Blog de Arinda

OBJETIVO :En este Blog vas a encontrar mis producciones en pintura y escultura. Además, material recopilado a través de mi trabajo como maestra, directora e inspectora, que puede ser de interés para docentes y estudiantes magisteriales .

jueves, 17 de octubre de 2024

17 DE OCTUBRE NACÍA JOSÉ FRUCTUOSO RIVERA

 EL PRIMER PRESIDENTE CONSTITUCIONAL DEL URUGUAY


Daguerrotipo de Rivera de autor anónimo



José Fructuoso Rivera nació el 17 de octubre de 1784 en Paysandú.
Militar y político uruguayo considerado una de las  figuras de la emancipación de la Banda Oriental, así como de los primeros años de historia del Uruguay independiente. 
Fue el primer presidente constitucional de la República (1830-1834), a cuya presidencia accedió de nuevo en dos ocasiones (1838-1839 y 1839-1843).

Fueron sus padres Pablo Hilarión Perafán de la Rivera, natural de Córdoba, y Andrea Toscano, de Buenos Aires. 

No recibió instrucción más que elemental.


Tares de campo -Grabado de época


De joven, trabajó en la finca paterna dedicada a la ganadería, especialmente en los terrenos que dirigía su hermano mayor, Félix, en lo que hoy es el departamento de Durazno.

"Grito de Asencio, pintura de Enrique Castell Capurro- 28 de febrero de 1811

  El 18 de mayo de 1811 Rivera se encontraba entre las tropas de Artigas que derrotaron a los españoles en la batalla de Las Piedras.

José Fructuoso Rivera combatió en las guerras de emancipación que la Banda Oriental mantuvo, primero contra la presencia colonial de España y, más tarde, contra la breve dominación de Portugal. 
De hecho, participó en las luchas independentistas desde sus mismos comienzos, incorporándose enseguida a las filas de los patriotas criollos Pedro Viera y Venancio Benavides, anunciadores de la liberación uruguaya por medio del llamado Grito de Asencio el 28 de febrero de 1811. 
Dos meses más tarde, Rivera participó en la conquista de la localidad de Colla. 
Ese mismo año se unió a su hermano Félix, quien se había sumado a su vez a las filas del insurgente José Gervasio Artigas. 
El 18 de mayo de 1811 Rivera se encontraba entre las tropas de Artigas que derrotaron a los españoles en la batalla de Las Piedras.
Batalla de Tres Árboles




Rivera se casó  con Bernardina Fragoso que tenía 19 años y Fructuoso 30 años.

Ejerció ella, por su parte, una influencia eficaz y bienhechora sobre el caudillo, y pese a las públicas infidelidades de su marido y a los deslices amatorios que no pudieron escapar a sus desconfianzas de mujer, la esposa perdonó siempre al soldado enamoradizo impenitente, en aras tal vez del mismo sereno amor que le profesó siempre.

Bernardina adoptó varios hijos, incluidos hijos extramatrimoniales de Rivera, como Pablo Fructuoso.

En 1816, cuando los independentistas parecían derrotar definitivamente a los realistas españoles, los portugueses establecidos en Brasil invadieron la Banda Oriental, cuya conquista finalizaron cinco años más tarde. Rivera siguió combatiendo por la independencia de la Banda Oriental practicando la guerra de guerrillas. 

En marzo de 1820, dos meses después de la derrota en la batalla de Tacuarembó de otro insurgente uruguayo, el coronel Andrés Latorre, el propio Rivera fue vencido por los portugueses en la batalla de Tres Árboles. Tras este revés, acordó con las autoridades portuguesas un armisticio que le permitió seguir como oficial militar en el ejército colonial de Portugal destacado en territorio brasileño.

Ya en 1821, firmó el acta que determinaba que las tierras paraguayas pasaran a integrarse Portugal con la denominación de Provincia Cisplatina. 
Cuando Brasil se independizó de Portugal en 1822 y se constituyó el Imperio Brasileño, la Cisplatina pasó a formar parte del mismo. Al mismo tiempo, Rivera ingresó en el nuevo Ejército imperial. Nombrado en 1824 comandante general de las fuerzas brasileñas en la Provincia Cisplatina.


Fructuoso Rivera, luego de haber sido uno de los caudillos que secundaron a Artigas en su lucha por la independencia, se había pasado al bando portugués en 1820 y, luego de la independencia de Brasil en 1822, se encontraba al servicio del nuevo imperio.

El Gral. Rivera – Brigadier y Comandante General de Campaña al servicio del Brasil – había salido de Montevideo con su Ayudante don Leonardo Olivera y don Augusto Possolo y una escolta de 25 hijos del país que reunió a las órdenes del Capitán Varela, y marchó a la Colonia a principios de Abril.

Estando allí recibió órdenes del General en Jefe Brasileño Barón de la Laguna, desde Montevideo, avisándole que Lavalleja con algunos hombres habían salido de Buenos Aires con destino a la costa del Uruguay con intenciones hostiles, y le ordenaba perseguirlo y prenderlo.

Luego que Rivera supo del desembarco de Lavalleja, salió de la Colonia aumentando su escolta à 70 u 80 hombres y se dirigió al Perdido (rincón de Soriano, entre los arroyos Perdido y Grande) esperando la incorporación del Mayor Calderón con sus Dragones.

Brito del Pino en su “Diario de la Guerra del Brasil” narra lo siguiente.

Las fuerzas de Lavalleja marcharon esa noche, y al amanecer del día 29 cercaron la estancia de Cayetano Olivera, y tomaron en ella al baqueano principal de Rivera que había pernoctado allí.

Este baqueano oriental, llamado Paes, había sido soldado de Lavalleja en la guerra anterior, circunstancia que le favorecía para que se fiasen de él.  Notificó a Lavalleja de la situación de Rivera y se ofreció servirlo (a Lavalleja) con lealtad, conduciéndolos hasta el punto donde debía pernoctado esa noche, distante una legua.

Rivera con el aviso de que llegaba Calderón, tomó su anteojo y vista la fuerza monto a caballo y con su negro Yuca se dirigió a encontrarlo.  Se había dispuesto (por parte de Lavalleja) que se adelantasen don Manuel Oribe, don Manuel Lavalleja, Atanasio Sierra y otro individuo para perseguirlo si intentaba evadirse.

Pasó Rivera a galope cerca de ellos y los saludó con la cabeza, dieron vuelta y lo siguieron hasta que penetrado entre la fuerza reconoció su engaño ya que se hallaba prisionero de los mismos que iba a combatir.

Todos desnudaron sus espadas, Rivera creyó que iba a ser muerto, y temblando y lleno de terror dijo a Lavalleja: Compadre, no me deje Usted asesinar.

Entonces Lavalleja mandó que envainaran los sables y dirigiéndose a Rivera le contestó que aunque no merecía otra suerte que morir a manos de sus paisanos a quienes había traicionado, vendido y maltratado, sacrificándoles, como igualmente a la Patria por sus ambiciosas miras, he querido sin embargo en estos primeros pasos mostrar toda la generosidad que nos anima, y ver si con una conducta tal por nuestra parte, olvida usted su pasado de crímenes y traiciones, y entra usted a hacer causa común con nosotros para libertar la patria de sus tiranos dominadores.

Oído este corto discurso por Rivera, y ya repuesto de su primer terror, se negó a cooperar a la salvación de la Patria, fundándose en que estaba al servicio del Imperio y no podía traicionarlo, añadiendo otras excusas hijas de su mala voluntad.
Entonces le replicó Lavalleja: Pues bien compadre, piénselo bien hasta la madrugada, pues si entonces no se ha decidido Ud. a volver al camino del honor, y prestarse a todo lo que de Ud. se exija contra los enemigos, será Ud. fusilado y la Patria vengada.
Se le hizo retirar enseguida a una tienda de campaña, guardada por centinelas de vista.

Estos centinelas hacían su servicio 1 hora, y eran relevados por otros, y estos centinelas eran Don Manuel Oribe, Don Manuel Lavalleja, Don Manuel Freire, etc., los cuales a la menor acción que vieran, que pudiese presumirse que era para fugar, lo dejarían en el sitio.[lo matarían].

Entregado quedó el Brigadier Rivera a sus reflexiones hasta las 2 de la mañana, más viendo que el término fatal se aproximaba, mandó llamar al Gral. Lavalleja y le dijo: Compadre estoy decidido, vamos a salvar la patria, y cuente Ud. para todo y en todo conmigo.

Lavalleja le abrazó entonces, [el abrazo del Monzón] lo comunicó a los demás, los cuales no participaron de la satisfacción de este General, porque más bien quisieran que Rivera muriese y no que les prestase servicio ninguno.

En esto se equivocaban, porque la noticia de la pasada de Rivera a los patriotas  (pues así lo creían los brasileños) los dejó estupefactos, pues él era el hombre de toda la confianza de ellos y tenía la clave de su debilidad, como el conocimiento y mando de todas las fuerzas.

Así empezó [Rivera] dando orden para que se le incorporase un gran convoy de vestuario, armamento y municiones que venían para la fuerza que debía recibirlas y todo lo entregó al Gral. Lavalleja, cosa que fue de la mayor importancia en el estado de desnudez y falta de armamento en que las tropas nuestras se encontraban.
Luego escribió al General Bordes, (brasileño) que estaba con una fuerza en San José, que lo esperase pues iba a incorporarse a su fuerza y esperaba darles noticias de Lavalleja.
Al anochecer llegó al campamento de aquel Coronel a quien encontró sentado con varios oficiales alrededor de un gran fuego. Luego que vio a Rivera, y pasados los cumplimientos establecidos, le preguntó que había sabido de ese Patife (Bribón) de Lavalleja (Lo tenía detrás de él emponchado y con una pistola amartillada).

Rivera dando largas a su humor festivo se puso a hablar contra Lavalleja, y lo que habían de hacer con él los que lo agarrasen; a lo que el portugués contestaba con la locuacidad y exageración que son naturales a los individuos de esa nación, y que para nosotros son tan ridículos que siempre nos impulsan a la risa. Luego que se cansó de embromar con ellos, les dijo; Hablemos ahora seriamente; todo lo dicho no es más que una broma; Ud. y todos los demás son prisioneros de los Patriotas que al efecto nos hemos unido; ahí detrás de Ud. está el Gral. Lavalleja y todos, como su fuerza, rodeados por la nuestra. No hay más que resignarse.
La sorpresa dejó sin voz ni acción para nada al Coronel Bordes y a los suyos, los que quedaron prisioneros sin hacer la menor resistencia.
Así pasó el acontecimiento, que fue negado por muchos pero creído por la mayor parte por testimonios irrecusables. (El Gral. Juan Antonio Lavalleja en oficio del 9 de Diciembre de 1827 al Ministro de Guerra Gral. Juan Ramón Balcarce, confirmó estas aseveraciones).”

 

Batalla de Rincón - 24 de septiembre

José Fructuoso Rivera intervino de forma determinante en la victoria independentista en la batalla de Rincón, que tuvo lugar el 24 de septiembre, y en la decisiva batalla de Sarandí, acaecida el 12 de octubre y que tuvo como consecuencia la anexión temporal de la Banda Oriental a las Provincias Unidas del Río de la Plata. 
La difícil alianza entre Rivera y Lavalleja, no obstante, duró hasta que la Banda Oriental del Uruguay, tras eliminar su dependencia de Brasil y de las Provincias Unidas del Río de la Plata, que fueron sus poderosas aliadas en la denominada Guerra Argentino-brasileña (1825-1828), proclamó la independencia en 1828. 
Dos años después la Banda Oriental se dotó de una constitución republicana unitaria.

Rivera, que había combatido por su cuenta contra los brasileños en esa guerra, y cuya actividad bélica había sido de gran importancia a la hora de que el Imperio Brasileño reconociera la independencia definitiva de Uruguay, fue elegido primer presidente de la República el 24 de octubre de 1830 por la Asamblea General Legislativa, derrotando a Lavalleja, Gabriel Antonio Pereira y Joaquín Suárez. 
Asumió el cargo el 6 de noviembre de 1830. 

En diciembre de 1830, es firmado un acuerdo político a nivel gubernamental entre Gabriel A. Pereira (Ministro de Gobierno), José Ellauri (Ministro de Guerra y Marina) y Fructuoso Rivera (Presidente) para dar “cese” a las incursiones de los charrúas, expresando que ya se habían agotado todas las medidas que existían al alcance.

El 11 de abril de 1831, el entonces presidente Fructuoso Rivera convocó a los principales caciques charrúas -junto a sus mujeres y niños- a una reunión cerca del arroyo Salsipuedes, en el límite entre Tacuarembó y Paysandú.

La excusa era transmitirles que el Estado los necesitaba para cuidar la frontera. Allí los indios fueron sorprendidos por tropas gubernamentales al mando de Bernabé Rivera, sobrino del entonces presidente. 

La Masacre de Salsipuedes tuvo lugar en 1831 durante la presidencia de Fructuoso Rivera en Uruguay. La campaña fue organizada por Rivera para exterminar a los charrúas, un grupo indígena, acusándolos de atacar a los hacendados radicados en la campaña.

Por los registros históricos, sobresale que ni entre los propios hacendados existía un pleno consenso acerca de quiénes eran responsables por los robos masivos (como la denuncia del robo de 400 cabezas de ganado, del mismo mes que el acuerdo firmado), una vez que se admitía no saber quiénes eran, o señalar que podrían ser “anarquistas” acompañados de charrúas, o sólo charrúas, o portugueses.

En realidad debido al creciente dominio de los europeos y brasileños que compraron tierras uruguayas y su deseo de expandirse fue el motivo verdadero para exterminar la los grupos aborígenes.

 La campaña estuvo compuesta por tres ataques diferentes en tres lugares diferentes: "El Paso del Sauce del Queguay", "El Salsipuedes" y un pasaje conocido como "La cueva del Tigre". El informe oficial declaró un número de 40 charrúas asesinados y 300 hechos prisioneros.  Entre las tropas hubo nueve heridos y un muerto.

Luego los prisioneros fueron obligados a caminar 260 kilómetros hasta la ciudad de Montevideo, donde fueron vendidos como esclavos.

La Masacre de Salsipuedes fue una de las primeras medidas que tomó el nuevo Estado apenas un año después de asumir el primer gobierno constitucional, en respuesta a quejas y denuncias por robo de ganado por parte de los charrúas. 

El hecho marca un hito en la historia uruguaya, pues fue uno de los primeros actos de genocidio contra la población indígena. 

Se afirmó oficialmente que los charrúas estaban extintos después de que un grupo liderado por Bernabé Rivera, sobrino de Fructuoso Rivera, lanzara la campaña Salsipuedes. 

Sin embargo, algunos charrúas sobrevivieron y hoy luchan por mejores condiciones de vida y reconocimiento como pueblo indígena.

Conjunto escultórico a cielo abierto de Los últimos charrúas, Barrio Prado, Montevideo- Escultura de Prati, Edmundo / Furest, Gervasio / Lussich, Enrique


Casi dos años antes, Vaimaca Pirú, Senaqué, Tacuabé y Guyunusa habían llegado a Montevideo en calidad de prisioneros, luego de la masacre de Salsipuedes.

El 4 de diciembre de 1832, el francés François de Curel solicitó autorización al presidente Fructuoso Rivera para llevar a su país (Francia) un grupo de indios, con el objeto de presentárselos al Rey de Francia Louis Philippe y a fines antropológicos.

De Curel sostenía que sus objetivos eran puramente científicos, aunque la realidad era otra.

A Rivera, en realidad, lo mismo le daba; De Curel le ofrecía una buena excusa para quitárselos de encima, le dio su autorización redactando una hipócrita declaración que consignaba que los charrúas viajaban con él de forma voluntaria y que estaban dispuestos a permanecer con él en París durante un tiempo, a cambio de que se les proporcionara los medios necesarios para su subsistencia.

El 25 de febrero de 1833 partió el buque rumbo a Francia con 33 personas a bordo. Entre ellas se encontraban cuatro indígenas: el cacique Vaimaca Pirú (famoso lancero de Artigas), el joven Tacuabé (reconocido domador de caballos), el curandero Senaqué y su compañera Guyunusa.

En 1833, el pintor francés Amadeo Gras (Amiens, 1805 - Gualeguaychú, Entre Ríos República Argentina, 1871), establecido entonces en Buenos Aires, fue convocado para realizar los retratos del primer presidente constitucional del Uruguay, Brigadier General Fructuoso Rivera y de su esposa, Bernardina Fragoso.

El retrato de Bernardina formaba par con el de su esposo, siendo el único de los dos originales de Gras que se conserva en el museo.

Siguiendo la tradición del retrato europeo la figura aparece al centro mientras que al fondo, el espacio en perspectiva se prolonga en un paisaje imaginario, donde asoma un sol con amplios rayos que recuerdan el astro presente en los emblemas nacionales.

Durante los cuatro años de su inestable mandato, Lavalleja provocó una serie de rebeliones, pero ninguna tuvo éxito. 

Manuel Oribe

El 24 de octubre de 1834 Rivera fue sucedido interinamente por Carlos Anaya, a quien sustituyó en la alta magistratura el 1 de marzo del año siguiente Manuel Oribe, otro de los grandes dirigentes de la lucha independentista contra los brasileños, y ya en aquellas fechas el gran rival político de Rivera.

En 1836, tras encabezar Rivera un levantamiento para deponer a Oribe, estalló el enfrentamiento entre los seguidores de ambos; tres años más tarde, el conflicto daría lugar a la guerra civil conocida como Guerra Grande. Rivera se exilió en la ciudad brasileña de Río de Janeiro, dado que Oribe contaba con el apoyo del todopoderoso Juan Manuel de Rosas. 
Se formaron entonces el Partido Blanco (Partido Nacional), compuesto por los seguidores de Lavalleja y de Oribe; y el Partido Colorado, integrado por los partidarios de Rivera y defensor del liberalismo.

En 1838 Rivera derrocó a Oribe, pero el bonaerense Rosas siguió reconociendo al depuesto como presidente de Uruguay y le prestó todo su apoyo, desencadenando definitivamente la Guerra Grande. 
Rivera asumió la presidencia de la República el 11 de noviembre de 1838 y, si bien el 28 de febrero de 1839 resultó sustituido interinamente por Pereira, su victoria electoral le permitió volver al cargo constitucional el día 25 de marzo siguiente. Su mandato se prolongó hasta el 1 de marzo de 1843.


El 6 de diciembre de 1842 se produjo la batalla de Arroyo Grande provincia de Entre Ríos, Argentina.

Fue uno de los combates más grandes e importantes en las guerras civiles argentinas y uruguayas. Fue una victoria del ejército federal porteño-entrerriano, dirigido por el expresidente uruguayo, brigadier Manuel Oribe, sobre una alianza de colorados uruguayos y unitarios argentinos (porteños emigrados, correntinos y santafesinos), dirigidos por el presidente de ese país, brigadier Fructuoso Rivera.

Esta batalla terminó una de las más violentas guerras civiles en la Argentina, y comenzó la llamada Guerra Grande en el Uruguay.

La batalla se la considera como una de las más encarnizadas y sangrientas de la época. De la misma participan 8.000 hombres de Rivera y 9.000 de Oribe. Rivera es completamente derrotado viéndose obligado a abandonar el territorio de la provincia y cruzar el Uruguay para internarse en Brasil.

El dominio de Oribe, como consecuencia de esta operación, se hace absoluto en el interior del país.

Esta es una de las batallas fundamentales para la consolidación de la Confederación Argentina.


 

 Batalla de India Muerta - 27 de marzo 1845

Después de partir al exilio en 1845, debido al conflicto civil y, más concretamente, a su derrota en la batalla de India Muerta del 27 de marzo de ese año, José Fructuoso Rivera regresó a su país en 1846, pero fue nuevamente expulsado un año más tarde y se estableció en Río de Janeiro. 
Concluida la Guerra Grande, el caudillo colorado Venancio Flores, ministro de guerra, derrocó en septiembre de 1853 al presidente Juan Francisco Giró. Venancio Flores constituyó un triunvirato del que iban a formar parte el propio Flores, Lavalleja y Rivera. 



Muerte del General Fructuoso Rivera] : rancho Bartolo Silva [gráfico]


Pero cuando se dirigía hacia Montevideo para asumir el cargo, Rivera falleció junto al arroyo Conventos, cerca de la ciudad de Melo, el 13 de enero de 1854.

ESTUDIO DEL RETRATO DE RIVERA

Retrato de Rivera de Baldassare Verazzi

Pintura al óleo sobre tela del caudillo uruguayo, su dimensión real es de 106,6 cm x 87,0 cm, y pertenece a la colección del Museo Histórico Nacional de Montevideo. 
Realizado por el pintor italiano Baldassare Verazzi.
La imagen se complementa con una descripción a “Don Frutos”, como se solía llamarlo, realizada por Manuel Herrera y Obes, con las características principales de este caudillo.
“Id, y preguntad desde Canelones hasta Tacuarembó quién es el mejor jinete de la República, quién es el mejor baqueano, quién el de más sangre fría en la pelea, quién el mejor amigo de los paisanos, quién el más generoso de todos, quién en fin el mejor patriota, a su modo de entender la patria, y os responderán todos: el general Rivera.
Su reputación tradicional (...) no podría haber sido adquirida sino con una larga serie de servicios que estuviesen en armonía con el pensamiento de la campaña, su partido, su patria, su familia, su casa. 
Allí donde al vuelo de su caballo, él levantaba con las nubes de polvo, las nubes de hombres que se precipitaban a seguirlo. Allí hasta donde pasto de la tierra parecía conocerlo y adquirir condiciones propias para darle brújula entre la oscuridad de la noche, donde los ríos parecían esclavos de su mirada y levantaban las arenas de su fondo para dar paso a su caballo. Allí en fin desde toda la naturaleza, como los hombres, parecía sometida a la influencia mágica del caudillo”.
Manuel Herrera y Obes (1848). Tomado de: "El caudillismo y la revolución". En: Clásicos uruguayos, Tomo 110, págs. 38 y 42.

FUENTES:
http://www.biografiasyvidas.com/
http://es.wikipedia.org/
http://www.uruguayeduca.edu.uy

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