Öleo de Joaquín Inza (ca. 1736-1811)
Fue junto con Félix María de Samaniego uno de los
fabulistas más importantes del siglo XVIII.
Se trasladó a Madrid a los 14 años junto con su tío Juan de Iriarte.
Estudió bajo su dirección las lenguas griega y francesa y siendo ya conocedor del latín y estudioso de la literatura castellana, ocupó el cargo de su tío en el puesto de oficial traductor de la primera Secretaría de Estado, tras la muerte de éste, en 1771.
A partir de ese año hasta 1774 fueron, para Iriarte, los más fatigosos de su vida, pues además de las tareas de su empleo, el arreglo de la biblioteca y papeles de su tío, la traducción o composición de los numerosos dramas que escribió, la traducción de aquellos apéndices y otras obritas (la mayor parte poéticas) que escribía por gusto propio, como fue un poemita latino y castellano que imprimió con ocasión del nacimiento del infante don Carlos III, en 1777.
Tomás de Iriarte fue el primer dramaturgo que consiguió dar con una fórmula que uniese las exigencias de los tratadistas del Neoclasicismo literario con los gustos del público.
Pero es más conocido por sus Fábulas literarias (1782), consideradas de mayor calidad poética que las de Félix María Samaniego y donde abunda un elemento muy raro en este tipo de composiciones, la originalidad, también en los aspectos formales, ya que ensaya gran número de estrofas y versos que se adaptan curiosamente a los temas tratados en ellas, haciendo alarde de un gran dominio de la versificación.
Iriarte fue sobre todo el prototipo del cortesano dieciochesco, elegante, culto, cosmopolita y buen conversador; hizo en Madrid una intensa vida literaria y social.
La literatura no era el único arte que Iriarte dominaba. También llegó a inclinarse hacia el ámbito musical, especializándose en tocar el violín y la viola.
Su idea de la poesía era propia de la Ilustración: "Los pueblos que carecen de poetas carecen de heroísmo; la poesía conmemora perdurablemente los grandes hechos y las grandes virtudes."
Murió de gota en Madrid, el 17 de septiembre de 1791.
HOMENAJES
Tomás de Iriarte, destacado
poeta y fabulista español del siglo XVIII, ha recibido varios homenajes post
mortem para mantener vivo su recuerdo, entre los cuales destacan:
Placas y conmemoraciones en su
ciudad natal, Puerto de la Cruz (Tenerife), incluyendo la biblioteca que lleva
su nombre.
Casa Iriarte en Puerto de la Cruz,
Además, existe la histórica Casa Iriarte en Puerto de la Cruz, que fue su hogar familiar y que, aunque en estado de deterioro, está considerada un tesoro cultural y con placas conmemorativas que resaltan la importancia de la familia Iriarte.
Calle Tomas De Iriarte, Agüimes (Las Palmas)
Calle
Tomas Iriarte, Torrejon De Ardoz, Madrid
Calle Tomas de Iriarte- Málaga
Calles que llevan su nombre,
por ejemplo, en varias ciudades españolas como Torrejón de Ardoz en Madrid y
Málaga, señal de su reconocimiento cultural en el espacio público.
Retratos como el que posee el Museo Nacional del Prado, que refleja su importancia literaria y social en la era ilustrada, siendo un legado visual que contribuye a su memoria.
Los homenajes
para Tomás de Iriarte incluyen placas conmemorativas en su casa y en
bibliotecas, calles que llevan su nombre, y retratos en museos importantes,
manteniendo vivo su recuerdo principalmente en España y especialmente en
Tenerife, su lugar de nacimiento.
LEGADO
Tomás de Iriarte dejó un
legado literario fundamental en la literatura española que perdura hasta hoy,
principalmente a través de sus "Fábulas literarias" (1782), una serie
de poemas en los que utiliza animales para transmitir enseñanzas morales y
críticas sociales y literarias con un tono satírico y didáctico.
Este género, que recupera la
tradición clásica de Esopo, fue innovado por Iriarte al incorporar temas
lingüísticos y literarios, y al usar la fábula como herramienta para la
denuncia y la crítica de adversarios y enemigos literarios.
Su obra fue un éxito inmediato y ampliamente difundida, con múltiples ediciones en los siglos XVIII, XIX y XX, traducida a varios idiomas, influyendo en escritores posteriores como Leandro Fernández de Moratín.
Además, combinó la claridad,
simplicidad y moralidad típicas del Neoclasicismo con un estilo elegante y
erudito, haciendo que su obra siga siendo estudiada para entender la
Ilustración española.
Su legado literario es reconocido
no solo por la calidad poética de sus fábulas, sino también por su contribución
a la educación literaria y cultural en el contexto del siglo XVIII español,
haciendo de él uno de los grandes fabulistas y figuras clave de la Ilustración
en España.
Su influencia radica en haber revitalizado la fábula en la literatura española con un estilo propio, satírico y didáctico, que sigue siendo referencia para estudios literarios de la época y que mantiene su vigencia en la enseñanza y crítica literaria hasta hoy.
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