EL MÁS GRANDE GENIO DE
LA HISTORIA CIENTÍFICA
El parto fue prematuro
aparentemente y nació tan pequeño que nadie pensó que lograría vivir mucho
tiempo. Su vida corrió peligro por lo menos durante una semana.
Fue bautizado el 1 de enero de
1643, 12 de enero en el calendario gregoriano.
Sus padres fueron Isaac Newton
y Hannah Ayscough, dos campesinos puritanos.
La casa donde nació y vivió
hasta su juventud se ubica en el lado oeste del valle del río Witham, más abajo
de la meseta de Kesteven, en dirección a la ciudad de Grantham. Es de piedra
caliza gris, el mismo material que se encuentra en la meseta. Tiene forma de
una letra T gruesa en cuyo trazo más largo se encuentran la cocina y el
vestíbulo, y la sala se halla en la unión de los dos trazos.
Su entrada es descentrada y se
ubica entre el vestíbulo y la sala, y se orienta hacia las escaleras que
conducen a los dos dormitorios del piso superior.
No llegó a conocer a su padre,
pues había muerto en octubre de 1642.
Cuando su madre volvió a casarse
con Barnabás Smith, este no tenía intención de cargar con un niño ajeno de tres
años, por lo que lo dejó a cargo de su abuela materna, Margery Ayscough (de
soltera Blythe), con quien vivió hasta la muerte de su padrastro en 1653.
A Newton no le agradaba su
padrastro y mantenía cierta enemistad hacia su madre por casarse con él, como
lo revela esta entrada en una lista de pecados cometidos hasta los 19 años:
"Amenazar a mi padre y a mi madre Smith con quemarlos a ellos y a la casa
que los cubre".
La madre de Newton tuvo tres
hijos (Mary, Benjamin y Hannah) de su segundo matrimonio.
Este fue posiblemente un hecho traumático para Isaac; constituía la pérdida de la madre no habiendo conocido al padre. A su abuela nunca le dedicó un recuerdo cariñoso y hasta su muerte pasó desapercibida. Lo mismo ocurrió con el abuelo, que pareció no existir hasta que se descubrió que también estaba presente en la casa y correspondió al afecto de Newton de la misma forma: lo desheredó.
Cuando Newton contaba doce
años, su madre, otra vez viuda, regresó a Woolsthorpe, trayendo consigo la
sustanciosa herencia que le había legado el segundo marido (y de la que Newton
se beneficiaría a la muerte de ella en 1679), además de tres hermanastros para
Isaac, dos niñas y un niño.
Un año más tarde el joven
Newton fue inscrito en la King's School de la cercana población de Grantham donde
enseñaban latín y griego antiguo y probablemente le impartió una importante
base de matemáticas.
Hay testimonios de que, en los
años que allí pasó alojado en la casa del farmacéutico, se desarrolló su poco
usual habilidad mecánica, que ejercitó en la construcción de diversos
mecanismos (el más citado es un reloj de agua) y juguetes (las famosas cometas,
a cuya cola ataba linternas que por las noches asustaban a sus convecinos).
También se produjo un importante cambio en su carácter: su inicial indiferencia por los estudios, surgida probablemente de la timidez y el retraimiento, se trocó en un feroz espíritu competitivo que le llevó a ser el primero de la clase, a raíz de una pelea con un compañero de la que salió vencedor.
Newton fue un muchacho
«sobrio, silencioso, meditativo», que prefirió construir utensilios para que
las niñas jugaran con sus muñecas a compartir las diversiones de los demás
muchachos, según el testimonio de una de sus compañeras femeninas infantiles,
la cual, cuando ya era una anciana, se atribuyó una relación sentimental
adolescente con Newton, la única que se le conoce con una mujer.
Sin duda, fue en esos años
cuando se forjó el carácter reservado, en cierta medida paranoico,
hipersensible y vengativo que Newton mostraría toda su vida.
En octubre de 1659, cumplidos
los dieciséis años, su madre lo hizo regresar a casa para que empezara a
ocuparse de los asuntos de la heredad.
Un viejo sirviente de
confianza recibió la tarea de enseñarle todas las habilidades necesarias, pero
Newton nunca puso su corazón en el trabajo.
Construía un molino de agua en
el arroyo -completo con presas y compuertas- mientras sus ovejas sin vigilar
invadían los campos de maíz del vecino. Su curiosidad, era ilimitada en asuntos
de ciencias e invenciones, pero no se extendía hasta la agricultura.
Newton no se
mostró en absoluto interesado por asumir sus responsabilidades como
terrateniente; su madre, aconsejada por el maestro de Newton y por su propio
hermano, accedió a que regresara a la escuela para preparar su ingreso en la
universidad.
Finalmente, en junio de 1661,
Newton fue admitido en el Trinity College de Cambridge, y se matriculó como
fámulo, ganando su manutención a cambio de servicios domésticos, pese a que su
situación económica no parece que lo exigiera así.
Allí empezó a recibir una educación convencional en los principios de la filosofía de Aristóteles (por aquel entonces, los centros que destacaban en materia de estudios científicos se hallaban en Oxford y Londres).
En 1663 se despertó su interés por las
cuestiones relativas a la investigación experimental de la naturaleza, que
estudió por su cuenta.
Fruto de esos esfuerzos independientes
fueron sus primeras notas acerca de lo que luego sería su cálculo de fluxiones,
estimuladas quizá por algunas de las clases del matemático y teólogo Isaac
Barrow.
Sin embargo, Newton hubo de
ser examinado por Barrow en 1664 al aspirar a una beca, y no consiguió entonces
inspirarle ninguna opinión especialmente favorable.
Al declararse en Londres la
gran epidemia de peste de 1665, Cambridge cerró sus puertas y Newton regresó a
Woolsthorpe.
En marzo de 1666 se
reincorporó al Trinity, que de nuevo interrumpió sus actividades en junio al
reaparecer la peste, y no reemprendió definitivamente sus estudios hasta abril
de 1667.
En una carta publicada
póstumamente, el propio Newton describió los años de 1665 y 1666 como su «época
más fecunda de invención», durante la cual «pensaba en las matemáticas y en la
filosofía mucho más que en ningún otro tiempo desde entonces».
El método de fluxiones, la teoría de los colores y las primeras ideas sobre la atracción gravitatoria, relacionadas con la permanencia de la Luna en su órbita en torno a la Tierra, fueron los logros que Newton mencionó como fechados en esos años, y él mismo se encargó de propagar, también hacia el final de su vida, la anécdota que relaciona sus primeros pensamientos sobre la ley de la gravedad con la observación casual de una manzana cayendo de alguno de los frutales de su jardín.
Un
grabado en madera de los famosos pasos de Newton bajo el manzano.
Voltaire fue el encargado de divulgar en letra impresa la historia, que conocía por la sobrina de Newton.
A su regreso definitivo a
Cambridge, Newton fue elegido miembro becario del Trinity College en octubre de
1667, y dos años más tarde sucedió a Barrow en su cátedra.
Durante sus primeros años de
docencia no parece que las actividades lectivas supusieran ninguna carga para
él, ya que tanto la complejidad del tema como el sistema docente tutorial
favorecían el absentismo a las clases.
Por esa época, Newton redactó
sus primeras exposiciones sistemáticas del cálculo infinitesimal, que no se
publicaron hasta más tarde.
En 1664 o 1665 había hallado
la famosa fórmula para el desarrollo de la potencia de un binomio con un
exponente cualquiera, entero o fraccionario, aunque no dio noticia escrita del
descubrimiento hasta 1676, en dos cartas dirigidas a Henry Oldenburg,
secretario de la Royal Society; el teorema lo publicó por vez primera en 1685
John Wallis, el más importante de los matemáticos ingleses inmediatamente
anteriores a Newton, reconociendo debidamente la prioridad de este último en el
hallazgo.
El procedimiento seguido por
Newton para establecer la fórmula binomial tuvo la virtud de hacerle ver el
interés de las series infinitas para el cálculo infinitesimal, legitimando así
la intervención de los procesos infinitos en los razonamientos matemáticos y
poniendo fin al rechazo tradicional de los mismos impuestos por la matemática
griega.
La primera exposición
sustancial de su método de análisis matemático por medio de series infinitas la
escribió Newton en 1669.
Barrow conoció e hizo conocer el texto, y
Newton recibió presiones encaminadas a que permitiera su publicación, pese a lo
cual (o quizá precisamente por ello) el escrito no llegó a imprimirse hasta
1711.
Tampoco en las aulas divulgó
Newton sus resultados matemáticos, que parece haber considerado más como una
herramienta para el estudio de la naturaleza que como un tema merecedor de
atención en sí.
El capítulo de la ciencia que
eligió tratar en sus clases fue la óptica, a la que venía dedicando su atención
desde que en 1666 tuviera la idea que hubo de llevarle a su descubrimiento de
la naturaleza compuesta de la luz.
Réplica
del telescopio de Newton
En febrero de 1672 presentó a
la Royal Society su primera comunicación sobre el tema, pocos días después de
que dicha sociedad lo hubiera elegido como uno de sus miembros en
reconocimiento de su construcción de un telescopio reflector.
Isaac Newton descubrió la dispersión cromática de la luz: explicó que estaba compuesta de todos los colores.
La comunicación de Newton
aportaba la indiscutible evidencia experimental de que la luz blanca era una
mezcla de rayos de diferentes colores, caracterizado cada uno por su distinta
refrangibilidad al atravesar un prisma óptico.
Newton consideró, con
justicia, que su descubrimiento era «el más singular, cuando no el más
importante, de los que se han hecho hasta ahora relativos al funcionamiento de
la naturaleza».
Pero sus consecuencias
inmediatas fueron las de marcar el inicio de un periodo de cuatro años
(1672-1676) durante los que, como él mismo le escribió a Leibniz en diciembre
de 1675, «me vi tan acosado por las discusiones suscitadas a raíz de la
publicación de mi teoría sobre la luz, que maldije mi imprudencia por apartarme
de las considerables ventajas de mi silencio para correr tras una sombra».
El contraste entre la
obstinación con que Newton defendió su primacía intelectual allí donde
correspondía que le fuese reconocida (admitiendo sólo a regañadientes que otros
pudieran habérsele anticipado), y su retraimiento innato que siempre le hizo
ver con desconfianza la posibilidad de haberse de mezclar con el común de los
mortales, es uno de los rasgos de su biografía que mejor parecen justificar la
caracterización de su temperamento como neurótico; un diagnóstico que la
constatación de sus traumas infantiles no ha hecho más que abonar, y que ha
encontrado su confirmación en otras componentes de su personalidad como la
hipocondría o la misoginia.
El primero en oponerse a sus
ideas en materia de óptica fue Robert Hooke, a quien la Royal Society encargó
que informara acerca de la teoría presentada por Newton.
Hooke defendía una concepción
ondulatoria de la luz, frente a las ideas de Newton, precisadas en una nueva
comunicación de 1675 que hacían de la luz un fenómeno resultante de la emisión
de corpúsculos luminosos por parte de determinados cuerpos.
La acritud de la polémica determinó que Newton
renunciara a publicar un tratado que contuviera los resultados de sus
investigaciones hasta después de la muerte de Hooke y, en efecto, su Óptica no
se publicó hasta 1704. La obra máxima de Newton, Principios matemáticos de la
filosofía natural, vería la luz mucho antes.
En 1676 Newton renunció a
proseguir la polémica acerca de su teoría de los colores y, por unos años, se
refugió de nuevo en la intimidad de sus trabajos sobre el cálculo diferencial y
en su interés (no por privado menos intenso) por dos temas aparentemente
alejados del mundo sobrio de sus investigaciones sobre la naturaleza: la
alquimia y los estudios bíblicos.
La afición de Newton por la
alquimia (John Maynard Keynes lo llamó «el último de los magos») estaba en
sintonía con su empeño por trascender el mecanicismo de observancia
estrictamente cartesiana que todo lo reducía a materia y movimiento y llegar a
establecer la presencia efectiva de lo espiritual en las operaciones de la
naturaleza.
Newton no concebía el cosmos como la creación de un Dios que se había limitado a legislarlo para luego ausentarse de él, sino como el ámbito donde la voluntad divina habitaba y se hacía presente, imbuyendo en los átomos que integraban el mundo un espíritu que era el mismo para todas las cosas y que hacía posible pensar en la existencia de un único principio general de orden cósmico.
Esa búsqueda de la unidad en
la naturaleza por parte de Newton fue paralela a su investigación de la verdad
originaria a través de las Sagradas Escrituras, rastreo que hizo de él un
convencido antitrinitario y que seguramente influyó en sus esfuerzos por
conseguir la dispensa real de la obligación de recibir las órdenes sagradas
para mantener su posición en el Trinity College.
En 1679 Newton se ausentó de
Cambridge durante varios meses con motivo de la muerte de su madre; a su
regreso; en el mes de noviembre, recibió una carta de Robert Hooke, por
entonces secretario de la Royal Society, en la que intentaba persuadirle de que
restableciera su contacto con la institución y le sugería la posibilidad de
hacerlo comentando las teorías del propio Hooke acerca del movimiento de los
planetas.
Como resultado, Newton reemprendió
una correspondencia sobre el tema que, con el tiempo, habría de desembocar en
las reclamaciones de prioridad de Hooke respecto a la formulación de la ley de
la atracción gravitatoria. Por el momento, su efecto fue el de devolverle a
Newton su interés por la dinámica y hacerle ver que la trayectoria seguida por
un cuerpo que se moviera bajo el efecto de una fuerza inversamente proporcional
al cuadrado de la distancia tendría forma elíptica (y no sería una espiral,
como Newton creyó en principio, dando pie a ser corregido por Hooke).
Cuando cinco años más tarde
Edmond Halley, quien por entonces había ya observado el cometa que luego llevó
su nombre, visitó a Newton en Cambridge y le preguntó cuál sería la órbita de
un planeta si la gravedad disminuyese con el cuadrado de la distancia, su
respuesta fue inmediata: una elipse. Maravillado por la rapidez con que Newton
consideraba resuelto un asunto en cuyo esclarecimiento andaban compitiendo
desde hacía varios meses Robert Hooke y el propio Halley, el astrónomo inquirió
cómo podía conocer Newton la forma de la curva y obtuvo una contestación
tajante: «La he calculado». La distancia que iba entre el atisbo de una verdad
y su demostración por el cálculo marcaba la diferencia fundamental entre Hooke
y Newton, a la par que iluminaba sobre el sentido que este último daría a su
insistente afirmación de «no fingir hipótesis».
Sin embargo, en aquel día del
verano de 1684 Newton no pudo encontrar sus cálculos para mostrárselos a
Halley, y éste tuvo que conformarse con la promesa de que le serían enviados
una vez rehechos. La reconstrucción, empero, chocó con un obstáculo: demostrar
que la fuerza de atracción entre dos esferas es igual a la que existiría si las
masas de cada una de ellas estuviesen concentradas en los centros respectivos.
Newton resolvió ese problema en febrero de 1685, tras comprobar la validez de
su ley de la atracción gravitatoria mediante su aplicación al caso de la Luna;
la idea, nacida veinte años antes, quedó confirmada entonces merced a la
medición precisa del radio de la Tierra realizada por el astrónomo francés Jean
Picard.
El camino quedaba abierto para reunir todos los resultados en un tratado sobre la ciencia del movimiento: los Philosophiae naturalis principia mathematica (Principios matemáticos de la filosofía natural), en que se hallan expuestas las célebres leyes de Newton.
La intervención de Halley en la publicación de la obra no se limitó a haber sabido convencer a su autor de consentir en ella, algo ya muy meritorio tratándose de Newton.
En las tres primeras páginas
de su obra Principia, Newton agradece a su amigo Halley su insistencia para que
la publicase. Esta es la portada del libro publicado en 1687.
Halley supo capear el temporal de la polémica con Hooke, se encargó de
que el manuscrito fuese presentado en abril de 1686 ante la Royal Society y de
que ésta asumiera su edición, y acabó corriendo personalmente con los gastos de
la impresión, terminada en julio de 1687.
Los Principios matemáticos de
la filosofía natural contenían la primera exposición impresa del cálculo
infinitesimal creado por Newton, aunque el autor prefirió que, en general, la
obra presentara los fundamentos de la física y la astronomía formulados en el
lenguaje sintético de la geometría. Newton no fue el primero en servirse de
aquel tipo de cálculo; de hecho, la primera edición de su obra contenía el
reconocimiento de que Leibniz estaba en posesión de un método análogo. Sin
embargo, la disputa de prioridades en que se enzarzaron los partidarios de uno
y otro determinó que Newton suprimiera la referencia a Leibniz en la tercera
edición de 1726. El detonante de la polémica (orquestada por el propio Newton
entre bastidores) lo constituyó la insinuación de que Leibniz podía haber
cometido plagio, expresada en 1699 por Nicolas Fatio de Duillier, un matemático
suizo admirador de Newton, con el que mantuvo una íntima amistad de 1689 a
1693.
Ese año Newton atravesó por una crisis paranoica de la que se ha tratado de dar diversas explicaciones, entre las que no ha faltado, desde luego, la consistente en atribuirla a la ruptura de su relación con el joven Fatio, relación que, por otra parte, no parece que llevara a Newton a traspasar las férreas barreras de su código moral puritano. Los contemporáneos de Newton popularizaron la improbable explicación de su trastorno como consecuencia de que algunos de sus manuscritos resultaran destruidos en un incendio; más recientemente se ha hablado de una lenta y progresiva intoxicación derivada de sus experimentos alquímicos con mercurio y plomo. Por fin, no pueden olvidarse como causa plausible de la depresión las dificultades que Newton encontró para conseguir un reconocimiento público más allá del estricto ámbito de la ciencia, reconocimiento que su soberbia exigía y cuya ausencia no podía interpretar sino como resultado de una conspiración de la historia.
Pese a la dificultad de su
lectura, los Principios matemáticos de la filosofía natural le habían hecho
famoso en la comunidad científica.
En 1687, Newton había formado
parte de la comisión que la Universidad de Cambridge envió a Londres para
oponerse a las medidas de catolización del rey Jacobo II. Aunque quizá su
intervención se debió más a su condición de laico que a su fama, ello le valió
ser elegido por la universidad como representante suyo en el parlamento formado
como consecuencia del desembarco de Guillermo de Orange y el exilio de Jacobo
II a finales de 1688.
Su actividad parlamentaria,
que duró hasta febrero de 1690, se desarrolló en estrecha colaboración con
Charles Montagu, más tarde lord Halifax, a quien había conocido pocos años
antes como alumno en Cambridge y que fue el encargado de dar cumplimiento a los
deseos de Newton de cambiar su retiro académico en Cambridge por la vida
pública en Londres. Montagu fue nombrado canciller de la hacienda real en abril
de 1694; cuando su ley de reacuñación fue aprobada en 1695, le otorgó a Newton
el cargo de inspector de la Casa de la Moneda, siendo ascendido al de director
en 1699. Lord Halifax acabó por convertirse en el amante de la sobrina de
Newton, aunque los cargos obtenidos por éste, pese a las acusaciones lanzadas
por Voltaire, no tuvieron que ver con el asunto.
A fines de 1701, Newton fue elegido de nuevo miembro del parlamento como representante de su universidad, pero poco después renunció definitivamente a su cátedra y a su condición de fellow del Trinity College, confirmando así un alejamiento de la actividad científica que se remontaba, de hecho, a su llegada a Londres.
Retrato
de Isaac Newton en su madurez. Oleo realizado por Sir Godfrey Kneller en 1702.
Galeria Nacional de Retratos, Londres.
En 1703, tras la muerte de Hooke y cuando el final de la reacuñación había convertido la dirección de la Casa de la Moneda en una tranquila sinecura, Newton fue elegido presidente de la Royal Society, cargo que conservó hasta su muerte.
En 1705 se le otorgó el título de sir.
Isaac
Newton en la vejez en 1712, retrato de Sir James Thornhill
Pese a su hipocondría, alimentada desde la infancia por su condición de niño prematuro, Newton gozó de buena salud hasta los últimos años de su vida.
A principios de 1722 una afección renal lo tuvo seriamente enfermo durante varios meses.
En el año 1724 se produjo un nuevo cólico nefrítico.
En los primeros días de marzo de 1727, el alojamiento de otro cálculo en la vejiga marcó el comienzo de su agonía.
Newton murió en la madrugada del 20 de marzo de 1727 tras haberse negado a recibir los auxilios finales de la Iglesia, consecuente con su aborrecimiento del dogma de la Trinidad.
Abadía de Wesminster
Monumento
a la tumba de Newton en la Abadía de Westminster por John Michael Rysbrack
Fue enterrado en la Abadía de Wesminster .
"Dad las gracias, mortales, al que ha existido así, y tan grandemente como adorno de la raza humana", reza parte del epitafio de Isaac Newton grabado en su monumental tumba en Westminster.
HOMENAJES
Máscara
mortuoria de Newton, fotografiada c. 1906
Estatua
de Newton en exhibición en el Museo de Historia Natural de la Universidad de
Oxford
Estatua
de Newton en el Trinity College
Filatelia
Newton (1795, detalle) de William Blake . Newton
es descrito críticamente como un "geómetra divino".
Retoño
del supuesto árbol original que inspiró a Sir Isaac Newton a considerar la
gravitación.
Un descendiente del árbol del que supuestamente cayó una manzana e inspiró la teoría de la gravitación de Isaac Newton . Encontrado en los Jardines Botánicos de Cambridge , Inglaterra
Este
es un descendiente del manzano de Newton. Donado por East Malling Research y
plantado en 1981 en el Centro Atómico Bariloche en el jardín de la biblioteca
del Instituto Balseiro , junto con dos más plantados en el Centro Atómico
Constituyentes y en las oficinas principales.
FUENTES
https://historia.nationalgeographic.com.es/
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