"El Negro" Fontanarrosa:
Creador de Inodoro Pereyra y
Boogie, el aceitoso"
Humorista gráfico y escritor argentino. Conocido como Roberto "El Negro" Fontanarrosa, fue uno de los referentes del dibujo humorístico en su país y uno de los más seguidos por los lectores de las publicaciones en las que aparecían sus chistes e historietas.
Berto y Rosita -como se los
conocía a sus padres- eran dos jóvenes basquetbolistas rosarinos que se
conocieron, obviamente, en una cancha de básquet: en el club Huracán, muy cerca
de donde vivirían. Cuando se casaron ella tenía 20, él 27.
Los Fontanarrosa eran de clase
media. Aunque los tiempos eran difíciles, vivían sin sobresaltos. Tampoco
sobraba nada.
Su padre vendía seguros de
vida. No tenía una gran vocación de sacrificio, pero tampoco una codicia
económica en una época donde la ambición no era una virtud si no un pecado
capital.
Su madre cumplía con el
mandato de ama de casa, mientras Berto, siempre trajeado, muy dado socialmente,
animador de fiestas, muy ocurrente, que impresionaba por su físico grandote, de
ojos azules, era más distante con sus hijos.
Durante su infancia vivió en el centro de la ciudad, en un antiguo edificio en Catamarca 1421 esquina con Corrientes.
Cuando él era pequeño, en su casa, que no era casa de intelectuales, había una pequeña biblioteca con una
colección de libros.
Fontanarrosa recuerda que eran chicos, de
tapa dura, que supongonía venían con la casa, porque nunca supo muy bien por qué
estaban ahí. Lo que más le atraía era mirar las figuritas.
Fue a la escuela primaria pública N° 60 “Mariano Moreno” está ubicada en calle Paraguay, a ocho cuadras de su casa natal.
Allí cursó la primaria, en el siglo pasado, una época en que había primero inferior y primero superior.
Rosita tuvo que enfrentar la rebelión escolar de su hijo cuando desde la cama
advertía que estaba “enfermo”, no estaba en condiciones de asistir a clases.
Armaba escándalos si no se lo consentía.
Llamaba a su madre para que lo fuera a buscar urgente a la escuela
por un dolor impredecible. “Era enfermo de timidez”, diagnosticó Rosita, quien
con paciencia infinita iba hasta la escuela, lo convencía de que tenía que
estar en clase y luego se quedaba un rato en el patio, ante el temor de que el
negrito insistiera con escapar.
En rigor, Fontanarrosa
resistía contra el orden establecido: la hora de ingreso a clase. ¿Por qué los
chicos tienen que ir tan temprano a la escuela, a las 6,30, con esos inviernos
largos y duros, en medio de un frío espantoso y de noche?
No aceptaba ese estilo de
vida... Mucho tiempo después se enteraría de que Carlos Gardel se levantaba a
las ocho de la noche... y era Gardel.
Desde entonces Fontanarrosa no paró de trabajar. Entre su enorme producción de humorista gráfico hay dos personajes que forman parte de la vida argentina: Inodoro Pereyra, el renegau (un gaucho que se rebela a todo, secundado por su perrito Mendieta) y el mercenario Boogie el aceitoso, en sus inicios una parodia a James Bond, pero más bien un Harry el Sucio demente.
Fontanarrosa recopiló viñetas sueltas en algunos volúmenes muy difundidos, como por ejemplo ¿Quién es Fontanarrosa?, Fontanarrisa, Fontanarrosa y los médicos, Fontanarrosa y la política, Fontanarrosa y la pareja, El sexo de Fontanarrosa, El segundo sexo de Fontanarrosa, Fontanarrosa contra la cultura, El fútbol es sagrado, Fontanarrosa de Penal, Fontanarrosa es Mundial y Fontanarrosa continuará, títulos en que es patente el amplio abanico de temas que abarcó su agudeza humorística y su habilidad para el comentario gráfico.
Además de recopilaciones de viñetas, publicó también cómics concebidos directamente como libros, como Los clásicos según Fontanarrosa, Semblanzas deportivas y Sperman. A ello hay que añadir los volúmenes que recogen las correrías y desventuras del gaucho Inodoro Pereyra. Publicadas desde 1972 en revistas de humor y, regularmente, en el periódico Clarín, las historias de Pereyra y su perro Mendieta fueron recopiladas en más de quince volúmenes. Una versión de dichas aventuras fue llevada al teatro en Buenos Aires en 1998, con un enorme éxito de público y de crítica. También las historias de Boogie el aceitoso se recogieron en doce volúmenes.
Inodoro Pereyra y Mendieta
Como literato, publicó numerosas recopilaciones de cuentos: El mundo ha vivido equivocado (1982), No sé si he sido claro (1986), Nada del otro mundo (1987)... Su dedicación al relato breve se intensificó en sus últimos años: El mayor de mis defectos (1990), Los trenes matan a los autos (1992), Uno nunca sabe (1993), La mesa de los Galanes (1995), Una lección de vida (1998), Te digo más... (2001), Usted no me lo va a creer (2003) y El rey de la milonga (2005).
Muchos de estos relatos, de innegable sabor popular, tienen por escenario el bar El Cairo, un establecimiento real entre cuya clientela era fácil encontrar, un día cualquiera, al Negro Fontanarrosa. Este conjunto narrativo es una completa antología de singularidades humanas, conductas y situaciones que van desde la parodia delirante al trazo más fino y certero. Escribió además algunas novelas, entre las que destacan Best Seller (una imaginativa y lúdica recreación de la peripecia de un mercenario sirio cuyo nombre da título a la obra), El área 18 y La gansada.
Aquejado de una enfermedad neurológica, en enero de 2007 Fontanarrosa anunció a sus lectores que su dolencia le impediría continuar dibujando con su propia mano, por lo que, a partir de aquel momento, contaría para poner en imágenes sus ideas con la colaboración de otros dibujantes, como Negro Crist (Cristóbal Reinoso) u Óscar Salas.
Cuando Fontanarrosa murió tenía apenas 62.
El 19 de julio de ese mismo año, Fontanarrosa falleció en Rosario, su ciudad natal, a consecuencia de esta enfermedad.
Lo velaron durante todo el día.
Asistieron escritores, historietistas, actores, dirigentes políticos, lectores.
Cuando lo trasladaron al cementerio, detrás de la limusina que llevaba el cuerpo, se formó una caravana larguísima de autos.
Como un rito sagrado, esa caravana frenó unos
minutos al pasar por el estadio de Rosario Central, club del cual era fanático
hasta las entrañas. Aplausos y bocinazos hasta el cielo.
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