu que quisiera poseer algún cuerpo.
Posteriormente, el fuego de los hogares volvía a encenderse con una antorcha que cada familia traía desde la hoguera sagrada que ardía en Usinach, localidad ubicada al centro de Irlanda. Volver a encender el fuego simbolizaba la esperanza de que la vida renacería al llegar la primavera.
Además, los habitantes de los pueblos célticos dejaban dulces o comida en la puerta de las casas pues existía la superstición de que las almas marcharían contentas y les dejarían en paz si veían satisfechos sus deseos.

2) Por otro lado, los romanos ocupaban este día a la denominada Feralia, fiesta del descanso y la paz de los muertos. Para ello, realizaban sacrificios y realizaban ofrecían plegarias a sus dioses paganos. También, dedicaban una festividad específica el mismo día a Pomona, la diosa de las cosechas y los frutos.
Con la caída del Imperio Romano y la llegada del Cristianismo a los pueblos célticos, la tradición de celebrar el Samhain no desaparece a pesar de los grandes esfuerzos que la Iglesia Católica hace por eliminar cualquier fiesta o superstición pagana, pues las consideraba herejías y directamente ligadas con el satanismo.
Sin embargo, el Samhain sufre una serie de transformaciones: con la implantación del calendario gregoriano, el día 1 de noviembre pasó a considerarse el Día de Todos los Santos (“Day of All Saints”); el Samhain, la víspera de Todos los Santos (“Eve of All Saints”), cambió su nombre a All-Hallows-Eve (actualmente por la contracción de esta expresión se denomina Halloween); y el Día de Todos los Difuntos o Día de Todas las Almas (Day off All Saints) pasó al 2 de noviembre.
LA IGLESIA CATÓLICA
Papa Gregorio III

La Iglesia Católica  en los Concilios de 730-740 decidió crear una festividad católica  coincidente con la festividad pagana   Esto fue establecido por el Papa Gregorio III . Así el 1º de Noviembre pasó a ser el día de Todos los Santos (canonizados o no) en su intento de eliminar el paganismo y librarse de la competencia religiosa, y en el año 837 d.C. fecharon el 1 de noviembre como el Día de Todos los Santos, llamado en Inglaterra (traduciéndolo literalmente) "All Hallows' Day" o Hallowsmass (otras fuentes datan este hecho dos años antes, en el 835 d.C.; una duda que la historia aún no ha resuelto). Por ser una fiesta muy popular se acostumbró celebrar también una víspera (palabra que en inglés se traduce Eve) la noche anterior, a la que se le llamó "All Hallows' Eve" (Víspera de Todos los Santos). Debido a la costumbre inglesa de contraer los nombres para una pronunciación más rápida y directa, esto derivó en el definitivo "Halloween", aunque la fiesta religiosa original nada tiene que ver con la celebración del Halloween actual, con disfraces y dulces para niños.

DE LA EDAD MEDIA A LA ACTUALIDAD

 Snap-Apple Night pintado por el artista irlandés Daniel Maclise en 1833. Se inspira en una fiesta de Halloween que asistió en Blarney, Irlanda, en 1832.

En la Edad Media algunos bandoleros se disfrazaban de espíritus para cometer sus fechorías. De ahí viene la costumbre de disfrazarse. Algunos años después esta festividad llega a Estados Unidos, 

Cuando los irlandeses llegan a  América en el siglo XVIII, traen consigo sus tradiciones y cultura que se arraiga en el nuevo continente.
En un principio, la festividad sufrió una gran represión en Nueva Inglaterra debido a la fuerte tradición luterana del territorio.
Sin embargo, a finales del siglo XIX, la situación cambia. A Estados Unidos llega una nueva oleada de inmigrantes con origen céltico por lo que la fiesta de Halloween acaba mezclándose con creencias indias y con otras propias de la etapa colonial del país.

 Cartel que anuncia la llegada del Halloween en 1904.
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La fiesta, sin embargo, no comenzó a celebrarse masivamente hasta 1921. Ese año se celebró el primer desfile de Halloween en Minnesota y luego le siguieron otros estados. La internacionalización del Halloween se produjo a finales de los años 70 y principios de los 80 gracias al cine y a las series de televisión. En 1978, se estrenaba en EEUU y en el mundo entero La Noche de Halloween, de John Carpenter; una película ambientada en la víspera de Todos los Santos que supuso una referencia para el cine de terror de serie B; con innumerables secuelas e imitaciones. Por otro lado, éxitos de la pequeña pantalla como Los Simpson comenzaron a dedicar un capítulo cada año a Halloween hasta convertir la calabaza sonriente en una imagen muy conocida.

Hoy en día Halloween es una de las fechas más importantes del calendario festivo en el continente americano (Estados Unidos y Canadá; los países latinoamericanos, aunque conocen la festividad de Halloween, tienen sus propias festividades y tradiciones ese mismo día, que curiosamente coinciden en cuanto a su significado: la unión o extrema cercanía del mundo de los vivos y el reino de los muertos). En el Viejo Continente, en un extraño giro del destino, son muchas las ciudades en las que los jóvenes han decidido importar el Halloween de Estados Unidos, con fiestas y disfraces, aunque en algunos puntos de Europa (como Inglaterra) la fiesta original ha arraigado de nuevo, resurgiendo del olvido al que el Vaticano la había enviado siglos atrás y realizándose los mismos ritos que se practicaban entonces.
 

 
 Es en este momento cuando evoluciona, abandonando la tradición cristiana e incorporando las historias de terror, la realización de travesuras, los bailes y la confección de disfraces. Halloween se convierte en una noche rodeada por un aura de misterio, brujas, fantasmas, duendes… pero sin perder nunca el ánimo festivo y el buen humor.


SÍMBOLOS

•    La calabaza no es un símbolo  proveniente del Samhain, sino que fueron los emigrantes irlandeses los que la descubrieron cuando llegaron al continente americano.
La “Calabaza iluminada”,  tiene su origen en una antigua leyenda irlandesa, que hablaba de Jack-o-lantern. ”, un personaje muy malo que cuando muere, no es recibido ni en el cielo, ni en el infierno, condenado a vagar por el mundo, en busca de una entrada a cualquiera de los dos reinos.

Entre las costumbres actuales del día de brujas , está el famoso “Trato o Truco” que consiste en que los niños disfrazados visitan las casas de sus vecinos, para lograr conseguir los famosos dulces que conformarían el “Trato”, y si no se los dan entonces deben llevar preparada una travesura o “Truco”, por no hacer el trato.    

LA LEYENDA DE


El origen de las famosas calabazas caladas deviene de una leyenda de origen celta ( Irlanda y Escocia) sobre Jack "El Tacaño" (Stingy Jack en el original inglés), un granjero que engañaba y mentía a vecinos y amigos. Esta conducta le consiguio toda clase de enemistades pero también una reputación de persona tan malvada que rivalizaría con el mismísimo Satanás.
El Diablo, a quien llegó el rumor de tan negra alma, acudió a comprobar si efectivamente era un rival de semejante calibre. Disfrazado como un hombre normal acudió al pueblo de éste y se puso a beber con él durante largas horas, revelando su identidad tras ver que en efecto era un auténtico malvado. Cuando Lucifer le dijo que venía a llevárselo para pagar por sus pecados, Jack le pidió una ronda más juntos como última voluntad. El Diablo se lo concedió pero al ir a pagar ninguno de los dos tenía dinero, así que Jack retó a Lucifer a convertirse en una moneda para pagar la ronda y demostrar sus poderes. Satanás lo hizo, pero en lugar de pagar con la moneda Jack la metió en su bolsillo, donde llevaba un crucifijo de plata. Incapaz de salir de allí el Diablo ordenó al granjero que le dejara libre, pero Jack no lo haría a menos que prometiera volver al infierno para no molestarle durante un año.
Transcurrido ese tiempo, el Diablo apareció de nuevo en casa de Jack para llevárselo al inframundo pero de nuevo Jack pidió un último deseo, en este caso que el Diablo cogiera una manzana situada en lo alto de un árbol para así tener su última comida antes de su tormento. Lucifer accedió, pero cuando estaba en el árbol Jack talló una cruz en su tronco para que no pudiera escapar. En esta ocasión Jack le pidió no ser molestado en diez años, además de otra condición: que nunca pudiera reclamar su alma para el inframundo. Satanás accedió y Jack se vio libre de su amenaza.


Otra versión del mito dice que Jack estaba siendo perseguido por algunos aldeanos a quienes había robado cuando se encontró con el Diablo, quién le dijo que había llegado el momento de su muerte. Sin embargo, el ladrón retrasó su suerte tentando al Diablo a castigar a los aldeanos que lo perseguían alegando que eran fieles a Dios. Jack le dijo al Diablo (quien podía adoptar cualquier forma) que se convirtiera en una moneda con la cual pagaría por los bienes robados; luego, cuando la moneda/Diablo desapareciera misteriosamente, los aldeanos pelearían entre sí para averiguar quién se la ha robado. El Diablo accedió a la propuesta: se convirtió en una moneda de plata y saltó al saco que Jack llevaba, solo para encontrarse junto a una cruz que el ladrón había también robado en la aldea. Jack cerró bien el bolso y la cruz privó al Diablo de sus poderes; y así lo atrapó. 

En ambos mitos, Jack solo deja ir al Diablo cuando éste accede a jamás llevarse su alma. 
Tras morir (mucho antes de esos diez años pactados), Jack se preparaba para ir al cielo pero fue detenido en las puertas de San Pedro, impidiéndosele el paso pues no podían aceptarle por su mala vida pasada, siendo enviado al Infierno. Para su desgracia allí tampoco podían aceptarlo debido al trato que había realizado con el Diablo, y éste le expulsó de su reino y le condenó a deambular por los caminos Ahora Jack no tenía adonde ir. Se preguntó cómo podría ver a donde iba, ya que no tenía luz alguna, y el Diablo le arrojó, a modo de burla, una brasa que nunca dejaría de arder con el fuego del infierno. Jack ahuecó uno de sus nabos (su comida favorita), puso la brasa en su interior y comenzó a vagar eternamente y sin rumbo por todo el mundo para encontrar un lugar donde finalmente descansar.  Con el paso del tiempo Jack el Tacaño fue conocido como Jack el de la Linterna o "Jack of the Lantern", nombre que se abrevió al definitivo "Jack O'Lantern". Esta es la razón de usar nabos (y más tarde calabazas, al ser más grandes y fáciles de tallar) para alumbrar el camino a los difuntos en Halloween, y también el motivo de decorar las casas con estas figuras horrendas (para evitar que Jack llamara a la puerta de las casas y proponer Truco o trato).
La leyenda se modificó en lo que respecta al elemento que utilizaba, y se cambió por una calabaza, que era más cómoda y no despide aromas indeseables.

Más allá de lo pintoresco de estas leyendas, el término jack-o’-lantern se refirió originalmente a un vigilante nocturno, u hombre con farol, siendo conocido su uso a partir de mediados del siglo XVIII; y más tarde se aplicó al fenómeno de los fuegos fatuos (will-o’-the-wisp en inglés).
En Labrador y Terranova, tanto los nombres “Jacky Lantern” y “Jack the Lantern” se refieren a los fuegos fatuos en vez de a la calabaza tallada.

 EL ORIGEN DE 
"TRUCO  O TRATO"





Originalmente el Truco o Trato (en inglés "Trick-or-treat") era una leyenda popular de origen céltico según la cual no solo los espíritus de los difuntos eran libres de vagar por la Tierra la noche de Halloween, sino toda clase de entes procedentes de todos los reinos espirituales. Entre ellos había uno terriblemente malévolo que deambulaba por pueblos y aldeas, yendo de casa en casa pidiendo precisamente "truco o trato". La leyenda asegura que lo mejor era hacer trato, sin importar el costo que éste tuviera, pues de no pactar con este espíritu (que recibiría el nombre de Jack O'Lantern, con el que se conocen a las tradicionales calabazas de Halloween) él usaría sus poderes para hacer "truco", que consistiría en maldecir la casa y a sus habitantes, dándoles toda clase de infortunios y maldiciones como enfermar a la familia, matar al ganado con pestes o hasta quemar la propia vivienda. Como protección surgió la idea de crear en las calabazas formas horrendas, para así evitar encontrarse con dicho espectro (y con el tiempo, debido a la asociación mental entre el espíritu y las calabazas, el nombre de este sería dado a ellas, que es como son conocidas hoy día cuando llega esta fiesta).
Realmente, aunque se ha generalizado la traducción "truco" en castellano por el inglés "trick" y "trato" literalmente por "treat", en el caso del "Trick-or-treating" no se trata de un truco propiamente dicho sino más bien de un susto o una broma por lo que una traducción más exacta sería por ejemplo "dulce o susto".
En la actualidad, los niños se disfrazan para la ocasión y pasean por las calles pidiendo dulces de puerta en puerta. Después de llamar a la puerta los niños pronuncian la frase "truco o trato", "truco o dulce" o "travesura o dulce" (proveniente de la expresión inglesa trick or treat). Si los adultos les dan caramelos, dinero o cualquier otro tipo de recompensa, se interpreta que han aceptado el trato. Si por el contrario se niegan, los chicos les gastarán una pequeña broma, siendo la más común arrojar huevos o espuma de afeitar contra la puerta.
El recorrido infantil en busca de golosinas probablemente enlace con la tradición neerlandesa de la Fiesta de San Martín 







FUENTE 
Wikipedia
www.lahuelladigital.com
Taringa

31 DE OCTUBRE NACIÓ JOHANNES VERMEER

UN GRAN MAESTRO DEL ARTE BARROCO


Johannes Vermeer van Delft fue bautizado, como cristiano en la iglesia protestante, en Delft, el 31 de octubre de 1632. La fecha de nacimiento no se conoce con precisión.
Fue llamado por sus contemporáneos Joannis ver Meer o Joannis van der Meer e incluso Jan ver Meer.
Es uno de los pintores neerlandeses más reconocidos del arte barroco.
Vivió durante la llamada Edad de Oro neerlandesa, en la cual las Provincias Unidas de los Países Bajos experimentaron un extraordinario florecimiento político, económico y cultural.

Fue el segundo hijo, y único varón, de Reynier Jansz y Digna Baltens. 
Su padre, procedía originalmente de Amberes, y se trasladó en 1611 a Ámsterdam, trabajando de tejedor de seda oficios entonces de la clase media. 
En 1615 se casó con Digna nacida en Amberes, trasladándose  a Delft, donde abrió en 1641 una fonda llamada la Mechelen en recuerdo a una famosa beffroi o torre de Bélgica ubicada en Malinas (Mechelen en flamenco) que se encontraba en las proximidades del halle o plaza del mercado de la ciudad de Delft.
Allí, siendo casi niño, Joannes realizó  los menesteres de comercio.

Además, Reynier Jansz pertenecía oficialmente al gremio de San Lucas de Delft como marchante de arte. Allí Jansz conoció a pintores como Pieter Steenwyck, Balthasar van der Ast y Pieter Groenewegen.

Tras el deceso de su padre, en 1652, Joannes, con 20 años, heredó ese local con los asuntos comerciales de su padre. 
 
 Leonart Bramer 

Carel Fabritius

Abraham Bloemaert

El 29 de diciembre de 1653 Johannes Vermeer se hizo miembro del gremio de San Lucas  como pintor libre. A este hecho tuvo que precederle una amplia formación de seis años de aprendizaje, pues sólo como maestro se podía ser miembro del gremio.
Es posible que Vermeer fuera alumno de Leonaert Bramer, hipótesis que no ha tenido mucho eco por las diferencias de estilo, a pesar de que está documentada una relación entre ambos. También se han demostrado contactos con Gerard ter Borch.
Asimismo se ha especulado con que fuera alumno de Carel Fabritius, que a su vez había sido educado en el taller de Rembrandt.
Esta hipótesis fue ampliamente aceptada desde que en el siglo XIX, William Thoré-Bürger la defendió y sigue estando muy extendida, pero en la actualidad los expertos dudan de su veracidad.
En su lugar, se suele mencionar a Pieter de Hooch, que vivió en Delft entre 1652 y 1661, como una de las principales influencias de Vermeer, ya que se puede reconocer el estilo de Hooch, refinado y perfilado, en la pintura costumbrista de Vermeer. 
 
Algunos estudiosos creen que Vermeer fue alumno del pintor católico Abraham Bloemaert. 


No obstante que Vermeer van Delft era de familia protestante, se casó con una joven católica llamada Catherina Bolnes en abril del 1653. 
La madre de Catharina, Maria Thins, se opuso inicialmente al matrimonio. Una de las razones pudiera ser la confesión calvinista de Vermeer, mientras que Catharina Bolnes era católica. Sólo tras la recomendación del pintor católico Leonaert Bramer decidió Maria Thins aceptar el matrimonio. 
Tuvieron quince hijos, pero lamentablemente, cuatro murieron al nacer.

 Mujer sosteniendo una balanza-1664

 Mujer leyendo una carta

Dama en Azul. 1663-1664. Óleo sobre lienzo. 46,6 x 39,1 cm. Rijksmuseum. Amsterdam 

 The Little Street

Catherine modeló para muchas de las grandes obras de su esposo, incluyendo "Mujer sosteniendo una balanza" y "Mujer leyendo una carta". También incluyó varias imágenes de sus hijos en sus pinturas, como The Little Street.
El cuadro "The Little Street" cuadro representa un pedazo de la vida cotidiana de los holandeses de la época, ocupados en sus quehaceres. Vermeer unió lo cotidiano y lo eterno, consiguiendo una intimidad entre el medio y el hombre. La paleta empleada por Vermeer es más clara que la que solían utilizar Jan Steen y Pieter de Hooch en escenas similares.

Como en tantas otras ocasiones, Vermeer ha realizado cambios en la composición final, eliminando por ejemplo una figura femenina que se situaba a la derecha de la entrada del callejón. La masa vegetal que se observa a la izquierda del cuadro presenta en la actualidad una tonalidad azulada, quizá por una mala reabsorción del amarillo original. Como curiosidad, este es uno de los tres lienzos en los que Vermeer pintó el cielo. Los otros dos son Vista de Delft y El Descanso de Diana.

 
 La alegoría de la fé

Fue un matrimonio desafortunado: además de las diferencias religiosas, la familia de la esposa era más rica que la Vermeer. 
Parece que él mismo se hubiera convertido al catolicismo antes del matrimonio, porque su progenie tuvo nombres del santoral católico; además -entre otras cosas- una de sus pinturas llamada "La alegoría de la fe", refleja la fe en la eucaristía, pero no se sabe si se refiere a la fe de Vermeer o de quien hizo el encargo.
En 1660 la pareja se trasladó a la casa de la madre de Catherina en el Oude Langendijk. 
Su suegra, Maria Thins, era una viuda de buen pasar económico que vivía en el barrio católico de la ciudad: aquí Vermeer habría vivido con toda su familia durante el resto de su vida.
Maria tuvo un rol fundamental en la obra de este pintor: no solo la primera nieta fue llamada con el mismo nombre, también utilizó sus rentas buscando imponer al esposo de su hija, en el mundo del arte.

El Centro Vermeer de Delft  
Debido a que pintaba un promedio de sólo dos cuadros al año, debía tener otras fuentes de financiación. Se dice que Vermeer trabajaba como experto en arte.
Se sabe que ayudaba a su madre en la tasca Mechelen, en el El Centro Vermeer de Delft devuelve a la vida a este gran maestro., que ésta había heredado a la muerte de su marido y en la que Vermeer muy probablemente tenía instalado su negocio de arte, una actividad muy extendida entre los pintores neerlandeses del siglo XVII. En los años 1662 y 1663, así como en 1670 y 1671, Vermeer fue decano del gremio (o gulde) de San Lucas. Como todos los artesanos del siglo XVII debía pertenecer a un gremio para poder realizar su actividad y éste a su vez fijaba las reglas con las que trabajaban sus miembros. La posición de decano era muy influyente, lo que demuestra que Vermeer era un personaje respetado en Delft. 

Vermeer pudo ver en vida que sus cuadros alcanzaban altos precios. Pintó pocos cuadros para el mercado libre del arte.
Sus cuadros eran en su mayoría para mecenas, como el panadero Hendrick van Buyten. Pero no se sabe si los mecenas encargaban al pintor los cuadros o si sólo tenían un derecho preferencial a la compra. 
Ya se ha mencionado que además de su actividad artística, Vermeer trabajaba como experto en arte. Así, por ejemplo, comprobó la autenticidad de una colección de cuadros venecianos y romanos que el tratante de arte Gerrit van Uylenburgh quería vender por 30.000 florines al príncipe elector de Brandeburgo Federico Guillermo I. 
Viajó en 1672 a La Haya, donde examinó los cuadros junto con el pintor Hans Jordaens. Negó la autenticidad de los cuadros ante notario, declarando que el valor de los cuadros era como máximo un décimo del precio solicitado. 
A causa de la Guerra Franco-Neerlandesa iniciada en 1672, no pudo vender más cuadros.
Esto hizo que en sus últimos años de vida empeoraron las condiciones económicas, teniendo que pedir créditos. 

 
Oude Kerk (Iglesia vieja, en español) en Delft donde fue sepultado Vermeer

En 1675, Vermeer enfermó y murió el 15 de diciembre de 1675. 
Fue enterrado en el sepulcro familiar de la Oude Kerk (Iglesia vieja, en español) en Delft. 
Su mujer tuvo que renunciar a su herencia para anular las deudas y sus bienes fueron a parar a los acreedores.
Según una carta del 30 de abril de 1676 de Catharina Bolnes pidiendo el perdón de parte de sus deudas, comentaba que su marido tuvo que vender cuadros con los que comerciaba durante la Guerra a menor precio de su valor.

 LA OBRA DE VERMEER


La obra completa de Vermeer es muy reducida, solamente se conocen 33 a 35 cuadros. Esto pudo deberse a que pintaba para mecenas, por encargo, más que para el mercado de arte.

Pintó otras obras, hoy perdidas, de las que se tiene conocimiento por antiguas actas de subastas. Sus primeras obras fueron de tipo histórico, pero alcanzó la fama gracias a su pintura costumbrista muchas veces considerada de género, que forma la mayoría de su producción. 



Algunas de sus obras son:

    (1654)   Cristo en casa de Marta y María
    (1655)   Cristo en casa de Marta y María
    (1655)   Diana con sus ninfas
    (1655)   Santa Práxedes
    (1656)   Concierto
    (1656)   En casa de la alchueta
    (1657)   Joven durmiendo
    (1656)   La alcahueta
    (1657)   Muchacha dormida
    (1657)   Mujer leyendo una carta junto a una ventana abierta
    (1658)   Caballero y dama tomando vino
    (1658)   Calle de Delft
    (1658)   Soldado y muchacha sonriendo
    (1658)   La callejuela
    (1658)   Militar y muchacha riendo
    (1658)   La lechera
    (1659)   Muchacha con vaso de vino 
    (1660)   Clase de música interrumpida
    (1660)   Lechera
    (1661)   Vista de Delft
    (1662)   Clase de música
    (1662)   Mujer de azul leyendo una carta
    (1664)   Joven dama con collar de perlas
    (1664)   Mujer tocando el laúd junto a la ventana
    (1665)   Muchacha con el pendiente de perla
    (1665)   Mujer con balanza
    (1665)   Mujer con jarra de agua
    (1665)   Mujer de amarillo escribiendo una carta
    (1666)   Cabeza de muchacha
    (1666)   Muchacha con flauta
    (1666)   Muchacha con sombrero rojo
    (1666)   Taller del artista
    (1667)   Dama con criada y carta
    (1668)   Astrónomo 
    (1669)   Carta de amor 
    (1669)   El Geógrafo 
    (1669)   Encajera
    (1670)   Mujer escribiendo una carta y criada
    (1671)   Alegoría de la Fe
    (1672)   Mujer tocando la guitarra
    (1675)   Mujer de pie tocando el virginal
    (1675)   Mujer sentada tocando el virginal   



 Vista de Delf

  La joven de la perla

Sus cuadros más conocidos son Vista de Delft y La joven de la perla. 

En vida fue un pintor de éxito moderado. 
Existe poca información sobre la vida de Johannes Vermeer, únicamente algunos hechos básicos anotados en registros y documentos legales, así como comentarios sobre él de otros artistas. Debido a esto, Thoré Bürger lo denominó la "Esfinge de Delf".
 
Aunque por la época se le adscribe al Barroco, lo cierto es que la pintura conocida de Vermeer se diferencia mucho de la de su época, en ciertos aspectos está por su "intemporalidad" y "cristalinidad" más cerca de la obra de Jan Van Heyk; en efecto: a diferencia del barroco común la obra de Vermeer carece de muchos adornos, es aséptica, con un aire casi cristalino, limpio, depurado, e intemporal como si detuviera el instante en un momento claro y eterno. 
Su obra resulta así muy singular en cuanto a que es muy personal y por esto difícilmente encasillable en un estilo; con una cristalina austeridad y una fidelidad obsesiva (muy ajenas al Barroco más común) Vermeer -como en las perlas que adornan a las muchachas que ha representado- acaso sin darse cuenta representa la fragilidad de la vida en retratos que parecerían -usando la nomenclatura actual hiperrealistas- aunque de un hiperrealismo muy meditado y quieto y profundamente intimista, en ciertos cuadros más que al barroco se aproxima al tenebrismo manierismo caravagiano, esto es ostensible en la Muchacha con turbante.
Varios de los primeros cuadros de Vermeer se consideran pintura histórica. Este género consiguió en el siglo XVII el nivel más alto de prestigio, por encima de la pintura de retratos, paisajes, bodegones y animales. 

En época de Vermeer, dentro de la pintura histórica se incluía los acontecimientos de la Antigüedad clásica, los mitos y leyendas de santos, además de motivos eclesiásticos y bíblicos. En la segunda mitad de la década de 1650, Johannes Vermeer cambió su interés hacia la pintura de escenas urbanas y costumbristas. La razón de este cambio no es conocida, pero se supone que Vermeer no podía emplear las técnicas de la perspectiva e iluminación en cuadros históricos como lo permitían otros géneros pictóricos. 
También el cambio de estilo se pudo producir por la influencia de Pieter de Hooch y Jan Steen, que vivían ambos en Delft. Ambos incluían en sus cuadros elementos arquitectónicos y figurativos de la vida diaria. Además, puede que Hooch, Steen y Vermeer se vieran influidos por el ambiente de Delft e introdujeron cambios de contenido y estilo en su pintura. Esta tesis podría estar respaldada porque los cambios de estilo de Steens y de Hoochs se produjeron tras su llegada a Delft.

  Diana y sus compañeras

 La segunda pintura histórica de Vermeer, Diana y sus compañeras, fue pintada hacia 1655-1656. Diana, también llamada Artemisa, es la diosa griega de la caza y se la consideraba especialmente casta. En el cuadro se la representa sentada en una piedra y rodeada por cuatro ninfas. En arte, Diana era representada a menudo con vestido corto o desnuda bañándose; Vermeer la representa vestida, una concesión al puritanismo que consideraba abyecta la desnudez. Así, una ninfa medio desnuda que se encuentra detrás de Diana, vuelve la espalda al observador. El cuadro no tiene mucha acción, dos ninfas están sentadas con Diana sobre una piedra, una se encuentra al fondo y observa como la cuarta lava los pies de Diana. Esta acción ritual crea un nexo con el motivo cristiano del lavado de los pies de Jesús. La escena ocurre durante el crepúsculo, por lo que las caras de las mujeres permanecen en la sombra. La oscuridad y la diadema en forma de luna creciente son una alusión al hecho de que Diana es confundida a menudo con Selene, diosa de la Luna. Al cuadro Diana y sus compañeras se le han encontrado fallos, sobre todo en la representación de las posturas, por lo que se han expresado en repetidas ocasiones dudas de la autoría de Vermeer. Estas dudas no se han podido ni confirmar ni negar hasta el presente.

 Alegoría de la pintura

Alegoría de la pintura, o El arte de la pintura o también conocido como El taller del artista. Es una famosa obra del pintor holandés Johannes Vermeer, quien hubo de pintarla hacia 1666. Está realizada al óleo sobre lienzo y mide 120 cm. de alto y 100 cm. de ancho, por lo que es la obra más grande dentro de la producción conocida de este artista. 
Se conserva en el Museo de Historia del Arte de Viena, Austria, donde ha estado expuesta desde que fue recibida por el gobierno austriaco en 1946. En neerlandés es conocido como De Schilderkunst o Allegorie op de schilderkunst. Este cuadro también es conocido con el título de El estudio del artista.


"El arte de la pintura' de Vermeer. La pintura representa una escena íntima de un pintor pintando a un modelo femenino en su estudio, junto a una ventana, con el fondo de un gran mapa de los Países Bajos. La pintura tiene sólo dos personajes, el pintor y su modelo. Se cree que el pintor sería un autorretrato del artista, aunque no resulta visible su cara. Viste con lujo, lo mismo que hizo Rembrandt en El pintor en su estudio.
La vestimenta lujosa subraya la idea de que el pintor no es un mero artesano sino ejecutor de un trabajo distinguido, como dijo Leonardo en su tratado:
«...el pintor está sentado delante de su obra y dirige ligero el pincel con colores bellos. Está vestido como más le gusta».

Una serie de objetos que se muestran en el estudio del artista se cree que están fuera de lugar. El suelo de mármol ajedrezado y el candelabro de oro son dos ejemplos de objetos que normalmente estarían reservados entonces para casas de las clases pudientes.
El mapa del fondo es de las Diecisiete Provincias Unidas de los Países Bajos, flanqueadas por vistas de los principales centros de poder. Fue publicado por Cleas Jansz Visscher en 1636.
Los expertos atribuyen simbolismo a varios aspectos de este cuadro. El tema es la Musa de la Historia, Clío. Esto se evidencia en que luce una corona de laurel, sostiene un cuerno (que representa la Fama, como encarnación de la celebridad), y lleva un libro (representando el conocimiento) según el libro del siglo XVI de Cesare Ripa sobre emblemas y personificaciones titulado Iconologia.
El águila de dos cabezas, símbolo de la dinastía austriaca de los Habsburgo y anteriores dirigentes de Holanda, que adorna el candelabro dorado central, puede haber representado la fe Católica. Vermeer era único al ser un católico en una Holanda predominantemente protestante. La ausencia de velas en el candelabro se supone que representaría la supresión de la fe católica.
La máscara que está sobre la mesa junto al artista se cree que sería una máscara mortuoria, representando la inefectividad de la monarquía habsburgo. Como corresponde a una alegoría, la luz natural se convierte en luz glorificadora, a través del recurso a la luz intensa que proviene de una ventana invisible, a la izquierda, y que cae directamente, sobre la modelo representando a la Musa.

Muchos expertos de arte creen que la obra de arte es una alegoría de la pintura, de ahí el título alternativo de este cuadro. Es el más grande y complejo de los cuadros de Vermeer.
La pintura es famosa por ser una de las favoritas de Vermeer, y un buen ejemplo del estilo óptico de pintura. Creado en una época sin fotografía, ofrece una representación visual realista de la escena y es un buen ejemplo del estilo de la cámara oscura. Otros puntos fuertes de la obra son: el uso de colores brillantes y el impacto de la luz filtrándose por las ventanas sobre varios elementos de la pintura.

El cuadro 'El arte de la pintura' de Vermeer, se considera una pieza esencial en el catálogo de Vermeer porque el propio pintor no se separó de él ni lo vendió, ni siquiera cuando tuvo deudas. Incluso después de su muerte en 1676, su viuda Catharina lo legó a su madre, Maria Thins, en un intento de evitar su venta forzosa para satisfacer a los acreedores. El ejecutor de la herencia de Vermeer, el afamado microscopista de Delft, Anton van Leeuwenhoek, determinó que la transmisión de la obra a la suegra del pintor fue ilegal.
La pintura permaneció sin descubrir durante un siglo hasta su compra por 50 florines en 1813 por el conde austriaco, Johann Rudolf Czernin. 

Hasta 1860, la pintura pasó como obra de un archirrival contemporáneo de Vermeer, Pieter de Hooch. La firma de Pieter incluso se falsificó sobre la pintura. Sólo por la intervención del erudito francés experto en Vermeer, Thoré Bürger se reconoció como un original de Vermeer y de ahí comenzó su fama. 
El cuadro fue exhibido públicamente en Viena por la familia Czernin hasta la invasión de Austria por los nazis en 1939.

Después de la invasión nazi de Austria, altos oficiales nazis, incluido el Reichsmarschall Hermann Goering intentaron adquirir el cuadro. El conde Jaromir Czernin tenía previsto venderlo a otra persona, pero presionado por Adolf Hitler accedió a ofrecérselo por 2 millones de reichsmarks con destino al gran museo que Hitler pensaba erigir en Linz. Según alegan ahora los descendientes del conde, finalmente el precio pagado fue inferior ya que los alemanes amenazaron al propietario con enviarle a un campo de concentración. Algunas fuentes sitúan el precio en 1,65 millones, que fue pagado a través del agente Hans Posse el 20 de noviembre de 1940.

El cuadro fue rescatado de una mina de sal a finales de la Segunda Guerra Mundial en 1945, donde estaba protegido de los bombardeos aliados, con otras obras de arte. 

Los estadounidenses devolvieron la pintura al gobierno austriaco en 1946, puesto que se estimaba que la familia Czernin lo vendió voluntariamente, sin fuerza indebida por parte de Hitler. Pero en septiembre de 2009, los Czernin alegan que la venta fue forzosa, y reclaman una resolución justa del asunto. Según la página web del periódico español El Mundo, las autoridades austríacas estudiarán cómo actuar.

"La lechera"

La lechera' es la pintura más admirada por los holandeses.
La obra, en la que se muestra una sirvienta al lado de una ventana de una cocina vertiendo leche en un cuenco, supone la última pintura de la primera etapa artística del autor antes de llegar a su madurez pictórica, y recoge los elementos característicos del estilo de Vermeer —con el juego de luces y sombras, la perspectiva lineal y el realismo— que lo consagrarían en la que fue la época dorada de la pintura holandesa. "Es una obra que el espectador moderno la puede ver como una fotografía", explicó Liedtke.
 

En un cuadro de Vermeer hay sólo una o dos figuras y unas pocas cosas en una habitación y sin embargo no se termina de ver nunca. La luz que entra por una ventana situada a la izquierda viene filtrada por gruesos cristales y es casi siempre una luz de invierno o de patio, que roza delicadamente las caras, los tejidos, los objetos, y favorece sombras suaves, como halos de presencias fantasmas. No sucede nada o casi nada en apariencia y hay algo escondido que está sucediendo siempre, delante de los ojos que miran, que descubren más cosas cuanto más atentamente recorren el cuadro, mientras la conciencia deja en suspenso los propios pensamientos y la agitación de alrededor y poco a poco se queda apaciguada en una quietud muy semejante a la que representa la pintura. El cuadro, como una música, sucede en el tiempo. El silencio de la habitación interior se traspasa a la sala del museo. La luz nublada atraviesa la ventana con la monotonía de una mañana de invierno, reflejándose en una pared de yeso desnuda, pero uno de los cristales está roto, y en consecuencia un pequeño tramo del marco está más vivamente iluminado. Pero no es luz lo que fluye, aunque lo parezca: es una diminuta pincelada rosa, y haberla advertido es una satisfacción tan íntima como la de fijarse en el clavo de la pared y después en el agujero de un clavo arrancado. Al fin y al cabo, esta pared no es la de uno de esos gabinetes en los que las damas de Vermeer leen cartas o permanecen pensativas o escuchan una música o el relato de un viajero, sino la de una cocina, una cocina más bien destartalada en la que debe de hacer frío, y en la que una sirvienta de brazos fuertes y enrojecidos por el agua helada de los fregaderos está vertiendo poco a poco la leche de una jarra en un cuenco, sobre una mesa en la que hay un cesto de mimbre y panes de corteza rubia y crujiente, y una jarra de cerámica azul marino que probablemente contiene cerveza.

Delante de esta mujer de Vermeer que mira ensimismada cómo el hilo de leche se desborda de la jarra y cae lentamente en el cuenco uno sabe que toda urgencia ha desaparecido, que al menos hoy no va a sentir la impaciencia de ver o hacer más cosas. Desde lejos deslumbra por encima de todo un azul que ninguna reproducción puede trasmitir fielmente, con una vibración de mineral y de ascua, hecho con lapislázuli molido. El blanco de la leche deslizándose sobre el pico rojizo de la jarra es el mismo que el del tocado sobre la cabeza de la criada, que tiene una textura tan áspera como su ropa de trabajo invernal, y está disuelto en los grises de la pared y en los cristales de la ventana. Incluso en una escala tan pequeña, la figura humana y las cosas humildes que la rodean tienen una cualidad escultórica, el misterio de una liturgia, la dignidad de un trabajo manual que se hace en la parte menos noble de la casa y sin embargo requiere destreza y concentración absolutas. La cocinera está probablemente preparando una especie de pudding; en el cuenco hay ya huevos batidos, y después de añadir la cantidad adecuada de leche y tal vez la cerveza de la jarra azul se pondrán en remojo los trozos de pan, y el cuenco, con una tapadera también de barro, se dejará en el horno durante varias horas. La caja que hay en el suelo es un brasero de pies: fijándose más se ve un recipiente de barro en el que hay unas ascuas, lo cual refuerza la sensación del invierno, de un frío acentuado por la humedad que oscurece la pared debajo de la ventana. Un cesto de mimbre cuelga de la pared, muy alto, porque se guardarán en él alimentos fuera del alcance de los ratones; junto a él, una vasija de cobre refleja la luz con un brillo metálico y proyecta una sombra débil sobre la superficie no muy limpia del yeso. Ajena a todo y ensimismada en su tarea, la cocinera tiene una expresión casi risueña, de labios entreabiertos y ojos entornados, complacida en lo que ven sus ojos y lo que tocan sus manos, el asa de barro cocido que sostiene la derecha y la panza que se apoya en la palma abierta de la izquierda.

El éxtasis de la mirada sobre las cosas concretas tiene una parte de misticismo y de poesía y otra de adelanto científico. Es probable que Vermeer conociera la invención enigmática de la cámara oscura, que permitía proyectar las imágenes de la realidad sobre un plano luminoso, ofreciendo un grado alucinante de detallismo. Pero sus habitaciones, pobladas de objetos tangibles que se repiten de unos cuadros a otros, son espacios ideales y no lugares cotidianos, y las damas elegantes que aparecen en ellas no tienen nada que ver con la vida del propio Vermeer, un artesano de éxito moderado que cayó en la ruina un poco antes de morir, a la edad temprana de 43 años. En las casas de la pintura de Vermeer intuimos un recogimiento entre contemplativo y sensual, habitado por voces que cuentan cosas en voz baja, por ecos de pasos sobre tarimas muy pulidas y tal vez ráfagas de música que vienen tras una puerta entornada, mezclándose con un tintineo sutil de copas de cristal. Pero la casa en la que él vivía y pintaba era de dimensiones mucho más mezquinas, y aunque cerrara la puerta de su taller no dejaría de escuchar el estrépito de sus 11 hijos, las voces de su mujer, que pasó embarazada la mayor parte de su vida adulta, el trajín de las criadas.

En la misma calle, en una casa cercana, alguien más se dedicaba al extraño oficio de mirar las cosas habituales como nadie las había mirado nunca antes. A unos pasos de Vermeer vivía Antonie van Leeuwenhoek, fabricante de microscopios y quizás también de cámaras oscuras, a quien se deben algunas de las primeras descripciones detalladas de los seres invisibles que pululan en una gota de agua o de saliva, en los restos de comida que quedan entre los dientes. Vermeer observa una corteza de pan o la superficie de la pared de una cocina y está viendo y mostrándonos mundos tan asombrosos como los que había descubierto Galileo cincuenta años atrás al mirar por su telescopio. Quizás Van Leeuwenhoek, que tenía una edad parecida a la suya y fue su albacea testamentario, le hizo observar las cosas ínfimas agigantadas por la lente del microscopio. No había nada que mirado atentamente no fuera memorable. Pintar era una tarea tan material, tan sagrada, como verter leche en un cuenco y preparar un alimento sabroso. Pintar era apresar ese instante fugitivo que parece inmóvil y sigue sucediendo todavía.


Mujer sosteniendo una balanza

El cuadro se llamaba "Mujer pesando oro", sin embargo, un análisis reveló que la balanza de la mujer no está pesando nada, por lo cual fue rebautizada como "Mujer sosteniendo una balanza". 
La pintura retrata a una joven mujer embarazada sosteniendo una balanza con la mano derecha. Algunos sostienen que la propia esposa de Vermeer, Catharina, sirvió de modelo para la obra. En la escena, vemos a la mujer frente a una mesa en la cual se apoyan un mantel y un cofre con joyería en perlas y oro. A la izquierda, vemos un muro con un espejo y, aunque oculta a la obra, una ventana por donde entra la luz que ilumina el instante. Al fondo, observamos el cuadro El juicio final, de autor anónimo, probablemente propiedad de Vermeer, que la heredó de su padre.

La mujer parece ajena a cualquier tipo de interrupción externa. Pacíficamente, contempla la balanza para buscar su equilibrio y es por ello que muchos consideran que está pesando otra cosa distinta, más profunda, que la joyería que tiene delante. Vermeer lleva una actividad cotidiana al plano de lo eterno con una imagen que evoca paz, tranquilidad, balance y equilibrio. La suave luz que entra de la ventana ilumina a la mujer con su capa blanca y recuerda así a la figura clásica de la virgen María.

Este sentimiento de armonía y paz también esta generado por la composición, a la que Vermeer consideraba fundamental. Si se trazan diagonales sobre la pintura, vamos a ver que los dedos de la mujer sosteniendo la balanza se encuentran en el centro exacto de la obra. Al igual que, si se continúan la proyección de las líneas, los bordes inferior e izquierdo del cuadro de fondo dividen la composición en 4 planos iguales, balanceando una obra que, de por sí, ya esta pacíficamente equilibrada.


 La joven de la perla
Vermeer pintó a una muchacha vuelta de tres cuartos, con los labios entreabiertos y los ojos vidriosos cuya mirada apunta fijamente hacia el espectador. La postura y la expresión transmiten una sensación de extraordinaria inmediatez así como una mezcla de ternura hacia la chica. Ella lleva un turbante azul del que cae una banda del mismo color que su chaqueta. En la oreja luce una perla en forma de gota con reflejos opalinos. No hay ningún detalle iconográfico que haya permitido reconocer al personaje pero quizás Vermeer quiso hacer de ella una musa.
-  una luz roja, una azul y otra amarilla. El  resto son matices del mismo pigmento y mezclas. También hay que tener en cuenta  los valores en el rango de escala de grises.
La  joven viste una chaqueta de tonalidades pardas y amarillentas en la que sobresale el cuello blanco de la camisa, cubriendo su cabeza con un turbante azul del que cae un paño de intenso color amarillo, creando un contraste cromático de gran belleza. La gran perla que le ha dado nombre adorna su oreja, recogiendo el brillante reflejo de la luz que ilumina su rostro. En el fondo oscuro, la figura de la joven destaca como un fondo de luz y de pintura, o mejor dicho, de pintura hecha luz. Pintura y luz en los ojos y en la perla, en el blanco del cuello de la camisa, en los entreabiertos labios.
Es como si la joven pidiera ayuda, su expresión es como de desesperación


 Mujer leyendo una carta junto a la ventana

Mujer leyendo una carta junto a la ventana. Jean Vermeer.
En el interior de un cuarto, una mujer lee una carta. La luz que le ilumina parece pasada a través de la niebla. Como si el día no emanara del sol sino de una flama a la que hay que bloquearle el aire con ambas manos para que no se apague. La mañana se esparce sobre los objetos de la habitación como lo hace la voz por la palabra "mansedumbre".
La ventana abierta rompe el sueño pesado que durmió la cortina. Su tela roja pende incómoda y fofa sin desperezarse del todo. Se antojaría azul.
Sobre la cama a medio tender se desbordan las frutas del frutero. Una tarea inacabada sobre otra. La rutina fracturada en dos punto
El cristal cuadriculado de la ventana refleja los tonos blancos de la mujer pero los repite inexactos como lo hacen los vidrios gordos. 
Ella es la capital del cuadro y la carta su sílaba tónica, de la que ha leído más de la mitad ya. La parte superior de la hoja se reclina lánguida por su propio peso.
Dejada atrás por el quinqué de la atención de la muchacha, como ha quedado atrás también el mundo entero.
 

HOMENAJES


El mundialmente famoso pintor Johannes Vermeer murió en la miseria. Hasta 2007, solo una pequeña y discreta lápida recordaba que había sido enterrado en el panteón familiar de su suegra. Entonces se colocó una nueva lápida más grande con la que se da a Johannes Vermeer algo del reconocimiento que se merece.

SELLOS POSTALES







ESCULTURAS

 Retrato del pintor holandés famoso Juan Vermeer esculpido durante el festival de la escultura de la arena en La Haya, Países Bajos.

Festival de la escultura de la arena de la pintura de Vermeer en Scheveningen, Países Bajos.
 


FUENTES: 
http://www.biografiasyvidas.com/
http://www.foroxerbar.com/
http://es.wikipedia.org
http://www.settemuse.it
http://clasesdehistoriamerryland2012.blogspot.com/
http://www.holland.com