Augusto Roa Bastos nació el 13 de
junio de 1917 en Asunción.
Fue un escritor, periodista y
guionista paraguayo. Está considerado como el autor más importante de Paraguay
y uno de los más destacados en la literatura latinoamericana.
Con un año de edad
Si bien nació en Asunción a los
pocos meses su familia se trasladó a Iturbe, un pequeño pueblo que pertenecía
al Distrito de Caazapá y que por decreto del poder ejecutivo pasó al Guairá, en
una cultura bilingüe entre el guaraní y el castellano, donde transcurrieron sus
primeros años.
Familia Paterna
Su padre, Lucio Roa, era un
hombre de carácter severo, de ascendencia española, ex-seminarista que trabajó
como maderero y como empleado en un ingenio azucarero.
Su madre, Lucía Bastos, de
ascendencia franco-portuguesa, era una mujer de carácter sensible y cultivada,
cantante aficionada y quien le proporcionó los primeros contactos con la
literatura, especialmente la Biblia y las obras de Shakespeare.
En esos primeros años, la
educación de Roa y sus hermanos estuvo a cargo de su padre, que construyó una
habitación que era utilizada como salón de clases, impartidas por él mismo.
A los 8 años fue enviado a
Asunción para completar su educación.
El escritor vivió con su tío
abuelo, el obispo Hermenegildo Roa, quien continuó alentando su vocación
lectora.
De él expresó Roa: «Para mí fue
mi verdadero padre. Era un sacerdote muy serio y austero, pero respaldaba la
educación de todos sus sobrinos y sobrinas que vivían en el interior.
Tenía libros que estaban prohibidos,
especialmente para un niño de mi edad: entre ellos de Rousseau y Voltaire. Me
decía que los leyera con mucho cuidado, pero por lo menos me dejaba hacerlo,
porque era un hombre razonable e inteligente».
Tras cursar primero en la escuela
pública República Argentina, fue enviado como pupilo al Colegio San José.
Allí lo encontró el estallido de
la Guerra del Chaco, que enfrentó a Paraguay con Bolivia, y de la que Roa quiso
participar junto con otros compañeros.
Fue destinado como auxiliar de
enfermería y aguatero, debido a su edad, experiencia que más tarde volcaría en
su novela Hijo de hombre.
La carrera literaria de Roa se
inició tempranamente, cuando a los trece años,1930, escribió, en coautoría con
su madre, una pieza teatral, La carcajada, que representaron en
diferentes pueblos a fin de recolectar donaciones para los soldados.
Dos años más tarde 1932, escribió
su primer relato, Lucha hasta el alba, que creyó perdido durante años
hasta que fue hallado y publicado en 1979.
Al término de la guerra se
desempeñó como empleado bancario y en diversos oficios, entre ellos, como
periodista del diario El País.
En 1942 se casó con Lidia Mascheroni, con quien tuvo tres hijos: Carlos Alberto (fallecido a los dos años), Mirta y Carlos.
El ruiseñor de la aurora
El mismo año publicó el poemario El
ruiseñor de la aurora, más tarde repudiado por el autor.
En el año 1944 formó parte del
grupo «Vy'a Raity» («El nido de la alegría» en guaraní), decisivo para la
renovación poética y artística de Paraguay en la década del 40, junto a autores
como Josefina Plá y Hérib Campos Cervera.
En 1945 pasó un año en Inglaterra
invitado por el British Council y como corresponsal de guerra de El País.
Allí entrevistó al general De
Gaulle y pasó a Francia y asistió como periodista a los juicios de Núremberg en
Alemania.
En 1947 un intento de golpe de Estado contra el dictador Higinio Morínigo inició un período de grave inestabilidad política, marcado por una guerra civil y una sucesión de presidentes débiles y gobiernos de facto, etapa que culminó en 1954 con la asunción del general Alfredo Stroessner, quien instauró una dictadura que se extendería por treinta y cinco años.
En este contexto, el ministro de
Hacienda Juan Natalicio González ordenó la captura de Roa Bastos, acusándolo de
comunista, pese a que el escritor no tenía ninguna militancia política.
González sentía una especial
inquina contra Roa, ya que tenía pretensiones literarias, y este había
ridiculizado sus escritos sobre historia de la cultura en el Paraguay, además
de haberse negado a saludarlo en una recepción oficial y haber publicado varios
artículos contrarios al gobierno.
Cuando la policía fue a buscarlo
a su casa, escapó escondiéndose en el tanque de agua durante dos días.
Tras permanecer tres meses como
refugiado en la embajada de Brasil, se estableció en Buenos Aires; allí publicó
la mayor parte de su obra.
Ya instalado en Argentina, debutó
como narrador en 1953 con el libro de cuentos El trueno entre las hojas,
donde ensaya un primer acercamiento al medio rural paraguayo, en el que la
cosmovisión guaraní convive con la explotación, la miseria y la violencia,
mostradas con un crudo naturalismo.
En el año 1958 inició su labor como guionista de cine, que no tardó en convertirse en su principal fuente de ingresos.
Llegó a firmar los guiones de
doce largometrajes, trabajando con jóvenes actores-directores como Armando Bó y
Lautaro Murúa y con directores más veteranos como Lucas Demare y Enrique
Carreras.
Al mismo tiempo, también hizo
amistad con escritores como Ernesto Sabato y Tomás Eloy Martínez.
Hijo de hombre
Hijo de hombre (1960) marcó el
comienzo del período más importante de su obra. En esta novela, el ambiente
campesino y el trasfondo de la mitología guaraní vuelven a estar presentes en
un trabajo mucho mejor logrado.
La obra se estructura a partir
de dos líneas narrativas: por un lado, el relato de Miguel Vera, protagonista y
narrador principal; por otro, relatos independientes entre sí pero que
complementan y explican hechos y personajes aludidos por Vera en su narración.
Ambientada en diferentes
localidades del interior del Paraguay (sobre todo Itapé y Sapukai), el arco
temporal abarca alrededor de treinta años, aludiendo a acontecimientos como la
Revolución de 1912 y la Guerra del Chaco (1932 - 1935).
Ganadora del Premio Internacional
de Novela de Losada en 1959, el Primer Premio Municipal y la Faja de Honor de
la SADE, la novela tuvo un buen recibimiento de la crítica y supuso el
reconocimiento de Roa Bastos como exponente de la nueva narrativa
hispanoamericana, en el marco del Boom latinoamericano.
No obstante, aunque reconoció la
calidad de los autores integrantes de este movimiento, Roa nunca se consideró
parte de él, como declaró en varias ocasiones, principalmente por su rechazo al
marketing editorial.
Amelia Nassi.
Por entonces, tras una breve
relación con Isabel Duarte, de la que nació su hijo Augusto, formó pareja con
la argentina Amelia Nassi.
Durante los años siguientes
continuó escribiendo relatos en los que incorporó una paulatina complejización
de los niveles textuales, aunque sin abandonar los temas y ámbitos de sus obras
anteriores.
Estos relatos fueron reunidos en
cuatro libros (El baldío, Los pies sobre el agua, Madera quemada y Moriencia),
tres de los cuales retoman textos ya publicados, en un gesto que la crítica ha
considerado como una forma de Roa Bastos de repensar su propia producción,
considerando su obra como un sistema textual donde los elementos pueden
adquirir connotaciones diferentes, en relación con el conjunto del que forman
parte.
La complejización de niveles
textuales finalmente cristalizaría en su segunda novela, Yo el Supremo (1974),
un proyecto que le tomó seis años de trabajo y lo agotó físicamente.
En esta obra, Roa Bastos recupera
la figura histórico-mítica de José Gaspar Rodríguez de Francia, padre de la
independencia paraguaya, que gobernó el país como Dictador Supremo entre 1814 y
1840, aislándolo del exterior.
A través de la voz del Supremo (y de otras
voces que se infiltran y acotan, discuten, contradicen, por medio de paratextos
como glosas y notas al pie), Roa Bastos hace una profunda y compleja reflexión
sobre el poder absoluto y el carácter del propio texto novelístico.
Considerada su obra maestra y una
cumbre de la literatura castellana, Yo el Supremo terminó de darle a Roa
el reconocimiento internacional y tuvo una excelente recepción de la crítica,
recibiendo elogios de escritores como Tomás Eloy Martínez («es uno de esos
grandes libros-madre a partir del cual nacerá la literatura de los años
venideros»), Ricardo Piglia («Si se quiere ver qué niveles puede alcanzar una
práctica revolucionaria en literatura, léase Yo El Supremo de Roa Bastos
Con el golpe de Estado de 1976, la obra fue prohibida por el dictador Jorge Rafael Videla y Roa aprovechó una invitación de la Universidad de Toulouse para exiliarse en Francia, donde permaneció como profesor de literatura latinoamericana y guaraní hasta 1996.
Allí conoció a su tercera pareja,
Iris Giménez, docente francesa hija de españoles, con quien tuvo tres hijos:
Francisco, Silvia y Aliria.
De sus años en Argentina dijo
más tarde: «Realmente nunca me sentí exiliado en Argentina, país en que me
habría gustado nacer si el Paraguay no hubiera existido.
Y Buenos Aires siempre fue para
mí y lo seguirá siendo hasta el fin de mis días la ciudad más hermosa del
mundo, intemporal, cosmopolita y mágica. Un puro espejismo sobre el vértigo
horizontal de la llanura pampeana. No comprenderé nunca por qué Borges se alejó
de ella para morir».
En 1982 apareció la versión
francesa de Hijo de hombre, con el título Fils d'homme y en traducción de su
esposa. Esta versión tiene notables cambios con la original aparecida veintidós
años antes, como incluir un capítulo nuevo y numerosas adiciones y supresiones
en varias partes del texto, además de una «Nota del autor» en la que este
teoriza sobre su "poética de las variaciones", que ya venía
desarrollando con la labor de reescritura de sus cuentos; esta revisión se
publicó en español un año después con nuevas modificaciones.
El 30 de abril de ese año, tras
ingresar a su país para registrar a su hijo Francisco, fue detenido, privado de
la nacionalidad paraguaya y deportado por el régimen de Stroessner a la ciudad
argentina de Clorinda, provincia de Formosa, con el argumento de difundir ideas
marxistas-leninistas en espacios educativos.
A raíz de este episodio, la crítica a la
dictadura stronista, hasta entonces velada, se volvería el tema central de sus
textos, tanto en sus artículos, en los que denunciaba sus crímenes y llamaba
«tiranosaurio» al dictador, como en sus últimas novelas.
Al mismo tiempo que desplegaba su
labor de denuncia, desde Europa se sucedieron las distinciones: en respuesta a
su deportación, el gobierno español le otorgó la ciudadanía honoraria por
méritos especiales en 1983,
En el año 1986 se le otorgó el
Premio de la Fundación Pablo Iglesias junto con Olof Palme;
mientras que en Francia se le
otorgó el Premio de los Derechos Humanos por su libro Récits de la nuit et de
l´aube, y el Gobierno le concedió la nacionalidad francesa.
No obstante, el reconocimiento
más importante le llegó en 1989, cuando fue anunciado como ganador del Premio
Cervantes, el más alto galardón de las letras castellanas.
El 3 de febrero de ese año un
levantamiento militar derrocó a Stroessner, poniendo fin al largo exilio de Roa
Bastos.
A principios de la década de 1990
adaptó Yo el Supremo al teatro.
Publicó una serie de novelas:
Vigilia
del Almirante (1992),
El fiscal (1993),
Contravida (1994)
y Madama Sui (1995).
Con excepción de la primera,
dedicada a la figura de Cristóbal Colón, todas ellas retoman los ambientes y
temas de obras anteriores, aunque centrados en la crítica al régimen stronista,
que se vuelve explícita, además de acentuar la presencia del discurso
feminista, otra constante de toda su obra que en estas novelas adquiere mayor
protagonismo.
Según Roa, El fiscal conforma una «trilogía
sobre el monoteísmo del poder» junto con sus dos primeras novelas; sin embargo,
pese a tener una buena recepción (Madama Sui obtuvo el Premio Nacional
de Literatura), ninguna de estas obras alcanzó la repercusión de aquellas.
En 1996, la Universidad de Alcalá
de Henares le ofreció una cátedra, idea que entusiasmó a Roa, al punto de que
incluso consideró instalarse en esa ciudad; sin embargo, finalmente decidió
radicarse definitivamente en su país, ya separado de su mujer, después de casi
cincuenta años de ausencia, con la idea de ayudar a los jóvenes y trabajar en
la difusión de la lectura desde una Fundación que planeaba crear con el dinero
del Cervantes.
Desde su retorno y hasta sus últimos
días escribió una columna de opinión en el diario Noticias de Asunción.
Ya octogenario, los problemas
cardiovasculares que Roa arrastraba desde la época de la escritura de Yo el
Supremo se agravaron.
Tras sufrir una serie de
episodios cardíacos a fines de 1998, fue trasladado a Buenos Aires, donde se le
practicó un baipás coronario en la Fundación Favaloro.
En 2003 visitó Cuba invitado por
Fidel Castro.
Durante su estadía fue objeto de
homenajes, siéndole otorgada la Medalla José Martí de parte del gobierno
cubano, en reconocimiento a su obra y su apoyo a la revolución.
A fines de marzo de 2005, los dos
hijos mayores de Roa presentaron una demanda contra Cesarina Cabañas, la
acompañante del escritor.
El juicio estuvo marcado por
acusaciones cruzadas entre la mujer y los familiares, quienes alegaron que
existían testimonios de que Cabañas dejaba encerrado a Roa, restringiendo las
visitas y desconectando el teléfono para evitar la comunicación con ellos,
además de haberle sustraído una fuerte suma de dinero en complicidad con
Alejandro Maciel, médico y secretario del escritor.
Cabañas fue finalmente condenada a seis años
de prisión, bajo los cargos de abandono de persona y robo agravado.
En 2010, la justicia le concedió
la libertad condicional.
Un mes más tarde, Roa Bastos fue
intervenido de urgencia en el sanatorio Santa Clara, por un traumatismo de
cráneo provocado por una caída en su domicilio.
Tras permanecer convaleciente
unos días, falleció el 26 de abril debido a un infarto, a los 87 años.
El Gobierno decretó tres días de duelo
nacional, durante los cuales el cuerpo del escritor fue velado en el Centro
Cultural del Cabildo de Asunción con honores de jefe de Estado.
Cumpliendo su testamento, sus restos fueron
cremados y sus cenizas depositadas en el panteón de sus padres del cementerio
de la Recoleta, en la capital paraguaya.
Dos obras en las que trabajaba
antes de fallecer se extraviaron: la novela Un país detrás de la lluvia
y el libro de aforismos de tono surrealista Los 1000 y un proverbios
rebeldes.
También se perdieron su primera
novela, Fulgencio Miranda, con la que obtuvo en 1941 el premio Ateneo
Paraguayo; La caspa, que escribió en su exilio en Francia y varias obras
de teatro y guiones de cine escritos en su exilio en Argentina.
El 23 de abril de 2017 se anunció
el hallazgo de las crónicas que Roa escribió para El País de Asunción durante
su estancia en la Inglaterra de posguerra, agrupadas bajo el título La
Inglaterra que yo vi, y que serán publicadas próximamente.
En 2011, el Congreso Nacional
aprobó una ley que autorizaba el traslado de las cenizas de Roa Bastos al
Panteón de Héroes Nacionales, iniciativa que tuvo el apoyo de los dos hijos del
autor residentes en el país, pero no de la familia residente en Francia, que
inició acciones legales para impedir lo que consideraban una contravención a su
voluntad.
Ante la polémica, el gobierno decidió
suspender la iniciativa.
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