" Narradora de Sueños y Realidades Infantiles"
Graciela Beatriz Cabal nació el 11 de noviembre de 1939 en el barrio de Barracas, Ciudad de Buenos Aires.
Fue una destacada escritora
argentina de literatura infantil y juvenil, además de docente, editora y
periodista.
Formación: Fue maestra normal
y se graduó en Letras en la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Inicio profesional: Se
desempeñó como maestra y trabajó como editora en el Centro Editor de América
Latina (CEAL), siendo secretaria de redacción de numerosas colecciones.
Escritora: Publicó más de 60
libros destinados a niños, jóvenes y adultos, convirtiéndose en una gran
referente de la literatura infantil argentina del siglo XX.
Obras destacadas: Entre sus
obras más reconocidas están el libro infantil
"Jacinto" (1977),
que fue censurado durante la última dictadura cívico-militar argentina;
la serie "Cosas de
chicos" (1985, junto a Graciela Montes);
y "Secretos de
familia," que recibió el Premio Especial Ricardo Rojas en 1989.
Labor en fomento a la lectura:
Fue presidenta de la Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de Argentina
(ALIJA) entre 1993 y 1995, promoviendo la creación de bibliotecas escolares y
el acceso a la lectura en todo el país.
Periodismo y guionismo:
Colaboró escribiendo guiones para televisión, como en el ciclo "Argentina
Secreta."
Premio y reconocimientos: En
2004 recibió el Premio Konex - Diploma al Mérito por su labor en literatura
infantil. Fue también distinguida con premios nacionales e internacionales a lo
largo de su trayectoria.
Colaboración editorial y
cultural: Cofundó y codirigió la revista "La Mancha" entre 1996 y
1998, además de coordinar talleres y proyectos de lectura a nivel nacional y
local.
Murió el 23 de febrero de 2004
en Buenos Aires tras una larga enfermedad.
Graciela Cabal es recordada
por su compromiso con la promoción de la lectura, la defensa del papel social
de la mujer y por una obra literaria que combina humor e ironía para cuestionar
estereotipos sociales, destinada a lectores de todas las edades.
Su legado incluye una vasta
producción literaria y un fuerte aporte a la cultura educativa argentina.
UN CUENTO DE GRACIELA CABAL
Gatos eran
los de antes
Graciela Beatriz Cabal
Ilustraciones de Eugenia Nobati y Luciana Fernández
Gatos eran los de antes
Al
señor Achával
gatero
de Merlo
En el barrio de San
Cristóbal era cosa sabida: Flor, la gatita de tres colores, era una gatita muy
de su casa.
—¡Nada de andar por
ahí, callejean do! ¡Mirá que se va a enterar tu padre! —le repetía siempre su
mamá.
Pero no era necesario. Porque a Florcita, la calle... ni fu ni fa. Además ella a
su papá no le tenía miedo.
Entre otras cosas porque apenas si lo había visto
una que otra vez.
Sabía, eso sí, que su papá era un gato muy renombrado y muy valiente, que se había animado a entrar a la Casa el día que Florcita nació y que le había traído de regalo una lauchita a cuerda.
“Vengo a ver a mi hija”, dicen que dijo
aquella noche, mientras asomaba
su enorme cabezota amarilla por la puerta del patio.

Pero esa era historia pasada.
La cuestión es que Florcita a
su papá no le tenía ni un poquito de miedo.
“Pero, por otra parte”,
pensaba Florcita, “¿para qué voy a ir a la calle? ¿En la Casa no tengo todos
los días mi leche tibia? ¿No tengo mi almohadón peludo, justo al lado de la
ventana? Y sobre todo,
¿en la Casa no la tengo a mi
mamá? Sí señor: todo lo que necesito en la vida lo tengo en la Casa”.
Cacique
era un gato callejero. El más bravo de
todos
los gatos bravos del mercado de Pichincha.
Por
algo era Cacique, el Jefe.
Y
aunque Cacique era blanco, y aunque jamás
hablara
de su vida privada, se sabía de buena
fuente
que era hijo del Viudo, un gato negro y
pendenciero
que había llegado del Parque de los
Patricios.
—¡De
tal palo tal astilla! —decían las gatas cuando lo veían pasar a Cacique, rengo
y magullado, después de alguna gresca.
Cacique
comía salteado y ya ni se acordaba del gusto de la leche.
Pero
eso a él lo tenía sin cuidado.
Porque
Cacique no había nacido para la vida regalada.
Él había
nacido para el peligro y la aventura.
Y el
peligro y la aventura sólo se encuentran en la calle.
Estaba
escrito que, tarde o temprano, Cacique y
Flor
se conocerían. Porque a Cacique le gustaba
recorrer,
una y otra vez, las calles del barrio.
Y porque
Florcita se pasaba las horas mirando por
la ventana
de la casa.
Fue un
amor a primera vista, un verdadero flechazo.
Y los
amores a primera vista –dicen– cambian
mucho
la vida de los gatos.
Florcita
ya no se interesaba por su laucha a cuerda.
—¡Quiero
ver una laucha de verdad! —le había
gritado
a su mamá, que la miró asustada.
Florcita
ya no se conformaba con mirar la calle desde la ventana.
Y cada
día tenía los ojos más verdes y más brillantes.
Es
que, ya se sabe: el amor envalentona mucho a
las gatitas
de su casa.
Cacique
también andaba con el paso cambiado.
Ya no
encontraba ninguna diversión en perseguir
a los
gatos del baldío.
Ya no
le gustaba revolver los tachos de la basura.
Y varias
veces, casi sin dar se cuenta, había
ronroneando
mientras se restregaba contra las
piernas
de Don Victorio, el carnicero.


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