El 6 de febrero se celebra el Día
Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina, una
práctica que se suele ejecutar en niñas en algún momento de sus vidas entre la
infancia y la adolescencia en determinados países y que internacionalmente está
reconocida como una violación grave de los derechos humanos, la salud y la
integridad.
Antecedentes
Fue el 20 de diciembre de 2012 cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas, según la resolución A/RES/67/146, aprobó la fecha del 6 de Febrero como el Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina .
Según la resolución A/RES/67/146,
se solicitó al Secretario General que presentara un informe multidisciplinario
exhaustivo sobre las causas fundamentales de la práctica de la mutilación
genital femenina y los factores que contribuyen a ella, su prevalencia en todo
el mundo y sus efectos en las mujeres y las niñas.
Este informe debía incluir
pruebas y datos, análisis de los avances realizados hasta la fecha y
recomendaciones orientadas a la acción para la eliminación de esa práctica,
basándose en la información proporcionada por los Estados Miembros, los agentes
del sistema de las Naciones Unidas que se ocupan de la cuestión y otros
interesados pertinentes.
Además, se instó a los órganos,
fondos y programas de las Naciones Unidas, en particular al Fondo de Población
de las Naciones Unidas (UNFPA) y al Fondo de las Naciones Unidas para la
Infancia (UNICEF), así como a las organizaciones no gubernamentales
pertinentes, a que intensificaran su asistencia a los Estados Miembros que lo
solicitaran, con el fin de eliminar la mutilación genital femenina.
También se alentó a la Oficina
del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos a que
tuviera en cuenta la protección y promoción de los derechos de las mujeres y
las niñas contra la mutilación genital femenina en sus programas por países.
Por lo tanto, la evaluación y el
seguimiento de la situación mundial con respecto a la MGF involucró a una
variedad de actores, incluyendo al Secretario General de la ONU, los Estados
Miembros, el UNFPA, UNICEF, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones
Unidas para los Derechos Humanos, y otras organizaciones no gubernamentales
Situación al
2012
En el momento de aprobarse la
resolución A/RES/67/146 el 20 de diciembre de 2012, la situación mundial con
respecto a la mutilación genital femenina (MGF) era la siguiente:
Entre 100 y 140 millones de
mujeres y niñas en el mundo habían sido sometidas a la MGF, y cada año, se
estimaba que tres millones adicionales de niñas corrían el riesgo de ser
mutiladas.
La MGF se reconocía como una
práctica tradicional dañina que no podía considerarse parte de una religión,
sino como un acto de violencia contra las mujeres y las niñas.
Se consideraba una violación de
sus derechos fundamentales, incluyendo el derecho a la seguridad e integridad
personal, a la salud física y mental, así como a sus derechos sexuales y
reproductivos.
En el caso de las niñas menores
de edad, también constituía maltrato infantil.
La práctica afectaba
principalmente a 30 países de África, Oriente Medio y Asia.
Sin embargo, con el aumento de
las migraciones, también había aumentado el número de niñas y mujeres en
Europa, Australia y Norteamérica que habían sido sometidas a una mutilación
genital o que podían correr el riesgo de sufrirla.
La mutilación genital femenina no
aporta beneficios para la salud y entraña riesgos inmediatos y complicaciones a
largo plazo para la salud y el bienestar físico, mental y sexual de las
mujeres.
Se estimaba que tratar las
complicaciones de salud que la MGF ocasiona costaba a los sistemas de salud USD
1400 millones al año.
El Fondo de Población de las
Naciones Unidas (UNFPA) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia
(UNICEF) colaboraban en apoyo de las comunidades para poner fin a la mutilación
o corte genital femenino.
Más de 8.000 comunidades en
Etiopía, Egipto, Kenya, Malí, Mauritania, Senegal, Burkina Faso, Gambia,
Guinea, Guinea-Bissau, Djibouti, Eritrea y Somalia habían abandonado esa
práctica.
Objetivos de
dicha resolución
Al aprobar la resolución
A/RES/67/146 el 20 de diciembre de 2012, la Asamblea General de las Naciones
Unidas buscaba que los Estados, el sistema de la ONU, la sociedad civil y todas
las partes involucradas siguieran observando el 6 de febrero como el Día
Internacional de la Tolerancia Cero contra la Mutilación Genital Femenina.
La resolución también instó a los
Estados a elaborar campañas y programas de información y concientización que
lleguen sistemáticamente al público en general, los profesionales pertinentes,
las familias y las comunidades, incluso a través de los medios de comunicación
y presentando debates en programas de radio y televisión, sobre la eliminación
de la mutilación genital femenina.
La Asamblea General de las
Naciones Unidas adoptó una resolución unánime prohibiendo la práctica de la
mutilación genital femenina.
Este hito fundamental del proceso
de erradicación de las prácticas dañinas y de las violaciones, que constituyen
una seria amenaza para la salud de las mujeres y de las niñas, fue aprobado por
los 194 Estados Miembros de la ONU.
La resolución sobre la mutilación
genital femenina insta a los países a condenar todas las prácticas dañinas que
afecten a las mujeres y a las niñas, en especial las mutilaciones genitales
femeninas, y a tomar todas las medidas necesarias, inclusive el hacer cumplir
las leyes, llevar a cabo campañas de concientización y asignar suficientes
recursos para proteger a las mujeres y a las niñas de esta forma de violencia.
Exige una atención especial a la protección y
a la asistencia de las mujeres y de las niñas que han sido víctimas de
mutilaciones genitales femeninas, y a las que corren riesgo de serlo, inclusive
a las mujeres refugiadas y a las migrantes
El lema para 2025, "Redoblar esfuerzos: Fortalecer las alianzas y crear movimientos para acabar con la mutilación genital femenina", subraya la importancia de la colaboración entre diversos participantes para desmantelar las normas perjudiciales que perpetúan esta práctica.
La Mutilación Genital Femenina (MGF) comprende todos los procedimientos que implican alterar o dañar los órganos genitales femeninos por razones no médicas.
Esta práctica, arraigada en normas culturales y sociales, busca reprimir la sexualidad femenina y asegurar la virginidad prematrimonial y la fidelidad marital.
Para eliminar la MGF, es fundamental invertir en recursos, fomentar debates abiertos y cuestionar las normas sociales que la perpetúan.
La Cooperación Española apoya el Programa Conjunto del FNUAP y UNICEF para la Erradicación de la Mutilación Genital Femenina, trabajando con 17 países africanos para terminar con esta violación de los derechos humanos.
Esta iniciativa trabaja a nivel comunitario, nacional, regional e internacional para concienciar sobre el daño causado por la MGF y empoderar a las comunidades, mujeres y niñas, para que decidan abandonar esta práctica.
El Programa Conjunto del UNFPA y UNICEF dirigen el programa mundial más grande destinado a acelerar la eliminación de la MGF desde 2008.
En estrecha colaboración con gobiernos y organizaciones comunitarias, el Programa Conjunto aúna conocimientos e investigaciones para prevenir la MGF en los 17 países en los que se ejecuta.
La fase IV del Programa Conjunto, iniciada en 2022, intensificará los esfuerzos encaminados a eliminar la MGF para 2030 y se centra en crear movimientos mundiales y reunir a aliados que trabajan para eliminar la MGF
Christiana Ojiabo,
superviviente de la mutilación genital femenina (MGF) de la comunidad nigeriana
de Agalagu. Dedicada agricultora y activista, denuncia esta práctica nociva en
su comunidad, utilizando su propia experiencia para ayudar a otras personas aFOTO:©
Fondo de Población
Qué es la Mutilación Genital Femenina (MGF)
La Mutilación Genital Femenina
(MGF) es una práctica arraigada en normas culturales y sociales
discriminatorias que afecta a millones de mujeres y niñas en todo el mundo.
Más allá de una simple
intervención física, la MGF representa una grave violación de los derechos
humanos, la salud y la dignidad de las afectadas.
La MGF comprende todos los
procedimientos que implican la alteración o lesión de los genitales femeninos
por razones no médicas.
La Organización Mundial de la
Salud (OMS) define la MGF como cualquier procedimiento que dañe o altere los
órganos genitales femeninos por razones no médicas.
Es fundamental destacar que la
MGF no tiene beneficios para la salud, y su práctica se basa en creencias
culturales y sociales dañinas.
Tipos de MGF
La MGF se clasifica en cuatro
tipos principales, según la OMS:
Tipo I (Clitoridectomía):
Resección parcial o total del clítoris (el glande y/o el prepucio/capuchón).
Tipo II (Escisión): Resección
parcial o total del clítoris y los labios menores, con o sin escisión de los
labios mayores.
Tipo III (Infibulación):
Estrechamiento de la abertura vaginal creando un sello. Se corta y recoloca los
labios menores o mayores suturándolos, con o sin eliminación del clítoris.
Tipo IV: Incluye todos los demás
procedimientos lesivos en los genitales femeninos con fines no médicos, por
ejemplo, la punción, incisión, raspado o cauterización de la zona genital.
La MGF está arraigada en
desigualdades de género y en un contexto social, económico y cultural específico.
Las razones que impulsan esta práctica son complejas y varían entre
comunidades, pero suelen incluir:
Normas sociales y culturales:
En muchas comunidades, la MGF se
considera una tradición necesaria para la aceptación social, el matrimonio y la
pertenencia al grupo.
Creencias sobre la sexualidad
femenina:
Se cree que la MGF reduce la
libido femenina, asegurando la virginidad antes del matrimonio y la fidelidad
conyugal.
Higiene y estética:
En algunas culturas, se considera
que los genitales femeninos sin mutilar son sucios o poco atractivos.
Religión:
Aunque ninguna religión prescribe
la MGF, algunas personas creen erróneamente que es un requisito religioso.
Presión social:
La presión de familiares, líderes
comunitarios y pares puede influir en la decisión de someter a una niña a la
MGF.
Falta de educación:
La falta de información sobre los
riesgos y consecuencias de la MGF perpetúa su práctica.
Desigualdad de género:
La MGF es una manifestación de la
desigualdad de género y la discriminación contra las mujeres y las niñas.
Consecuencias
de la MGF
La MGF tiene graves consecuencias
para la salud física, mental y sexual de las mujeres y niñas que la sufren:
Problemas de salud inmediatos:
Dolor intenso, sangrado excesivo,
infecciones (incluyendo tétanos y VIH), retención urinaria, lesiones en órganos
adyacentes, shock y muerte.
Problemas de salud a largo
plazo:
Infecciones crónicas,
infertilidad, dolor crónico, dificultades sexuales, problemas psicológicos
(depresión, ansiedad, estrés postraumático), complicaciones durante el embarazo
y el parto (aumento del riesgo de hemorragias, fístulas obstétricas y muerte
materna).
Impacto psicológico:
Trauma, baja autoestima,
depresión, ansiedad y dificultades en las relaciones interpersonales.
Distribución Geográfica de la MGF
La MGF se practica principalmente
en África, Oriente Medio y Asia. Según UNICEF, se concentra en unos 30 países,
con altas tasas de prevalencia en Somalia, Guinea, Sierra Leona, Egipto,
Eritrea, Mali, Sudán y Gambia.
Sin embargo, debido a la migración,
la MGF también se ha extendido a países de Europa, Norteamérica, Australia y
Nueva Zelanda.
QUIENES ALZARON LA VOZ
Purity Soinato Oiyie. Foto: ONU Mujeres/Ryan Brown
Purity Soinato Oiyie rebosa de
confianza en sí misma. Lleva dos piezas hechas con cuentas; un tocado
tradicional masái que cae de su cabeza y un collar con un mensaje rotundo:
“Stop FGM”, poner fin a la mutilación genital femenina. Es una líder de su
comunidad y defensora de los derechos de las mujeres. Pero para alcanzar este
estatus ha tenido que hacer frente a todo tipo de dificultades.
Durante los ocho años siguientes, Oiyie vivió en un centro de rescate en Narok, Kenya, lejos de todo lo que le era conocido. “Lo más difícil para mí fue dejar mi hogar, dejar a mi familia. No podía dormir... Me despertaba en medio de la noche y pensaba, ¿debiera volver y someterme a la mutilación genital femenina?”, explica.
“En casa, mi padre empezó a pegarle a mi madre, echándole la culpa de mi huida. Pero mi madre no quería que yo volviera y me circuncidaran. Me quedé en el centro de rescate y terminé la escuela”.
Afirma que “es difícil convencer a las personas de poner fin a la mutilación genital femenina, porque se trata de una práctica cultural. Voy a las escuelas y hablo con las niñas y el personal docente; hablo a las personas masái en nuestro propio idioma.
Les muestro vídeos sobre la mutilación genital femenina, hago que conozcan sus efectos y les explico la importancia de la educación”, y añade que “se sorprenden al ver a una niña masái educada”.
Conoce de primera mano la complejidad de la situación, por lo que afirma que: “Lo que necesitamos es educación gratuita para las niñas.
El pueblo masái es un pueblo de pastores, y muchos padres y madres no tienen dinero para enviar a sus niñas a la escuela”.
Jaha Dukureh es una conocida activista, Embajadora de ONU Mujeres para África, madre y sobreviviente de la mutilación genital femenina.
Cuando tenía 15 años, viajó sola desde Gambia a Nueva York para casarse con un hombre que no había visto nunca.
En ese momento
se dio cuenta de que la habían sometido a la mutilación genital femenina cuando
era un bebé.
Dukureh empezó a hablar anónimamente sobre la mutilación genital femenina cuando se quedó embarazada. “No quería que mi hija tuviese que pasar lo mismo, de eso estaba segura.
También sabía que hay millones de niñas en todo el mundo que son como mi hija y que no tienen a nadie que hable por ellas. Si no lo hacía yo, ¿quién iba a hacerlo?”.
“Denuncié la mutilación genital femenina y el matrimonio infantil, escribí blogs, amenacé con avisar a las fuerzas del orden si no me permitían abandonar a mi marido, fundé una ONG para combatir estas prácticas y solicité a la administración de Obama investigar el alcance de la mutilación genital femenina en los Estados Unidos de América”.
Además, Dukureh contribuyó en la legislación para prohibir la mutilación genital femenina en Gambia, su país de origen, demostrando que sus raíces constituyen la esencia de toda su labor a favor de la salud y el bienestar de las niñas.
El trabajo que lleva a cabo en su comunidad le proporciona información y acceso a espacios y conversaciones donde puede promover su causa de manera eficaz.
“No se consigue el cambio hablando a quienes ya están convencidos en salas de conferencias”, afirma. “Debemos trabajar con las y los líderes religiosos y tradicionales, las comunidades de hombres, niños, madres y padres que piensan de otra manera.
Debemos escuchar y comprender sus motivos y sus sistemas de creencias de manera respetuosa, al tiempo que aseguramos su privacidad y dignidad.
No hay que juzgar. En cambio, tenemos que utilizar interpretaciones religiosas alternativas y hacer referencia a pruebas científicas sobre las consecuencias perjudiciales tanto desde el punto de vista socioeconómico como sanitario que tienen la mutilación genital femenina y el matrimonio infantil”.
Consciente de la importancia que tiene un movimiento liderado por sobrevivientes para poner fin a la mutilación genital femenina, Dukureh espera inspirar a otras niñas y mujeres para que hablen de sus vivencias.
“Debemos apoyar a las mujeres y a las niñas, especialmente a las sobrevivientes, para que sean capaces de liderar el cambio y convertirse en ejemplos para las demás. Cuando una sobreviviente habla a su gente, toca una fibra sensible”.
Elizabeth Thomas Mniko tiene 17 años de edad. Asiste a clases extracurriculares en la escuela como preparación para los exámenes de secundaria y trabaja como encargada del hogar seguro del Serengueti, Tanzanía, donde acudió escapando de la mutilación genital femenina.
“Muchas niñas huyen de sus casas con tan sólo lo que llevan puesto”, afirma Apaisaria Kiwori, matrona jefa del refugio de Mugumu, Serengueti, en la región de Mara, al noroeste de Tanzanía.
El refugio tiene 10 estancias, cada una con cuatro literas y unos armarios pequeños donde guardar artículos personales. Se construyó con la intención de acoger a 40 niñas pero ya ha recibido a más de 300 durante la ‘temporada alta’, cuando la tribu indígena kurya, predominante en Mara, lleva a cabo la mutilación genital femenina.
Tras las lluvias de diciembre en cada año de número par, las y los líderes tradicionales y las personas ancianas de la aldea se reúnen para consultar a las personas que tradicionalmente llevan a cabo la circuncisión, llamadas Ngaribas, y a sus dioses sobre la mejor fecha en la que efectuar las ablaciones.
Cuando llega la temporada alta, muchas niñas mueren como consecuencia de fuertes hemorragias o infecciones, y las que sobreviven al procedimiento deben soportar el dolor y el trauma que les provoca durante toda la vida.
Temiendo por sus vidas, niñas de tan sólo siete años de edad escapan hacia el hogar seguro.
Allí está Mniko que les sirve de ejemplo. Mniko lo ha vivido en persona, y reconoce el inmenso valor que deben reunir las niñas para abandonar su casa. “Hay que ser muy valiente para dejar toda tu vida atrás”, afirma.
“Algunas de las niñas de más corta edad ni siquiera sabían que esto significaría dejar de ver a sus amistades y a sus familias. Huyeron pensando que algún día volverían. Pero sus familias las han rechazado”.
Son justamente estas historias trágicas las que motivan a Mniko. Por ellas acude a clases extracurriculares, estudia sin descanso e inspira a todas las personas que la rodean. “Quiero ser abogada”, explica desde la litera de su habitación, “y defender los derechos de todas las sobrevivientes de la violencia de género”.
Magda Ahmed, líder rural de Minya, durante un campamento de personas voluntarias en marzo de 2018. Fotografía: ONU Mujeres/Ahmed Hindy.
Como trabajadora social y líder rural en el Alto Egipto, Magda Ahmed trabaja cada día por los derechos y el bienestar de las mujeres y las niñas.
Lucha por su derecho a la educación, su derecho a expresar su pleno consentimiento antes del matrimonio y su derecho a vivir la vida sin mutilación genital femenina ni otras prácticas nocivas.
Desde pequeña, a Ahmed le encantaba estudiar.
Después de graduarse de la secundaria quería seguir estudiando, pero no se le permitió tomar la decisión por ella misma.
“En el Alto Egipto, es difícil que una niña continúe con sus estudios”, explica Ahmed. “Obtuve mi diploma [de secundaria] pero no pude seguir con mi educación ya que mi madre y mi padre decidieron que con ese diploma ya bastaba.
Tampoco mis hermanos defendían la idea de educar a las niñas de la familia”, afirma. A pesar de insistir, su familia se mantuvo firme y ella se casó a la edad de 18 años.
“Cuando me casé quería aprovechar mi energía para trabajar pero mi marido no paraba de decirme que mi trabajo eran la casa y los hijos”, recuerda Ahmed. Finalmente, con el apoyo de su suegra, empezó a trabajar en un jardín de infancia y, años después, tras arduos estudios y exámenes, Ahmed fue contratada por el Ministerio de Solidaridad Social como trabajadora social.
Su cargo incluye ir de casa en casa, conocer a las familias y tomar nota de sus necesidades y preocupaciones.
Poco a poco las mujeres empezaron a confiar en ella y a explicarle sus experiencias personales de violencia doméstica, matrimonio infantil y mutilación genital femenina.
Como parte de su capacitación profesional, Ahmed aprendió a generar conciencia sobre las secuelas del matrimonio infantil y la mutilación genital femenina.
Además, como ella misma ha sido una madre joven, puede conectar más estrechamente con las mujeres y las familias. “Todo lo que pasé al haberme casado joven me ayudó a instruir a las mujeres que visitaba sobre las cuestiones relacionadas con el matrimonio infantil”.
Ahmed comparte uno de los logros de los que se siente más orgullosa: fue capaz de cambiar la opinión de una madre sobre realizar la mutilación genital femenina a su hija.
“Me prometió que
nunca nadie la convencería de hacer daño a su hija de esa manera. Ahora me doy
cuenta de que mi papel como líder rural es fundamental en la comunidad”,
explica satisfecha.
SITUACIÓN ACTUAL
Zahra, una
superviviente de la mutilación genital
En la actualidad más de 230
millones de niñas y mujeres son supervivientes de la mutilación genital
femenina (MGF) y necesitan acceso a servicios de atención adecuados.
Se calcula que 27 millones de
niñas más corren el riesgo de sufrir MGF de aquí a 2030 si no se agilizan las
medidas para erradicarla.
Cada año, más de 2 millones de
niñas son sometidas a la mutilación genital femenina antes de cumplir los cinco
años.
Las asociaciones y alianzas son
vitales para crear movimientos sociales que pongan fin a la MGF.
Actualmente, una de cada tres
niñas es sometida a la MGF, en comparación con una de cada dos niñas hace
treinta años; sin embargo, el progreso debe ser al menos 10 veces más rápido
para alcanzar el objetivo mundial de eliminar la MGF para 2030.
En 2025, más de 4,4 millones de
niñas —o sea, unas 12.200 cada día— corren el riesgo de sufrir mutilación
genital femenina en todo el mundo.
Los costes sanitarios estimados
para las supervivientes de la MGF ascienden a 1.400 millones de dólares cada
año.
Esfuerzos para la Erradicación de la MGF
Izquierda: Una joven con un traje tradicional sostiene una pancarta que promueve el fin de la mutilación genital femenina. Derecha: Un grupo de mujeres de la comunidad informan sobre la ley que prohíbe la mutilación genital femenina en Gambia.-Foto:© Unfpa
La erradicación de la MGF
requiere un enfoque multidisciplinario y coordinado que involucre a gobiernos,
organizaciones internacionales, sociedad civil, comunidades y líderes
religiosos.
Las estrategias clave incluyen:
Legislación:
Prohibir la MGF mediante leyes y
garantizar su cumplimiento.
Educación y sensibilización:
Informar a las comunidades sobre
los riesgos y consecuencias de la MGF, promoviendo cambios de actitud y
comportamiento.
Empoderamiento de las mujeres
y las niñas:
Fortalecer el papel de las
mujeres en la toma de decisiones y promover la igualdad de género.
Apoyo a las sobrevivientes:
Brindar atención médica,
psicológica y social a las mujeres y niñas que han sufrido MGF.
Participación comunitaria:
Involucrar a líderes
comunitarios, religiosos y tradicionales en la lucha contra la MGF.
Colaboración internacional:
Fortalecer la cooperación entre
países y organizaciones internacionales para abordar la MGF a nivel global.
Monitoreo y evaluación:
Recopilar datos sobre la
prevalencia de la MGF y evaluar la eficacia de las intervenciones.
El papel de la ONU
La ONU desempeña un papel crucial
en la lucha contra la MGF.
A través de la Asamblea General,
se han aprobado resoluciones que condenan la práctica y promueven su eliminación.
El UNFPA y UNICEF lideran el
Programa Conjunto para la Eliminación de la Mutilación Genital Femenina, que
trabaja en 17 países para promover cambios sociales y garantizar la protección
de las niñas en riesgo.
Otras agencias de la ONU, como la
OMS y la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos, también
contribuyen a la lucha contra la MGF a través de sus programas y actividades.
Desafíos y Perspectivas Futuras
Zanaty El-Zawy l padre que se
negó a la mutilación genital de sus hijas
Este padre, residente en el Alto
Egipto, se enteró de que la madre de su hija Shaimaa planeaba realizarle la
ablación, práctica común en la zona, ya que las madres de la misma familia o
barrio se ponen de acuerdo para practicar la ablación a sus hijas el mismo día.
Este padre se opuso a esta
tradición, y cuando Shaimaa le preguntó el porqué, él le contó que cuando tenía
15 años, a principios de la década de 1960, había un jeque en su ciudad natal
que hablaba en contra de la MGF en los sermones de los viernes, argumentando
que no formaba parte del Islam.
Aunque muchos hombres fueron
convencidos por este discurso religioso, las esposas seguían practicando la MGF
a espaldas de sus maridos.
Gracias a la decisión de este
padre, Shaimaa no fue sometida a la MGF1. Shaimaa reconoce el papel del
discurso religioso como una herramienta poderosa para influir en la opinión
pública y generar conciencia sobre la MGF
A pesar de los avances logrados
en la lucha contra la MGF, aún existen importantes desafíos:
Resistencia cultural:
En algunas comunidades, la MGF
sigue siendo una práctica profundamente arraigada, y cambiar las actitudes y
comportamientos lleva tiempo.
Falta de recursos:
La financiación para los
programas de prevención y atención de la MGF sigue siendo insuficiente.
Conflictos y crisis
humanitarias:
En situaciones de conflicto, la
MGF puede aumentar debido al colapso de las estructuras sociales y de
protección.
Criminalización
transfronteriza:
La MGF se está llevando a cabo
cada vez más en países donde es ilegal, lo que dificulta su detección y
prevención.
Falta de datos:
La falta de datos precisos sobre
la prevalencia de la MGF dificulta la planificación y evaluación de los
programas.
Para superar
estos desafíos, es fundamental
Aumentar la inversión en
programas de prevención y atención de la MGF.
Fortalecer la colaboración entre
gobiernos, organizaciones internacionales y sociedad civil.
Promover la educación y la
sensibilización sobre la MGF en todos los niveles de la sociedad.
Empoderar a las mujeres y las
niñas para que tomen decisiones informadas sobre su salud y bienestar.
Garantizar el acceso a servicios
de salud y apoyo psicosocial para las sobrevivientes de la MGF.
Recopilar datos precisos sobre la
prevalencia de la MGF y monitorear el progreso de los programas.
FUENTES
https://www.bbc.com/mundo/noticias
https://www.un.org/es/observances/female-genital-mutilation-day
https://es.wikipedia.org/wiki/Mutilaci%C3%B3n_genital_femenina
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