Título : Autorretrato - Pedro Figari
Notas: Colección del Museo de Bellas Artes Juan Manuel Blanes, Montevideo, Uruguay. Proviene de: Museo de Bellas Artes Juan Manuel Blanes - Aparece en las colecciones: Acervo del Museo de Bellas Artes Juan Manuel Blanes - Obra de Pedro Figari
"He ido directamente a pintar sensaciones, en vez de pintar cosas: este es el secreto de mi pintura y lo que ha motivado la cordial acogida que se me ha hecho por parte de los intelectuales y artistas de todos los bandos.
Es precisamente la libertad asociativa la que hace florecer las emociones estéticas.
Se comprende entonces que la técnica de los copistas no basta para renovar las artes.
La renovación tiene que ser completita, esto es, de concepto y de forma a la vez."
Si bien Figari pintó una gran diversidad de temas es principalmente conocido por sus escenas campestres y ciudadanas, con una predominante presencia de los negros y sus candombes. He aquí el análisis de alguna de sus obras extraías de la página del Museo Figari.
Óleo sobre cartón
47x 62cm
1932
Colección de origen: Museo Histórico Nacional
Es el primer lío, la primera discusión entre los esposos. La flamante concubina, toda de blanco, en plena luna de miel, recrimina a su marido señalándole de frente. El esposo parece detenerse, como frenado por el gesto de la mujer: “Yo no fui”, nos imaginamos que le contesta. Lleva aún la galera y el traje que –toda la imagen nos induce a creer-, usó en la boda. En la época en que sucede la acción que nos describe Figari, en el Montevideo del siglo XIX, los negros vestían traje y galera sólo en las grandes ocasiones. De modo que la imagen nos transmite algo de la vergüenza que imaginamos sienten los protagonistas al discutir tan bien vestidos, cerca de sus habitaciones y ante tanto “público”.
Porque Figari los presenta en el centro del cuadro, mientras que los demás personajes giran a su alrededor ,“arriba y abajo”, como satélites más o menos atraídos por ese núcleo de gravedad. Los jóvenes casados son la “comidilla” del barrio y casi podemos imaginar los susurrantes “Mirá, mirá!” y los escuetos “No te metas”, que profieren los vecinos entre sí desde las escaleras y azoteas del conventillo. Hasta el perro “ladra” atraído por el bullicio. La escena está rematada por una luna llena que es indicio de nocturnidad, bella testigo que nos recuerda que la anécdota es acaso una fábula, una historia que sólo transcurre en el mundo de los sueños y los cuentos." Museo Pedro Figari
1932
Óleo sobre cartón
58,5 x 19 cm
Colección de origen: Museo Histórico Nacional
Son escasos, casi nulos, los apeos que la pareja lleva consigo al abandonar el campo por razones que desconocemos pero que es fácil intuir. Las luchas fraticidas en la joven república y la miseria de las condiciones de vida de las zonas rurales empujan al continuo movimiento de contingentes humanos y se ensañan con las clases empobrecidas.*
El artista dispone los elementos de la composición con maestría técnica y perspicacia psicológica. Cae la noche. Una luna turbulenta y el cielo cargado de nubes son los coloridos símbolos de aquello que los personajes abandonan (la naturaleza cruda), así como un presagio para los difíciles tiempos que vendrán.
La tristeza se advierte más en el cansino andar de los caballos que en el porte de las figuras humanas: “Son vivas, desgarbadas, crueles sus siluetas de caballos viejos y enflaquecidos […] La verdad que Figari pone en sus caballos no todos la perciben. Mas ella, acentuada en sus perfiles, como toda verdad artística, da del caballo, en la declinación de su vida, abandonado a su soledad, o en el auge de sus andanzas, una estampa de una penetrante realidad física, enriquecida por todas las otras verdades que Figari pone en sus cuadros.” (Herrera Mac Lean, Pedro Figari, Bs As, 1943)
Atrás van quedando el ombú, con su copa encrespada “moviéndose” al compás de las vertiginosas nubes, y la casa, cuyo frente discreto y noble hace pensar en una austeridad sin lamentos. Acaso el diminuto perro al centro de la composición, vivaracho y alerta, sea la expresión del sentimiento doméstico que perdura. Alma pequeña y alegre que concentra la energía de un futuro mejor.
* La cuestión de la vivienda rural fue un tema larga e intensamente tratado por Figari. En 1885 presentó su tesis sobre la Ley Agraria para obtener el grado de doctor en Jurisprudencia. Allí proponía una distribución equitativa de los terrenos fiscales en manos de latifundistas: “Las pequeñas propiedades no pueden prosperar al lado de las mayores, cuando se dedican a la misma industria [ganadería] y son absorbidas o cuando menos dominadas en su producción por los movimientos que ellas señalan”. (La ley Agraria, Montevideo, 1885)
Treinta años después, en una entrevista concedida y publicada en el diario La Razón, (21 de mayo de 1915) comparaba las condiciones del campo y la ciudad- (“La vida, hoy, no ofrece halagos para la gente del campo. Expuesta a todas las inclemencias y deficiencias de la vida primitiva, puede decirse; relegada a una mentalidad sólo conmovida por una instrucción teórica, cuyo alcance práctico ni pueden vislumbrar siquiera ¿con qué contar para que se opere una transformación de sus usos inveterados, si carecen de todo?”)" Museo de Figari
Óleo sobre cartón
60 x 80,5 cm
ca 1922-33Colección de origen: Museo Histórico Nacional
"El cuadro “Candombe” fue pintado probablemente en los años treinta, cuando Figari alcanzó la maestría en estos motivos, con un dominio pleno de sus recursos expresivos. La escena está planteada con un criterio escenográfico, los personajes bailan casi en su totalidad mirando al frente, como si lo hicieran para un público que los observa pasivo desde las butacas de un teatro. En cambio “ellos” están inmersos en la algarabía: en el centro uno se lleva las manos a la boca, como para hacerse oír por encima del repiquetear de los tambores. Junto a él vemos al Rey de la ceremonia, destacado con la banda roja que le cruza el pecho y la estirada galera. Sentado y a sus anchas, el Rey no puede ocultar una enorme sonrisa y un ademán de aprobación con sus brazos abiertos. Un poco más a su costado vemos a la Reina con un vistoso tocado de flameantes colores en su cabeza, y entrambos las figurillas de los tres reyes magos que señalan el apogeo de la fiesta: es 6 de enero. De allí que todos los personajes estén ataviados con lujosas prendas, los masculinos con levitas y galeras, y las mujeres con vestidos de ondulantes y abultadas faldas.
Desde el punto de vista plástico, este cuadro es una proeza de equilibrio entre la solidez arquitectónica de la composición y el movimiento sugerido de los cuerpos. Figari se sirve de las figuras danzantes como si fueran notas que estuviesen de pie sobre las líneas de un pentagrama. El cartón se divide en bandas horizontales que corresponden a los distintos planos de profundidad, si bien evita toda ilusión de perspectiva (líneas de fuga). En la banda inferior o piso se encuentra el mayor grupo de danzantes. Apenas más “atrás”, sobre una tarima, los reyes y músicos. En las tres ventanas que dan a la pared del “fondo” asoman rostros sonrientes. Los farolitos y los puntos oscuros del pretil dan ritmo secuenciado al conjunto. Con habilidad y ligereza de trazo, el artista dispone veinte figuras en un apretado contorno, distribuyéndolas de tal modo que ninguna oculta a otra y su gestualidad puede ser percibida con facilidad. Obra maestra de la opulencia colorista, tampoco se escatima aquí la paleta del pintor. Y, sin embargo, ningún color enturbia la armonía general, construida en base a contrastes certeramente administrados." Museo de Figari
“Los candombes empezaban en Navidad; su apogeo lo alcanzaba el día de Reyes, y duraban los tres domingos siguientes. La gran fiesta era el 6 de enero, día de San Baltasar, el Rey Negro de la leyenda bíblica. Duraban las fiestas tres días seguidos y tenía lugar la consagración del Rey. Antes de empezar las fiestas, recorrían la población solicitando dinero, levitas, galeras, cinturones, collares, cintas y todo cuanto pudiera servir para ataviar con lujo al Rey, así como, el salón apropiado para festejar el acontecimiento.
Como se les miraba con indulgencia y simpatía, las contribuciones llovían en abundancia […] Después eran las visitas protocolares de cortesía a las familias, recorriendo la ciudad, para terminar con la visita al Gobernador y autoridades, que los recibían deferentemente, haciéndoles toda clase de regalos. El Rey y la Reina eran negros ‘libertos’; no eran esclavos, cuyos oficios alternaban entre cocineros, lavanderas, planchadoras; todos servidores de buenas y distinguidas familias.
De tarde eran las fiestas en los candombes; duraban tres días, para lo cual los patrones concedían un permiso especial y éstos se entregaban al baile, tan incansables para el trabajo, como para el consagrado candombe.
Fuera, en el patio, se encontraban bancos colocados en cuadro; la concurrencia llegaba vestida con sus mejores galas; enaguas almidonadas, amplias polleras de percal y zaraza, mezclados con sedas de fuertes colores y perfumadas con la antigua Agua Florida. Muy señoronas y empaquetadas, las negras daban lo mejor de su legendaria cortesía, y recibían la visita de las familias que iban a saludar a sus servidores, a quienes habitualmente se les llamaba con el nombre de ‘tío’”.
Miguel Ángel Jaureguy. El Carnaval de Montevideo en el Siglo XIX, ediciones Ceibo. Montevideo, 1944.
Toque de oración condensa
mucho del lenguaje visual de Pedro Figari, y se siente casi como un ritual
visual que invita a la contemplación.
1. Paleta cromática y
atmósfera
Aunque se trata de una escena vespertina o nocturna, Figari trabaja con colores luminosos: rosados, ocres, celestes y toques de verde.
La luna en el cielo da pie a una atmósfera serena, pero no oscura ni dramática.
Es una noche viva, casi simbólica, más espiritual que realista.
Esta luz difusa unifica la escena y permite que el color hable
más del estado de ánimo que de la hora del día.
2. Composición y espacio
El espacio urbano está representado con sus casas alineadas y puertas abiertas, pero lo arquitectónico no domina: lo humano está en el centro.
Las figuras están agrupadas en el primer plano, formando un triángulo visual que dirige la mirada al acto de detenerse, escuchar o quizás rezar.
El hombre que saluda o bendice rompe la quietud, sugiriendo interacción y devoción.
Los perros—habituales en su
obra—refuerzan lo cotidiano, pero también aportan ritmo.
3. Tratamiento expresivo
La pincelada es suelta, incluso vibrante, especialmente en las zonas del muro rosado y el cielo.
No hay interés por el detalle fino, sino por la sugerencia emocional. Las figuras son síntesis de tipos sociales y gestos, más cercanas a una memoria afectiva que a la observación realista.
Esa cualidad casi etérea da la sensación de que
estamos presenciando un recuerdo colectivo, más que un momento puntual.
4. Sentido narrativo
Figari no pinta “costumbrismo” en el sentido pintoresco o decorativo. Hay un ritual invisible que organiza la escena: la oración como acto comunitario, el pueblo como tejido de vínculos.
El saludo del personaje a la derecha puede aludir al Ángelus o a un momento de recogimiento espiritual, en el que cada cual participa a su modo.
No hay
dramatismo, pero sí una profunda resonancia simbólica.
Este tipo de escenas tienen un eco con tu propio trabajo, donde lo histórico y lo emotivo dialogan con gestos sutiles y personajes corales. ¿Te tienta hacer una reinterpretación con tu estilo de lápices de colores o alguna escena similar inspirada en tu entorno? Podríamos explorar juntos cómo mantener esa atmósfera vibrante, pero con tus texturas tan cálidas.
Nocturno
El cuadro Nocturno de Pedro
Figari despliega muchas de las características que hacen única su pintura, y
tiene un encanto especial al abordar la noche, un tema que él trabajó con gran
sensibilidad.
Desde el punto de vista pictórico, se destacan los siguientes elementos:
Aunque la escena transcurre de noche, la paleta es cálida y vibrante, con ocres, rojizos y verdes que contrastan con el azul profundo del cielo.
Figari no utiliza una iluminación puntual realista, sino que logra una atmósfera nocturna por medio del color, logrando que la oscuridad conserve vida y dinamismo.
La luz parece emerger
desde dentro de la escena, como si la propia interacción humana iluminara el
entorno.
2. Composición
La disposición de los personajes bajo los árboles crea un núcleo visual.
A pesar de que las figuras no están definidas con precisión, su disposición sugiere conversación o convivencia.
Los árboles, con sus ramas amplias, actúan como un dosel protector, generando intimidad y recogimiento.
La horizontalidad del encuadre
refuerza la sensación de calma, típica del nocturno.
3. Tratamiento de la figura
En la tradición de Figari, las figuras humanas no tienen rasgos individualizados.
No busca el realismo ni el detalle anatómico, sino la evocación de una escena colectiva, casi soñada.
Las
posturas transmiten quietud, contemplación y un sentido de ritual compartido.
La pincelada suelta y pastosa es típica de Figari: no oculta el gesto, lo celebra.
Sus cuadros no están “terminados” en el sentido clásico, sino que conservan la energía del proceso.
Esto le da vitalidad a la imagen, como si el recuerdo o la memoria aún
estuviera en formación.
5. Carga simbólica y emocional
Aunque parezca una escena sencilla, evoca valores profundos: la reunión comunitaria, la noche como espacio de intimidad y pertenencia, la naturaleza en diálogo con lo humano.
Es
un nocturno no melancólico sino lleno de calidez y memoria.
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