Blog de Arinda

OBJETIVO :En este Blog vas a encontrar mis producciones en pintura y escultura. Además, material recopilado a través de mi trabajo como maestra, directora e inspectora, que puede ser de interés para docentes y estudiantes magisteriales .

sábado, 16 de diciembre de 2023

16 DE DICIEMBRE DE 1770 NACÍA LUDWING VAN BEETHOVEN

EL Maestro de la

 musica QUE CONQUISto

EL SILENCIO



Ludwig van Beethoven nació en Bonn, el 16 de diciembre de 1770.
Fue un compositor, director de orquesta y pianista alemán. Su legado musical abarca, cronológicamente, desde el período clásico hasta inicios del romanticismo musical. Es uno de los compositores más importantes de la historia de la música y su legado ha influido de forma decisiva en la música posterior.
Considerado el último gran representante del clasicismo vienés (después de Christoph Willibald Gluck, Joseph Haydn y Wolfgang Amadeus Mozart), Beethoven consiguió hacer trascender la música del romanticismo, influyendo en diversidad de obras musicales del siglo xix.

Ludwig van Beethoven abuelo del músico

La familia de Ludwig van Beethoven era de condición modesta económicamente. Su abuelo paterno, llamado también Ludwig, era descendiente de una familia de campesinos y granjeros originarios de Brabante, en la región de Flandes (Bélgica), que se trasladaron a Bonn en el siglo XVIII. La partícula van de su nombre, contrario a lo que pudiera creerse, no posee orígenes nobles, mientras que Beethoven probablemente pudo haberse derivado de Betuwe, una localidad de Lieja, aunque otra hipótesis apunta a que el apellido proviene de Beeth, que quiere decir remolacha y Hoven, que es el plural de Hof, que significa granja. De esta forma, «Beethoven» vendría a significar «granjas de remolachas».

En marzo de 1733, su abuelo emigró a Bonn, en donde trabajó como director y maestro de capilla de la orquesta del príncipe elector de Colonia.
El 17 de septiembre de ese mismo año, contrajo matrimonio con Maria Josepha Phall, cuyos testigos fueron el organista van den Aeden y Johann Riechler.
 

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 Padres de Ludwig van Beethoven

El padre de Beethoven, Johann van Beethoven -nacido en el año 1740 -  era músico y tenor de la corte electoral. 
El 12 de noviembre de 1767, Johann se casó en la iglesia de San Remigio en Bonn con Maria Magdalena Keverich -nacida el 19 de diciembre de 1746- una joven viuda e hija de un cocinero de Tréveris. Por ese motivo, el matrimonio de sus padres contó con la oposición de su abuelo, que por aquel entonces ya era el prestigioso maestro de capilla de la corte y consideraba a la joven de una clase social inferior a la de su hijo.


 Casa natal de Beethoven

El matrimonio se trasladó al Nº 515 de la calle Bonngasse y dos años después, en 1769, nació su primer hijo, bautizado como Ludwig Maria van Beethoven. Sin embargo, apenas seis días después de su bautizo, el niño falleció.
El 17 de diciembre de 1770, fue bautizado su segundo hijo, Ludwig van Beethoven, en la iglesia de San Remigio de Bonn, con el nombre de «Ludovicus van Beethoven» según se describe en el acta de bautismo. Su fecha de nacimiento, generalmente aceptada como el 16 de diciembre de 1770, no cuenta con documentación histórica que pueda respaldarla.
Maria Magdalena tuvo aún cinco hijos más, de los que sólo sobrevivieron dos: Kaspar Anton Karl van Beethoven, bautizado el 8 de abril de 1774, y Nikolaus Johann van Beethoven, bautizado el 2 de octubre de 1776. Los biógrafos no tienen claras las fechas de nacimiento 

En el año 1773 cuando Ludwig tenía  tres años muere su abuelo quien  velaba y mantenía la familia.
El padre de Ludwing era alcohólico, lo que supuso que perdiera el puesto de director de la orquesta de Bonn —puesto heredado del abuelo Ludwig—, y la madre estaba frecuentemente enferma. Aunque la relación con Johann fuera más bien distante, Ludwig amaba mucho a su madre, a la que denominaba su «mejor amiga».

El desequilibrado ambiente familiar hizo de Ludwig un niño meditabundo, solitario y encerrado en sí mismo; con frecuencia, al no mostrar reacción alguna tras haber sido preguntado, respondía: "Estoy ocupado con un pensamiento muy bonito y no quiero ser molestado."

El padre de Beethoven estaba muy impresionado por el hecho de que Wolfgang Amadeus Mozart diese conciertos a los siete años y quería que su hijo siguiera sus pasos. Con la intención de hacer de Ludwig un nuevo niño prodigio, comenzó a enseñarle piano, órgano y clarinete a temprana edad.
Sin embargo, el estudio musical coartó el desarrollo afectivo del joven, que apenas se relacionaba con otros niños. En mitad de la noche, Ludwig era sacado de la cama para que tocara el piano a los conocidos de Johann, a quienes quería impresionar; esto causaba que estuviera cansado en la escuela. Ya era usual que dejara de asistir a clases y se quedara en casa para practicar música.

El 26 de marzo de 1778, cuando tenía siete años, Beethoven realizó su primera actuación en público en Colonia. Su padre afirmó que la edad de Ludwig era de seis años, para destacar, de esta manera, la precocidad de su hijo; por ello, siempre se creyó que Beethoven era más joven de lo que era en realidad.
Debido a que el talento musical y pedagógico de su padre era limitado, Ludwig comenzó a recibir clases de otros profesores. 

 Christian Gottlob Neefe maestro de Ludwing

Sus avances fueron significativos, sobre todo en la interpretación del órgano y la composición, guiado por músicos experimentados como Christian Gottlob Neefe. 
Neefe fue un profesor muy importante e influyente en su instrucción y supo valorar inmediatamente el nivel excepcional de Ludwig. Además de transmitirle conocimientos musicales, Neefe dio a conocer a Beethoven las obras de los pensadores más importantes, tanto antigüos como contemporáneos.

 Beethoven a los 13 años - Museo de Viena

En 1782, cuando contaba con once años de edad, Beethoven publicó su primera composición titulada Nueve variaciones sobre una Marcha de Ernst Christoph Dressler (WoO 63). 
Un año después 1783, Neefe escribió en la Revista de Música acerca de su alumno: «Si continúa así, como ha comenzado, se convertirá seguramente en un segundo Wolfgang Amadeus Mozart». 

Por recomendación de Neefe en junio de 1784 Maximilian Franz, el nuevo elector de Colonia (que habría de ser el último), nombró a Ludwig, que entonces contaba catorce años de edad, segundo organista de la corte, con un salario de ciento cincuenta guldens. El muchacho, por aquel entonces, tenía un aire severo, complexión latina (algunos autores la califican de «española» y recuerdan que este tipo de físico apareció en Flandes con la dominación española) y ojos oscuros y voluntariosos; a lo largo de su vida, algunos los vieron negros, y otros gris verdosos, siendo casi seguro que su tonalidad varió con la edad o con sus estados de ánimo.
 Este puesto le permitió frecuentar la música de los viejos maestros de capilla, además de facilitarle la entrada en nuevos círculos sociales, en los que se encontraban algunos de los que serían amigos suyos durante toda su vida, como la familia Ries, los von Breuning (en cuya casa conoció a los clásicos y aprendió a amar la poesía y la literatura), el violinista Karl Amenda o el doctor Franz Gerhard Wegeler (con quien años más tarde viajaría a Viena).

Beethoven encuentra una vía de escape de la presión familiar en 1787 cuando, con 17 años, marcha a la capital austriaca apoyado por su mecenas, el conde Ferdinand von Waldstein, quien sufraga los gastos del viaje y, lo más importante, le convence de sus posibilidades de éxito. 
Durante este viaje a Viena tuvo lugar un fugaz encuentro con Mozart. En relación a este encuentro, solo existen textos de discutible autenticidad.
Cuenta la anécdota que Mozart no creyó en las dotes improvisadoras del joven hasta que Ludwig le pidió a Mozart que eligiera él mismo un tema. 
Se dice que Mozart habría dicho: «Recuerden su nombre, este joven hará hablar al mundo».
Quizá Beethoven recordaría esa escena cuando, muchos años más tarde, otro muchacho, Liszt, solicitó tocar en su presencia en espera de su aprobación y aliento.


La madre de Ludwing murió de tuberculosis el 17 de julio de 1787 luego de padecer largos años enfermó gravemente.  Muerta a  los cuarenta años, su aspecto era el de una anciana.
Su padre le pidió por carta que regresara urgente a Bonn. 
Tras este hecho, su padre entró en una depresión y su dependencia del alcohol se incrementó, llegando a ser detenido y encarcelado por este hecho. 
Tras esto, el joven Ludwig tuvo que responsabilizarse de sus jóvenes hermanos y se vio obligado a mantenerlos, tocando el violín en una orquesta y dando clases de piano durante cinco años, mientras que su padre seguía preso. 

Tras la muerte de su madre, el joven Ludwig en Bonn sufrió mucho su ausencia. Mitigaron su sufrimiento y soledad el hecho de pertenecer al círculo de excelentes amigos que se reunían en la hospitalaria casa de los Breuning: Stefan y Eleonore von Breuning, a la que se sintió unido con una apasionada amistad, Gerhard Wegeler, su futuro marido y biógrafo de Beethoven, y el pastor Amenda. Ludwig compartía con los jóvenes Von Breuning sus estudios de los clásicos y, a la vez, les daba lecciones de música . 
Había corrido ya por Bonn (y tal vez este hecho le abriera las puertas de los Breuning) las alabanzas que Mozart había dispensado al joven intérprete con ocasión de su visita a Viena en la primavera de 1787. 

Su padre falleció finalmente el 18 de diciembre de 1792.  
Ese mismo año de 1792, el príncipe elector de Bonn volvió a financiarle un viaje a Viena.
El avance de las tropas francesas sobre Bonn y la estabilidad del joven Beethoven en Viena convirtieron lo que tenía que ser un viaje de estudios bajo la tutela musical de Haydn en una estancia definitiva. 
Allí, al poco de llegar, recibió la entusiasta protección del príncipe Lichnowsky, quien lo hospedó en su casa, y recibió lecciones de Johann Schenck, del teórico de la composición Albrechtsberger y del maestro dramático Antonio Salieri.
Allí, Beethoven recibió clases de composición con Joseph Haydn, de contrapunto con Johann Georg Albrechtsberger y Johann Baptist Schenk y de lírica con Antonio Salieri.

Su fama precoz como compositor de conciertos y graciosas sonatas, y sobre todo su reputación como pianista original y virtuoso le abrieron las puertas de las casas más nobles. La alta sociedad lo acogió con la condescendencia de quien olvida generosamente el origen pequeño burgués de su invitado, su aspecto desaliñado y sus modales asociales.
Durante este período tuvo varios duelos musicales con otros pianistas. 
El primero fue en 1792, durante un viaje con la orquesta de la corte, en el cual tocó con Franz Sterkel, ejecutando obras de dicho compositor. En 1800, tuvo lugar el famoso duelo (en el palacio de Lobkowitz) en el que Daniel Steibelt lo retó a que tocasen juntos. En dicha ocasión, Beethoven tomó partituras de una obra de este, modificándolas al mismo tiempo que las iba tocando, con tanta gracia que Steibelt declaró que no volvería a Viena mientras Beethoven viviera allí y abandonó la ciudad, radicándose en París.

Ludwing Beethoven 1804


 El príncipe Karl von Lichnowsky

  Baron Gottfried van Swieten

Con veinticuatro años publicó su primera obra importante: tres tríos para piano, violín y violonchelo (Opus 1) y el año siguiente, en 1795, realizó su primer concierto público en Viena como compositor profesional, en el que interpretó sus propias obras. 
Ese mismo año le propuso matrimonio a Magdalena Willman pero esta se negó. Posteriormente, realizó una gira por Praga, Dresde, Leipzig, Berlín y Budapest. 
En 1796 publicó tres sonatas para piano (Opus 2). 
La corte, la nobleza y la Iglesia vienesas acogieron la música de Beethoven y se convirtieron en mecenas y protectoras del joven músico. 
Eran frecuentes las disputas entre estos estamentos y el compositor, debido al carácter fuerte e impulsivo del músico, pero este hecho le hizo granjearse un gran respeto en la ciudad. 
Entre sus mecenas se encontraban personalidades como el príncipe Karl von Lichnowsky y el barón Gottfried van Swieten. 
Por esa época se desligó de Haydn, con el que no coincidía musicalmente pero a quien, a pesar de esto, dedicó los tres tríos.

En 1800, Beethoven organizó un nuevo concierto en Viena en el que realizó la presentación de su Primera Sinfonía. 

Su actividad musical iba en aumento y también impartió clases de piano entre las jóvenes aristócratas, con las que mantuvo romances esporádicos. 

 Condesa Giulietta Guicciardi

En 1801 y 1802 la progresión de su sordera, que Beethoven se empeñaba en ocultar para proteger su carrera de intérprete, fue tal que el doctor Schmidt le ordenó un retiro campestre en Heiligenstadt, un hermoso paraje con vistas al Danubio y los Cárpatos. 
Ello supuso un alejamiento de su alumna, la jovencísima condesa Giulietta Guicciardi, de la que estaba profundamente enamorado.
Obviamente, Beethoven no sanó y la constatación de su enfermedad le sumió, como es lógico que ocurriera en un músico, en la más profunda de las depresiones.

En una carta dirigida a su amigo Wegener en 1802, Beethoven había escrito: "Ahora bien, este demonio envidioso, mi mala salud, me ha jugado una mala pasada, pues mi oído desde hace tres años ha ido debilitándose más y más, y dicen que la primera causa de esta dolencia está en mi vientre, siempre delicado y aquejado de constantes diarreas. Muchas veces he maldecido mi existencia. Durante este invierno me sentí verdaderamente miserable; tuve unos cólicos terribles y volví a caer en mi anterior estado. Escucho zumbidos y silbidos día y noche. Puedo asegurar que paso mi vida de modo miserable. Hace casi dos años que no voy a reunión alguna porque no me es posible confesar a la gente que estoy volviéndome sordo. Si ejerciese cualquier otra profesión, la cosa sería todavía pasable, pero en mi caso ésta es una circunstancia terrible; mis enemigos, cuyo número no es pequeño, ¿qué dirían si supieran que no puedo oír?"

Para colmo, Giulietta, la destinataria de la sonata "Claro de luna", concertó su boda con el conde Gallenberg. La historia, que se repetiría años después con Josephine von Brunswick, debiera haber hecho comprender al orgulloso artista que la aristocracia podía aceptarle como enamorado e incluso como amante de sus mujeres, pero no como marido. El caso es que el músico creyó acabada su carrera y su vida y, acaso acariciando ideas de un suicidio a lo Werther, la famosa novela de juventud de Goethe, se despidió de sus hermanos en un texto ciertamente patético y grandioso que, de hecho, parecía más bien dirigido a sus contemporáneos y a la humanidad toda: el llamado Testamento de Heiligenstadt.

En él expresa su desesperación y disgusto ante la injusticia de que un músico pudiera volverse sordo, algo que no podía concebir ni soportar. Si bien pensó en el suicidio, pero la música y su fuerte convicción de que podía hacer una gran aportación al género hicieron que siguiera adelante. En dicho testamento escribió que sabía que todavía tenía mucha música por descubrir, explorar y concretar.


Beethoven hacia 1804, en la época de la Sonata Appassionata y de Fidelio. Decidido a «agarrar el destino por el cuello», compuso en el periodo de 1802 a 1812 una serie de obras brillantes y enérgicas características de su estilo «heroico». Oleo del pintor Joseph Willibrord Mähler (1778-1860)

 Lugar de estreno de "Fidelio" en Viena  el 20 de noviembre de 1805

Regresó a Viena en un estado de total postración y desaliño, donde reanudó sus clases particulares. La salvación moral vino de su fortaleza de espíritu, de su arte, pero también del benéfico influjo de sus dos alumnas, las hermanas Josephine y Therese von Brunswick, enamoradas a la vez de él. Parece ser que la tensión emocional del «trío» llegó a un estado límite en el verano de 1804, con la ruptura entre las dos hermanas y la clara oposición familiar a una boda. Therese, quien se mantuvo fiel toda su vida en sus sentimientos por el genio, lamentaría años más tarde su participación en el alejamiento de Ludwig y Josephine: «Habían nacido el uno para el otro, y, si se hubiesen unido, los dos vivirían todavía». 

  Therese de Brunsvick, que inspiró a Beethoven su Cuarta sinfonía.

La reconciliación tuvo lugar al año siguiente, y fue entonces Therese la hermana idolatrada por Ludwig. Pero ahora era el músico el que no se decidía a dar un paso definitivo y, en 1808, pese a que le había dedicado la Sonata, Op. 78, Therese abandonó toda esperanza de vida en común y se consagró a la creación y tutela de orfanatos en Hungría. Murió, canonesa conventual, a los ochenta y seis años.

Su música inicial, fresca y ligera, cambió para convertirse en épica y turbulenta, acorde con los tiempos revolucionarios que vivía Europa. Eran años en que las potencias monárquicas europeas se habían aliado para derrotar a la Francia revolucionaria. En una deslumbrante campaña en el norte de Italia, en la que el ejército austríaco fue derrotado, adquirió notoriedad Napoleón Bonaparte, que se convirtió en un ídolo entre los sectores progresistas. De esta época son la Sonata para piano Nº 8, llamada Patética, y la Sonata para piano Nº 14, llamada Claro de luna. Su Tercera Sinfonía, llamada "La Heroica", estaba escrita en un principio en «memoria de un gran hombre», Napoleón, que era visto en ese momento como un liberador de su pueblo. 

La mayoría de críticos, aun respetando la unidad orgánica de la obra de Beethoven, coinciden en señalar este período, de 1802 a 1815, como el de su madurez. 

Técnicamente consiguió de la orquesta unos recursos insospechados sin modificar la composición tradicional de los instrumentos y revolucionó la escritura pianística, amén de ir transformando poco a poco el dualismo armónico de la sonata en caja de resonancia del contrapunto. 
Pero, desde un punto de vista programático, el período de madurez de Beethoven se caracterizó por su empeño de superación titánica del dolor personal en belleza o, lo que es lo mismo, por su consagración del artista como héroe trágico dispuesto a enfrentarse y domeñar el destino.

Obras maestras de este período son, entre otras, el "Concierto para violín y orquesta en re mayor", "Op. 61" y el "Concierto para piano número 4", las oberturas de "Egmont" y "Coriolano", las sonatas "A Kreatzer"," Aurora" y "Appassionata, la ópera Fidelio y la "Misa en do mayor", "Op 86". 

Mención especial merecen sus sinfonías, que tanto pudieron desconcertar a sus primeros oyentes y en las que, sin embargo, su genio consiguió crear la sensación de un organismo musical, vivo y natural, ya conocido por la memoria de quienes a ellas se acercan por primera vez.

La tercera sinfonía estaba, en un principio, dedicada a Napoleón.

Cuando se declaró a sí mismo Emperador, Beethoven se enfureció y borró violentamente el nombre de Napoleón de la primera página de la partitura. "La Heroica" se estrenó finalmente el 7 de abril de 1805.  
(«¿Así pues -clamó-, también él es un ser humano ordinario? ¿También él pisoteará ahora los derechos del hombre?»). 



El drama del héroe convertido en titán llegó a su cumbre en la "Quinta Sinfonía", dramatismo que se apacigua con la expresión de la naturaleza en la sexta, en la mayor alegría de la "Séptima" y en la serenidad de la "Octava", ambas de 1812.


 Bettina Brentano

La gran crisis fue superada y se transmutó en la grandiosidad de su arte. Su situación económica, además, estaba asegurada gracias a las rentas concedidas desde 1809 por sus admiradores el archiduque Rudolf, el duque Lobkowitz y su amigo Kinsky o la condesa Erdödy. 

Pese a su carácter adusto, imprevisible y misantrópico, ya no ocultaba su sordera como algo vergonzante, y su vida sentimental, acaso sin llegar a las profundidades espirituales de su amor por Josephine y Therese, era rica en relaciones: Therese Maltati, Amalie Sebald y Bettina Brentano pasaron por su vida amorosa, siendo esta última quien propició el encuentro de Beethoven con su ídolo Goethe.



El encuentro en Teplice: al parecer, cuando Beethoven y Goethe paseaban por la alameda de este balneario, se encontraron a la emperatriz con su familia. El compositor siguió su paseo sin pararse a saludar. Esta imagen es una recreación posterior de Carl Rohling.

La relación fue decepcionante: el compositor reprochó a Goethe su insensibilidad musical, y el poeta censuró las formas descorteses de Beethoven. 

Es famosa en este sentido una anécdota, verdadera o no, que habría tenido lugar en verano de 1812: mientras se hallaba paseando por el parque de Treplitz en compañía de Goethe, vio venir por el mismo camino a la emperatriz acompañada de su séquito; el escritor, cortés ante todo, se apartó para dejar paso a la gran dama, pero Beethoven, saludando apenas y levantando dignísimamente su barbilla, dio en atravesar por su mitad el distinguido grupo sin prestar atención a los saludos que amablemente se le dirigían.

Audífonos especialmente confeccionados para él y encontró un inestimable colaborador en el recién inventado metrónomo, útil del que se sirvió para consolidar la arquitectura, el ritmo y la dinámica de sus obras. La sordera del maestro fue origen de alguna conmovedora anécdota, como la ocurrida tres años antes de su fallecimiento, con ocasión del estreno absoluto de su Novena Sinfonía: Beethoven se había atrevido a dirigirla y, cuando el último sonido del esplendoroso finale se extinguía, no se percató del aplauso atronador con que se le obsequiaba y permaneció de espaldas al público, ensimismado en sus pensamientos, hasta que uno de los solistas tocó delicadamente su brazo e hizo que se volviera; quizás por última vez, su rostro se iluminó expresando la más completa felicidad. En la imagen, los primeros audífonos que utilizó Beethoven. 

Beethoven había entablado contacto con el inventor Johann Mäzel, que le construyó varios instrumentos para ayudarlo con sus dificultades auditivas, como cornetas acústicas o un sistema para escuchar el piano. 
Su obra orquestal La victoria de Wellington fue compuesta en 1813 para ser interpretada con un panarmónico, otro de los inventos de Mäzel. Esta obra era un homenaje a la victoria sobre los ejércitos napoleónicos en la Batalla de Vitoria por parte del Duque de Wellington y alcanzó gran popularidad, además de volver verdaderamente famoso al compositor, lo que le procuró grandes ingresos. Sin embargo, él mismo la calificó como «basura» (no diría algo así de ninguna otra obra suya) y hoy está completamente olvidada. El invento de Mäzel que más impresionó al compositor fue el metrónomo, y escribió cartas de recomendación a editores y comenzó a realizar anotaciones en las partituras con los tiempos del metrónomo para que sus obras se interpretaran como él las había concebido. 
En esa época comenzaron los problemas económicos del compositor, ya que uno de sus mecenas, el príncipe Lobkowitz, sufrió una quiebra económica y el príncipe Kinsky falleció al caerse de su caballo, tras de lo cual sus herederos decidieron no pagar las obligaciones financieras que el príncipe había contraído con el músico.

En 1815 murió su hermano Karl, dejando un testamento de instrucciones algo contradictorias sobre la tutela del hijo: éste, en principio, quedaba en manos de Beethoven, quien no podría alejar al hijo de Johanna, la madre. Beethoven entregó de inmediato por su sobrino Karl todo el afecto de su paternidad frustrada y se embarcó en continuos procesos contra su cuñada, cuya conducta, a sus ojos disoluta, la incapacitaba para educar al niño. 

Hasta 1819 no volvió a embarcarse en ninguna composición ambiciosa. Las relaciones con Karl eran, además, todo un infierno doméstico y judicial, cuyos puntos culminantes fueron la escapada del joven en 1818 para reunirse con su madre o su posterior elección de la carrera militar, llevando una vida ciertamente escandalosa que le condujo en 1826 al previsible intento de suicidio por deudas de juego. Para Beethoven, el incidente colmó su amargura y su pública deshonra.


Ludwig van Beethoven (óleo de
Willibrord Joseph Mähler, 1815)
Desde 1814 dejó de ser capaz de mantener un simple diálogo, por lo que empezó a llevar siempre consigo un "libro de conversación" en el que hacía anotar a sus interlocutores cuanto querían decirle. Pero este paliativo no satisfacía a un hombre temperamental como él y jamás dejó de escrutar con desconfianza los labios de los demás intentando averiguar lo que no habían escrito en su pequeño cuaderno. 
Su rostro se hizo cada vez más sombrío y sus accesos de cólera comenzaron a ser insoportables. 
En la última etapa de su vida el mismo estado de abandono que tenía su apariencia física se trasladó a su domicilio, donde se amontonaban los restos de comida, los platos sucios y las partituras sin terminar. En medio de este caos daba Beethoven lecciones de piano a señoritas distinguidas, a muchachas de rostro sonrosado que se sentían al mismo tiempo turbadas y atraídas por tan indómito maestro.
       

Al mismo tiempo, Beethoven parecía dejarse llevar por la pendiente de un caos doméstico que horrorizaba a sus amigos y visitantes. Incapaz de controlar sus ataques de ira por motivos a veces insignificantes, despedía constantemente a sus sirvientes y cambiaba sin razón una y otra vez de domicilio, hasta llegar a vivir prácticamente solo y en un estado de dejadez alarmante. 
El desastre económico se sumó casi necesariamente al doméstico pese a los esfuerzos de sus protectores, incapaces de que el genio reordenara su vida y administrara sus recursos. El testimonio de visitantes de toda Europa, y muy especialmente de Inglaterra, es, en este sentido, coincidente. El propio Rossini quedó espantado ante las condiciones de incomodidad, rayana en la miseria, del compositor. Honesto es señalar, sin embargo, que siempre que Beethoven solicitó una ayuda o dispendio de sus protectores, austriacos e ingleses, éstos fueron generosos.


  Retrato del compositor, realizado por Joseph Karl Stieler en 1820.
 Físicamente, Beethoven no tenía nada de notable: era de mediana estatura, regordete y poco atractivo. Tan sólo su larga y salvaje cabellera llamaba la atención, aunque normalmente la llevaba desgreñada y mugrienta. Su aspecto le tenía sin cuidado; unos pantalones rotos y un raído frac eran su atuendo habitual, llegando en más de una ocasión a ser detenido en la calle por los gendarmes al ser confundido con uno de los muchos vagabundos que deambulaban por la ciudad. 
En la producción de este período 1815-1826, comparativamente más escasa, Beethoven se desvinculó de todas las tradiciones musicales, como si sus quebrantos y frustraciones, y su poco envidiable vida de anacoreta desastrado le hubieran dado fuerzas para ser audaz y abordar las mayores dificultades técnicas de la composición, paralelamente a la expresión de un universo progresivamente depurado. 
Si en su segundo período Beethoven expresó espiritualmente el mundo material, en este tercero lo que expresó fue el éxtasis y consuelo del espiritual. 
Es el caso de composiciones como la "Sonata para piano en mi mayor", "Op. 109, en bemol mayor", "Op. 110", y "en do menor, Op. 111", pero, sobre todo, de la "Missa solemnis", de 1823, y de la "Novena Sinfonía", de 1824, con su imperecedero movimiento coral con letra de la "Oda a la alegría" de Schiller.

"La Missa solemnis" pudo maravillar por su monumentalidad, especialmente en la fuga, y por su muy subjetiva interpretación musical del texto litúrgico; pero la apoteosis llegó con la interpretación de la "Novena Sinfonía", que aquel 7 de mayo de 1824 cerraba el concierto iniciado con fragmentos de la Missa solemnis. 

Beethoven, completamente sordo, dirigió orquesta y coros en aquel histórico concierto organizado en su honor por sus viejos amigos. 
Acabado el último movimiento, la cantante Unger, comprendiendo que el compositor se había olvidado de la presencia de un público delirante de entusiasmo al que no podía oír, le obligó con suavidad a ponerse de cara a la platea.

Retrato de Beethoven realizado en 1823
por Ferdinand Georg Waldmüller

El año siguiente todavía Beethoven afrontó composiciones ambiciosas, como los innovadores Cuartetos para cuerda, Op. 130 y 132, pero en 1826 el escándalo de su sobrino Karl le sumió en la postración, agravada por una neumonía contraída en diciembre. Sobrevivió, pero arrastró los cuatro meses siguientes una dolorosísima dolencia que los médicos calificaron de hidropesía (le torturaban con incisiones de dudosa asepsia) y que un diagnóstico actual tal vez habría calificado de cirrosis hepática.


Stephan von Breuning amigo de  Beethoven

Ningún familiar le visitó en su lecho de enfermo; sólo amigos como Stephan von Breuning, Schubert y el doctor Malfatti, entre otros. 

A las cinco de la tarde del 26 marzo de 1827 se levantó en Viena un fuerte viento que momentos después se transformaría en una impetuosa tormenta. 
En la penumbra de su alcoba, un hombre consumido por la agonía está a punto de exhalar su último suspiro. Un intenso relámpago ilumina por unos segundos el lecho de muerte. 
Aunque no ha podido escuchar el trueno que resuena a continuación, el hombre se despierta sobresaltado, mira fijamente al infinito con sus ojos ígneos, levanta la mano derecha con el puño cerrado en un último gesto entre amenazador y suplicante y cae hacia atrás sin vida. 
Un pequeño reloj en forma de pirámide, regalo de la duquesa Christiane Lichnowsky, se detiene en ese mismo instante. 
Ludwig van Beethoven, uno de los más grandes compositores de todos los tiempos, se ha despedido del mundo con un ademán característico, dejando tras de sí una existencia marcada por la soledad, las enfermedades y la miseria, y una obra que, sin duda alguna, merece el calificativo de genial.
 Sobre su escritorio se encontró la partitura de "Fidelio", el retrato de Therese von Brunswick, la miniatura de Giulietta Guicciardi y, en un cajón secreto, la carta de la anónima «Amada Inmortal».


 Representación de Franz Stober de los funerales de Beethoven.

Tumba de Beethoven en Viena. 

Tres días más tarde se celebró el multitudinario entierro, al que asistieron, de luto y con rosas blancas, todos los músicos y poetas de Viena. Hummel y Kreutzer, entre otros compositores, portaron a hombros el féretro. Schubert se encontraba entre los portadores de antorchas. 
El cortejo fue acompañado por cantores que entonaban los Equali compuestos por Beethoven para el día de Todos los Santos, en arreglo coral para la ocasión. 
En 1888 los restos fueron trasladados al cementerio central de Viena.

 HOMENAJES

Monumentos 

Hoy existen más de cien estatuas de Beethoven repartidas por el mundo. Solo la mitad de ellas se encuentran en Europa. En las últimas décadas, incluso Asia ha erigido monumentos en honor al compositor. “Mientras que las estatuas en Asia muestran cierta candidez al tratar de unir los estilos autóctonos orientales con el retrato tradicional de Beethoven, la vieja Europa busca recrear una nueva imagen del compositor”, dice Bettermann.

El monumento a Beethoven, emplazado en la Münsterplatz, fue inaugurado en agosto de 1845, en conmemoración del 75° aniversario del natalicio del compositor y con motivo del primer Festival Beethoven.
La realización de la estatua de bronce fue encomendada al escultor de la ciudad de Dresde, Ernst Hähnel, quien ganó el concurso convocado para este fin en 1840. La postura y el simbolismo de la figura caracterizan al "inspirado compositor”, quien con la mirada hacia lo alto parece recibir un pensamiento creador y estar presto para atraparlo con su estilo en el libro de partituras.
 
En la plaza de Beethoven (Beethovenplatz), muy cerca de la Ringstraβe (“el Ring”) se encuentra el monumento sedente de Ludwig van Beethoven.
El monumento, realizado en bronce, muestra a Beethoven sentado, altivo, contemplando la vida ciudadana y rodeado de figuras alegóricas de su Novena Sinfonía.
El monumento es obra del escultor Ernst Hähnel, el cual la realizó tras ganar el concurso convocado a tal efecto, y fue inaugurado en agosto de 1845, en el 75 aniversario del nacimiento del compositor.


  El monumento a Beethoven , que data de 1921, fue trabajado en bronce por el escultor Goldenbench. En el pedestal, a media altura, la cara del músico alemán y en lo alto un hombre en actitud suplicante a los pies de un ángel.

 El monumento a Beethoven en en la ciudad de Bonn

Bustos

En Ny Carlsberg Glyptotek, en Copenhagen hay un excepcional busto de marmol representando a Beethoven. Fue creado por  un escultor Frances, Eugène Guillaume   (1822-1905).
Eugéne Guillaume, ganó el Gran Premio de Roma, en 1845 y entonces se convirtió en miembro de muchas academias durante la década de 1860.  Fue finalmente elegido para la Academia Francesa en 1898.
Sus obras pueden ser encontradas en toda Francia.  En Paris: Invalides, Jardin du Luxembourg, Musée du Louvre, Opéra, Collège de France ; en Marsella : Prefectura y Catedral ; también en Dijón, Avignon, etc.
Este busto de Beethoven tiene un metro de alto.


Imagen del busto de Beethoven, en el Parque Independencia de Rosario, del escultor Erminio Blotta. Foto de Luis A.Blotta.

Sellos postales
 










 Museo

 

 Interior de la casa natal del compositor en Bonn, hoy convertida en museo.



A comienzos de los años ’20 del siglo XIX el gran compositor Beethoven vivió en el pueblo de Baden, un antiguo pueblo en las afueras de Viena. Aquí, en 1821, estuvo trabajando arduamente en la composición de muchas obras, entre ellas la Missa Solemnis, pero un año después, en 1822 comenzó la que sería una de sus piezas mas proclamadas, la Novena Sinfonía. De hecho aquí en baden Beethoven fue muy fructífero y por eso el pueblo lo recuerda mucho.

La casa se ha conservado y hoy es un pequeño museo, a Beethoven Haus, y en sus habitaciones se guarda una extensa memorabilia sobre el compositor. Hay documentos, arte y partituras que recorren la vida del genio. La casa tiene tres habitaciones y está sobre la calle Rathausgasse. El artista visitó 15 veces Baden a lo largo de su vida así que era casa un ciudadano más de este pequeño y pintoresco pueblo de orígenes romanos.



FUENTES:


1 comentario:

Marta dijo...

¡Me ha encantado el artículo! Hace un tiempo estuve visitando Bonn, la ciudad natal de Beethoven y al descubrir tu artículo me he vuelto a sentir con ganas de conocer más sobre él. Muchas gracias por crear contenido así, te dejo un enlace a mi artículo sobre Bonn, por si viajas por la ciudad: http://hazteviajero.com/turismo-que-ver-y-hacer-en-bonn-en-un-dia/