Breve vida,, duradero legado
en la pintura uruguaya
Retrato del Sr. J. C.
M., c.1899. Óleo sobre tela, 50 x 61 cm. Museo Nacional de Artes Visuales,
Montevideo, Uruguay.
Carlos Federico Sáez nace en Mercedes, Soriano, el
14 de noviembre de 1878, en el seno de una familia de alta condición social.
Dibuja y pinta como autodidacta desde la niñez dando muestras de una inusual precocidad.
A los trece años se traslada a Montevideo concurriendo a las clases de pintura del profesor Juan Franzi, en la misma época presenta sus trabajos a la exigente mirada del artista Juan Manuel Blanes quien aconseja que el joven Sáez consolide su formación en Italia.
El gobierno uruguayo otorga una beca de estudios al artista de sólo 14 años de edad.
Se inicia de esta forma un periplo de siete años de estadía europea quedando bajo la tutela de Daniel Muñoz, Ministro uruguayo en Roma.
En; 1890 el Art Nouveau retoma el tema de las flores y los vegetales, que el romanticismo pictórico inglés había desarrollado con anterioridad.
Pintura, diseño y decoración exhiben el motivo como otra de las características de la elegante vitalidad del modernismo en la Belle Epoque.
Sáez concretó un álbum de acuarelas y dibujos de lirios y
azucenas que luego obsequió a la Reina de Italia.
Las; flores tuvieron por la época
connotaciones eróticas: imagen lánguida y sensual de la mujer refinada e imagen
restallante y carnal toda color a la manera española, adornando a la mujer con
un fuerte acento popular. Ambas se encuentran en Sáez.
Sin; duda la figura humana, y más
concretamente el retrato, concentran la atención del artista, quien consagra la
casi totalidad de su obra a representar personajes que dejaron una visión
acertada de la sociedad europea y de la montevideana en la última década del
siglo pasado.
Autorretrato, 1893.
Carlos Federico Sáez (1878-1901). Tinta sobre papel. 11 x 9 cm. Nº inv. 1892.
Carlos realizó dos viajes a Europa. El primero entre 1893 y mediados de 1896.
Estudio, 1899. Óleo
sobre tela, 65 x 54 cm. Museo Nacional de Artes Visuales, Montevideo, Uruguay.
El segundo, entre 1897 y 1900, con una beca del gobierno y la designación de Oficial honorario de la legación de Uruguay en Italia.
En esta segunda Sáez concurre un tiempo a la Academia de Bellas Artes en Roma, pero pronto se enrola en las nuevas corrientes de la pintura italiana finisecular de clara postura antiacadémica.
En Italia se daban, por entonces dos grandes corrientes estéticas: la aún superviviente academicista en Florencia, donde había cursado sus estudios Juan Manuel Blanes y la de Roma, donde habían hecho irrupción los "macchiaioli", para quienes la obra de arte es el desarrollo de la primera impresión recibida y plasmada en mancha de color, como valoración y relación, en el entendido de que el motivo debe ser tomado de la realidad "il vero", puesto que para el arte todo en la naturaleza es bello.
Esta corriente se adapta a la sensibilidad de Sáez
marcando su obra con una impronta indeleble.
Tal vez con espíritu de humor, tal vez como una especulación estética, durante su estadía en Italia el artista utiliza como fondo para sus retratos un biombo de papel pintado por él mismo, de características particulares: se trata de pintura abstracta.
Esta experiencia lo convierte en el primer artista uruguayo en desarrollar semejantes imágenes, que no fueron legitimadas sino hasta 1910, con la primera acuarela abstracta de Kandinsky.
Cabeza de viejo,
1899. Óleo sobre tela, 60 x 52,50 cm. Museo Nacional de Artes Visuales,
Montevideo, Uruguay.
Frecuenta el taller de varios pintores, instala en 1896 el suyo en la Via Margutta y participa de varias exposiciones. Prolonga su estadía europea renovando su beca estatal.
Sus envíos de pensionado lo van delatando como uno de los más originales exponentes pictóricos de fin de siglo.
A propósito de esta postura el crítico Angel Kalenberg nos dice: "Por intermedio de la macchia, técnica que suponía un cierto dinamismo en el trazo, logró superarse la operática y la parálisis a las que había sucumbido la Academia.
El procedimiento fue empleado, casi exclusivamente, para pintar paisajes, escenas de género y retratos; a éstos Sáez les dedicó ardorosa, infatigablemente, su vida" (Angel Kalenberg, "Seis maestros de la pintura uruguaya" Mosca Hnos. S. A., Montevideo, 1987).
Sáez pinta rostros eligiendo a sus modelos sin trabajar por encargo; a veces modelos profesionales, en la mayoría de los casos personajes con los que tiene fuertes vínculos: su familia, sus amigas, sus amigos.
No pinta grupos, retrata individuos en soledad. A excepción de sus dibujos, no pinta desnudos.
Dibuja con el pincel y la mancha gobierna el contorno.
Su pincelada rápida da a sus figuras la sensación de ser captadas en un instante.
Los fondos ostentan
una generosidad matérica que generan un contrapunto de atención con la figura
generalmente organizada en forma piramidal.
C. M., óleo sobre
tela, 129 x 139 cm, c. 1899 MNAV
Al decir del crítico José P. Argul,
Sáez es un "espectador genial del 1900. (...) conserva intacta la frescura
del "vero" (...) este pintor que agrega con sus modelos más próximos
de familiares y amigos una excepcional nota de mundanismo elegante, incluso de
dandysmo" (José Pedro Argul "Sáez")
Regresa a Montevideo en 1900.
Ya enfermo, interviene en el concurso de afiches para el carnaval montevideano
organizado por el Ateneo de Montevideo; lo gana.
Recibe el Primer Premio, una
medalla de oro, que regala a su madre, por un concurso de Afiches para una
exposición de arte del Ateneo bajo la dirección de Pedro Figari.
Muere a los 22 años, el 4 de enero de 1901.
LEGADO
La romana. Pastel
tiza sobre papel, 50 x 74 cm. Museo Eusebio Giménez, Mercedes. Soriano,
Uruguay.
«Paisaje de campo europeo con vacas y campesina»
Óleo sobre tabla Al dorso presenta etiqueta correspondiente, clasificado como propiedad de Raúl Montero Bustamante en la categoría «Obras de la primera época del artista».
El chal rojo, c.1898.
Óleo sobre tela, 56 x 46 cm. Museo Nacional de Artes Visuales, Montevideo,
Uruguay.
Carlos Federico Sáez (1887-1969) fue uno de los más importantes pintores de Uruguay, y su legado es muy significativo tanto en el contexto artístico nacional como en el internacional. Sáez fue una figura clave en la renovación del arte uruguayo durante la primera mitad del siglo XX, y su obra abarca varios aspectos destacados que perduran en la historia del arte.
Pueden verse obras suyas en el Museo Nacional de Artes Visuales, Museo Juan M. Blanes y en el Museo Eusebio Giménez de su ciudad natal.
1. Innovación y
Modernización del Arte en Uruguay
Sáez fue uno de los principales
responsables de la modernización de la pintura uruguaya. En sus primeras etapas,
adoptó influencias del impresionismo, pero con el tiempo fue evolucionando
hacia una estética más moderna, vinculada con el arte contemporáneo. Fue uno de
los pioneros en la incorporación de técnicas y estilos internacionales, como el
cubismo, el fauvismo y el expresionismo, adaptándolos a la realidad local.
Carlos Federico Sáez dedicó gran
parte de su obra a representar el paisaje uruguayo, especialmente el entorno
natural del campo y los cielos del interior del país.
Sus paisajes se caracterizan por
una mirada moderna y emotiva hacia el campo, algo que lo conectó de manera
profunda con la identidad nacional uruguaya. Su habilidad para capturar la luz
y el color en sus paisajes se convirtió en una de las características
distintivas de su estilo.
Sáez también tuvo un importante
rol como docente en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Uruguay.
Fue un maestro influyente, que
dejó una huella perdurable en generaciones de artistas jóvenes.
Su enfoque pedagógico ayudó a
consolidar un cambio en la enseñanza artística de la época, promoviendo una
mayor libertad creativa y experimentación con nuevas tendencias artísticas.
Una de las grandes
características de su obra fue su dominio del color.
Su paleta rica y vibrante, con
una particular intensidad en el uso de los azules, amarillos y naranjas, ayudó
a desarrollar un estilo único, lleno de luminosidad y dinamismo.
Sáez logró una gran síntesis
entre la expresividad emocional y la técnica depurada, lo que le permitió ser
reconocido tanto en Uruguay como en el exterior.
5. Reconocimientos y Exhibiciones Internacionales
Carlos Federico Sáez también gozó
de una destacada proyección internacional. Participó en diversas exposiciones
en Europa y América, lo que contribuyó a posicionar a la pintura uruguaya en el
circuito internacional de arte.
Recibió premios y distinciones,
lo que consolidó su reputación como uno de los artistas más relevantes de su
época en América Latina.
Sáez fue un artista que, si bien
mantuvo una voz personal, estuvo muy vinculado con los movimientos artísticos
más importantes de su tiempo.
A través de su contacto con artistas
europeos y latinoamericanos, tuvo la oportunidad de experimentar con las
vanguardias artísticas, especialmente el cubismo y el fauvismo.
Esta relación con las tendencias
internacionales le permitió darle un aire de vanguardia a su obra, sin perder
su identidad local.
Además de su aporte artístico y
pedagógico, el legado de Sáez se ve reflejado en instituciones y colecciones
que mantienen su obra.
Su trabajo sigue siendo estudiado
y admirado tanto en Uruguay como en otros países, y su influencia continúa
vigente en generaciones de artistas que lo consideran un referente en la
historia del arte latinoamericano.
En resumen, el legado de Carlos
Federico Sáez está marcado por su contribución a la modernización del arte
uruguayo, su talento para capturar la esencia del paisaje nacional con una
mirada innovadora, su influencia como maestro y su proyección internacional.
Su obra sigue siendo un referente
de la pintura latinoamericana y un hito en la evolución del arte en Uruguay.
FUENTES
https://my.meural.netgear.com/
https://revistadossier.com.uy/
http://www.academiadeletras.gub.uy/
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