Blog de Arinda

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jueves, 28 de diciembre de 2023

EL 28 DE DICIEMBRE - CUENTO DE PÍO BAROJA

NOVELISTA ESPAÑOL DE LA GENERACIÓN DEL 98


Pío Baroja Nessi nació en San Sebastián el 28 de diciembre de 1872.
Fue un escritor español de la llamada Generación del 98 y médico profesión que ejerció por muy breve tiempo.


El reloj
[Cuento. Texto completo]
Pío Baroja

"Porque todos sus días, dolores, y sus ocupaciones,  molestias, aún de noche su corazón no reposa."
-Eclesiastés

Hay en los dominios de la fantasía bellas comarcas en donde los árboles suspiran y los arroyos cristalinos se deslizan cantando por entre orillas esmaltadas de flores a perderse en el azul mar. 
Lejos de estas comarcas, muy lejos de ellas, hay una región terrible y misteriosa en donde los árboles elevan al cielo sus descarnados brazos de espectro y en donde el silencio y la oscuridad proyectan sobre el alma rayos intensos de sombría desolación y de muerte.

Y en lo más siniestro de esa región de sombras, hay un castillo, un castillo negro y grande, con torreones almenados, con su galería ojival ya derruida y un foso lleno de aguas muertas y malsanas.

Yo la conozco, conozco esa región terrible. Una noche, emborrachado por mis tristezas y por el alcohol, iba por el camino tambaleándome como un barco viejo al compás de las notas de una vieja canción marinera. 

Era una canción la mía en tono menor, canción de pueblo salvaje y primitivo, triste como un canto luterano, canción serena de una amargura grande y sombría, de la amargura de la montaña y del bosque. Y era de noche. De repente, sentí un gran terror. Me encontré junto al castillo, y entré en una sala desierta; un alcotán, con un ala rota, se arrastraba por el suelo.

Desde la ventana se veía la luna, que ilumina a con su luz espectral el campo yerto y desnudo; en los fosos se estremecía el agua intranquila y llena de emanaciones. 
Arriba, en el cielo, el brillante Arturus resplandecía y titilaba con un parpadeo misterioso y confidencial. En la lejanía las llamas de una hoguera se agitaban con el viento. 
En el ancho salón, adornado con negras colgaduras, puse mi cama de helechos secos. 
El salón estaba abandonado; un braserillo, donde ardía un montón de teas, lo iluminaba. Junto a una pared del salón había un reloj gigantesco, alto y estrecho como un ataúd, un reloj de caja negra que en las noches llenas de silencio lanzaba su tictac metálico con la energía de una amenaza.

«¡Ah! Soy feliz -me repetía a mí mismo-. Ya no oigo la odiosa voz humana, nunca, nunca.»

Y el reloj sombrío medía indiferente las horas tristes con su tictac metálico.

La vida estaba dominada; había encontrado el reposo. Mi espíritu gozaba con el horror de la noche, mejor que con las claridades blancas de la aurora.

¡Oh! Me encontraba tranquilo, nada turbaba mi calma; allí podía pasar mi vida solo, siempre solo, rumiando en silencio el amargo pasto de mis ideas, sin locas esperanzas, sin necias ilusiones, con el espíritu lleno de serenidades grises, como un paisaje de otoño.

Y el reloj sombrío medía indiferente las horas tristes con su tictac metálico. En las noches calladas una nota melancólica, el canto de un sapo me acompañaba.

-Tú también -le decía al cantor de la noche- vives en la soledad. En el fondo de tu escondrijo no tienes quien te responda más que el eco de los latidos de tu corazón.

Y el reloj sombrío medía indiferente las horas tristes con su tictac metálico.

Una noche, una noche callada, sentí el terror de algo vago que se cernía sobre mi alma; algo tan vago como la sombra de un sueño en el mar agitado de las ideas. 
Me asomé a la ventana. Allá en el negro cielo se estremecían y palpitaban los astros, en la inmensidad de sus existencias solitarias; ni un grito, ni un estremecimiento de vida en la tierra negra. Y el reloj sombrío medía indiferente las horas tristes con su tictac metálico.

Escuché atentamente; nada se oía. ¡El silencio, el silencio por todas partes! Sobrecogido, delirante, supliqué a los árboles que suspiraban en la noche que me acompañaran con suspiros; supliqué al viento que murmurase entre el follaje, y a la lluvia que resonara en las hojas secas del camino; e imploré de las cosas y de los hombres que no me abandonasen, y pedí a la luna que rompiera su negro manto de ébano y acariciara mis ojos, mis pobres ojos, turbios por la angustia de la muerte, con su mirada argentada y casta.

Y los árboles, y la luna, y la lluvia, y el viento permanecieron sordos. Y el reloj sombrío que mide indiferente las horas tristes se había parado para siempre.

FIN

ANALISIS DEL CUENTO

El cuento EL RELOJ presenta una atmósfera única y evocadora, explorando temas profundos y oscuros. La combinación de elementos simbólicos, personificaciones y la evolución emocional del protagonista contribuye a la riqueza y complejidad del relato.

 La historia comienza estableciendo un contraste entre las "bellas comarcas" de fantasía y una región "terrible y misteriosa". La descripción de los árboles suspirando y arroyos cristalinos en las comarcas bellas crea una imagen idílica, mientras que la región terrible se caracteriza por árboles descarnados y un castillo negro.

Esta dicotomía establece un tono oscuro y evocador.

El castillo negro y la región sombría pueden interpretarse simbólicamente como representaciones de la soledad, la muerte o la angustia existencial.

La sala desierta y el reloj gigantesco contribuyen a esta atmósfera ominosa.

La descripción de la canción como "triste como un canto luterano" y la referencia al alcotán arrastrándose por el suelo sugieren una personificación de la melancolía y la decadencia, creando una conexión emocional con el lector.

El tiempo desempeña un papel crucial en el cuento, especialmente a través del reloj sombrío.

El tictac metálico y su eventual detención para siempre simbolizan la percepción del protagonista sobre la eternidad y la inmutabilidad de la desesperación.

La naturaleza se utiliza para intensificar la atmósfera. La luna, los astros, el viento, la lluvia y los árboles contribuyen al escenario oscuro y melancólico.

La súplica del protagonista a estos elementos revela su desesperación y deseo de conexión.

La soledad, el terror existencial, la búsqueda de significado y la desesperación son temas recurrentes en la obra. El protagonista encuentra un extraño consuelo en la sala abandonada del castillo, pero este consuelo se ve amenazado cuando algo vago cierne sobre su alma.

El cuento incorpora elementos surrealistas, como la súplica a los elementos naturales y la sensación de algo vago acechando. Estos elementos contribuyen a la atmósfera onírica y perturbadora de la narrativa.

El protagonista pasa de embriagarse por sus tristezas y el alcohol a encontrar una extraña felicidad en el castillo. Sin embargo, esta tranquilidad se ve amenazada por la sensación vaga de terror, lo que sugiere una evolución emocional compleja.

La repetición del tictac metálico del reloj sombrío subraya el paso inexorable del tiempo y la constante presencia de la melancolía.

 


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