"El Negro" Fontanarrosa:
Creador de Inodoro
Pereyra y
Boogie, el aceitoso"
Humorista gráfico y escritor argentino. Conocido como Roberto "El Negro" Fontanarrosa, fue uno de los referentes del dibujo humorístico en su país y uno de los más seguidos por los lectores de las publicaciones en las que aparecían sus chistes e historietas.
Berto y Rosita -como se los
conocía a sus padres- eran dos jóvenes basquetbolistas rosarinos que se
conocieron, obviamente, en una cancha de básquet: en el club Huracán, muy cerca
de donde vivirían. Cuando se casaron ella tenía 20, él 27.
Los Fontanarrosa eran de clase
media. Aunque los tiempos eran difíciles, vivían sin sobresaltos. Tampoco
sobraba nada.
Su padre vendía seguros de
vida. No tenía una gran vocación de sacrificio, pero tampoco una codicia
económica en una época donde la ambición no era una virtud si no un pecado
capital.
Su madre cumplía con el
mandato de ama de casa, mientras Berto, siempre trajeado, muy dado socialmente,
animador de fiestas, muy ocurrente, que impresionaba por su físico grandote, de
ojos azules, era más distante con sus hijos.
Roberto nació en una maternidad que estaba a la vuelta de la esquina donde vivía la familia,
en Catamarca 1421, a cinco cuadras de Córdoba, la calle principal, cuando no
era peatonal, y cuando el centro no era el centro de hoy.
Sus padres, Roberto Fontanarrosa Voelklein y Rosa Lac Prugent decidieron ponerle de nombre Roberto Alfredo. "Mis dos hijos nacieron un domingo", dijo la madre, como una revelación, al recordar que otro domingo pero de 1942 nació Perla, la primogénita.
Otros
domingos pero de fútbol serían especiales para él.
Fontanarrosa
empuñando un revólver en la terraza de su casa.
Roberto Alfredo vivió toda su
infancia y adolescencia en el 2° piso, departamento L, de Catamarca y
Corrientes, en el edificio Dominicis, con ascensor Otis con su clásica puerta
de pequeñas rejas, que aún se preserva al ser declarado de valor patrimonial.
En una Rosario más barrial, más
pequeña, creció sin ver el río Paraná aunque estaba a pocas cuadras de su
vivienda pero los altos paredones del ferrocarril y el puerto lo impedían.
Las noticias del mundo llegaban
tarde. En ese mundo acotado creció.
La enorme terraza del edificio
era naturalmente la zona de juegos en conjunto, fundamentalmente de fútbol y
fiesta de cumpleaños.
Aún hoy puede percibirse el
vidrio roto en un viejo ventanal que comunica con la terraza. Los memoriosos
dicen que fue obra de un pelotazo del chico para desviar, con vehemencia, el
avance contrario.
Cuando él era pequeño, en su casa, que no era casa de intelectuales, había una pequeña biblioteca con una
colección de libros.
Fontanarrosa recuerda que eran chicos, de
tapa dura, que se suponía venían con la casa, porque nunca supo muy bien por qué
estaban ahí. Lo que más le atraía era mirar las figuritas.
Ya de pequeño mostró su inclinación por el dibujo.
La primera historieta que copió
fue "Pepe Dinamita", que publicaba la revista El Tony, de un
extraordinario dibujante norteamericano, Roy Crane.
Se pasó una siesta copiando
prolijamente el estilo Crane. Mucho tiempo después supo que era un verdadero
maestro de la historieta mundial.
Le llamó la atención el estilo
expresivo que tenía, a medio camino entre lo serio y lo humorístico.
Le llamaban la atención los ojos
de Dinamita. No eran de esos ojos con párpados, pupilas y pestañas que todos
habían aprendido en Harold Foster (el primer dibujante de Tarzán y luego del
Príncipe Valiente). Eran dos puntitos que, con el temor o la sorpresa, se
alargaban o contraían.
También copiaba a "Johnny
Hazard" de Frank Robbins, otro yanqui que hacía una historieta de
aventuras al estilo Indiana Jones.
Era un dibujo simple, limpio y caricaturesco y llamaba su atención porque utilizaba los negros en abundancia.
Trabajaba a pincel y no ahorraba tinta.
Intensificaba las arrugas de la ropa. No era fácil ni para copiar. Y siempre
las figuras blancas sobre el negro y las oscuras sobre el blanco. Y le gustaba
como dibujaba los aviones. Casi como Crane. No eran réplicas. No era dibujo
técnico. Tenían gracia.
Todo eso lo empujó
definitivamente hacia el dibujo en una familia donde no había un estímulo
cercano. Devoraba las revistas Rayo Rojo, Puño Fuerte y Misterix -que
religiosamente compraba todos los miércoles en el kiosco del barrio- pero
también leía Patoruzito y Rico Tipo.
Hasta que aparecen en la
Argentina Hora Cero y Frontera, fundadas por Héctor Germán Oesterheld, uno de
los grandes guionistas argentinos, donde presenta un nuevo tipo de historieta:
los malos no eran tan malos y los buenos no eran tan buenos.
Pero también fueron parte del
hito de la historieta, un grupo de dibujantes, donde sobresalía, el italiano
radicado en el país Hugo Pratt -el maestro, una influencia decisiva en la
historieta argentina de los años 50, creador del Corto Maltés, Sargento Kirk y
Ernie Pike-, tanto como Alberto Breccia.
Allí descubre que había otra
forma de narrar, de escribir, empieza a tener puntos de referencias, donde ya
no se podían leer las cosas tan lineales.
Fue a la escuela primaria pública N° 60 “Mariano Moreno” está ubicada en calle Paraguay, a ocho cuadras de su casa natal.
Allí cursó la primaria, en el siglo pasado, una época en que había primero inferior y primero superior.
Rosita tuvo que enfrentar la rebelión escolar de su hijo cuando desde la cama
advertía que estaba “enfermo”, no estaba en condiciones de asistir a clases.
Armaba escándalos si no se lo consentía.
Llamaba a su madre para que lo fuera a buscar urgente a la escuela
por un dolor impredecible. “Era enfermo de timidez”, diagnosticó Rosita, quien
con paciencia infinita iba hasta la escuela, lo convencía de que tenía que
estar en clase y luego se quedaba un rato en el patio, ante el temor de que el
negrito insistiera con escapar.
En rigor, Fontanarrosa
resistía contra el orden establecido: la hora de ingreso a clase. ¿Por qué los
chicos tienen que ir tan temprano a la escuela, a las 6,30, con esos inviernos
largos y duros, en medio de un frío espantoso y de noche?
No aceptaba ese estilo de
vida... Mucho tiempo después se enteraría de que Carlos Gardel se levantaba a
las ocho de la noche... y era Gardel.
El joven Fontanarrosa
Desde entonces Fontanarrosa no paró de trabajar.
Fontanarrosa recopiló viñetas sueltas en algunos volúmenes muy difundidos, como por ejemplo
Además de recopilaciones de viñetas, publicó también cómics concebidos directamente como libros, como Los clásicos según Fontanarrosa, Semblanzas deportivas y Sperman.
Inodoro Pereyra y Mendieta
Como literato, publicó numerosas recopilaciones de cuentos: El mundo ha vivido equivocado (1982),
Muchos de estos relatos, de innegable sabor popular, tienen por escenario el bar El Cairo, un establecimiento real entre cuya clientela era fácil encontrar, un día cualquiera, al Negro Fontanarrosa.
Aquejado de una enfermedad neurológica, en enero de 2007 Fontanarrosa anunció a sus lectores que su dolencia le impediría continuar dibujando con su propia mano, por lo que, a partir de aquel momento, contaría para poner en imágenes sus ideas con la colaboración de otros dibujantes, como Negro Crist (Cristóbal Reinoso) u Óscar Salas.
Era el 19 de julio, Fontanarrosa falleció en Rosario, su ciudad natal, a consecuencia de esta enfermedad. Tenía apenas 62.
Asistieron escritores, historietistas, actores, dirigentes políticos, lectores.
Cuando lo trasladaron al cementerio, detrás de la limusina que llevaba el cuerpo, se formó una caravana larguísima de autos.
Como un rito sagrado, esa caravana frenó unos
minutos al pasar por el estadio de Rosario Central, club del cual era fanático
hasta las entrañas. Aplausos y bocinazos hasta el cielo.
LEGADO Y HOMENAJES
Innovación en el Humor
Gráfico
Fontanarrosa revolucionó el humor
gráfico en el Río de la Plata a través de sus personajes entrañables y su
estilo narrativo único.
La creación de Inodoro Pereyra,
un gaucho que reflexionaba sobre la vida rural y las costumbres argentinas, y
Boogie, un anti-héroe con un trasfondo oscuro, permitió que sus historias
resonaran con una amplia audiencia.
Sus tiras cómicas se publicaron
en importantes revistas como Clarín y El mundo ha vivido equivocado,
consolidando su reputación como uno de los grandes maestros del noveno arte.
Literatura y Fútbol
Además de su trabajo gráfico,
Fontanarrosa fue un prolífico escritor.
Su novela Best Seller y cuentos
como 19 de diciembre de 1971 se han convertido en clásicos de la literatura
argentina y Uruguay.
A través de su escritura, logró acercar el
fútbol a aquellos que no lo seguían, utilizando el deporte como una metáfora
para explorar aspectos de la vida cotidiana.
Legado Cultural
Día Nacional del Humorista
Este día sirve para honrar su
contribución al humor nacional y recordar su influencia en generaciones de artistas
y escritores.
Centro Cultural Roberto
Fontanarrosa
En 2013, se inauguró el Centro
Cultural Roberto Fontanarrosa en Rosario, un espacio dedicado a preservar su
legado y promover actividades culturales relacionadas con su obra. Este centro
alberga exposiciones y eventos que celebran su vida y trabajo.
Escuela N°7721-Roberto Fontanarrosa
La Escuela 7721 - Roberto
Fontanarrosa se erige como una institución educativa significativa en la
localidad de Trelew, Chubut. Ubicada en Michael Jones 1100-1232, esta escuela
es conocida por su compromiso con la educación integral y el desarrollo de sus
alumnos.
Con una calificación de 4.1 sobre
5, según los comentarios de padres y estudiantes, la escuela ha logrado
consolidar su reputación en la comunidad.
Influencia Persistente
Fontanarrosa dejó una huella
indeleble en la cultura rioplatense.
Su capacidad para conectar con el
público a través del humor cotidiano y sus observaciones sobre la vida han
hecho que sus obras sigan siendo relevantes.
A pesar de su fallecimiento en
2007, su legado continúa vivo en la memoria colectiva, siendo recordado no solo
por sus creaciones literarias y gráficas sino también por su carácter
entrañable y su conexión con la comunidad rosarina
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