Blog de Arinda

OBJETIVO :En este Blog vas a encontrar mis producciones en pintura y escultura. Además, material recopilado a través de mi trabajo como maestra, directora e inspectora, que puede ser de interés para docentes y estudiantes magisteriales .

jueves, 24 de agosto de 2023

EL 24 DE AGOSTO DE 1899 NACÍA JORGE LUIS BORGES

 




Jorge Francisco Isidoro Luis Borges nació en  Palermo, Buenos Aires, el  24 de agosto de 1899, a los ocho meses de gestación.

Fue un escritor, poeta, ensayista y traductor argentino, extensamente considerado una figura clave tanto para la literatura en habla hispana como para la literatura universal. ​ Sus dos libros más conocidos, Ficciones y El Aleph, publicados en los años cuarenta, son recopilaciones de cuentos conectados por temas comunes como los sueños, los laberintos, las bibliotecas, los espejos, los autores ficticios y las mitologías europeas; sus argumentos exploran ideas filosóficas relacionadas.

Su padre, Jorge Guillermo Borges, quien pertenecía a una familia de origen portugués, ​ fue un abogado argentino, nacido en Entre Ríos, que se dedicó a impartir clases de psicología. 

Era un ávido lector y tenía aspiraciones literarias que concretó en una novela, El caudillo, y algunos poemas; además tradujo a Omar Jayyam de la versión inglesa de Edward FitzGerald. 

Para 1970, Jorge Luis recordaba con estas palabras a su padre: «Él me reveló el poder de la poesía: el hecho de que las palabras sean no sólo un medio de comunicación sino símbolos mágicos y música».

Su madre, Leonor Acevedo Suárez, era porteña, aunque algunas fuentes la consideran uruguaya debido a que era hija de orientales.

​ Aprendió inglés de su marido y tradujo varias obras al español. La familia de su padre tenía orígenes españoles, portugueses e ingleses; la de su madre, españoles y es posible que portugueses. 

En su casa se hablaba tanto castellano como inglés, por ende, Jorge Luis creció como bilingüe.

Aprendió a leer inglés antes que castellano, a los cuatro años.

Borges viajó con su familia a Suiza por 4 años, donde estudió en el Collège de Genève. 

La familia viajaría extensamente por Europa, incluyendo España. 

 El 4 de marzo de 1921, junto con su abuela paterna —Frances Haslam, quien se les había unido en Ginebra en 1916—, sus padres y su hermana, Borges embarcó en el puerto de Barcelona en el Reina Victoria Eugenia, que los devolvería a Buenos Aires. 

En el puerto los esperaba el escritor, filósofo de la paradoja y humorista surreal Macedonio Fernández, cuya amistad Borges heredaría de su padre. 

El contacto con Buenos Aires llevó al poeta a una relación exaltada de «descubrimiento» con su ciudad natal. 

Así comenzó a dar forma a la mitificación de los barrios suburbanos, donde asentaría parte de su constante idealización de lo real. 

Ya en Buenos Aires publicó en la revista española Cosmópolis, fundó la revista mural Prisma (de la que solo se publicaron dos números) y también publicó en Nosotros, dirigida por Alfredo Bianchi. 

Por esa época conoció a Concepción Guerrero, una joven de dieciséis años de quien se enamoró. 




En 1922 visitó a Leopoldo Lugones junto a Eduardo González Lanuza para entregarle el último número de Prisma. 

En agosto de 1924 fundó la revista ultraísta Proa junto con Ricardo Güiraldes, autor de Don Segundo Sombra; Alfredo Brandán Caraffa y Pablo Rojas Paz, aunque paulatinamente iría abandonando esa estética.

​En 1923, en víspera de un segundo viaje a Europa, Borges publicó su primer libro de poesía, Fervor de Buenos Aires, en el que se prefigura, según palabras del propio Borges, toda su obra posterior. 

Fue una edición en la que se colaron algunas erratas y que, además, carecía de prólogo. Para la tapa su hermana Norah realizó un grabado. Se editaron unos trescientos ejemplares; los pocos que se conservan son considerados tesoros por los bibliófilos y en algunos se aprecian correcciones manuscritas realizadas por el mismo Borges. 

En Fervor de Buenos Aires es donde confesó que, finalmente, «las calles de Buenos Aires/ya son mi entraña». Son treinta y tres poemas heterogéneos que aluden a un juego de cartas (el truco), a Juan Manuel de Rosas o a la exótica Benarés; sin ahorrar el espacio para solazarse en un patio anónimo de Buenos Aires, «en la amistad oscura/de un zaguán, de una parra y de un aljibe». 

Sobre el espíritu de este libro ha escrito Borges que «en aquel tiempo buscaba los atardeceres, los arrabales y la desdicha».

 Después de un año en España e instalado definitivamente en su ciudad natal a partir de 1924, Borges colaboró en algunas revistas literarias y con dos libros adicionales, Luna de enfrente e Inquisiciones —que nunca reeditó.

Para 1925 su reputación de jefe de la más joven vanguardia. En los siguientes treinta años Borges se transformaría en uno de los más brillantes y más polémicos escritores de América. Cansado del ultraísmo, que él mismo había traído de España, intentó fundar un nuevo tipo de regionalismo, enraizado en una perspectiva metafísica de la realidad. 

Escribió cuentos y poemas sobre el suburbio porteño, sobre el tango y sobre fatales peleas de cuchillo, como Hombre de la esquina rosada y El puñal. 

Pronto se cansó también de este «ismo» y empezó a especular por escrito sobre la narrativa fantástica o mágica, hasta el punto de producir durante dos décadas —desde 1930 a 1950— algunas de las más extraordinarias ficciones del siglo xx: Historia universal de la infamia, Ficciones, El Aleph, entre otros.

Más tarde colaboró, entre otras publicaciones, en Martín Fierro, una de las revistas clave de la historia de la literatura argentina de la primera mitad del siglo xx. 

Esa revista polemizó respecto de sus escritores propios, que en el contexto de reunirse en confiterías de la zona céntrica como la denominada Richmond se conocieron como Grupo Florida, versus los escritores que publicaban en la Editorial Claridad y se reunían en el Café El Japonés identificados como Grupo Boedo, rivalidad que quedó en la historia de la literatura argentina, pese a que Borges le restaría posteriormente trascendencia. 

No obstante su formación europeísta, reivindicó sus raíces argentinas y en particular las porteñas, en poemarios como Fervor de Buenos Aires (1923), Luna de enfrente (1925) y Cuaderno San Martín (1929). 

Compuso letras de tangos y milongas, si bien rehuyó «la sensiblería del inconsolable tango-canción» y el manejo sistemático del lunfardo, que «infunde un aire artificioso a las sencillas coplas». 

En sus letras y algunos relatos se narran las dudosas hazañas de los cuchilleros y compadres, a los que muestra en toda su despojada brutalidad aunque dentro de un clima trágico, cuando no casi épico.

 En 1930 Borges publicó el ensayo Evaristo Carriego gracias al editor Manuel Gleizer y prologó una exposición del pintor uruguayo Pedro Figari. Además, conoció a un joven escritor de solo 17 años, que luego sería su amigo y con el que publicaría numerosos textos, Adolfo Bioy Casares.​ 

En el primer número de la revista Sur, dirigida por Victoria Ocampo, Borges colaboró con un artículo dedicado al coronel Ascasubi. 

En este primer número, publicado en 1931, también contribuyeron la propia Victoria Ocampo, Waldo Frank, Alfonso Reyes Ochoa, Jules Supervielle, Ernest Ansermet, Walter Gropius, Ricardo Güiraldes y Pierre Drieu La Rochelle.

​Borges publicó dos años más tarde una colección de ensayos y crítica literaria titulada Discusión, la que abarca temas tan diversos como la poesía gauchesca, la Cábala, temas filosóficos, el arte narrativo y hasta su opinión sobre clásicos del cine.

 El 12 de agosto de 1933 comenzó a dirigir, junto con Ulyses Petit de Murat, la Revista Multicolor de los Sábados, suplemento cultural impreso a color del diario populista Crítica que duraría hasta octubre de 1934.

​En 1935 editó Historia universal de la infamia, una serie de relatos breves, entre ellos, Hombre de la esquina rosada.

​ Allí sigue interesado en el perfil mítico de Buenos Aires iniciado en Evaristo Carriego. 

Al año siguiente se publicaron los ensayos de Historia de la eternidad, donde —entre otros temas— Borges indaga sobre la metáfora. 

En la revista quincenal El Hogar, comenzó a publicar la columna de crítica de libros y autores extranjeros hasta 1939. Allí publicó quincenalmente gran cantidad de reseñas bibliográficas, biografías sintéticas de escritores y ensayos. Colaboró también en la revista Destiempo, editada por Adolfo Bioy Casares y Manuel Peyrou, con ilustraciones de Xul Solar. Para la editorial Sur tradujo A Room of One’s Own, de Virginia Woolf y al año siguiente la novela Orlando de la misma autora.

 En 1940 publicó Antología clásica de la literatura argentina.

El Borges vanguardista y más tarde bucólico se transformó en la década del 30 al Borges de la revista Sur, con su cosmopolitismo de alto vuelo; al Borges metafísico que especuló sobre el tiempo y el espacio y lo infinito, la vida y la muerte y si hay destino para el hombre; al Borges que hace alardes de erudición y que ya pergeña sus celebérrimos textos trampa: comentarios exhaustivos, por ejemplo, de libros que no existen, o relatos que juntan y mezclan lo real con lo ficticio. 

También se percibe un cambio en materia de estilo, una labor de poda en las prosas y los metros, que pasan a ser más clásicos, más nítidos, más sencillos.

 Los años finales de esta década fueron funestos para Borges: primero vino la muerte de la abuela Fanny; después, la del padre, precedida de una muy lenta y penosa agonía.​ Borges se vio arrojado de una vez pero contundentemente al mundo de los adultos responsables. 

Tenía que hacer lo que todos hacían desde edades bastante más tempranas: trabajar, sacar adelante una familia. 

En esto tuvo suerte: con la ayuda del poeta Francisco Luis Bernárdez, consiguió en 1938 un empleo en la biblioteca municipal Miguel Cané del barrio porteño de Boedo. 

En esta poco concurrida biblioteca pudo seguir haciendo lo que solía, pasarse los días entre libros, leyendo y escribiendo.

Después, el mismo Borges sufrió un grave accidente, al golpearse la cabeza con una ventana, lo que lo llevó al borde de la muerte por septicemia y que, oníricamente, reflejará en su cuento El sur. 

En la convalecencia escribió el cuento Pierre Menard, autor del Quijote. 

Esos sueños de convaleciente le sirvieron para escribir páginas espléndidas; fantasiosas pero tramadas por su inconfundible mente de siempre, lúcida y penetrante. 

Borges salió del trance afianzado en la idea que venía rumiando desde hacía tiempo: que la realidad empírica es tan ilusoria como el mundo de las ficciones, pero inferior a este, y que solo las invenciones pueden suministrarnos herramientas cognoscitivas confiables.

En 1955 fue nombrado director de la Biblioteca Nacional de la República Argentina y profesor de literatura inglesa en la Universidad de Buenos Aires. 

A la edad de 55 años quedó casi completamente ciego; numerosos investigadores han sugerido que su ceguera progresiva lo motivó a crear símbolos literarios innovadores a través de la imaginación, así como a preferir la poesía y los cuentos breves a las novelas.

Durante los años sesenta, su trabajo fue traducido y publicado en los Estados Unidos y en Europa.

En 1961 llegó a la fama internacional al obtener el primer Premio Formentor, que recibió junto a Samuel Beckett. 

En 1971 ganó el Premio Jerusalén; su reputación internacional se consolidó entre estos años, ayudado por la disponibilidad de las traducciones al inglés de su obra, por el éxito de Cien años de soledad de García Márquez y por el boom latinoamericano, aunque su participación en él es relativa.

El escritor y ensayista J. M. Coetzee dijo en su libro sobre Borges que: «Él, más que nadie, renovó el lenguaje de la ficción, abriendo así el camino a una generación de novelistas hispanoamericanos».​

 Galardonado con numerosas distinciones,​ fue también polémico por sus posturas políticas conservadoras; la importancia de éstas continúa siendo causa de debate, particularmente por la posibilidad de que estas le hayan impedido obtener el Premio Nobel de Literatura, al que fue candidato durante casi treinta años.

​Borges dedicó su último libro, Los conjurados, a la ciudad de Ginebra, donde moriría en 1986.​ 

En 1986, al conocerse enfermo de cáncer y temiendo que su agonía fuese un espectáculo nacional,​ fijó su residencia en Ginebra, ciudad a la que lo unía un profundo amor y a la cual Borges había designado “una de mis patrias”. 

El 26 de abril se casó —por poderes— con María Kodama, según Acta de esa fecha labrada en Colonia Rojas Silva, Paraguay. 

Falleció el 14 de junio de 1986 a los 86 años víctima de un cáncer hepático y un enfisema pulmonar.

Según cuenta Adolfo Bioy Casares, asistió a su muerte su traductor al francés, Jean-Pierre Bernès, quien refiere que «murió diciendo el Padrenuestro. Lo dijo en anglosajón, inglés antiguo, inglés, francés y español.»


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