El pintor del
Barroco español
Bartolomé Esteban Murillo nació
en Sevilla, donde pasó la mayor parte de su vida. Fue bautizado casi de
inmediato en la iglesia de la Magdalena el 1 de enero de 1618 .
Pila
bautismal de la Iglesia Magdalena
Partida
de bautismo de Bartolomé Esteban Murillo. Archivo parroquia Santa María
Magdalena (Sevilla) Libro de Bautismo número 16 folio 121 vº.
TRANSCRIPCIÓN: En lunes,
primero día del mes de henero de mil y seiscientos y diez y ocho años. Yo el
licenciado Francisco de Heredia, benefiçiado y cura de santa iglesia de la
Magdalena de Seuilla, baptizé a Bartolomé, hijo de Gaspar Esteuan, y de su
lijítima mujer María Pérez. Fue su padrino Antonio Pérez al qual se le amonestó
el parentesco espiritual y lo firmé. Fecho vt supra. El licenciado Francisco de
Heredia (rúbrica). (Al margen) Bartolomé
Conforme al uso anárquico de
la época, aunque alguna vez firmó Esteban adoptó comúnmente el segundo apellido
de la madre.
Bartolomé Esteban Murillo es quizá el pintor que mejor define el barroco español. Aunque es más conocido por sus obras religiosas, Murillo también produjo un número considerable de pinturas de mujeres y niños contemporáneos. Estos retratos animados y realistas de floristas, pilluelos callejeros y mendigos constituyen un registro extenso y atractivo de la vida cotidiana de su época. También pintó dos autorretratos, uno en la Colección Frick que lo retrata cuando tenía 30 años y otro en la Galería Nacional de Londres que lo retrata unos 20 años después.
Era el menor de catorce
hermanos, hijos del barbero Gaspar Esteban y de María Pérez Murillo, que
procedía de una familia de plateros y contaba entre sus parientes cercanos con
algún pintor.
Su padre era un acomodado
barbero, cirujano y sangrador al que en ocasiones se le da tratamiento de
bachiller, y del que en un documento de 1607 se decía que era «rico y
ahorrador», arrendatario de algunos bienes inmuebles junto a la iglesia de San
Pablo cuyos derechos heredó Bartolomé y le proporcionaron rentas durante casi
toda su vida.
Con nueve años y en el plazo
de seis meses quedó huérfano de padre y madre y fue puesto bajo la tutela de
una de sus hermanas mayores, Ana, casada también con un barbero cirujano, Juan
Agustín de Lagares.
El joven Bartolomé debió de
mantener buenas relaciones con la pareja, pues no mudó de domicilio hasta su
matrimonio, en 1645, y en 1656 su cuñado, ya viudo, le nombró albacea
testamentario.
Apenas se sabe de los primeros años de vida de Murillo y de
su formación como pintor.
En el año 1633, cuando contaba quince años, solicitó licencia para pasar a América con algunos familiares, motivo por el que hizo testamento en favor de una sobrina.
Según la costumbre de la época, por esos años o algo antes debió de iniciar su formación artística. Es muy posible que, que se formase en el taller de Juan del Castillo, casado con una de las hijas de Antonio Pérez, tío y padrino de bautismo de Murillo y pintor de imaginería él mismo.
Pintor discreto, caracterizado
por la sequedad del dibujo y la amable expresividad de sus rostros, la
influencia de Castillo se advierte con claridad en las que probablemente sean
las más tempranas de las obras conservadas de Murillo.
Entre los años 1638-1640 pinta
La Virgen entregando el rosario a Santo Domingo (Sevilla, Palacio arzobispal y
antigua colección del conde de Toreno)
Murillo todavía no ha creado un estilo personal y por eso en el dibujo muestra evidentes influencias de su maestro, Juan del Castillo, especialmente en los rasgos delicados y finos con los que describe los rostros y las sonrisas insinuadas.
En el rompimiento de Gloria que aparece en la zona superior -formado por ángeles mancebos que tocan música y cantan mientras que angelitos arrojan flores a santo Domingo- se constata la influencia de Juan de Roelas.
Los ropajes que cubren a los
personajes estarían inspirados en Zurbarán, sobre todo el modelado recio de los
pliegues. Quizá por esta amalgama de influencias, algunos especialistas
consideran, injustificadamente, que no se trata de una obra salida de los
pinceles de Murillo.
La Virgen con fray Lauterio, san Francisco de Asís y santo Tomás de Aquino, hacia 1638-1640.
De esta época es la pintura La Virgen con fray Lauterio, san Francisco de Asís y santo Tomás de Aquino (Cambridge, Fitzwilliam Museum), de dibujo seco y alegre colorido.
Una cartela en el ángulo inferior derecho explica el contenido de este inusual asunto, en el que la Virgen aconseja al franciscano fray Lauterio, estudiante de teología, la consulta de la Summa Theologiae del aquinatense para resolver sus dudas de fe.
Con Juan del Castillo, permanecerá
por cinco años.
En 1645 Murillo recibe su primer encargo de importancia. Se trata de la serie de trece lienzos para el claustro chico del Convento de San Francisco, en Sevilla.
En estas obras muestra una notable
influencia de Van Dyck, Tiziano y Rubens, lo que hace pensar a algunos expertos
en un posible viaje a Madrid, a la Corte.
Este año de 1645 será de gran importancia para el artista porque se casa el 26 de febrero con Beatriz Cabrera y Villalobos, joven sevillana de 22 años, vecina de la Parroquia de la Magdalena, donde se celebró el enlace.
En los 18 años que duró el matrimonio tuvieron una amplia descendencia consistente en nueve hijos.
El éxito alcanzado con la serie del Claustro Chico -al aportar un estilo más novedoso que los veteranos Herrera el Viejo o Zurbarán- motivará el aumento del número de encargos.
Por ello en 1646 ingresa en su taller un joven aprendiz llamado Manuel Campos al tiempo que debe buscar una casa más amplia para organizar un taller.
Sagrada
Familia del pajarito, hacia 1649-1650, óleo sobre lienzo, 144 x 188 cm, Madrid,
Museo del Prado. Con un tratamiento de la luz y un estudio de los objetos
inanimados todavía zurbaranescos, Murillo crea un ambiente intimista de
apacible cotidianidad que será el característico de su pintura, abordando el
hecho religioso, en el que la figura de San José cobra especial protagonismo,
con los recursos propios del naturalismo y una personal y humanísima visión.
Se traslada a la calle Corral del Rey, donde sufrió la terrible epidemia de peste que asoló la zona de Andalucía -y en especial Sevilla- en 1649. La mitad de la población de la capital perdió la vida y entre ellos los cuatro pequeños hijos del matrimonio Murillo.
Niño espulgándose, hacia 1650, París, Museo del Louvre
La crisis económica que vive la ciudad
no impide que los encargos continúen a buen ritmo, siendo uno de los más
importantes el enorme lienzo de la Inmaculada Concepción para la iglesia del
desaparecido convento de los Franciscanos, llamada "La Grande" por su
tamaño.
Adoración de los Pastores
Las primeras obras de Murillo denotan una evidente influencia del Naturalismo tenebrista que tanto éxito estaba cosechando en Sevilla por aquellas fechas, teniendo en Zurbarán a su máximo representante.
Sería lógico pensar que si el joven Murillo pretende obtener rápidos triunfos será en un estilo admitido por todas las fuerzas artísticas de la ciudad, teniendo tiempo posteriormente de introducir novedades en su pintura.
Así, esta Adoración de los Pastores muestra una importante influencia de la obra de Ribera, sin olvidar a Zurbarán y al joven Velázquez. Murillo ha dejado en penumbra a San José, que era el protagonista de la Sagrada Familia del Pajarito, iluminando a la Virgen y al Niño.
Junto a ellos, dos pastores y
una pastora entregan sus presentes: un cordero, huevos y una gallina. El
realismo que caracteriza a las figuras tiene una clara muestra en los pies
sucios de los pastores, como ya había hecho Caravaggio
En 1658 se traslada a Madrid,
donde es muy probable que conociese a Velázquez, quien le pondría en contacto
con las colecciones reales, donde tomaría contacto con la pintura flamenca y
veneciana.
A finales de 1658 Murillo está
de nuevo en Sevilla. Aparece en los anales como vecino de la parroquia de Santa
Cruz, donde permaneció hasta 1663, cuando se trasladó a la de San Bartolomé.
Los numerosos encargos que recibía le permitían disfrutar de una saneada
economía.
El
Buen Pastor, hacia 1660, óleo sobre lienzo, 123 x 101 cm, Madrid, Museo del
Prado.
Anciana espulgando a un niño
En la década de 1660 pintaría esta Anciana espulgando a un niño, también llamada Abuela espulgando a su nieto.
La composición se desarrolla en un interior, recortándose las figuras sobre un fondo neutro al estar iluminadas por un potente foco de luz que entra por la ventana. El pequeño tumbado sobre el suelo come pan y acaricia al perrillo mientras que la mujer procede a quitarle las pulgas o los piojos de la cabeza. La anciana concentra toda la atención en su tarea y ha abandonado sus útiles de hilado que aparecen sobre la banqueta de la derecha. Al fondo podemos contemplar una mesa con una jarra y un cántaro, lo que nos indica que se trata de una familia con escasos recursos económicos pero que sobrevive humildemente. Este detalle también se puede apreciar en sus vestidos ya que no observamos jirones como en otras escenas -véase los Niños jugando a los dados-. El naturalismo con el que trata Murillo la escena se aleja del empleado por Zurbarán años atrás, lo que indica la evolución de su pintura hacia un estilo muy personal, caracterizado por las atmósferas.
El 11 de enero de 1660 funda una Academia de Dibujo en Sevilla, en colaboración con Francisco de Herrera el Mozo. Los dos artistas compartieron la presidencia durante el primer año de funcionamiento de esta escuela, en la que los aprendices y los artistas se reunían para estudiar y dibujar del natural.
La presidencia de la Academia será abandonada por Murillo en 1663, siendo sustituido por Juan de Valdés Leal.
Ese mismo año, Murillo quedó
viudo al fallecer su esposa como consecuencia del último parto. De los nueve
hijos sólo sobrevivían en aquel momento cuatro.
Niños
jugando a los dados, hacia 1665-1675, óleo sobre lienzo, 140 x 108 cm, Múnich,
Alte Pinakothek.
El periodo más fecundo de Murillo se inicia en 1665 con el encargo de los lienzos para Santa María la Blanca –el Sueño del Patricio y el Patricio relatando su sueño al papa Liberio-
Consiguió aumentar su fama y recibir un amplio número de encargos: las
pinturas del retablo mayor y las capillas laterales de la iglesia de los
Capuchinos de Sevilla y las pinturas de la Sala Capitular de la catedral
hispalense.
Dos
mujeres en una ventana , c. 1655-1660 , Galería Nacional de Arte , Washington,
DC
Ese mismo año de 1665, Murillo ingresa en la Cofradía de la Santa Caridad, lo que le permitió realizar uno de sus trabajos más interesantes. La decoración del templo del Hospital de la Caridad de Sevilla, encargo realizado por Miguel de Mañara, un gran amigo del artista.
Josua van Belle, 1670, óleo sobre lienzo, 125 x 102 cm, Dublín, National Gallery of Ireland. Murillo retrató a Belle, comerciante neerlandés llegado a Sevilla en 1663, con la elegante actitud propia del retrato nórdico que pudo conocer en las colecciones de pintura de los comerciantes de esa procedencia establecidos en la ciudad, ante una cortina de vivo color púrpura que no se aprecia en esta reproducción.
Autorretrato
Hacia 1670 los hijos de Murillo le encargan la realización de este autorretrato tal y como aparece en la inscripción en latín. Para su ejecución, el maestro toma como base los tipos de los retratos flamencos y holandeses empleados desde finales del siglo XVI.
No hay que olvidar la importante colonia de comerciantes flamencos que estaba afincada en Sevilla con la que el artista tendría una buena relación.
El pintor aparece enmarcado en un óvalo decorado con molduras, mientras que sobre la mesa que sujeta el fingido marco encontramos elementos alusivos a su profesión: la paleta y los pinceles en la derecha y un dibujo con el lápiz, el compás y la regla en la izquierda.
El modelo saca la mano del óvalo y la apoya en el marco, para crear una mayor sensación de perspectiva y acentuar el naturalismo que caracteriza a todo el conjunto. El centro de la imagen es, sin duda, el rostro de Murillo, captado con toda su profundidad psicológica, resaltando sus facciones agradables y su mirada serena. La intensidad de las luces en algunas partes y el fondo en penumbra refuerza la potencia del retrato, demostrando la calidad de Murillo para esta temática que no tocó en demasía.
En 1682 el cuadro fue grabado en Amberes a instancias de don Nicolás de Omazur por lo que sería una obra admirada por buena parte de los pintores europeos.
La fama alcanzada por Murillo se extenderá por todo el país, llegando
a la corte madrileña. El rey Carlos II invitó a Murillo a asentarse en Madrid.
El artista rechazó el ofrecimiento alegando razones de edad.
Niño
riendo asomado a la ventana, hacia 1675, Londres, National Gallery.
En 1681 Murillo traslada su vivienda al barrio de Santa Cruz. Allí recibió el último encargo: las pinturas para el retablo de la iglesia del convento capuchino de Santa Catalina de Cádiz. Cuando trabajaba en este encargo sufrió una caída al estar pintando las partes superiores del cuadro principal.
A consecuencia de la caída,
algunos meses más tarde, falleció el 3 de abril de 1682, de manera repentina ya
que no llegó a acabar de dictar su testamento.
En él pide que se le entierre en la parroquia de Santa Cruz, lo cual se llevó a cabo, pero este templo fue destruido por las tropas francesas en 1811.
Una placa colocada en la plaza de
Santa Cruz en 1858 señala el lugar aproximado donde reposan los restos del gran
artista sevillano.
SU OBRA
Dos elementos clave en la obra de Murillo serán la luz y el color. En sus primeros trabajos emplea una luz uniforme, sin apenas recurrir a los contrastes.
Este estilo cambia en la década
de 1640 cuando trabaja en el claustro de San Francisco, donde se aprecia un
marcado acento tenebrista, muy influenciado por Zurbarán y Ribera. Este estilo
se mantendrá hasta 1655, momento en el que Murillo asimila la manera de
trabajar de Herrera el Mozo, con sus transparencias y juegos de contraluces,
tomados de Van Dyck,
Rubens y la escuela veneciana. Otra de las características de este nuevo estilo será el empleo de sutiles gradaciones lumínicas con las que consigue crear una sensacional perspectiva aérea, acompañada del empleo de tonalidades transparentes y efectos luminosos resplandecientes.
El empleo de una pincelada suelta y ligera define claramente
esta etapa. Las obras de Murillo alcanzaron gran popularidad y durante el
Romanticismo se hicieron numerosas copias, que fueron vendidas como auténticos
"Murillos" a los extranjeros que visitaban España.
El monumento a Murillo es una estatua sobre pedestal, obra
de 1867 del escultor español Sabino Medina, dedicada al
artista Bartolomé Esteban Murillo. Se encuentra en la plaza
de Murillo, junto a la puerta del mismo nombre del Museo del
Prado en Madrid
(España).
La
Sala Murillo del Museo de Cádiz
Casa de Murillo
La Casa de Murillo está
situada en el número 8 de la calle Santa Teresa, en la parroquia de Santa
Cruz, y fue la penúltima residencia familiar del artista. En ella vivió
Murillo como un pintor plenamente reconocido y admirado por la sociedad
sevillana del momento y fue donde estuvo emplazado el obrador donde el artista
trabajó los últimos años de su vida.
FUENTES
https://www.nationalgallery.org.uk/
https://www.biografiasyvidas.com/
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