ARTISTA LÍRICO Y ANTIRRETÓRICO
Barcala, Washington nació en Montevideo el 3 de julio de 1920.
Fue un pintor cuya obra se vinculó inicialmente al constructivismo de Torres García para evolucionar más tarde hacia un lenguaje próximo a las dicciones de la vanguardia internacional. En su itinerario creativo podemos reconocer a un artista lírico y antirretórico, constructor de delicados fragmentos de vida con sus materiales más humildes y efímeros.
El lenguaje de Barcala no sólo es de pintor, sino que se despliega en las vecindades de otras disciplinas. Se puede afirmar que es un pintor de los límites, de las fronteras.
Barcala logró una obra personal, coherente y rigurosa, utilizando un lenguaje íntimo y, en ocasiones, hermético.
Su producción se ha desarrollado en torno a tres estilos: la pintura figurativa (1946-1950), seguida por un intermedio de ocho años sin actividad plástica; la pintura abstracta e informalista (1961-1964) –es la etapa de las Chatarras–, y su estilo más personal, durante la última etapa de su carrera artística, desde 1967 (etapa de las Cajas).
Para expresar su pensamiento, Barcala no utiliza ni los tradicionales lienzos, ni las ortodoxas pinturas sino que hace acopio de otros materiales con los que se siente libre, con los que logra crear su estilo, su lenguaje.
Se crió como hijo único, en el seno de una familia con ascendencia española e italiana, se formó compartiendo juegos y estudios con tareas en la fábrica de cajas de cartón propiedad de sus padres. Allí trabajó con una materia prima que, muchos años más tarde, emplearía en su obra.
Barcala se familiarizó entonces con el cartón, con la máquina de coser, y con las cajas, todas palabras clave para entender el mundo creativo de su madurez.
Fue un pintor cuya obra se vinculó inicialmente al constructivismo de Torres García para evolucionar más tarde hacia un lenguaje próximo a las dicciones de la vanguardia internacional. En su itinerario creativo podemos reconocer a un artista lírico y antirretórico, constructor de delicados fragmentos de vida con sus materiales más humildes y efímeros.
El lenguaje de Barcala no sólo es de pintor, sino que se despliega en las vecindades de otras disciplinas. Se puede afirmar que es un pintor de los límites, de las fronteras.
Barcala logró una obra personal, coherente y rigurosa, utilizando un lenguaje íntimo y, en ocasiones, hermético.
Su producción se ha desarrollado en torno a tres estilos: la pintura figurativa (1946-1950), seguida por un intermedio de ocho años sin actividad plástica; la pintura abstracta e informalista (1961-1964) –es la etapa de las Chatarras–, y su estilo más personal, durante la última etapa de su carrera artística, desde 1967 (etapa de las Cajas).
Para expresar su pensamiento, Barcala no utiliza ni los tradicionales lienzos, ni las ortodoxas pinturas sino que hace acopio de otros materiales con los que se siente libre, con los que logra crear su estilo, su lenguaje.
Se crió como hijo único, en el seno de una familia con ascendencia española e italiana, se formó compartiendo juegos y estudios con tareas en la fábrica de cajas de cartón propiedad de sus padres. Allí trabajó con una materia prima que, muchos años más tarde, emplearía en su obra.
Barcala se familiarizó entonces con el cartón, con la máquina de coser, y con las cajas, todas palabras clave para entender el mundo creativo de su madurez.
Atardecer- 1939
Óleo/tela- 60 x 80 cm
Museo Nacional de Artes Visuales - Montevideo - Uruguay
Foto: Colección Museo Nacional de Artes Visuales, Montevideo - Uruguay
Óleo/tela- 60 x 80 cm
Museo Nacional de Artes Visuales - Montevideo - Uruguay
Foto: Colección Museo Nacional de Artes Visuales, Montevideo - Uruguay
1940, Anochecer en el Central,
Técnica: óleo,
Firmado: abajo izquierda,
Ubicación: Palacio Legislativo, Montevideo, Uruguay
Salón Nacional 1940, Premio Cámara de Senadores,
Los temas del ferrocarril los descubrió una tarde de verano en que salió con el camión y lleguó hasta la calle Laguna Merín que cruzaba las vías, desde allí vió la fábrica de portland , era una tarde serena un atardecer lleno de violetas, azules, lilas, rosas y rojos sobre las vías con humos al fondo de la ciudad que se levantaban perezosamente. Con unode estos cuadros fue la primera vez que ganó el premio Fernando García, luego seguió con el tema de las vías ganando premios hasta que pronto lo dejó porque sentía que lo "amaneraba.”
1940, Título: Cantina (autorretrato),
Técnica: óleo sobre tela,
Medidas: 86 x 68 cm,
Ubicación: Museo Nacional de Artes Visuales. Montevideo, Uruguay
Así recordaba Barcala su infancia.
"Recuerdo que de muy pequeño, como todos los pintores, comencé dibujando en las tapas de los cuadernos y libros. Dos temas me obsesionaban, uno era los autobuses, eran los primeros y corrían como locos para sacarse los pasajeros, no tenían horarios. Me parecían autos de carreras en sus pasajes frente a mi casa. Además aquellos bólidos con nombres como “La Espada”, “Valle Muñoz” hacían volar mi pensamiento preguntándome que paisajes irían acumulando en su recorrido, a que misterioso mundo llegaban cuando los veía que iban calle arriba o calle abajo.
El otro tema eran los golkipers volando y atrapando la pelota. Hoy me doy cuenta que como soñaba con aquellos recorridos misteriosos de aquellos autobuses también había misterio, magia en aquel hombre que volaba y mágicamente atrapaba aquella pelota que iba a un rincón desconocido, ...igual que aquellos autobuses.
Así pasé dibujando hasta que por un altercado entre mi madre y la maestra pública, mis padres me pasaron a una escuela privada y allí viví una de las emociones más grande de toda mi vida.
El día que entré a esta escuela, fui a una sala grande donde en una mesa también grande una profesora daba clase a niños pequeños y más grandes. La puerta de la habitación estaba abierta y por ella entraba un olor de pintura y aguarrás que a mí me parecía el manjar más delicioso al que podía aspirar. Desde ese día mi atención se dividió entre las cuentas, la ortografía a la que debía atender y aquel rincón debajo de una escalera donde una mujer jorobada, pequeñita enseñaba a pintar copiando postales, de allí provenía aquel olor maravilloso a pintura. Aquel rincón era para mí la alfombra mágica que transportaba mi imaginación en viajes al color, que me hacía soñar en mundos maravillosos. Había magia para mí en esas dos personas calladitas como conspirando, que con los pinceles y los tubos de color hacían aparecer paisajes, flores, animales sobre una tela blanca. Mundo maravilloso que solo disfrutaba de lejos hasta que un día me enviaron a estudiar al Liceo Francés y entonces sí pude comenzar, como premio a conspirar con aquella jorobadita para también yo hacer aparecer paisajes desde la pintura de mis dedos.
Allí pasé 3 años pintando todas las tardes de los sábados sobre tela, sobre platos de madera y sobre todo pintando sobre raso para que mi madre llenase luego la casa de almohadones con paisajes chinos o nevados con renos. También cuando ya era más hábil pinté algunas cabezas de perros, pero llegó el momento que aquella jorobadita le dijo a mi madre que no me mandase más ya que no tenía nada más que aprender. La tarde de los sábados me quedaron libres y ya me sentía un pintor.
Por ese tiempo también jugaba al fútbol y no fue casualidad que lo hiciese de golkipper, es que sentía como cuando dibujaba en las tapas de los cuadernos, el milagro de volar, era la magia de los músculos, la magia de realizar las paradas más difíciles por los goleros más famosos del fútbol uruguayo. Yo sentía una gran admiración, eran casi sobrenaturales en sus atrapadas más maravillosas, para mí era magia como la de los pintores. En ese tiempo en que el fútbol llenaba mis ratos libres quiso el destino que al lado de un terreno baldío en el que jugábamos viniese a vivir un pintor. Desde ese momento como en la escuela que aprendí repartía el tiempo de juego con el que pasaba vichando a través de los agujeros de una tapia los cuadros que colgando de las paredes las tapizaban de color. Allí veía en aquellas telas una fuerza de color como nunca había visto, paisajes al medio día, atardeceres llenos de azules, violetas y rosados, soles amarillos y lunas azules. Entonces comencé a esperar que aquel pintor saliese con su caballete y caja de pintura para seguirle siempre a distancia de unos 80 o 100 metros, así en vez de quedarme a jugar al fútbol en aquel terreno iba a parar a campos cercanos o al Prado. Veía como aquel pintor armaba su caballete y se ponía a pintar, después de dejar pasar un tiempo respetable me iba acercando, nunca hasta al lado, sino a una distancia apropiada que aunque desde lejos me permitiese ver su pintura.
Así pasé tiempo, diría que mucho tiempo, hasta que en uno de mis primeros viajes de pantalón largo al centro pasé por una galería y encontré en ella aquellas pinturas, hablé con aquel pintor, era Zoma Baitler y ese día me aconsejó que entrara a estudiar en el Círculo de Bellas Artes.
Desde que había dejado de aprender con aquella mujer pequeñita con joroba hasta que entré en el Círculo transcurrieron unos 5 años que me dieron tiempo de pintar una cantidad de paisajes de verdes ácidos y cielos fríos. Fueron años perdidos en los que copiaba postales y trataba de copiar también la naturaleza, 8 años perdidos. Dejé de estudiar y dejé el fútbol cuando entré al Círculo, a los 8 años sin saber en realidad nada de pintura y allí en los primeros meses se me abrió el mundo de la otra pintura, de la verdadera. Tuve como profesor a Guillermo Laborde, pienso que nunca simpatizó conmigo, yo veía el tiempo y la simpatía que dedicaba a los otros y conmigo era distante y frío. Hoy pienso que como no podía absorberme, imponerme su manera de pintar, sí lo hacía con los otros y que apenas entrando al Círculo tuve distinciones en los Salones Nacionales le había llevado a tener esa frialdad conmigo. En esos 4 años que iba al Círculo falleció Laborde y tuve muy poco tiempo a Cúneo como profesor.
Durante estos años de estudiar en el Círculo de Bellas Artes, fueron los años 39, 40, 41 y 42 mantenía relación con Zoma Baitler al que siempre visitaba en su estudio. Un día me dijo que iba a la casa de Joaquín Torres García y me preguntó si quería acompañarlo, le dije que sí y allí fuimos.
La casa de Don Joaquín me pareció un santuario, aquel viejo de barba grande y blanca parecía un sacerdote. Hablaba con Zoma Baitler y yo escuchaba, no recuerdo aquella conversación pero Don Joaquín vivía tanto la pintura que me sentí atraído por aquel hombre, sobretodo cuando terminó la charla y nos dijo “vayan a pintar y luego me traen lo que hayan hecho”. Fuimos por el Prado y allí armamos los caballetes frente a un chalet viejo y lo pintamos. Torres García me corrigió esa obra con dos pinceladas en 2 columnas de la galería del chalet, fue lo único que corrigió. En la segunda obra que le llevé no corrigió nada, la encontró bien, esa fue la última vez que le ví, ya que en esos días había una reunión en el taller para prohibir hacer envíos al Salón Nacional. Como quiero mucho mi libertad me levanté y dije buenas tardes y me fui de la reunión. Solo había apenas alcanzado a pasar por el taller."
"Recuerdo que de muy pequeño, como todos los pintores, comencé dibujando en las tapas de los cuadernos y libros. Dos temas me obsesionaban, uno era los autobuses, eran los primeros y corrían como locos para sacarse los pasajeros, no tenían horarios. Me parecían autos de carreras en sus pasajes frente a mi casa. Además aquellos bólidos con nombres como “La Espada”, “Valle Muñoz” hacían volar mi pensamiento preguntándome que paisajes irían acumulando en su recorrido, a que misterioso mundo llegaban cuando los veía que iban calle arriba o calle abajo.
El otro tema eran los golkipers volando y atrapando la pelota. Hoy me doy cuenta que como soñaba con aquellos recorridos misteriosos de aquellos autobuses también había misterio, magia en aquel hombre que volaba y mágicamente atrapaba aquella pelota que iba a un rincón desconocido, ...igual que aquellos autobuses.
Así pasé dibujando hasta que por un altercado entre mi madre y la maestra pública, mis padres me pasaron a una escuela privada y allí viví una de las emociones más grande de toda mi vida.
El día que entré a esta escuela, fui a una sala grande donde en una mesa también grande una profesora daba clase a niños pequeños y más grandes. La puerta de la habitación estaba abierta y por ella entraba un olor de pintura y aguarrás que a mí me parecía el manjar más delicioso al que podía aspirar. Desde ese día mi atención se dividió entre las cuentas, la ortografía a la que debía atender y aquel rincón debajo de una escalera donde una mujer jorobada, pequeñita enseñaba a pintar copiando postales, de allí provenía aquel olor maravilloso a pintura. Aquel rincón era para mí la alfombra mágica que transportaba mi imaginación en viajes al color, que me hacía soñar en mundos maravillosos. Había magia para mí en esas dos personas calladitas como conspirando, que con los pinceles y los tubos de color hacían aparecer paisajes, flores, animales sobre una tela blanca. Mundo maravilloso que solo disfrutaba de lejos hasta que un día me enviaron a estudiar al Liceo Francés y entonces sí pude comenzar, como premio a conspirar con aquella jorobadita para también yo hacer aparecer paisajes desde la pintura de mis dedos.
Allí pasé 3 años pintando todas las tardes de los sábados sobre tela, sobre platos de madera y sobre todo pintando sobre raso para que mi madre llenase luego la casa de almohadones con paisajes chinos o nevados con renos. También cuando ya era más hábil pinté algunas cabezas de perros, pero llegó el momento que aquella jorobadita le dijo a mi madre que no me mandase más ya que no tenía nada más que aprender. La tarde de los sábados me quedaron libres y ya me sentía un pintor.
Por ese tiempo también jugaba al fútbol y no fue casualidad que lo hiciese de golkipper, es que sentía como cuando dibujaba en las tapas de los cuadernos, el milagro de volar, era la magia de los músculos, la magia de realizar las paradas más difíciles por los goleros más famosos del fútbol uruguayo. Yo sentía una gran admiración, eran casi sobrenaturales en sus atrapadas más maravillosas, para mí era magia como la de los pintores. En ese tiempo en que el fútbol llenaba mis ratos libres quiso el destino que al lado de un terreno baldío en el que jugábamos viniese a vivir un pintor. Desde ese momento como en la escuela que aprendí repartía el tiempo de juego con el que pasaba vichando a través de los agujeros de una tapia los cuadros que colgando de las paredes las tapizaban de color. Allí veía en aquellas telas una fuerza de color como nunca había visto, paisajes al medio día, atardeceres llenos de azules, violetas y rosados, soles amarillos y lunas azules. Entonces comencé a esperar que aquel pintor saliese con su caballete y caja de pintura para seguirle siempre a distancia de unos 80 o 100 metros, así en vez de quedarme a jugar al fútbol en aquel terreno iba a parar a campos cercanos o al Prado. Veía como aquel pintor armaba su caballete y se ponía a pintar, después de dejar pasar un tiempo respetable me iba acercando, nunca hasta al lado, sino a una distancia apropiada que aunque desde lejos me permitiese ver su pintura.
Así pasé tiempo, diría que mucho tiempo, hasta que en uno de mis primeros viajes de pantalón largo al centro pasé por una galería y encontré en ella aquellas pinturas, hablé con aquel pintor, era Zoma Baitler y ese día me aconsejó que entrara a estudiar en el Círculo de Bellas Artes.
Desde que había dejado de aprender con aquella mujer pequeñita con joroba hasta que entré en el Círculo transcurrieron unos 5 años que me dieron tiempo de pintar una cantidad de paisajes de verdes ácidos y cielos fríos. Fueron años perdidos en los que copiaba postales y trataba de copiar también la naturaleza, 8 años perdidos. Dejé de estudiar y dejé el fútbol cuando entré al Círculo, a los 8 años sin saber en realidad nada de pintura y allí en los primeros meses se me abrió el mundo de la otra pintura, de la verdadera. Tuve como profesor a Guillermo Laborde, pienso que nunca simpatizó conmigo, yo veía el tiempo y la simpatía que dedicaba a los otros y conmigo era distante y frío. Hoy pienso que como no podía absorberme, imponerme su manera de pintar, sí lo hacía con los otros y que apenas entrando al Círculo tuve distinciones en los Salones Nacionales le había llevado a tener esa frialdad conmigo. En esos 4 años que iba al Círculo falleció Laborde y tuve muy poco tiempo a Cúneo como profesor.
Durante estos años de estudiar en el Círculo de Bellas Artes, fueron los años 39, 40, 41 y 42 mantenía relación con Zoma Baitler al que siempre visitaba en su estudio. Un día me dijo que iba a la casa de Joaquín Torres García y me preguntó si quería acompañarlo, le dije que sí y allí fuimos.
La casa de Don Joaquín me pareció un santuario, aquel viejo de barba grande y blanca parecía un sacerdote. Hablaba con Zoma Baitler y yo escuchaba, no recuerdo aquella conversación pero Don Joaquín vivía tanto la pintura que me sentí atraído por aquel hombre, sobretodo cuando terminó la charla y nos dijo “vayan a pintar y luego me traen lo que hayan hecho”. Fuimos por el Prado y allí armamos los caballetes frente a un chalet viejo y lo pintamos. Torres García me corrigió esa obra con dos pinceladas en 2 columnas de la galería del chalet, fue lo único que corrigió. En la segunda obra que le llevé no corrigió nada, la encontró bien, esa fue la última vez que le ví, ya que en esos días había una reunión en el taller para prohibir hacer envíos al Salón Nacional. Como quiero mucho mi libertad me levanté y dije buenas tardes y me fui de la reunión. Solo había apenas alcanzado a pasar por el taller."
Desde 1938 y 1941 estudió en el Círculo de Bellas Artes bajo la Dirección del Profesor Guillermo Laborde .
Entre los años 1939 y 1942 estudió en el Círculo de Bellas Artes junto a Laborde y Cúneo.
Estuvo sólo dos meses en el taller de Torres García y asistió a la Academia de San Fernando en Madrid.
Comenzó a exponer en 1938 en muestras colectivas.
Por el año 1948 se conoció con Espínola Gómez en el Círculo de Bellas Artes, conversando le dijo que se radicaba en Montevideo, entonces hablaros de formar un grupo, como él no conocía a nadie Barcalá se comunicó con dos pintores que conocía y en los que creía, uno era Juan Ventayol que vivía en Montevideo y el otro Luis Solari que vivía en Fray Bentos. Solari.
Espínola conoció después a estos dos pintores, todos formaron el grupo “Federico Saez”, exponiendo juntos en Amigos del Arte en el año 1948 y 1949.
En el año 1950 el grupo de Ventayol, Espínola y Solari volvió a exponer dejando constancia en el catálogo de la ausencia de barcala debido a su viaje por Europa.
En 1950 realizó su primer viaje a Europa y residió durante un año en Madrid, donde asistió a las clases de la Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Pasó un año y medio recorriendo museos y viendo obras por cuanto rincón había. Vivió unos meses en Madrid escapando al frío de noche y preparando un boceto que luego envió a Montevideo, aprovechó ese tiempo haciendo algunos estudios como grabado y afresco en la academia de San Fernando. También de tarde dibujaba en la clase de modelo vivo grandes carbones de los que no pudo conservar ninguno ya que los destrozaba el profesor con trazos curvos, blandos y amanerados después de decirle que su dibujo tenía mucha fuerza, que se parecia a los muralistas mexicanos.
La clase de afresco la dictaba el pintor Vazquez Díaz, pintor famoso en España, andaluz lleno de gracia que contaba sus historias de París con Juan Gris, Roden y otros.
En París concurrió a la Sala de croquis de la Academia Grande Chamiere en Mont Parmasse y como vivía en el mismo barrio de noche concurría al café Selet donde noche a noche veía en mesa cercana a la suya a Zakine y Giacometti, también solía ver en este café pintores españoles de la escuela de París.
En Venecia, en la sala de una exposición montada para protestar contra la Bienal de Venecia vió a De Quirico. En esa Bienal vió por primera vez la obra de Pollok.
Fue un año y medio de viaje por la vieja Europa, viendo día a día las maravillas del arte desde las cuevas de Altamira y Lascaux hasta las pinturas de Pollok.
Encontró a Chagall dos veces, la primera en un Salón de pintura en Ville France, ciudad a la que había llegado donde él debía embarcarse para Montevideo.
En el año 1953 vuelve a Montevideo.
En el año 1955 volvió a Europa con intensiones de quedarse pero no pudo por problemas familiares, en este viaje volvió a Francia y España. En París visitando una muestra de Giacometti en la galería Macglot conoció a Picasso, estaba comentando la obra de Giacometti con el galerista, la obra le entusiasmaba a Picasso. Salió y entró a otra galería donde se exponían cuadros cuyo tema era Nueva York; sintió una conversación, era Picasso que había llegado. Siguió parado en el medio de la sala y Picasso se acercó, se paró casi pegado a él, vio sus famosos ojos de los que tanto se hablaba y ciertamente eran brillantes y de gran vivacidad. Pegado a él recorrió con la mirada las cuatro paredes y se retiró, fue evidente que no le interesó nada.
En el año 1958 volvió al ritmo de trabajo de antes, pintó un cuadro que obtuvo el Primer Premio del Salón Nacional
En el año 1960 envió y ganó el Gran Premio en un salón de arte en Minas, luego dejó otra vez de pintar hasta el 1967 que realizó un par de obras para el Salón General Electric.
Una vez más sigue sin trabajar hasta el 1973 que realizó una témpera pequeña que integra un envío de pintura uruguaya a Buenos Aires.
En el año 1974 sin obra en la mano y sin saber que camino a tomar en la pintura regresó a España, a Madrid a los 54 años para correr la aventura que siempre había postergado por diferentes razones, comenzar a vivir como pintor, enfrentar las dificultades y en un medio exigente como el europeo develar el misterio que siempre le había acompañado, si realmente su obra valía algo.
Desde ese año reside en España y vive de la pintura, pero más importante que vivir de la pintura es el prestigio ganado como artista por los juicios de pintores, críticos y galeristas españoles.
Entre los años 1939 y 1942 estudió en el Círculo de Bellas Artes junto a Laborde y Cúneo.
Estuvo sólo dos meses en el taller de Torres García y asistió a la Academia de San Fernando en Madrid.
Comenzó a exponer en 1938 en muestras colectivas.
Por el año 1948 se conoció con Espínola Gómez en el Círculo de Bellas Artes, conversando le dijo que se radicaba en Montevideo, entonces hablaros de formar un grupo, como él no conocía a nadie Barcalá se comunicó con dos pintores que conocía y en los que creía, uno era Juan Ventayol que vivía en Montevideo y el otro Luis Solari que vivía en Fray Bentos. Solari.
Espínola conoció después a estos dos pintores, todos formaron el grupo “Federico Saez”, exponiendo juntos en Amigos del Arte en el año 1948 y 1949.
En el año 1950 el grupo de Ventayol, Espínola y Solari volvió a exponer dejando constancia en el catálogo de la ausencia de barcala debido a su viaje por Europa.
En 1950 realizó su primer viaje a Europa y residió durante un año en Madrid, donde asistió a las clases de la Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Pasó un año y medio recorriendo museos y viendo obras por cuanto rincón había. Vivió unos meses en Madrid escapando al frío de noche y preparando un boceto que luego envió a Montevideo, aprovechó ese tiempo haciendo algunos estudios como grabado y afresco en la academia de San Fernando. También de tarde dibujaba en la clase de modelo vivo grandes carbones de los que no pudo conservar ninguno ya que los destrozaba el profesor con trazos curvos, blandos y amanerados después de decirle que su dibujo tenía mucha fuerza, que se parecia a los muralistas mexicanos.
La clase de afresco la dictaba el pintor Vazquez Díaz, pintor famoso en España, andaluz lleno de gracia que contaba sus historias de París con Juan Gris, Roden y otros.
En París concurrió a la Sala de croquis de la Academia Grande Chamiere en Mont Parmasse y como vivía en el mismo barrio de noche concurría al café Selet donde noche a noche veía en mesa cercana a la suya a Zakine y Giacometti, también solía ver en este café pintores españoles de la escuela de París.
En Venecia, en la sala de una exposición montada para protestar contra la Bienal de Venecia vió a De Quirico. En esa Bienal vió por primera vez la obra de Pollok.
Fue un año y medio de viaje por la vieja Europa, viendo día a día las maravillas del arte desde las cuevas de Altamira y Lascaux hasta las pinturas de Pollok.
Encontró a Chagall dos veces, la primera en un Salón de pintura en Ville France, ciudad a la que había llegado donde él debía embarcarse para Montevideo.
En el año 1953 vuelve a Montevideo.
En el año 1955 volvió a Europa con intensiones de quedarse pero no pudo por problemas familiares, en este viaje volvió a Francia y España. En París visitando una muestra de Giacometti en la galería Macglot conoció a Picasso, estaba comentando la obra de Giacometti con el galerista, la obra le entusiasmaba a Picasso. Salió y entró a otra galería donde se exponían cuadros cuyo tema era Nueva York; sintió una conversación, era Picasso que había llegado. Siguió parado en el medio de la sala y Picasso se acercó, se paró casi pegado a él, vio sus famosos ojos de los que tanto se hablaba y ciertamente eran brillantes y de gran vivacidad. Pegado a él recorrió con la mirada las cuatro paredes y se retiró, fue evidente que no le interesó nada.
En el año 1958 volvió al ritmo de trabajo de antes, pintó un cuadro que obtuvo el Primer Premio del Salón Nacional
En el año 1960 envió y ganó el Gran Premio en un salón de arte en Minas, luego dejó otra vez de pintar hasta el 1967 que realizó un par de obras para el Salón General Electric.
Una vez más sigue sin trabajar hasta el 1973 que realizó una témpera pequeña que integra un envío de pintura uruguaya a Buenos Aires.
En el año 1974 sin obra en la mano y sin saber que camino a tomar en la pintura regresó a España, a Madrid a los 54 años para correr la aventura que siempre había postergado por diferentes razones, comenzar a vivir como pintor, enfrentar las dificultades y en un medio exigente como el europeo develar el misterio que siempre le había acompañado, si realmente su obra valía algo.
Desde ese año reside en España y vive de la pintura, pero más importante que vivir de la pintura es el prestigio ganado como artista por los juicios de pintores, críticos y galeristas españoles.
1960 - Chatarra,
Medidas: 54 x 70 cm
Técnica: témpera sobre papel
Ubicación: colección familia, Barcala, Montevideo Uruguay
Fue a mediados de los años 60, después de haberse iniciado en el mundo del arte como pintor figurativo y abstracto, cuando comenzó a explorar su lenguaje creativo más personal. En España encontró el lugar y los estímulos propicios para su aventura creativa, contenida en sus cajas, objetos pictóricos construidos con trozos de madera, telas, hilos, cartón, palos, papeles, puntadas..., proponiendo silenciosos y sutiles paisajes emocionales.
Fue el ganador dell Gran Premio del Salón de Artes Plásticas del 60.
A comienzos de los sesenta se destacó por su serie "Las chatarras", que lo vinculó al informalismo español y el expresionismo abstracto.
Exhibió su mejor conjunto de obras en el envío al 1er. concurso del premioBlanes en el año 1961.
Hacia 1967 inició su trabajo del collage y las cajas blancas, que llamó ordenaciones, y cuyas dos primeras muestras se destruyeron en un depósito, luego del Salón de la Vanguardia de General Electric.
Fue el ganador dell Gran Premio del Salón de Artes Plásticas del 60.
A comienzos de los sesenta se destacó por su serie "Las chatarras", que lo vinculó al informalismo español y el expresionismo abstracto.
Exhibió su mejor conjunto de obras en el envío al 1er. concurso del premioBlanes en el año 1961.
Hacia 1967 inició su trabajo del collage y las cajas blancas, que llamó ordenaciones, y cuyas dos primeras muestras se destruyeron en un depósito, luego del Salón de la Vanguardia de General Electric.
Adán y Eva - 1974.
Gouache sobre cartón. 11 x 16,5 cm.
Colección Miguel Rodríguez Larrosa.
1974-Pareja,
Medidas: 40 x 35 cm
Técnica: carbón y tempera sobre papel
Firmado: abajo a la izquierda
Ubicación: colección particular, Madrid España
Desde el año 74 se radica en España y vive de la pintura, pero más importante que vivir de la pintura es el prestigio ganado como artista por los juicios de pintores, críticos y galeristas españoles.” Dice Barcala “Los temas del ferrocarril lo descubrí una tarde de verano que salí con el camión y llegué hasta la calle Laguna Merín que cruzaba las vías, desde allí ví la fábrica de portland , era una tarde serena un atardecer lleno de violetas, azules, lilas, rosas y rojos sobre las vías con humos al fondo de la ciudad que se levantaban perezosamente. Con este cuadro fue la primera vez que gané un premio ( Fernando García ), luego seguí con el tema de las vías ganando premios hasta que pronto lo dejé porque sentía que me amaneraba".
En esta época, en España, participò en 13 muestras individuales, y expuso además en París, Río de Janeiro, Buenos Aires, Bogotá, Washington, Nueva York y Miami.
Siguió visitando Uruguay y representándolo en envíos a Alemania Federal, la URSS o la Bienal de San Pablo.
En esta época, en España, participò en 13 muestras individuales, y expuso además en París, Río de Janeiro, Buenos Aires, Bogotá, Washington, Nueva York y Miami.
Siguió visitando Uruguay y representándolo en envíos a Alemania Federal, la URSS o la Bienal de San Pablo.
1975 -Sin título
Medidas: 65 x 44 cm,
Técnica: mixta sobre madera,
Firmado: abajo a la izquierda
Sin título - 1975
T. mixta/contrachapado -50 x 35 cm
Museo Nacional
Centro de Arte Reina Sofía, Madrid
Foto: Archivo Fotográfico -Museo Nacional - Centro de Arte Reina Sofía, Madrid.
Sin título - 1975
T. mixta/contrachapado -50 x 35 cm
Museo Nacional
Centro de Arte Reina Sofía, Madrid
Foto: Archivo Fotográfico -Museo Nacional - Centro de Arte Reina Sofía, Madrid.
Washington Barcala y su mujer María Elena Campo en Madrid, 1982.
Sin Título- 1986.
Técnica mixta. 55 x 22 cm.
Colección Carlos Ruíz Castillo.
Sin Título- 1986.
Técnica mixta. 55 x 22 cm.
Colección Carlos Ruíz Castillo.
El dibujante y sus dibujos - 1991-92.
Técnica mixta. 29 x 42 cm.
Colección Familia Barcala.
Cículo muy limpio -1991-93.
Técnica mixta. 60 x 82 cm.
Colección Familia Barcala.
Historia C.T.O. - c. 1993
T. mixta/tela - 57 x 93 cm
Colección particular. Cortesía Galería Guillermo de Osma, Madrid
Foto: Archivo Galería Guillermo de Osma
Historia C.T.O. - c. 1993
T. mixta/tela - 57 x 93 cm
Colección particular. Cortesía Galería Guillermo de Osma, Madrid
Foto: Archivo Galería Guillermo de Osma
Washington Barcalá fallece en Montevideo el 8 de diciembre de 1993.
La esposa María Elena Campo falleció el 16 de abril de 2011.
FUENTES
http://www.washingtonbarcala.com
http://pintura.aut.org
http://www.artemercosur.org.uy
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