Fue un escritor español de la llamada Generación del 98 y médico profesión que ejerció por muy breve tiempo.
[Cuento. Texto completo]
Hay en los dominios de la fantasía bellas comarcas en donde los árboles suspiran y los arroyos cristalinos se deslizan cantando por entre orillas esmaltadas de flores a perderse en el azul mar.
Y en lo más siniestro de esa región de sombras, hay un castillo, un castillo negro y grande, con torreones almenados, con su galería ojival ya derruida y un foso lleno de aguas muertas y malsanas.
Yo la conozco, conozco esa región terrible. Una noche, emborrachado por mis tristezas y por el alcohol, iba por el camino tambaleándome como un barco viejo al compás de las notas de una vieja canción marinera.
Desde la ventana se veía la luna, que ilumina a con su luz espectral el campo yerto y desnudo; en los fosos se estremecía el agua intranquila y llena de emanaciones.
«¡Ah! Soy feliz -me repetía a mí mismo-. Ya no oigo la odiosa voz humana, nunca, nunca.»
Y el reloj sombrío medía indiferente las horas tristes con su tictac metálico.
La vida estaba dominada; había encontrado el reposo. Mi espíritu gozaba con el horror de la noche, mejor que con las claridades blancas de la aurora.
¡Oh! Me encontraba tranquilo, nada turbaba mi calma; allí podía pasar mi vida solo, siempre solo, rumiando en silencio el amargo pasto de mis ideas, sin locas esperanzas, sin necias ilusiones, con el espíritu lleno de serenidades grises, como un paisaje de otoño.
Y el reloj sombrío medía indiferente las horas tristes con su tictac metálico. En las noches calladas una nota melancólica, el canto de un sapo me acompañaba.
-Tú también -le decía al cantor de la noche- vives en la soledad. En el fondo de tu escondrijo no tienes quien te responda más que el eco de los latidos de tu corazón.
Y el reloj sombrío medía indiferente las horas tristes con su tictac metálico.
Una noche, una noche callada, sentí el terror de algo vago que se cernía sobre mi alma; algo tan vago como la sombra de un sueño en el mar agitado de las ideas.
Escuché atentamente; nada se oía. ¡El silencio, el silencio por todas partes! Sobrecogido, delirante, supliqué a los árboles que suspiraban en la noche que me acompañaran con suspiros; supliqué al viento que murmurase entre el follaje, y a la lluvia que resonara en las hojas secas del camino; e imploré de las cosas y de los hombres que no me abandonasen, y pedí a la luna que rompiera su negro manto de ébano y acariciara mis ojos, mis pobres ojos, turbios por la angustia de la muerte, con su mirada argentada y casta.
Y los árboles, y la luna, y la lluvia, y el viento permanecieron sordos. Y el reloj sombrío que mide indiferente las horas tristes se había parado para siempre.
FIN
ANALISIS DEL CUENTO
El cuento EL RELOJ presenta
una atmósfera única y evocadora, explorando temas profundos y oscuros. La combinación
de elementos simbólicos, personificaciones y la evolución emocional del
protagonista contribuye a la riqueza y complejidad del relato.
La historia comienza estableciendo un
contraste entre las "bellas comarcas" de fantasía y una región
"terrible y misteriosa". La descripción de los árboles suspirando y
arroyos cristalinos en las comarcas bellas crea una imagen idílica, mientras
que la región terrible se caracteriza por árboles descarnados y un castillo
negro.
Esta dicotomía establece un
tono oscuro y evocador.
El castillo negro y la región
sombría pueden interpretarse simbólicamente como representaciones de la soledad,
la muerte o la angustia existencial.
La sala desierta y el reloj
gigantesco contribuyen a esta atmósfera ominosa.
La descripción de la canción
como "triste como un canto luterano" y la referencia al alcotán
arrastrándose por el suelo sugieren una personificación de la melancolía y la
decadencia, creando una conexión emocional con el lector.
El tiempo desempeña un papel
crucial en el cuento, especialmente a través del reloj sombrío.
El tictac metálico y su
eventual detención para siempre simbolizan la percepción del protagonista sobre
la eternidad y la inmutabilidad de la desesperación.
La naturaleza se utiliza para
intensificar la atmósfera. La luna, los astros, el viento, la lluvia y los
árboles contribuyen al escenario oscuro y melancólico.
La súplica del protagonista a
estos elementos revela su desesperación y deseo de conexión.
La soledad, el terror
existencial, la búsqueda de significado y la desesperación son temas
recurrentes en la obra. El protagonista encuentra un extraño consuelo en la
sala abandonada del castillo, pero este consuelo se ve amenazado cuando algo
vago cierne sobre su alma.
El cuento incorpora elementos
surrealistas, como la súplica a los elementos naturales y la sensación de algo
vago acechando. Estos elementos contribuyen a la atmósfera onírica y
perturbadora de la narrativa.
El protagonista pasa de
embriagarse por sus tristezas y el alcohol a encontrar una extraña felicidad en
el castillo. Sin embargo, esta tranquilidad se ve amenazada por la sensación
vaga de terror, lo que sugiere una evolución emocional compleja.
La repetición del tictac
metálico del reloj sombrío subraya el paso inexorable del tiempo y la constante
presencia de la melancolía.
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