PRECURSOR DE LAS VANGUARDIAS PICTÓRICAS DEL SIGLO XX
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Retrato de Francisco de Goya por Vicente López Portaña
El 30 de marzo de 1746 nace Goya en el pueblo aragonés de Fuendetodos (Zaragoza).
Fue un
pintor y grabador español. Su obra abarca la pintura de caballete y mural, el
grabado y el dibujo. Su estilo evolucionó desde el rococó, pasando por el
neoclasicismo, hasta el prerromanticismo, siempre interpretados de una forma
personal y original, y siempre con un rasgo subyacente de naturalismo, del
reflejo de la realidad sin una visión idealista que la edulcore ni desvirtúe,
donde es igualmente importante el mensaje ético.
Goya
probó e hizo prácticamente todo en el ámbito de la pintura: pintura de
caballete, murales, grabados, dibujos, retratos y por ello es que fue el
artista europeo más notable de su país y de Europa y esto último, justamente,
se evidencia en la influencia que ejerció en las generaciones plásticas
posteriores.
La familia de su madre, los Lucientes, estaba
afincada en ese pueblo y pertenecía a la hidalguía rural aragonesa.
Los Goya,
en cambio, de ascendencia vasca, aunque establecidos en Zaragoza desde mediados
del siglo XVII, oscilaban entre las profesiones y los oficios mecánicos, es
decir, entre la burguesía y la clase obrera.
Tenían, desde luego, la
posibilidad de solicitar «vizcainía» (prueba de su origen vasco y comparable a
la hidalguía) para facilitar los ascensos sociales.
Casa natal en Zaragoza
Cocina de la casa natal
El primer
maestro de dibujo y pintura que Goya tuvo fue José Luzán Martínez, que enseñaba
en su casa.
Luego estudió en la Academia de Dibujo que se fundó en Zaragoza en 1754,
poco antes de que Goya entrara como alumno suyo a los trece años.
Luzán, que
había estudiado con pintores napolitanos, le hizo copiar las estampas mejores
que tenía, hasta saber lo suficiente como para pintar de su propia invención.
En su pintura se destacaba la «frescura» y «dulzura» del colorido de Luzán y su buen
gusto en las tintas, pero hay que subrayar también su meticulosidad al perfilar
los contornos de las figuras.
Después de tres años de estudios con este
maestro, Goya solicitó una pensión de la Real Academia de Bellas Artes de San
Fernando de Madrid, en diciembre de 1763, a los diecisiete años.
En los años 1763 a 1766 participa en el concurso de pintura convocado por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid). No obtiene ningún premio.
Luego, continuaría su formación como pintor en Madrid, junto a Francisco Bayeu, de quien además se convertiría en cuñado cuando se casase con su hermana en el año 1775.
Bayeu, recién trasladado a la corte desde Zaragoza era también ex alumno de Luzán, y
estaba, asimismo, relacionado lejanamente con la familia Lucientes, por el
casamiento de unos primos suyos.
Emprende
un viaje a Italia, en 1770, para granjearse más méritos en el
estudio del arte y mejorar sus posibilidades.
A juzgar por el cuaderno de
apuntes y notas que se ha conservado, hizo el viaje por tierra, atravesando el
sur de Francia y el norte de Italia antes de quedarse, sobre todo, en Roma.
Procuró visitar las más importantes ciudades italianas, absorbiendo las
técnicas pictóricas, analizando las cualidades estéticas de los grandes
pintores del país y aumentando su repertorio de imágenes clásicas sacadas de
las esculturas antiguas. Tomó nota de algunos trajes de la región y de las
máscaras típicas del teatro popular y las arlequinadas de Roma y Venecia,
dejando constancia de su temprano gusto por lo grotesco y lo satírico.
Durante
su estancia se anuncia un concurso organizado por la Academia de Parma, y Goya
se apresura a participar, preparándose cuidadosamente, con estudios y bocetos
previos, para pintar un cuadro sobre el tema de «Aníbal cruzando los Alpes»
propuesto para el premio.
Los académicos parmesanos elogian su capacidad para
expresar las emociones de los personajes y admiran la fluidez de sus
pinceladas. Pero el colorido poco realista empleado no les agradaba y
concedieron el premio a otro.
Goya
volvió a Zaragoza poco después de remitir el lienzo en abril de 1771 y, casi en
seguida, en el mes de octubre, a los veinticinco años, recibe un encargo
importante para pintar la bóveda del coreto en la basílica del Pilar, después
de demostrar previamente su dominio de las técnicas del fresco, adquirido, sin
duda, en Italia.
A
continuación se le proporcionan nuevos contratos por parte de varios
aristócratas aragoneses para pintar pechinas en las iglesias de Muel y
Remolinos y, después, para lienzos destinados a decorar la capilla del palacio
remodelado del conde de Sobradiel en Zaragoza.
En estas últimas obras vuelven a
aparecer motivos ya usados por Goya anteriormente y diseños basados en las
composiciones de otros artistas, sacados de estampas.
Así, adaptándose al gusto
de los mecenas, empieza a ganar dinero y ya se le trata de «don», a diferencia
de su padre.
Sin duda, su maestro Francisco Bayeu confía más en su futuro como
pintor, puesto que le permite casarse con su hermana Josefa, un año más joven
que Goya. La boda se celebra en la iglesia de San Martín de Madrid el 25 de
julio de 1773, aunque el joven artista sigue trabajando en Zaragoza por
aquellos años, como consta en los libros de impuestos de esta ciudad.
Nace el
primer hijo, Antonio Juan Ramón, el 29 de agosto de 1774 en la capital aragonesa,
pero por desgracia ni éste ni los cinco hijos siguientes nacidos entre 1775 y
1782 sobrevivieron, y tan solo el último, Francisco Javier Pedro, alcanzó la
edad adulta.
1774 Se traslada a Madrid, llamado por su cuñado Francisco Bayeu y
por Mengs. Trabaja como pintor de cartones para la Real Fábrica de Tapices de
Santa Bárbara.
Sus
primeros trabajos importantes son los que llevó a cabo a partir de 1775 para la
Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara en Madrid, que le contrató para
dibujar los cartones que habían de servir de modelos a los artesanos de esta
manufactura.
En estos cartones, Goya reveló sus dotes para desarrollar una
pintura costumbrista y popular llena de gracia y frescura, muy dentro de una
estética próxima al rococó en la que se vehicula la vida apacible y esperanzada
de un momento marcado por los benéficos efectos de la buena coyuntura económica
y por la ilusión que despiertan los avances del movimiento reformista.
Entre
las mejores composiciones de esta serie hay escenas tan logradas como El quitasol,
El cacharrero, La gallina ciega, La cometa, El columpio o El pelele, reflejo de
un mundo donde predomina el juego y la vida alegre y desenvuelta.
La
carrera de Goya avanzaba rápidamente por aquella época. El gran ciclo de
pinturas murales sobre la vida de la Virgen para la cartuja del Aula Dei a 12
kilómetros de Zaragoza aumentó su fama en 1774, demostrando, por cierto, en
esta serie la gran facilidad que Goya tenía para organizar sus composiciones,
incluso aprovechando con cierta gracia los accidentes de las paredes, al pintar
encima de unas pequeñas rejas de hierro que había en el lugar.
Luego Anton
Raphael Mengs, primer pintor de Carlos III, a la vuelta de una estancia en
Italia (donde es posible que hubiera conocido a Goya), le llamó a la corte para
pintar cartones para los tapices de la Real Fábrica de Santa Bárbara.
Mengs
percibe en seguida la gran capacidad inventiva de Goya, pues este último sigue
las indicaciones del maestro al componer en forma piramidal los grupos de
figuras en las escenas que pintaba, variando asimismo la postura de los
personajes representados.
Establecido en Madrid a partir de enero de 1775, se
le señala sueldo anual de 8 000 reales al año siguiente para trabajos del real
servicio.
En mayo y octubre de 1775 entrega sus primeros nueve cartones sobre
temas de caza para los tapices que decorarán el sitio de San Lorenzo de El
Escorial.
A finales de octubre de 1776, entrega el primer cartón para una de
las series de tapices para el comedor de los príncipes de Asturias en el
palacio de El Pardo. Pero por entonces, de pronto, le entró una gran
inseguridad con el anuncio de la próxima partida de Mengs para Italia. A juzgar
por el borrador de una carta de Goya a este último, escrita a lápiz en el
Cuaderno italiano, el pintor incluso decide ir a Roma con su familia en aquel
trance para seguir disfrutando de la protección del maestro y además, para
estudiar con él. Pero su proyecto no fructificó y se quedó en Madrid.
Detalle de su primer Autorretrato (hacia 1773)
El Quitasol
En los años 1777 y
1778 pinta otros diez cartones para la decoración de El Pardo, y entrega
diecinueve más en 1779 y 1780.
El artista y su
familia vivían en la calle del Espejo, n.º l, en enero de 1777, trasladándose a
Desengaño, n.º l, antes de octubre de 1779, en cuya calle seguirán viviendo la
mayor parte de su vida, aunque mudando de casa a una que hacía esquina entre
Desengaño y Valverde en fecha desconocida, después de comprarla en julio de
1800.
En 1778 se granjeó el apoyo del secretario de Estado, el conde de
Floridablanca, y del secretario de la Academia de San Fernando, Antonio Ponz,
por grabar al aguafuerte un grupo de retratos ecuestres y otras obras de
Velázquez, pertenecientes a las colecciones reales, iniciando con ello un
proyecto para reproducir, grabándolos, todos los cuadros de aquellas galerías.
El embajador británico, Lord Grantham, entusiasta admirador de Velázquez,
compró cinco ejemplares de estas series y trató de persuadir a Goya -sin éxito-
para que grabase el autorretrato del genio andaluz, sacado de Las Meninas, para
ilustrar un catálogo de las obras velazqueñas que preparaba.
La década
de 1780, por tanto, empieza de manera muy prometedora para Goya. En julio de
1780 solicita entrar en la Real Academia de San Fernando, presentando el lienzo
de Cristo crucificado como muestra de su habilidad, y se le admite como
académico de mérito por unanimidad.
En 1780 es nombrado Académico de Mérito de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid por su Caprichos Cristo crucificado.
En el año 1781 muere su padre.
Aunque a continuación se le complica la
vida al pintar al fresco una bóveda sobre el tema de la Virgen como reina de
los mártires y un grupo de pechinas, que le habían encargado para la basílica
del Pilar en Zaragoza.
Entrega los bocetos para la cúpula el 5 de octubre de
1780, y termina la obra a principios de marzo de 1781.
Pero el público quedó
poco satisfecho, y los bocetos para las pechinas no merecieron «la aprobación
que se esperaba» por parte de la junta de la fábrica. El desaire resultó aún
mayor cuando la junta insistió en que sometiese sus revisiones al dictamen de
su cuñado Francisco Bayeu, en el momento en que empezaba a desarrollar un
estilo más personal empleando unas pinceladas más sueltas, inspiradas en las de
Velázquez.
A pesar del apoyo de sus amigos zaragozanos, notablemente el de
Martín Zapater, se siente deshonrado por lo ocurrido aunque restablece su
reputación casi en seguida en Madrid con el lienzo que pinta para uno de los
altares de la iglesia de San Francisco el Grande: La predicación de san
Bernardino de Siena (1781-1783).
A continuación consigue importantes encargos,
retrata a don José Moñino, conde de
Floridablanca (1783).
En el año 1784 retrata a la familia del infante don Luis de Borbón. Comienza a triunfar como retratista.
En 1785 fue designado teniente director de Pintura. En su labor docente, Goya buscó estimular el camino personal de cada alumno, actitud que define por escrito en su “Memorial” de 1792.
Retrata a los duques de Osuna (1785), y a los condes de Altamira
y sus hijos (1786-1788).
La protección de los jóvenes duques de Osuna le
proporciona una serie de encargos para cuadros religiosos, retratos y pinturas
decorativas a lo largo de varias décadas, y fueron ellos quienes animaron a
Goya a crear conjuntos de una gran originalidad para algunas de las salas de su
casa de campo en la finca de La Alameda de Osuna, cerca de Barajas.
Igualmente
importante en los años ochenta fue la amistad que el artista trabó con el
magistrado y literato, Gaspar Melchor de Jovellanos, muy aficionado al arte, y
con el amigo de éste, Juan Agustín Ceán Bermúdez, notable coleccionista e
historiador.
Gracias a estas relaciones amistosas y profesionales, Goya
recibiría en aquellos años no solo encargos en el Banco Nacional de San Carlos
y en el Colegio de Calatrava en Salamanca, sino que también establecería
contactos muy directos con el círculo de intelectuales y de reformistas
españoles asociados con la Ilustración europea.
A través de esa relación Goya
se familiariza con nuevos conceptos sobre la educación, las libertades
políticas, así como con las nuevas doctrinas de la «razón» y la lucha contra la
superstición. En su compañía también se abren nuevas perspectivas estéticas: la
reevaluación del naturalismo de Velázquez y Murillo que le aparta del idealismo
mengsiano, y las teorías de lo «sublime», que le enseñan, sobre todo, la fuerza
expresiva de la oscuridad y lo gigantesco.
Todo tipo de personas adineradas
quieren que Goya les retrate: actores, cantantes y toreros; burgueses y
aristócratas.
La crisis más grave de su vida le alcanza en la corte en otoño de
1792, a los cuarenta y seis años, poco después de emitir su dictamen sobre la
enseñanza del arte en la Academia. Estuvo dos meses en la cama con «dolores
cólicos» y con toda probabilidad tenía el llamado «cólico de Madrid», peligrosa
enfermedad muy difundida en la capital por entonces, a resultas de la frecuente
contaminación metálica en la preparación de la comida y la ingestión del plomo
usado en los barnices de la cerámica y las soldaduras de las cacerolas.
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Familia del infante don Luis de Borbón
El
lienzo recoge una escena familiar de don Luis, el tío del rey de España Carlos
IV, en su destierro de Arenas de San Pedro al que se vio abocado por su
renuncia a la carrera eclesiástica y su posterior matrimonio morganático con
María Teresa de Vallabriga.
En
el centro del cuadro aparece el infante don Luis jugando al solitario con
cartas mientras peinan a su esposa. Tras él aparecen sus hijos Luis y María
Teresa.
La
zona izquierda del cuadro está ocupada por el propio pintor inmortalizando la
escena y por varias damas mientras que en la zona derecha aparecen varios
caballeros y un ama de cría con María Luisa, la hija menor del infante, en
brazos.
En 1785 es nombrado director adjunto de pintura de la Real Academia de San Fernando.
En el año 1786 es nombrado pintor del rey Carlos III. Reanuda su trabajo para la Real Fábrica de
Tapices.
En 1789 es nombrado pintor de cámara por el nuevo rey, Carlos IV. Retratos oficiales del
rey y de la reina María Luisa.
Autorretrato con caballete
Es un lienzo de pequeño formato, pintado por placer y al margen de los
encargos oficiales. En esta obra
se representa con elegante atuendo y mirada enérgica. Es el único de sus
autorretratos en que aparece el sombrero adaptado con pequeños cirios para
alumbrar al artista al caer la tarde. Perteneció a los condes de Villagonzalo
En el año 1792 sin licencia real, viaja a Andalucía. En diciembre cae enfermo en Sevilla y
pasa a Cádiz. Sufre una grave enfermedad (saturnismo) de la que no se recupera hasta
abril de 1793. Queda sordo.
Entre los años 1793 y 1794 realiza una serie de pinturas de gabinete sobre hojalata para huir del convencionalismo
"en que el capricho y la invención no tienen ensanche", con escenas
taurinas, cómicas y trágicas.
En 1795 gana la plaza de director de pintura de la Academia de San Fernando, que fuera
de Francisco Bayeu, fallecido el 4 de agosto.
En el año 1796 pasa largas estancias en Andalucía junto a la duquesa de Alba. Realiza muchos
dibujos.
En el año 1797 de regreso a Madrid, dimite como director de pintura de la Academia. Comienza
la serie de grabados al aguafuerte que llamará los Caprichos Caprichos.
La serie Los Caprichoses una serie de 80 estampas en aguafurte.
El Aquelarre
La escena está presidida por el demonio, encarnado en un gran macho
cabrío, recibiendo la ofrenda de dos niños. Se considera que el conjunto de
lienzos, aparte de recrear episodios inspirados en el Auto de Fe de Logroño de
1610, es una crítica satírica a la superstición por parte de la sociedad
ilustrada a la que pertenecían tanto el duque de Osuna como el pintor
En el año 1799 pone a la venta los Caprichos Caprichos en una tienda de perfumista, en los
bajos del domicilio de Goya, en la calle del Desengaño 1 (Madrid). Es nombrado
primer pintor de cámara.
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Retrato de la familia de Carlos IV
Entre los años 1800 a 1801
pinta el "Retrato de la familia de Carlos IV".
Realizado entre Aranjuez y Madrid, poco tiempo después de ser nombrado
Goya primer pintor de cámara, los precedentes de esta compleja composición son
el “Retrato de Felipe V con su familia” de Louis-Michel van Loo y “Las Meninas”
de Velázquez.
Más
allá del propio retrato, según las actitudes y la colocación de los personajes,
se puede extraer de la obra una habilidosa visión del pintor sobre los rasgos
psicológicos y los juegos de poder de los protagonistas. Además, destaca el
cuidado en el diseño de los trajes (a la última moda), de las joyas y de las
condecoraciones.
Esta obra figura en 1814 en el Palacio Real de Madrid y en
1824 en las colecciones del Museo del Prado.
En el año 1808
la Guerra de Independencia (1808-1814) En octubre, Goya va a Zaragoza, llamado por
el general José de Palafox, para que pinte las ruinas y episodios de la heroica
defensa de la ciudad frente a los franceses. Comienza a preparar Caprichos los
Desastres de la guerra (1808-1820).
El 23 de diciembre de 1809 jura fidelidad al rey intruso, José I Bonaparte.
En el año 1811
José I concede a Goya la Orden Real de España.
En el año 1814 pinta Caprichos "El dos de mayo de 1808" o "Carga de los mamelucos" y "Los
fusilamientos del 3 de mayo" para perpetuar la resistencia y lucha del pueblo
español contra Napoleón.
Los fusilamientos del 3 de mayo
La
obra ilustra los fusilamientos por parte del ejército de Napoleón en respuesta
al levantamiento del 2 de mayo de 1808 contra la ocupación francesa.
El
cuadro presenta un detallado estudio psicológico de los héroes, que aparecen
fuertemente iluminados. De este modo, se pueden diferenciar claramente sus
actitudes y caracteres.
La
obra se realizó junto a su pareja, “El 2 de mayo de 1808 en Madrid: la lucha
con los mamelucos”, a iniciativa del regente don Luis en 1814.
Ambas pudieron
servir para decorar un arco de triunfo durante la entrada de Fernando VII.
En
el lateral inferior izquierdo, se observan las huellas de los daños que sufrió
durante su traslado a Valencia en 1937, durante la Guerra Civil española.
En el año 1815 la Inquisición le abre proceso por considerar obscenas las dos Caprichos Majas.
Tras superar la "purificación", se le repone como primer pintor de
cámara con sus honorarios, pero será relegado por Fernando VII. Comienza la
serie de Caprichos Los disparates (1815-1824), publicada en 1864.
Luego de
la restauración de Fernando VII, en el año 1815, Goya, se retiro de la escena
pública. Para este tiempo se había agudizado enormemente la afección que lo
había dejado totalmente sordo, con lo cual, su retiro más la discapacidad
contribuyeron fundamentalmente en el viraje que sufriría su obra de ahí en más.
Tal
situación quedó materializada en la decoración que le imprimió a su casa: 14
murales de enormes dimensiones, en los cuales predominaban los colores marrón,
gris y negro y las temáticas oscilaban entre lo macabro y el terror.
Retrato de Fernando VII
Se
trata del retrato de Fernando VII. Data de 1815 y es una obra de corte
oficialista y propagandístico de la monarquía. La obra posee una rica calidad
cromática gracias a la combinación del rojo, el negro y el dorado. Destacan las
pinceladas densas, sueltas y rápidas dadas en entorchados, condecoraciones y
espada.
Luego
de la restauración de Fernando VII, en el año 1815, Goya, se retiro de la
escena pública. Para este tiempo se había agudizado enormemente la afección que
lo había dejado totalmente sordo, con lo cual, su retiro más la discapacidad
contribuyeron fundamentalmente en el viraje que sufriría su obra de ahí en más.
Tal situación quedó materializada en la decoración que le imprimió a su casa:
14 murales de enormes dimensiones, en los cuales predominaban los colores
marrón, gris y negro y las temáticas oscilaban entre lo macabro y el terror.
En el año 1816 publica la serie de grabados Caprichos La tauromaquia.
Gran
aficionado a la fiesta de los toros, Goya quiso tratar un tema que tuviera a
priori gran aceptación popular, que no fuera sospechoso para la censura, y que
le aportara un importante beneficio económico.
Fotografía
de la finca de Goya tomada hacia 1873 por el fotógrafo francés Jean Laurent.
En 1819,
compra una casa de campo, conocida como la Quinta del Sordo, al otro lado del
Manzanares, en una zona elevada con hermosas vistas, terreno para cultivar y
posibilidades de ensanche que aprovecha el artista septuagenario.
En
esta pintura, dos hombres con las piernas semienterradas se pelean con mazas en
campo abierto. Francisco Goya. 1819-1823. Museo del Prado, Madrid.
Aquelarre
o el gran cabrón
El
pintor representa en esta pintura, en primer término, a un oscuro macho cabrío,
con un asistente a la derecha y rodeado de brujos y brujas de todas las edades,
que se agitan y miran con ansiedad. Francisco Goya. 1819-1823. Museo del Prado,
Madrid.
Sufre otra
grave enfermedad y, cuando recobra la salud, llena las paredes de las dos salas
principales de la Quinta con tremendas escenas llamadas Pinturas negras, con
temas de tiempo y muerte, destino y maldad humana.
Se trata
de un conjunto de 14 pinturas al óleo elaboradas directamente sobre las paredes
de dos salas de la quinta, el comedor en la planta baja y el gabinete en el
primer piso. Dichas pinturas se conservaron en esta vivienda hasta que el barón
Fréderic Émile d’Erlanger, que compró la propiedad en 1873, decidió despegarlas
del muro y trasladarlas a lienzo, cometido que ejecutó el restaurador del Museo
del Prado Salvador Martínez Cubells.
Las Pinturas Negras fueron expuestas con
escaso reconocimiento en la Exposición Universal de París de 1878 antes de ser
legadas definitivamente al Prado en 1881.
Quinta del Sordo o Quinta de Goya- Grabado
Saturno devorando a su hijo
Esta célebre pintura representa al titán Cronos o Saturno devorando a uno de los hijos habidos con su esposa Rea. Francisco Goya. 1819-1823. Museo del Prado, Madrid.
En
esta pieza, el dios de la mitología podría ser la personificación del miedo a
perder el poder. Y es que, según el mito, un oráculo advirtió a Saturno de que
sería destronado por uno de sus hijos, por lo que, para evitarlo, los devoraba
a medida que nacían.
Las
pinturas murales que decoraron la casa de Goya conocida como la “Quinta del
Sordo” se han popularizado con el título de “Pinturas Negras” por el uso que en
ellas se hace de los pigmentos oscuros y negros y por lo sombrío de los temas.
Fueron mandadas trasladar a lienzo por el barón Émile d'Erlanger, quien
adquirió la Quinta en 1873, y finalmente donadas al Estado. Aunque siguen
siendo enigmáticas, presentan muchos de los problemas estéticos y de las
preocupaciones morales que aparecen en las obras de Goya.
En 1824 se instala en Burdeos.
Coche barato y tapado
Los
protagonistas de los dibujos del Álbum G, al que perteneció esta obra, son los
pobres (observados por el mismo Goya) que utilizaban singulares medios de
transporte bien para cargar con un viajero o bien para moverse ellos mismos.
El
personaje representado empuja una carretilla cuyo contenido está oculto bajo un
gran paño. Su espalda torcida y el pie que apoya en el suelo sugieren el andar
dificultoso de un cojo. Además, tres personajes situados a su espalda parecen
contemplarlo y divertirse a su costa.
En el año 1825 prepara la serie de litografías conocida como Caprichos Los toros de Burdeos.
Plaza Partida
Diversión en España
Bravo toro
Los
toros de Burdeos es una serie de cuatro litografías que el pintor español
Francisco de Goya realizó entre 1824 y 1825 en la ciudad francesa de Burdeos.
A
diferencia de la serie en aguafuerte de La tauromaquia, que se ocupó de
reflejar corridas de toros profesionales y lances de toreros muy conocidos, en
esta el artista prefiere representar novilladas y festejos populares donde, junto
a los lidiadores, se refleja también la brutalización colectiva de la masa, con
estilo expresionista, coral y trágico.
En el año 1826 vuelve a España para solicitar su jubilación. Se le concede con el sueldo
íntegro de 50.000 reales. En junio regresa a Burdeos con licencia.
Vive sus últimos años en Burdeos entre exiliados liberales, acompañado
por Leocadia y los dos hijos de ésta, haciendo nuevos proyectos y creando
novedades en sus litografías y miniaturas sobre marfil. Pasa una corta estancia
en París, hace un viaje a Madrid.
El
16 de abril de 1828 muere de madrugada en Burdeos, tras corta enfermedad.
Goya fallece en
Burdeos en la noche del 15 al 16 de abril de 1828, a la edad de 82 años. Al día siguiente es enterrado en el cementerio de La Chartreuse. Sus
restos mortales descansan desde 1919 bajo sus frescos de la madrileña ermita de
San Antonio de la Florida, a pesar de que le falte la cabeza ya que parece que
el propio artista la cedió a un médico para su estudio.
Goya
fallece en Burdeos en la noche del 15 al 16 de abril de 1828, a la edad de 82
años. Sus restos mortales descansan desde 1919 bajo sus frescos de la madrileña
ermita de San Antonio de la Florida, a pesar de que le falte la cabeza ya que
parece que el propio artista la cedió a un médico para su estudio.
FUENTES:
http://www.quien.net/francisco-de-goya.php
http://www.españaescultura.es
https://es.wikipedia.org