EL MAESTRO NARRADOR
José
María Obaldía nació en la ciudad de Treinta y Tres, República Oriental del
Uruguay, el 16 de agosto de 1925.
Es un
escritor, lexicógrafo, maestro y narrador oral uruguayo. Es autor de letras de
canciones interpretadas por Los Olimareños y otros grupos musicales. Presidió
la Academia Nacional de Letras del Uruguay entre 1999 y 2003.
Radicado
en Treinta y Tres, Uruguay, su padre era de origen vasco.
José
María integraba su familia con cinco hermanos.
La familia vivía en una
casa que estaba a tres cuadras de la plaza principal. Tan pequeño era el pueblo
que a otras tres cuadras, empezaba el campo por lo cual dedicado a las tareas
del campo. Estaba aislada de la capital del país, Montevideo, a la que sólo se
llegaba por ferrocarril. Por ese entonces el viaje se hacía en doce o catorce
horas. No existía la ruta 8 y el aislamiento era muy marcado.
José
María Obaldía realizó sus estudios primarios en una Escuela de Treinta y Tres.
Según sus propias
palabras fue un buen alumno- “Tuve una maestra que otorgaba puntos y premiaba a
los mejores con un lápiz o un cuadernito de esos que repartía Primaria y yo los
ganaba siempre. Y más de una vez me eligieron para recitar, que en aquellos
tiempos configuraba el máximo del destaque”.
Cuenta
que algunas tardes soleadas no iban a la escuela para ir a la costa del río Olimar
o al río Yerbal con sus amigos. Sobre todo al río Olimar porque estaba más
cerca. A veces pescaban mojarras y otras veces armaban una gran fogata – “sin
ningún motivo, por ver el fuego nomás”- al decir de él.-
De esa
época Obaldía recuerda – “También aprovechábamos la ocasión para fumar a
escondidas. Juntábamos plata entre todos y comprábamos medio paquete de tabaco,
porque había un bolichero que partía en dos los paquetes con un cuchillo para
venderlos más fácil. Eran tabacos que ya ni se ven, marca Peruano, Tijuca,
Colosal o Ganador. Los armábamos en hojas de chala y los prendíamos en los
tizones que es mucho más lindo que hacerlo con yesquero. Y si el tiempo era
lindo nos tirábamos al agua a jugar al "capincho y los perros", una
variante acuática de "ladrones y policía". El mejor nadador era el
capincho y los demás éramos los perros. El que lo agarraba, pasaba a ser el
capincho y él ingresaba a la categoría de perro. Eran ejercicios de natación
muy singulares en los que uno aprendía a nadar sin darse cuenta. Son esos
juegos de campaña a los que la gente de Montevideo ni conoce.”
Tuvo una
infancia feliz ya que en
aquel mundo más rural que ciudadano, los niños se autoabastecían de juguetes.
Las cometas eran caseras, las pelotas, hechas con trapos, los trompos, con
perillas viejas de cama en las que se colocaban púas. En el pueblo no se podían
acceder a muchas cosas pero se tenía lo fundamental: el arroyo Yerbal, el río
Olimar, montes en abundancia y campos abiertos. En esa abundancia de vida libre
y salvaje, cualquier carencia era pasada por alto.
Este
primera ambiente que rodeó a José María Obaldía nutrió su obra, de temática mayormente
rural, abarcando poesía, cuento, novela
y literatura infantil.
En
el pueblo de estos años no había garajes
sino galpones donde se guardaban aperos, bolsas con alimentos, un mortero, una
pila de boniatos en un rincón, una manta de charque secándose a la sombra, y
ristras de ajos. Eran las mismas costumbres del campo. El pueblo tenía luz
eléctrica pero solo en algunas partes. Tampoco existía la radio. Obaldía cuenta
que cuando vio el primer aparato que pertenecía al ingeniero Echegoyen recibió
una tremenda sorpresa, era un mueble de madera, largo, bajo, que tenía encima
una gran bocina. Él se dedicaba a hacerle mandados a la señora y le preguntó
para qué servía aquel aparato tan extraño. La señora le contestó que era para
escuchar y lo encendió. Pero de adentro apenas si salieron ruidos de todo tipo,
así que se quedó sin saber cuál era su utilidad. Ella le explicó que ese día
había muchas descargas. Con el tiempo se hizo habitual escuchar estaciones argentinas porque las de
Montevideo apenas si llegaban. Obaldía recuerda que había “un bolichero muy
hábil que los sábados y los domingos de tarde ponía una radio en la ventana de
su comercio, sacaba sillas y mesas a la vereda y juntaba a la gente para
escuchar los partidos de fútbol. La verdad es que se oía con mucha dificultad.
Las personas conversaban o jugaban al truco y solamente paraban la oreja cuando
había algún grito de gol.”
En esa
época nació su sobrenombre Tronco, que habría de acompañarlo siempre, puesto en
los campitos de fútbol, por su fortaleza física y no a su falta de habilidad
técnica.
Obaldía
recuerda también de su niñez algunas noches de invierno reunidos en la cocina con
los cuentos de su tío Lino “al cual
esperábamos con ansia porque era de esos adultos que se acercaban a los niños,
lo que en aquella época no era muy común. Mi tío se llamaba Lino y nos
explicaba que le habían puesto ese nombre porque había nacido el 25 de agosto
que es cuando se toca "lino" nacional .
El tío
Lino no tenía muchos cuentos pero había uno de un perro que lo repetía siempre.
Él
contaba que tenía un perro muy fiel llamado Sobeo y que siendo joven cuando
trabajaba como tropero, había salido muy lejos llevando ganado. En una feria
consiguió trabajo, luego fue a dar a otra y concluyó yendo al Brasil, mucho más
allá de la frontera. Al regresar a las casas, varios meses después, cruzó el
arroyo, se acercó a la cuchillita donde tenía su rancho y le extrañó que el
Sobeo no viniera a alcanzarlo. Al llegar, su mujer le enteró de la desgracia.
Al perro lo había picado una crucera y había quedado muerto allá entre las
pajas. No pudo aguantarse y fue a ver el cuerpo del pobre bicho. Estaban los
huesitos nomás. "me entró una tristeza" –nos decía– "que no pude
menos que hablarle. "Sobeo viejo, ya estoy de vuelta". Y los huesitos
de la cola se revolearon para todos lados como saludándome". Lo curioso es
que nosotros nunca sabíamos si creerle o no.”
En 1939,
con 14 años, sintió la necesidad de trabajar para sus gastos y precisaba
dinero, fumaba a escondidas, jugaba al billar y alquilaba bicicletas que estaban
muy de moda en el pueblo. Como en su familia no halló resistencia, viajó a
Montevideo trabajando en varias cosas.
Fue
repartidor de una farmacia y de una panadería, había trabajo para niños de esa
edad si sacaban el carné del Consejo del Niño.
Cuando
estalló la Segunda Guerra Mundial, en nuestro país se creó un caos económico y
social importante. Se paró la construcción de la represa de Rincón del Bonete,
y empezó a paralizarse todo porque las refinerías de combustible no vendían. Por
ese tiempo se inventó el gasógeno para los camiones, ya que eran un instrumento
de trabajo.
Por
entonces José María trabajaba en una farmacia cuando un señor le contó que había
comprado un Ford, y él sabía que ponerle gasógeno era destruirle el motor.
Políticamente consiguió una solución, ya que ANCAP daba nafta para trabajar
en los montes del Río Negro, que iban a quedar -como quedaron- sumergidos
cuando entrara a funcionar la represa.
El hombre
se contactó con José María porque era de campaña y él nunca había hablado con
ninguno, así que lo contrató como intérprete.
En esa
época muchos montevideanos creían que en la campaña había indios, tal era la
incomunicación entre la capital y la campaña.
Se fue a
trabajar de camionero al monte del Río Negro. Cargaban carbón. Obaldía recuerda
–
"Estuve meses trabajando con él. Ibamos desde la estación Blanquillo,
pasábamos en balsa y luego de pasar el arroyo Carpintería nos metíamos campo
adentro. Allí trabajaban cientos de personas que habian fundado un pueblo
carbonero.
No exagero si le digo que había cerros
de carbón de cuatro o seis metros de altura, porque algunas compañías que
hacían carreteras, por ejemplo, habían aprendido a usarlo. Había que traerlo a
Montevideo, así que nosotros, que vivíamos en el monte, salíamos para la
capital en la madrugada. Ahí vi llorar hombres montevideanos que extrañaban,
gente que no había salido nunca. Nuestro rancho se hizo una especie de centro
de reunión nocturna. Y empecé a cocinar, porque mi patrón no sabía. Estuvimos
unos cuantos meses trabajando”.
Más adelante, como sus dos hermanos mayores trabajaban en la estación de Vergara, y en AFE los familiares de los
funcionarios bien calificados tenían preferencia en caso de una vacancia, pudo
entrar debiendo hacer de todo sin cobrar sueldo. Luego de seis meses, cuando se hiciera "baqueano"
podía dar el examen de ingreso.
Ahí trabajaba por la propina y los asados de cordero con que
se concluía la operación.
Estaba ya por ingresar en forma definitiva, cuando un viejo amigo de la familia apodado El Chinche-
jefe de
limpieza de la estación- poco menos que lo obligó a estudiar. Era un
hombre que leía mucho, tenía tres hijos: Esmeralda, por la gitana de El jorobado de
Notre Dame, Leucipo, por una parábola de Rodó y Aldebarán por una estrella.
En el año 1941 este hombre lo inscribió en el liceo de Treinta y Tres. Si bien él no
era mucho mayor que los demás compañeros, se sentía acomplejado, así que no podía ser el peor
de la clase, tenía que estudiar en serio. Fue muy buen estudiante.
En esos años, trabajando como amanuense de su padre, que era escribano,
el Tronco Obaldía comenzó a conocer personajes cuyos cuentos fue atesorando. La
escribanía trabajaba mucho en la campaña. Registraban hasta testamentos de personas de mucha edad que no podían
desplazarse hasta la oficina notarial. Todo eso le fue dando oportunidad para
conocer mucha gente y conversar con ella, familiarizándose incluso con el
vocabulario. Eso y su facilidad para el relato oral, lo fueron transformando,
lentamente en uno de los grandes memorialistas del país. Su obra, mayormente de
temática rural, abarca la poesía, el cuento, la novela y la literatura
infantil. Se destaca como narrador oral, gracias a su experiencia acumulada en
sus primeros años de vida en las zonas rurales del departamento de Treinta y
Tres, en cuya capital nació
En el año 1945, al terminar cuarto año le dijeron que
tenía derecho a una beca que daba Secundaria para hacer Preparatorios en
Montevideo.
Decidió volver
para Montevideo a estudiar medicina aunque nunca fue un hombre
de proyectos y menos en ese momento, que tenía 24 años - al decir de él .
Cuando terminó preparatorio se enteró que la beca terminaba, por lo cual no estudió medicina.
En 1947 un amigo le
hizo ver que no había gran diferencia en el panorama vocacional del que quería
ser médico con el que quería ser maestro, que había una inquietud social y
solidaria y como magisterio se hacía en
cuatro años, pudo estudiar trabajando de boletero en el Hipódromo de Las
Piedras.
Recibido de
maestro trabajó como docente de 1º y 2º grados y maestro en Curso para Adultos.
Se casa con la minuana Elsa Miraballes.
En el año 1971 publica Veinte mentiras de verdad. Cuentos. Edit. Unión del Magisterio
Obaldía en la escuela 146 de Atlántida hablando de su libro 20 mentiras de verdad.
En la foto con su esposa Elsa Miraballes, su hija María Inés y plantel de Docentes
En el año 1973 publica Versos y canciones en la escuela, en
colaboración con Luis Neira, Otuvo el Premio
del Ministerio de Instrucción Pública , también publica El gaucho, Complementación
pedagógica de textos de Roberto Ares Pons y Lejos... allá y ayer
En el año 1973 se produce el golpe de estado en Uruguay.
En 1974 con su obra Eduardo Fabini. Soneto obtiene el Primer Premio del concurso de la Asociación de Jubilados y Pensionistas Escolares, Centenario de Solís de Mataojo.
En el año 1978 publica Antología de la narrativa infantil uruguaya, en colaboración con Luis Neira.
Fue destituído por el gobierno militar en ese mismo año.
A partir de ese año los pasó proscripto trabajando en radio Sarandí. Además escribía para Charoná utilizando seudónimo y además vendía libros.
En 1980 con la obra Lejos... allá y ayer, obtiene el Primer premio del concurso Editorial Acali y diario El Día.
Serie
de relatos humorísticos de José María Obaldía, grabados en la fonoplatea de
Radio Sarandí y publicados en cassette bajo el sello “Canta Claro – el sello
del Gallo” serie Agadu 1003. Trabajo producido por el propio Obaldía.
En el año 1982 se editó en casete una serie de sus relatos humorísticos grabados en la fonoplatea de radio Sarandí.
En 1994 ingresó a la Academia Nacional de Letras del Uruguay, institución en la que fue recibido por Julio C. da Rosa y a la que presidió entre 1999 y 2003.
En el año 2001 publica El matrero y otros cuentos en prosa.
Cuentos.
En el 2004 publica Telmo Batalla y otras prosas viejas.
Cuentos.
Es miembro
correspondiente de la Real Academia Española, la Academia Argentina de Letras y
la Academia Chilena de la Lengua y miembro honorario de la Academia de la
Cultura de Curitiba (Brasil)
El escritor y maestro José María Obaldía recibió del MEC la
medalla Delmira Agustini por su aporte a la cultura uruguaya
En el año 2017, a sus 92 años,
José María Obaldía recibió el más alto reconocimiento que brinda el MEC por su
aporte a la cultura y las artes. Maestro por 23 años en escuelas públicas,
especializado en sexto grado y maestro de adultos, fue destituido por la
dictadura en 1978.
FUENTES
https://es.wikipedia.org
http://letras-uruguay.espaciolatino.com
http://www.mec.gub.uy
http://historico.elpais.com.uy
http://ladiaria.com.uy
http://www.mec.gub.uy
http://historico.elpais.com.uy
http://ladiaria.com.uy
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