Durante su adolescencia
experimentó con los chicos, el maquillaje, los cigarrillos, la danza y el
deporte. Y en el club de tenis al que acudía, con 17 años, conoció a su primer
amor, con quien a los meses ya quería casarse.
Sus padres, que no estaban a
favor, le enviaron a un internado a 1.000 kilómetros de distancia, en Ginebra
(Suiza). Allí aprendió a hablar francés.
En enero 1933, seis años después, cuando tenía 23 años y vivía de nuevo en Leipzig (Alemania), Hitler ganó las elecciones.
Mes y medio después de alzarse Hitler con el poder, los nazis
la detuvieron y encarcelaron acusada de repartir panfletos antifascistas,
aunque al parecer la razón de su detención era otra. Los nazis buscaban a sus
hermanos y al detenerla a ella pensaban que ellos se entregarían, algo que
nunca ocurrió.
Cuenta una compañera de celda
que el padre de Gerda fue su ángel de la guarda en prisión, ya que le llevaba
cigarrillos para que pudiera ganarse el favor del resto de presas.
Gracias a los cigarrillos y a
su forma de ser y conocimientos, se hizo muy popular en la cárcel. Les enseñaba
idiomas, les enseñaba canciones en inglés… Incluso inventó un sistema de golpes
para comunicarse con otras reclusas a través de las celdas: el primer método de
comunicación utilizado en el ala femenina de aquella prisión.
Al final del verano de 1933 con 23 años y ante las dificultades del momento Gerda emigró a París con su amiga Ruth Cerf, al salir de la cárcel.
Allí trabajó como mecanógrafa
y niñera y su amiga, como secretaria y modelo para varios fotógrafos.
El azar hizo que Capa, que a sus 21 años buscaba modelo para un anuncio de seguros que le había encargado su jefe en la agencia fotográfica Dephot, se fijase en su amiga Ruth, ojeando un catálogo.
Ruth, insegura de acudir sola a la cita con Capa por su aspecto agitanado, pidió a Gerda que le acompañara a la sesión de fotos. Y así fue como se conocieron.
En verano de 1935, cuando ella tenía 25 años y él 22, empezaron a salir juntos.
En otoño ella, a quien Capa enseñó lo que sabía de foto, consiguió un trabajo fijo en la agencia Alliance, donde durante un año destacó sobre el resto de empleados.
Gerda era trilingüe, redactaba los pies de foto, negociaba con los clientes de todo el mundo… y, mientras, perfecciona su técnica de revelado fotográfico.
Comenzaron a vivir juntos. Como no les iban bien las cosas, y no recibían trabajo, se les ocurrió una curiosa idea. Inventarían un personaje llamado Robert Capa, como técnica de marketing para dar el salto internacional.
El nombre Robert procedía del
actor favorito de Gerda, Robert Taylor, mientras que Capa procedía del director
de cine Frank Capra.
Capa supuestamente era un reputado fotógrafo llegado de Estados Unidos para trabajar en Europa. Como es tan famoso, vende sus fotos a través de sus representantes: Friedman y Pohorylle, al triple del precio que un fotógrafo francés.
Este truco funciona perfectamente y al poco tiempo reciben montones de encargos y por fin ganan dinero.
Ella, por su parte, también decidió cambiar su nombre: deja de ser Gerda Pohorylle y pasa a llamarse Gerda Taro, en honor al pintor callejero japonés Taro Okamoto, que triunfaba en aquella época en París.
Gerda, firme en sus ideas de izquierda, vivía para una ilusión: poder
retratar la victoria republicana.
La revista Vu fletó un avión
rumbo a España en el que se embarcó junto a Capa y Chim, un amigo fotógrafo común.
A medio camino, el avión sufrió un accidente, pero no hubo que lamentar víctimas mortales.
Gerda y Capa trabajaron en
España en equipo. Ambos tomaban las fotos y las firmaban como el personaje
inventado: ‘Capa’.
Tenían dos cámaras, una Rolleiflex (que usaba más ella) y una Leica (que usaba más él), si bien nunca ha quedado del todo claro, al firmar ambos con el mismo alias.
En febrero de 1937, cuando ella tenía 27 años y él 24, viajaron juntos a Andalucía.
Allí empezaron a firmar como ‘Capa y Taro’ y se distanciaron.
Al parecer, él le pidió matrimonio y ella no quiso, pues quería seguir siendo una mujer «libre». En aquella época, en el código civil de Francia (y otros países) figuraba que “la esposa debe respetar obedecer al marido”, y ella tenía otra mentalidad.
Al principio la marca "Capa" era utilizada indistintamente por ambos. Luego se produjo cierto distanciamiento entre ellos y Andre Friedman se quedó con el nombre de "Robert Capa".
A principios del 37, cuando Gerda firmó su propio contrato con el diario vespertino parisino Ce Soir y se quedó a vivir en la Casa de la Alianza de Madrid sin Friedmann. Así emprendió su propio camino, realizó fotos bajo únicamente su firma y en ocasiones bajo una firma conjunta de "Reportaje Capa & Taro".
Del trabajo de Gerda en solitario su reportaje más importante fue el de la primera fase de la batalla de Brunete. Gerda fue testigo del triunfo republicano en esta primera fase de la batalla. Este reportaje fue publicado en "Regards" el 22 de julio de 1937 y dio a Gerda un gran prestigio.
Gerda y a Capa cubriendo un mismo hecho el 12 de junio de 1937.
Un mes después, a finales de junio del 37, se despidieron. Capa volvió a París para vender sus fotos y para preparar un viaje a China, al que Gerda también tenía intención de ir.
Pasado otro mes más, el 9 de julio de 1937, a petición de la revista Ce soir, Gerda viajó a Madrid para cubrir un congreso de la Asociación Internacional de Escritores, pero aprovechó el viaje para quedarse unos días más. Quería volver al frente de guerra.
Dos semanas después, la tarde del 24 de julio, en el frente, cuentan los supervivientes republicanos que mientras los nazis les bombardeaban desde los aviones Stuka, y las tropas huían, ella les gritaba exigiendo que volvieran a la lucha. Gerda había perdido el miedo a morir y sus convicciones políticas habían llegado a su punto más alto.
Sin embargo poco después las tropas franquistas iniciarían un feroz contraataque, y Gerda decidió volver al frente de batalla en Brunete.El Partido Comunista Francés organizó un acto conmemorativo estatal para generar un efecto político y el partido compró una tumba con una concesión a 100 años en el cementerio de Père-Lachaise.
Flores e intelectuales rodearon su tumba y el 28 de julio Ce Soir publicó una fotografía de Taro encuadrada en un solemne marco negro.
El
adiós a una mujer joven, valiente y bella que había realizado el sacrificio máximo
por la causa antifascista , explicaban. "La Guerra Civil Española mata a
su primera fotógrafa" apuntaba la revista Life.
El 28 de julio de 1937, dos
días después, la revista Ce soir para la que trabajaba le dedicó su primera
página con el titular “Nuestra reportera, la señorita Taro, ha muerto cerca de
Brunete, donde estaba cubriendo la batalla”.
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