Blog de Arinda

OBJETIVO :En este Blog vas a encontrar mis producciones en pintura y escultura. Además, material recopilado a través de mi trabajo como maestra, directora e inspectora, que puede ser de interés para docentes y estudiantes magisteriales .

sábado, 31 de marzo de 2012

EL 30 DE MARZO DE 1900 NACÍA MARÍA MOLINER


 LA DAMA QUE ESCRIBIÓ UN DICCIONARIO


María Juana Moliner Ruiz  nació en Paniza, Zaragoza, España, el 30 de marzo de 1900.
Fue una bibliotecónoma, filóloga y lexicógrafa española.
Su padre fue Enrique Moliner, era médico rural como lo había sido su padre y su madre Matilde Ruiz, pertenecía a un ambiente familiar acomodado. 

María con uno de sus hermanos


María y su hermana 1910

 En 1902 la familia se traslada  a un pueblo de Soria y casi inmediatamente a Madrid.
Cuando ella entraba en la adolescencia, su padre se marchó a Argentina y no volvió jamás. María Moliner, su madre y sus hermanos Matilde y Enrique vivieron en condiciones de extremas pobreza.
María con su madre y hermanos- 1914

Los tres hijos del matrimonio, llamados Enrique, María y Matilde, cursaron estudios superiores.
La joven María, apasionada por el latín y espléndida lectora, empezó a dar clases, y asumió la tarea de sacar a los suyos adelante

 
 Carné estudiantil de María- 1918

Los hermanos Moliner estudiaron en la Institución Libre de Enseñanza, donde Don Américo Castro suscitó el interés por la expresión lingüística y por la gramática en María. 
Los primeros exámenes del bachillerato los hizo como alumna libre en el Instituto General y Técnico Cardenal Cisneros de Madrid.

Instituto General y Técnico Cardenal Cisneros de Madrid.

En julio de 1915 pasa al Instituto General y Técnico de Zaragoza, del que fue alumna oficial a partir de 1917 y donde concluyó el bachillerato en 1918. 
En Zaragoza, se formó y trabajó como filóloga y lexicógrafa en el Estudio de Filología de Aragón, dirigido por Juan Moneva, desde 1917 hasta 1921, donde colaboró en la realización del Diccionario aragonés de dicha institución.

Posteriormente  cursó la Licenciatura de Filosofía y Letras en la Universidad de Zaragoza que culminó con sobresaliente y Premio Extraordinario, ingresando en 1922, por oposición, en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, con destino el Archivo de Simancas, donde permaneció poco tiempo para pasar al Archivo de la Delegación de Hacienda de Murcia.
 
María y su esposo Fernando Ramón y Ferrando el día de la boda -1925

En esta ciudad conoció al catedrático de física Fernando Ramón y Ferrando, con quien se caso en Sagunto el 5 de agosto de 1925.
Tuvieron cuatro hijos: Enrique,  Fernando, Carmen y Pedro. 

María con sus hijos- 1944

A principio de los años treinta la familia se traslada a Valencia. María trabaja en el Archivo de la Delegación de Hacienda de esa ciudad, y Fernando en la Facultad de Ciencias. 
Esta etapa es la de mayor plenitud de María Moliner, ya que según ella confesó participa con fe y esperanza en las empresas culturales que nacen con el espíritu de la II República.
María colaboró en la Escuela Cossío, inspirada claramente en la Institución Libre de Enseñanza, enseñando en ella Literatura y Gramática, y formó parte como vocal de su Consejo Director  y como secretaria  de la Asociación de Amigos para su apoyo. 


También prestó su colaboración entusiasta a las Misiones Pedagógicas de la República, cuidando especialmente de la organización de las bibliotecas rurales. 
De hecho, escribió unas Instrucciones para el servicio de pequeñas bibliotecas (que se publicaron sin nombre de autor en Valencia en 1937), que fueron apreciadas tanto en España como en el extranjero, y cuya presentación preliminar —«A los bibliotecarios rurales»— constituye una pieza conmovedora y un testimonio fehaciente de la fe de la autora en la cultura como vehículo para la regeneración de la sociedad.


Ocupó puestos importantes de responsabilidad en el terreno de la organización de las bibliotecas populares. En 1935, en el II Congreso Internacional de Bibliotecas y Bibliografía, inaugurado por Ortega y Gasset,  ella había presentado una comunicación con el título «Bibliotecas rurales y redes de bibliotecas en España». En septiembre de 1936 fue llamada por el rector de la Universidad de Valencia, el Dr. Puche, para dirigir la Biblioteca universitaria, pero a finales de 1937, en plena guerra civil, tuvo que de abandonar el puesto para entregarse a la dirección de la Oficina de Adquisición y Cambio Internacional de Publicaciones y para trabajar como vocal de la Sección de Bibliotecas del Consejo Central de Archivos, Bibliotecas y Tesoro Artístico. 
La lucidez y capacidad organizativa de María Moliner quedaron plasmadas en las directrices que redacta como Proyecto de Plan de Bibliotecas del Estado, las cuales se publicaron a principios de 1939. Pilar Faus (La lectura pública en España y el Plan de Bibliotecas de María Moliner, Madrid, Anabad, 1990.) considera dicho proyecto «el mejor plan bibliotecario de España».

Al término de la guerra civil, María y su marido, así como los amigos que les rodeaban, sufren represalias políticas. Algunos de ellos se exilian. El marido de María es suspendido de empleo y sueldo, trasladado a Murcia y rehabilitado en Salamanca a partir de 1946,  donde permaneció hasta su jubilación en 1962. 

1963- María con sus nietos
Por su parte, María es depurada y sufre la pérdida de 18 puestos en el escalafón del Cuerpo Facultativo de Archiveros y Bibliotecarios, que recuperará en 1958. 
En 1946 pasará a dirigir la biblioteca de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Madrid hasta su jubilación en 1970.

María, separada físicamente de su marido una buena parte de la semana, encontró el tiempo para dedicarse a su interés intelectual más profundo: la pasión por las palabras. Será entonces, hacia 1950, cuando comienza la elaboración del Diccionario de uso del español. 















 Texto manuscrito por María Moliner
Transcripción: La idea al empezar el trabajo era hacer un pequeño diccionario del tipo del "Learner's Dictionary", por ejemplo, que podría estar realizado en uno o dos años; pero la materia fue creciendo y creciendo en mis manos y los dos años se estiraron hasta quince: empecé joven y con hijos poco más que niños y lo acabé cargada de nietos.
Nací en Paniza, provincia de Zaragoza, donde mi padre estaba como médico, y muy aragonesa por los cuatro costados.



Por entonces, su hijo Fernando le trajo de París un libro que llamó profundamente su atención: el Learner’s Dictionary. María Moliner solía levantarse muy temprano, hacia las cinco de la mañana, trabajaba un poco, regaba los tiestos y se iba a su puesto; dormía la siesta un poco y continuaba anotando fichas, buscando palabras, leyendo periódicos, tomando notas de lo que oía en la calle.

El diccionario de María Moliner era muy superior al de la Real Academia Española: era un diccionario de definiciones, mucho más precisas y ricas; de sinónimos; de expresiones y frases hechas; de familias de palabras. Además, anticipó la ordenación de la Ll en la L, y de Ch en la C; y agregó una gramática y una sintaxis con numerosos ejemplos.

1953- En la Pobla

Fue publicado por  la Editorial Gredos entre los años 1966 y 1967 en dos volúmenes. Esta obra conoció, en esa primera edición, veinte reimpresiones, ha sido editada en CD-ROM en el año 1995 y  reeditada en una segunda edición, revisada y aumentada en 1998. La tercera y última revisión fue editada en septiembre del 2007 y consta de dos tomos.

Miguel Delibes

El libro tuvo un éxito inmediato y hoy es una obra imprescindible, de referencia. Miguel Delibes dijo de ella: “Es una obra que justifica una vida”. 
El diccionario de María es la obra de una vida, una culminación, y en cierto modo de vivir hacia adentro porque ella, en el fondo, era una perdedora y una silenciada: había perdido el sueño de la II República, había sido maltratada por el régimen de Franco, llegó a perder 18 puestos en su escalafón laboral, y percibió un vacío casi indescriptible que llevó a emprender una tarea titánica.

Fue propuesta para entrar en la Academia de la Lengua por Rafael Lapesa y Pedro Laín Entralgo. De haber sido aceptado hubiera sido la primera mujer académica. Pero no lo fue. En relación con este hecho María decía: “Sí, mi biografía es muy escueta en cuanto a que mi único mérito es mi diccionario. Es decir, yo no tengo ninguna obra que se pueda añadir a esa para hacer una larga lista que contribuya a acreditar mi entrada en la Academia. (…) Mi obra es limpiamente el diccionario. Desde luego es una cosa indicada que un filósofo entre en la Academia y yo ya me echo fuera, pero si ese diccionario lo hubiera escrito un hombre, diría: ‘¡Pero y ese hombre, cómo no está en la Academia!”.



Los últimos años de la vida de María estuvieron marcados por el cuidado de su marido, jubilado en 1962, enfermo y ciego ya para 1968, y por el deseo de pulir y ampliar con tranquilidad su famoso Diccionario de uso del español (publicado en dos grandes volúmenes en 1966-1967, vid. infra). 



Sin embargo, en el verano de 1973 surgieron repentinamente los primeros síntomas de una arterioesclerosis cerebral, enfermedad que la iría retirando de toda actividad intelectual.
Su marido fallece el 4 de septiembre de 1974, lo que termina con sus ganas de vivir. 
Pasó los siguientes seis años, hasta su propio fallecimiento en 1981, en su casa de Madrid, retirada del mundo y en medio del cariño y cuidados de su familia (su hermana Matilde, dos de sus hijos y numerosos nietos).


1937- INSTRUCTIVO PARA LOS BIBLIOTECARIOS DE BIBLIOTECAS RURALES ESCRITO POR MARIA MOLINER
 A los bibliotecarios rurales:
Estas Instrucciones van especialmente dirigidas a ayudar en su tarea a los bibliotecarios provistos de poca experiencia y que tienen a su cargo bibliotecas pequeñas y recientes. Porque, si el éxito de una biblioteca depende en grandísima parte del bibliotecario, esto es tanto más verdad cuanto más corta es la historia o tradición de ese establecimiento. En una biblioteca de larga historia, el público ya experimentado, lejos de necesitar estímulos para leer, tiene sus exigencias, y el bibliotecario puede limitarse a satisfacerlas cumpliendo su obligación de una manera casi automática. Pero el encargado de una biblioteca que comienza a vivir ha de hacer una labor mucho más personal, poniendo su alma en ella. No será esto posible sin entusiasmo, y el entusiasmo no nace sino de la fe. El bibliotecario, para poner entusiasmo en su tarea, necesita creer en estas dos cosas: en la capacidad de mejoramiento espiritual de la gente a quien va a servir, y en la eficacia de su propia misión para contribuir a este mejoramiento.
No será buen bibliotecario el individuo que recibe invariablemente al forastero con palabras que tenemos grabadas en el cerebro, a fuerza de oírlas, los que con una misión cultural hemos visitado pueblos españoles: «Mire usted: en este pueblo son muy cerriles: usted hábleles de ir al baile, al fútbol o al cine, pero… ¡A la biblioteca…!».
No, amigos bibliotecarios, no. En vuestro pueblo la gente no es más cerril que en otros pueblos de España ni que en otros pueblos del mundo. Probad a hablarles de cultura y veréis cómo sus ojos se abren y sus cabezas se mueven en un gesto de asentimiento, y cómo invariablemente responden: ¡Eso, eso es lo que nos hace falta: cultura! Ellos presienten, en efecto, que es cultura lo que necesitan, que sin ella no hay posibilidad de liberación efectiva, que sólo ella ha de dotarles de impulso suficiente para incorporarse a la marcha fatal del progreso humano sin riesgo de ser revolcados: sienten también que la cultura que a ellos les está negada es un privilegio más que confiere a ciertas gentes sin ninguna superioridad intrínseca sobre ellos, a veces con un valor moral nulo, una superioridad efectiva en estimación de la sociedad, en posición económica, etcétera. Y se revuelven contra esto que vagamente comprenden pidiendo, cultura, cultura… Pero, claro, si se les pregunta qué es concretamente lo que quieren decir con eso, no saben explicarlo. Y no saben tampoco que el camino de la cultura es áspero, sobre todo cuando para emprenderlo hay que romper con una tradición de abandono conservada por generaciones y generaciones.
Tú, bibliotecario, sí debes saberlo, y debes comprenderles y disculparles y ayudarles. No es extraño que una biblioteca recibida con gran entusiasmo quede al poco tiempo abandonada si se la confía a su propia suerte: no es extraño que el libro cogido con propósito de leerlo se caiga al poco rato de las manos y el lector lo abandone para ir a distraerse con la película a cuya trama su inteligencia se abandona sin esfuerzo. Todo esto ocurre; pero no ocurre sólo en tu pueblo, ni lo hacen sólo tus convecinos; ocurre en todas partes, y ahí radica precisamente tu misión: en conocer los recursos de tu biblioteca y las cualidades de tus lectores de modo que aciertes a poner en sus manos el libro cuya lectura les absorba hasta el punto de hacerles olvidarse de acudir a otra distracción.
La segunda cosa que necesita creer el bibliotecario es en la eficacia de su propia misión. Para valorarla, pensad tan sólo en lo que sería nuestra España si en todas las ciudades, en todos los pueblos, en las aldeas más humildes, hombres y mujeres dedicasen los ratos no ocupados por sus tareas vitales a leer, a asomarse al mundo material y al mundo inmenso del espíritu por esas ventanas maravillosas que son los libros. ¡Tantas son las consecuencias que se adivinan si una tal situación llegase a ser realidad, que no es posible ni empezar a enunciarlas…!
Pues bien: esta es la tarea que se ha impuesto y que está llevando a cabo el Ministerio de Instrucción Pública por medio de su Sección de Bibliotecas y en la que vosotros tenéis una parte esencialísima que realizar.
  (*) Prólogo de Instrucciones para el servicio de pequeñas bibliotecas, publicadas en Valencia en 1937, y que redactó María Moliner. Transcrito a partir de la edición de Educación y Biblioteca, Nº 86, p. 18, en el homenaje a María Moliner, 1998



 Esto escribió  GABRIEL GARCIA MARQUEZ de MARÍA MOLINER

La mujer que escribió un diccionario
EL PAÍS  -  Opinión - 10-02-1981 

Hace tres semanas, de paso por Madrid, quise visitar a María Moliner. Encontrarla no fue tan fácil como yo suponía: algunas personas que debían saberlo ignoraban quién era, y no faltó quien la confundiera con una célebre estrella de cine. Por fin logré un contacto con su hijo menor, que es ingeniero industrial en Barcelona, y él me hizo saber que no era posible visitar a su madre por sus quebrantos de salud. Pensé que era una crisis momentánea y que tal vez pudiera verla en un viaje futuro a Madrid. Pero la semana pasada, cuando ya me encontraba en Bogotá, me llamaron por teléfono para darme la mala noticia de que María Moliner había muerto. Yo me sentí como si hubiera perdido a alguien que sin saberlo había trabajado para mí durante muchos años.María Moliner -para decirlo del modo más corto- hizo una proeza con muy pocos precedentes: escribió sola, en su casa, con su propia mano, el diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana. Se llama Diccionario de uso del español, tiene dos tomos de casi 3.000 páginas en total, que pesan tres kilos, y viene a ser, en consecuencia, más de dos veces más largo que el de la Real Academia de la Lengua, y -a mi juicio- más de dos veces mejor. María Moliner lo escribió en las horas que le dejaba libre su empleo de bibliotecaria, y el que ella consideraba su verdadero oficio: remendar calcetines. Uno de sus hijos, a quien le preguntaron hace poco cuántos hermanos tenía, contestó: «Dos varones, una hembra y el diccionario». Hay que saber cómo fue escrita la obra para entender cuánta verdad implica esa respuesta.
María Moliner nació en Paniza, un pueblo de Aragón, en 1900. O, como ella decía con mucha propiedad: « En el año cero". De modo que al morir había cumplido los ochenta años. Estudió Filosofía y Letras en Zaragoza y obtuvo, mediante concurso, su ingreso al Cuerpo de Archiveros y Bibliotecarios de España. Se casó con don Fernando Ramón y Ferrando, un prestigioso profesor universitario que enseñaba en Salamanca una ciencia rara: base física de la mente humana. María Moliner crió a sus hijos como toda una madre española, con mano firme y dándoles de comer demasiado, aun en los duros años de la guerra civil, en que no habla mucho que comer. El mayor se hizo médico investigador, el segundo se hizo arquitecto y la hija se hizo maestra. Sólo cuando el menor empezó la carrera de ingeniero industrial, María Moliner sintió que le sobraba demasiado tiempo después de sus cinco horas de bibliotecaria, y decidió ocuparlo escribiendo un diccionario. La idea le vino del Learner's Dictionary, con el cual aprendió el inglés. Es un diccionario de uso; es decir, que no sólo dice lo que significan las palabras, sino que indica también cómo se usan, y se incluyen otras con las que pueden reemplazarse. «Es un diccionario para escritores», dijo María Moliner una vez, hablan do del suyo, y lo dijo con mucha razón. En el diccionario de la Real Academia de la Lengua, en cambio, las palabras son admitidas cuando ya están a punto de morir, gastadas por el uso, y sus definiciones rígidas parecen colgadas de un clavo. Fue contra ese criterio de embalsamadores que María Moliner se sentó a escribir su diccionario en 1951. Calculó que lo terminaría en dos años, y cuando llevaba diez todavía andaba por la mitad. «Siempre le faltaban dos años para terminar», me dijo su hijo menor. Al principio le dedicaba dos o tres horas diarias, pero a medida que los hijos se casaban y se iban de la casa le quedaba más tiempo disponible, hasta que llegó a trabajar diez horas al día, además de las cinco de la biblioteca. En 1967 -presionada sobre todo por la Editorial Gredos, que la esperaba desde hacía cinco años- dio el diccionario por terminado. Pero siguió haciendo fichas, y en el momento de morir tenía varios metros de palabras nuevas que esperaba ver incluidas en las futuras ediciones. En realidad, lo que esa mujer de fábula había emprendido era una carrera de velocidad y resistencia contra la vida.
Su hijo Pedro me ha contado cómo trabajaba. Dice que un día se levantó a las cinco de la mañana, dividió una cuartilla en cuatro partes iguales y se puso a escribir fichas de palabras sin más preparativos. Sus únicas herramientas de trabajo eran dos atriles y una máquina de escribir portátil, que sobrevivió a la escritura del diccionario. Primero trabajó en la mesita de centro de la sala. Después, cuando se sintió naufragar entre libros y notas, se sirvió de un tablero apoyado sobre el respaldar de dos sillas. Su marido fingía una impavidez de sabio, pero a veces medía a escondidas las gavillas de fichas con una cinta métrica, y les mandaba noticias a sus hijos. En una ocasión les contó que el diccionario iba ya por la última letra, pero tres meses después les contó, con las ilusiones perdidas, que había vuelto a la primera. Era natural, porque María Moliner tenía un método infinito: pretendía agarrar al vuelo todas las palabras de la vida. «Sobre todo las que encuentro en los periódicos», dijo en una entrevista. «Porque allí viene el idioma vivo, el que se está usando, las palabras que tienen que inventarse al momento por necesidad». Sólo hizo una excepción: las mal llamadas malas palabras, que son muchas y tal vez las más usadas en la España de todos los tiempos. Es el defecto mayor de su diccionario, y María Moliner vivió bastante para comprenderlo, pero no lo suficiente para corregirlo.
Pasó sus últimos años en un apartamento del norte de Madrid, con una terraza grande, donde tenía muchos tiestos de flores, que regaba con tanto amor como si fueran palabras cautivas. Le complacían las noticias de que su diccionario había vendido más de 10.000 copias, en dos ediciones, que cumplía el propósito que ella se había impuesto y que algunos académicos de la lengua lo consultaban en público sin ruborizarse. A veces le llegaba un periodista desperdigado. A uno que Ie preguntó por qué no contestaba las numerosas cartas que recibía le contestó con más frescura que la de sus flores: «Porque soy muy perezosa». En 1972 fue la primera mujer cuya candidatura se presentó en la Academia de la Lengua, pero los muy señores académicos no se atrevieron a romper su venerable tradición machista. Sólo se atrevieron hace dos años, y aceptaron entonces la primera mujer, pero no fue María Moliner. Ella se alegró cuando lo supo, porque le aterrorizaba la idea de pronunciar el discurso de admisión. «¿Qué podía decir yo », dijo entonces, «si en toda mi vida no he hecho más que coser calcetines?».



FUENTES: 
http://es.wikipedia.org
http://cvc.cervantes.es/

http://sololiteratura.com/

lunes, 19 de marzo de 2012

EL CUENTO DE HADAS O CUENTO MARAVILLOSO

REVISANDO LA BIBLIOTECA

El lector comienza a formarse antes de aprender a leer.
El primer contacto del niño con la literatura es a través de las canciones de cuna, es decir, a través de la literatura oral.
Luego será el cuento narrado o leído por la madre, la abuela o algún otro familiar. Al ingresar al jardín de infantes el libro-objeto cobra importancia material y se transforma en un elemento al alcance de todos.
Finalmente llega la lectura directa al comenzar su alfabetización en el primer año escolar..
Si bien antes de aprender a leer el niño se acerca a los libros con curiosidad y placer y, mientras juega a que lee, va descubriendo que hay diferencia entre lo que son letras, los números o cualquier otro signo o dibujo; descubre también que no sólo hay letras, sino que éstas forman palabras y que las mismas se leen de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo. 
Muchos son los temas de los cuentos que se puede leer a los niños pero es necesario destacar la importancia de los cuentos de hadas o cuentos maravillosos en el desarrollo infantil.


LA IMPORTACIA DEL CUENTO MARAVILLOSO EN LA FORMACIÓN INFANTIL

Bruno Bettelheim, célebre psicólogo infantil, se interesó en la influencia que podían ejercer los cuentos de hadas en los niños y llegó a la conclusión que tiene una extraordinaria importancia para la formación moral e intelectual de los niños.
La tarea más importante en la educación de un niño es la de ayudarle a encontrar sentido a la vida y a comprenderse mejor él mismo y a los demás a fin de lograr satisfactorias relaciones llenas de significado.
Bruno Bettelheim, sostenía que la tarea más importante en la educación de un niño es la de ayudarle a encontrar sentido a la vida y a comprenderse mejor él mismo y a los demás a fin de lograr satisfactorias relaciones llenas de significado.

En base a esto, se proponen los cuentos de hadas clásicos como un apoyo moral y emocional para la niñez los que le permitirán dominar los problemas psicológicos del crecimiento:
- Superar las frustraciones narcicistas
- Los conflictos edípicos
- Las rivalidades fraternas
- Renunciar a las dependencias de la infancia
- Obtener un sentimiento de identidad y autovaloración
- El sentido de la obligación moral
El niño necesita comprender lo que está ocurriendo en su yo consciente y enfrentarse también, con lo que sucede en su inconsciente. Puede adquirir esta comprensión, no a través de la comprensión racional de la naturaleza y el contenido de su inconsciente, sino ordenando de nuevo y fantaseando sobre los elementos significativos de su historia, en respuesta a las pulsiones inconscientes. Al hacer esto, el niño adapta el contenido inconsciente a las fantasías conscientes que le permiten tratar con este contenido. Así, los cuentos de hadas o maravillosos ofrecen a la imaginación del niño nuevas dimensiones a las que le sería imposible llegar por sí solo.
La forma y la estructura de los cuentos de hadas sugieren al niño imágenes que le servirán para estructurar sus propias fantasías y canalizar mejor su vida, dando esto por resultado una persona más sana mentalmente.
Para que un cuento atraiga la atención de un niño, éste debe ser divertido y además le debe causar curiosidad. Para enriquecerlo la historia debería estimular su imaginación, ayudarle a desarrollar su inteligencia, esclarecer sus emociones, y ayudarlo a reconocer sus dificultades sugiriéndole las soluciones a los problemas que lo inquietan, fomentando su confianza en si mismo y en su futuro.
Los cuentos aportan importantes mensajes tanto a nivel consciente como inconsciente.
Al hacer referencia a los problemas humanos universales, estas historias hablan a un pequeño yo en formación y estimulan su desarrollo, mientras que al mismo tiempo lo liberan de sus pulsiones inconscientes.
Muchos padres están convencidos de que los niños deberían conocer únicamente el lado bueno de las cosas, para evitarles sufrimientos o preocupaciones tempranas. 
Sin embargo, los cuentos de hadas les transmiten, que la lucha contra las serias dificultades de la vida es inevitable, y que si uno no huye y se enfrenta a las privaciones inesperadas y a menudo injustas, puede llegar a dominar todos los obstáculos.
Los cuentos de hadas suelen plantear, de modo breve y conciso, un problema existencial. 
La maldad está siempre presente igual que la bondad, pero nunca en una sola persona sino en dos personajes diferentes.
El malo no carece de atractivos, el cual es simbolizado por el enorme gigante, por el poder de la bruja, o la malvada reina, y a menudo, tiene temporalmente el poder; durante algún tiempo arrebata el puesto que corresponde legítimamente al héroe, sin embargo, el hecho de que el malvado sea castigado al terminar el cuento no es lo que hace que éste proporcione una experiencia en la educación moral, aunque es un aspecto importante, pues, como en la vida real, solo evita el crimen de modo relativo. La convicción de que el crimen no resuelve nada, es una persuasión mucho más efectiva, y precisamente por ésta razón, en los cuentos de hadas el malo siempre pierde.


El que al final venza la virtud, no provoca la moralidad tampoco, sino que el héroe es mucho más atractivo para el niño, el cual se identifica por él mismo con él en todas sus batallas, y debido a esta identificación, el niño imagina que sufre junto al héroe sus pruebas y tribulaciones, triunfando con él al final.
Ese final feliz hace que el niño se relaje luego de la tensión provocada por el conflicto donde los buenos están en peligro y los malos parece que van ganando.


En los cuentos de hadas el malo siempre pierde, de modo que la convicción que se transmite es que el crimen no resuelve nada y de esta manera es una persuasión mucho más efectiva que la enseñanza de normas morales.
El héroe es la figura más atractiva que favorece la identificación e imprimen en el niño las huellas de la moralidad con más fuerza que cualquier enseñanza.
Los personajes de los cuentos de hadas no son ambivalentes, es decir que no son buenos y malos al mismo tiempo, como somos todos en realidad.



Cenicienta es buena y las hermanastras son malas, ella es hermosa y las otras son feas, ella es trabajadora y las demás perezosas.


Esta particularidad ayuda al niño a comprender más fácilmente la diferencia entre ambos caracteres.
Las ambigüedades no deberían plantearse hasta que no se haya establecido una personalidad relativamente firme.

Transcribo el texto del Psicólogo Jorge Salazar.
"Los seres humanos vivimos enfrentando múltiples exigencias, deseos y amenazas. Estas son particularmente intensas en los niños, quienes viven estas exigencias como fuerzas que les llevan de manera impetuosa a la búsqueda de placer inmediato y cuya insatisfacción, puede ser experimentada como imágenes amenazantes y perturbadoras. De la necesidad de dar sentido a estas fuerzas en un mundo que progresivamente les impide acceder de manera inmediata a la satisfacción de sus impulsos se genera la conciencia, el Yo. Gracias a la conciencia y al Yo, el niño podrá aplazar el acceso inmediato al placer, podrá posponer su encuentro mediante el rodeo del lenguaje, del símbolo, del significado, a través del mundo del pensamiento. Podrá dar un sentido a sus vivencias con el fin de manejarse a sí mismo, a los deseos de su mundo interno, lo que irá de la mano con el dominio del mundo externo mediante el aumento de su destreza motora y el afinamiento de sus sentidos.
En el manejo de las fuerzas internas, desatadas primeramente por sus necesidades y posteriormente por las frustraciones que les exige el medio ambiente, son fundamentales las herramientas de sentido que reciben de los adultos a través del leguaje. A través de los relatos emanados de los adultos, el niño dará forma a las energías de su mente, las identificara, las ordenará, categorizará y les dará un sentido, dándose un sentido a si mismo en medio del mundo en el que participa.
Los cuentos de hadas cumplen, a este nivel, un papel importante en tanto permiten al niño la posibilidad de construir significados, de comprender el mundo de su desarrollo con las posibilidades que ofrece. En los cuentos de hadas los niños encontrarán imágenes con las que identificar a sus propios deseos, frustraciones y disyuntivas, permitiéndoles de esta forma, acceder a sus impulsos más profundos, a través de la fantasía e imaginación, dominarse a sí mismo para acceder al mundo de la realidad, la que será mejor comprendida y dominada.
De forma que los cuentos de hadas facilitan el desarrollo de las capacidades cognitivas y afectivas. Estregan herramientas para las interacciones sociales, a través de la interacción social que implica el relatar, el escuchar y fantasear. Les ayudan a ordenar, significar y entender sus vivencias, estructuran su mundo.
No en vano los cuentos de hadas acompañan desde hace siglos a la humanidad transmitiendo sus secretos a través de la oralidad y medios escritos, entregando la llave de acceso a sentidos profundos, y participando de la estructuración, en la infancia, de unos primeros he importantes soportes para la mente humana, unos cimientos en la compleja construcción de la personalidad. Personalidad que, luego de los primeros años se mantendrá relativamente estable en nuestra interacción con el mundo externo e interno, a través del paso de los años.

Hoy, que la palabra parece estar desplazada a un segundo lugar. Donde impera la imagen, la televisión y los juegos tecnológicos muchas veces violentos. Medios muchas veces carentes de contenido, que bien pueden alejar a los niños del ejercicio y desarrollo de su imaginación he inteligencia, resulta apropiado rescatar la importancia que los cuentos de hadas. Estos antiguos compañeros y formadores de la sociedad humana, fuentes de conocimiento, y facilitadores del desarrollo.

La invitación es a leer cuentos de hadas a los niños, a pensarlos y compartirlos. A rescatar y revalorizar el contenido que transmiten. Un contenido que  puede facilitar la búsqueda de sentido que requiere el niño en su proceso de desarrollo. En otras palabras, facilitar la adquisición y mantención de la salud mental de los niños y los adultos que traen en ciernes."



FUENTES:
http://www.eljardinonline.com.ar
http://psicologojorgesalazar.blogspot.com
http://psicologia.laguia2000.com

martes, 13 de marzo de 2012

13 DE MARZO DE 1889 NACE PEDRO LEANDRO IPUCHE

 UN GRANDE DE LA LITERATURA NATIVISTA DEL URUGUAY


Nació en el departamento de Treinta y Tres, República Oriental del Uruguay, el 13 de marzo de 1889.
Se llamó Leandro porque vino al mundo el 13 de marzo, fiesta del santo, completando el nombre en honor a Pedro quien lo sostuvo en la pila bautismal

Poeta uruguayo considerado como uno de los iniciadores en la poesía, junto con Fernán Silva Valdés, del "nativismo", en el que se fusionan criollo y vanguardia. 

Sus padres fueron Don Juan Bautista Ipuche y Doña Beatriz Mariño.
Pedro era el cuarto hijo de una familia compuesta por siete hijos.
Era un niño y ágil, su cabello negro mostraba un flequillo rebelde y un remolino indomable. En su rostro se adivinaban los rasgos paternos y maternos; resaltaban en él los ojos marrón verdoso de sus raíces criollas.

Pedro Leandro ingresó al colegio en 1894.
Su maestra y rectora fue Felipa Arbenoiz, una vasca enérgica y arbitraria, que quedó marcada en sus recuerdos de infancia con un afecto devocional inmutable.
Luego de esta primera etapa, su necesidad de trepar por los libros y encontrar la manera de comunicarse, lo lleva a la escuela de 2do grado dirigida por el maestro Víctor Acuña quien parece representar, en ese pueblo, un espíritu abierto a la cultura, capaz de dar la Programas cortos de cierta ramificación y amplitud que intentaban llenar el vacío de una enseñanza secundaria que tardaría mucho en llegar a los Treinta y Tres.

Desde muy temprana edad despertó en él la vocación literaria. Así lo expresa en una entrevista autobiográfica: "... digo, entonces, que cuando era niño, cuando hablaba del futuro en los deberes o respondía preguntas de los compañeros de escuela, solía declarar con pretenciosa facilidad que pensaba que sería poeta…”. “La verdad es que aún en shorts comencé a celebrar carreras, noviazgos, cumpleaños y bodas con versos de octosílabos y campanillas de décimas”.
Eran los recuerdos de la época juvenil vivida en Treinta y Tres, paisajes y anécdotas que aparecen como por encanto en sus libros, que han inspirado una página u otra, sea cual sea el género literario al que pertenezca. "Declaro que nací en Treinta y Tres - expresa - cuando era un pueblo pequeño de pocas casas y mucha gracia" y también: "Nacer en un pueblo que está naciendo es asistir al nacimiento de todas las cosas". , y sobre todo la necesidad de que existan".
Este gusto por las letras le llevó a escribir desde muy joven en algunos periódicos de esa ciudad.




Pedro Leandro recibió la admiración familiar por su vocación literaria. 
Dice Rolina Ipuche Riva "Era un ávido lector de cualquier libro que caía en sus manos. Acompañaba su lectura en voz alta al resto de los viejos patriarcas que, ocupados toda su vida en sus hazañas de población o vigilancia, habían ignorado descifrar las grafías". ". 
El de las abuelas que ya callan en el atardecer cantado por Ronsard. O el de hombres y mujeres que gustaban de la sonoridad de los versos o de los párrafos de los novelistas románticos. Hasta que, un día, se dejó llevar por el aire festivo de una boda o el cumpleaños de una abuela o una fecha memorable.
Y garabateó sus primeros versos que fueron recibidos con natural desconcierto.

Entonces, decidió fundar un periódico en aquel pueblo donde ya daban sus clases de periodismo hombres de la talla de Luis Hierro. 
En 1902 publicó "Los Chicharrones", periódico manuscrito a doble página que llevaba ese nombre campero.
"Cuenta su fundador que, al enterarse el padre de este suceso, una tarde lo llamó con particular ceremonia y, llevándolo al salón principal de la casa, utilizando la dirección de "Usted" a la que tan enfáticamente recurrió para resaltar la importancia De sus palabras, dijo señalando una mesa nueva de caoba y tablero de mármol (que aún sobrevive): "Bueno, aquí está esta mesa. De ahora en adelante será la redacción de "Los Chicharrones". Sobre ese mueble deslumbrante , papeles, tinteros y lápices brillaban prolijamente." (Rolina Ipuche Riva)
 

Sus fieles amigos y admiradores, realizaron las tareas de distribución y recolección. 
Don José Acevedo, hijo, dijo que había conservado la colección completa de "Los Chicharrones" como reliquia testimonial y que para él había significado un duelo perderla en un lamentable accidente. 



Esta forma audaz de comunicar la noticia era esperada por los adultos que esperaban impacientes aquel semanario con sus noticias locales, los editoriales de un chico de trece años, las crónicas de las veladas artísticas, los ocasionales poemas del director, las obras literarias elegidas, la opinión sobre la política nacional... .
En el año 1903, Pedro Leandro hizo en él la proclamación de José Batlle y Ordóñez para la candidatura a la Presidencia de la República.
Esta publicación tuvo una duración de dos años, saliendo continuamente durante ese período. 


José Batlle y Ordóñez
  
Pedro Leandro, siendo casi un niño, junto a su padre Juan Bautista y amigos formaron una Banda que alegraba con su música los eventos cívicos o familiares del lugar.
El padre de Pedro, en su juventud, había recibido lecciones de música de un joven maestro catalán, don Luis Batlle, que había llegado, entre las probabilidades de tocar zarzuela, buscando aventuras en aquel pueblo perdido del este. 
Lo acompañó un piano de mesa que encandiló a los lugareños. Así lo estudió todo cuando Batlle pudo transmitirlo en cuanto a técnica y su gusto por la buena música de la época. Así que armó un set al que dedicó tiempo y dinero.



  
Sus hijos y amigos cercanos eran los músicos. Pedro Leandro llegó así a tocar varios instrumentos, además de la guitarra tradicional: el trombón, el bombardino y el pistón. Esta banda musical complementó, a través de un aprendizaje real y concreto, el rostro lírico del poeta. 

Fotografía del militar y caudillo uruguayo Aparicio Saravia junto a sus comandantes de división y alrededor de 20.000 hombres, en el desfile del 30 de marzo de 1903 en la localidad de Nico Pérez.

En 1904 se produjo la guerra civil en la que estuvieron involucrados tanto Ipuche como su hermano Eufemio.
Así lo cuenta Rolina Ipuche Riva "Al estallar la guerra civil, Juan Bautista Ipuche siguió a su amigo y compañero Basilisio Saravia, obteniendo el honor de capitán en el campo de batalla. Sus hijos mayores, Juan y Andrés, también están alistados en la División. "Colonia" y en el Batallón Florida.
Cnel. Basilio Saravia

Pedro Leandro, con su entrañable hermano menor Eufemio, decide alistarse, en un gesto de temprana audacia. Acude como voluntarios a la sección de la División "Minas", destacada en Treinta y Tres, al mando de Adrián Foucault y los mayores Pintos y Carabajal. Cuenta el escritor que, mientras Carabajal, tomándole por escudero legendario, le hacía ir a su lado portando la lanza a la cruz del caballo, el mayor Pintos, conociendo su afición a las letras, le reservaba el honor de escribir las partes de jerarquía.
Las aventuras vividas por los dos adolescentes que, hasta entonces, sólo habían conocido itinerarios salvajes y fantasiosos, la búsqueda de animales de compañía por tierras y pastos, la furia desatada de algún toro en celo y las romerías filarmónicas de la Banda (de las que nos ocuparemos). Volveremos a ello más adelante) podría dar la trama a un libro de varios tonos. Pero ahora era la guerra y ella lo cambió todo.


 Debía actuar como centinela cerca de las picas de la caballería, en plena noche, con el fusil en puño por miedo a ser sorprendido y el terror de tener que usarlo contra un hombre. Las penurias del campamento entre soldados sanos, barbudos y feroces; los heridos cuya pierna o brazo deben ser ayudados a vendar mientras se realizan los cortes quirúrgicos con la rapidez que requiere un quirófano al aire libre. Lluvias torrenciales que empapan el sueño, comidas saltadas por falta o asco. La soledad La madre y los hermanos menores se perdieron allí, en el pueblo, quizás a merced de los asaltos y la búsqueda de enemigos, por el hambre del lugar. . . El sacerdote -a quien luego difícilmente reconocerán por su rostro demacrado, cubierto de barba y barro- en el frente de batalla. y los amigos Y la muerte flotando en los altos círculos de las aves rapaces. El humo de las detonaciones y los ecos de las descargas en las gargantas aserradas de Illescas. Noticias de Paso de los Carros. . . Pero son también las estufas a cuya luz se cuentan y cantan historias; las tortas fritas de celebración amasadas sobre las caronas, el himno nacional que tocan acompañado de ruidos que imitan la sonoridad directa de bandas suaves...
Un día llegará la paz. Los licencian en Nico Pérez. Les dan el caballo y su apero, el poncho y diez pesos que sus novelas glotonas les harán desperdiciar, caramente, en los suministros de la pulpería cercana..." 


 Cartel que anuncia el fin de la Revolución de 1904 con José Batlle y Ordóñez, expresidente uruguayo, en primer plano.

En casa, nada vuelve a ser igual. Pedro ha madurado rápidamente, no pudiendo recuperar la vida anterior que quedó definitivamente atrás.  
A lo largo del fatídico año 1905, a los 16 años, el joven Pedro Leandro trabaja como auxiliar en la Inspección Departamental de Escuelas.
Sus dos hermanos mayores abandonaron el hogar paterno buscando su propio camino. El mayor, Juan, se radicó en Montevideo, iniciando su dilatada carrera en el ámbito judicial. La noticia que le llegó de su hermano mayor hace que Pedro Leandro decida mudarse a Montevideo.
Ese mismo año, 1905, se trasladó a Montevideo, donde se radicaría definitivamente, dedicándose con verdadero entusiasmo a la labor de escritor, pues ya se había revelado claramente en él una verdadera vocación.
 

 Se despide de sus padres llevándose consigo el mayor tesoro que consiste en ese mundo afectivo que incendiaría su vida y su obra.
Dice Rolina Ipuche Riva "Fue un viaje en diligencia que lo llevó legua a legua, trote a trote, poste a poste de la Treinta Tres que, a partir de ese momento, se convertiría para el joven viajero en un universo único, cerrado a todo ataque y a todo olvido. Quedó en su memoria como un medallón salvaguardado por el tiempo, fijado en sus seres, en sus cosas, en sus hechos y en su geografía. Trece y Tres ha perdurado así, en el escritor, como una leyenda viva y se entiende que está infundido en su obra total, como savia de necesaria permanencia."

Luego de finalizar sus estudios secundarios, inició cursos de Filosofía y Humanidades en el Seminario Conciliar; esto le abrió en parte a diversas lecturas, y también desarrolló, con distintos profesores, su estudio de las lenguas: demostró ser, no sólo un maestro del español, a pesar del juicio de Zum Felde, sino que aprendió inglés, italiano, francés. , guaraní y también las lenguas clásicas: griego y latín.
No fue allí donde encontró lo que creía un camino definitivo, pero fue donde tuvo eminentes maestros que le hicieron aprender el significado del estudio disciplinado y metódico, profundizando, abriéndole el abanico humanístico de las letras, las antiguas. y lenguas modernas.
Gustavo Gallinal Carbajal, abogado, escritor, crítico literario, historiador y político de inquebrantables principios democráticos.
Mario Falcao Espalter-Egresó de Doctor en Derecho y Ciencias Sociales de la Facultad de Derecho de la Universidad de la República. Ejerció su profesión, escribió sobre temas jurídicos y también fue profesor de Historia y Constitución del Uruguay en el Instituto Normal de Montevideo. 
Lorenzo Carnelli en el parque 25 de agosto. Destacado abogado, político, legislador y periodista, radicado en Tacuarembó en 1912-1917. 

En este período, el joven estudiante descubrió, con su impulso original de fraternidad, otros seres de su época que también buscaban su verdadero objetivo.
Con la mayoría de ellos entabló una amistad que sólo fue silenciada por la muerte y, puede decirse, que fueron miembros destacados de una larga generación. Solo recordamos entre muchos a Alfredo Canzani, Miguel Fourcade, Lorenzo Carnelli, Gustavo Gallinal, Oscar Rodríguez Rocha, Mario Falcao Espalter, José Carlos Montaner, Juan Antonio Collazo, Silvestre Pérez.
 José Enrique Rodó
Fuera del campo de estudios que luego abandonaría, Pedro Leandro descubrió al maestro de la juventud, José Enrique Rodó,
lo que debió causarle un profundo shock.
Rodó es quien le atrae, sin gestos pero con naturalidad, al mundo de las letras vivas al que se vinculará con creciente entusiasmo.
También el contacto con Julio Herrera, Armando Vasseur, Paul Minelli, las presencias disonantes de Roberto de las Carreras y Ángel Falco que influyen mucho en su vida. Todo ese ambiente montevideano de la Torre de los Panoramas y el conocimiento gay; Modernismo, el lirismo tribunicio de Juan Zorrilla de San Martín.

En 1909, a la edad de veinte años, el escritor inédito había comenzado a participar en eventos literarios. Al finalizar el Homenaje a Alcides de María, Julio Herrera lo felicita y lo abraza haciéndolo sentir reconocido.




 Toma el impulso de seguir escribiendo y trae a "El Siglo Ilustrado" un tomo de poesía, "Dos lágrimas". Su corrección coincidió con la de "Motivos de Proteus", ocasión solemne que lo reunió con el maestro y que le permitió compartir ese aire sagrado y ese deslizamiento de gloria. Así escribe conferencias sobre José Enrique Rodó con un título bastante sorprendente: "Los Motivos de Proteus del punto de vista cristiano", que lee en el Ateneo de Montevideo y en el Centro Larrañaga.

 
Ricardo León - Poesía, novela y ensayo cultivados.

En 1912 se había convocado un concurso para celebrar a la Virgen del Pintado, patrona celeste de los Treinta y Tres.
El jurado estuvo presidido por Juan Zorrilla de San Martín además de Hipólito Gallinal y Joaquín Secco Illa. 

Pedro Leandro presenta un poema basado en el tema "Spes nostra salve" y el lema: Pro aris et focis. Intentó unir allí los conceptos de Patria y Religión.
Gana el Primer Premio consistente en medalla de oro y cien pesos. 
Así se cimenta su entrada al mundo de las letras. Su nombre ya está colocado entre los de la nueva generación; Recibe las voces alentadoras de un tal Ricardo León, de la Condesa de Pardo Bazán.  

Entre 1912 y 1914 trabajó en la obra "Engarces" que fue publicada en 1922.

En 1915 publicó "El Solitario de Piedras Blancas".

En 1916, tras una estancia en su lote natal y mucho trabajo, publicó una serie de sonetos titulada "La Pajarera Nativa". (“Vamos a ver las aves autóctonas / entre montañas, baños y bosques”).
Estos poemas, con un acento particular, marcarán un rumbo definitivo para su obra. Son, como todos los acontecimientos de la vida del poeta y del hombre de este período, un verdadero impulso esencial y de lucha. 



En noviembre de 1919 se casó con Espiritina Riva Melas. De este matrimonio nacieron dos hijos: Pedro Leandro y Rollna.
Pedro Leandro era un hombre sano que practicaba deporte. Hizo gimnasia, pelota vasca y esgrima. Este último deporte lo abandonó tras un episodio en el que Druillet se rasgó el traje. También practicó fútbol entre equipos amateurs, donde su velocidad le valió el sobrenombre de "puntero furia".
En 1923, con su socio Arturo Dall'Orto, publica una revista mensual que dejará una importante huella en la bibliografía especializada. Se trata de una "Guía Comercial" que conducirá fiel y devotamente durante cuarenta años con el mismo socio fundador.
Su vinculación con el foro y la política, su amistad con José Batlle y Ordóñez y la directiva de "El Día" y muy particularmente con Baltasar Brum y Domingo Arena, lo llevan a ser candidato a concejal. Rápidamente renunció a ello y desde entonces se desmarcó definitivamente de cualquier acción pública en política.

 Durante la década de los años 20 se estrecharon sus vínculos literarios con toda América y la Europa atlántica. Su obra despierta valiosos ecos internacionales. Francis de Miomandre y Valéry-Larbaud lo tradujeron en múltiples ocasiones. Desde España, Cansinos Assens, Unamuno, te hacen sentir el fresco vigor de su lengua castellana. 
Desde Buenos Aires se vinculó con Güiraides en cuyas veladas, junto a Adelina del Carril, se leían innumerables originales de Ipuche, mientras "Proa", la revista del grupo y de la que él y F. Silva Valdés serán corresponsales uruguayos, tomaba forma. 
También mantuvo comunicación con Bernardo Canal Feijoo, Francisco Luis Bernárdez, Jorge Luis Borges y con Gabriela Mistral de Chile y Héctor Cuenca de Venezuela.

En 1927, tras casi diez años de ausencia, regresa a Treinta y Tres. Cuando su hija Rolina dijo "que es como ir a bañarse en aguas lustrales y donde reunirá, bajo el cielo original, a toda su familia: a sus raíces y a su nuevo tronco. No es difícil suponer que ésta fue una de memorables sus viajes más importantes, su encuentro directo con seres y fantasmas, naturaleza y afectos, realidades y leyendas."
Regresará a Treinta y Tres con motivo del asesinato de una familia campesina del episodio Oro triste donde el heroísmo de un niño que todos recordamos, Dionisio Díaz, entró en la historia.
Ipuche visitó el lugar de la tragedia para escribir la historia pero luego abandonó el proyecto ante la aparición de publicaciones muy comerciales del suceso.

 En 1931, después de "Rumbo Desnudo", apareció su primer libro en prosa, "Fernanda Soto", la figura rescatada de "la vieja sorda" que había vivido su ocaso centenario ante el descubrimiento infantil del autor. 


  "Fernanda Soto" es una narración breve, en ocho capítulos, inspirada en un personaje singularmente interesante, que si bien fue tomado de la realidad, parece el de una anciana llamada Fernanda Coto, tiene en la vida del arte una notable riqueza dentro de la modestia en su discurso y actitudes, lo que lo hace duradero. Una anciana sorda, centenaria, conoció a Lavalleja y conservó durante mucho tiempo una bombilla de la pareja del héroe.
Todo en este cuento-poema está narrado con fuerza, incluso con dureza combinada con sensibilidad evocadora y modestia de artista. Bordoli, en su excelente prólogo a la edición "Clásicos Uruguayos" escribió al respecto: "Hemos notado que casi siempre, cuando por la imposición del tema, Ipuche se ve obligado a contar algo que huele mal, casi no quiere". para contarlo, pasa por encima de las brasas. Lo da por sentado..." El autor se adentra en la historia de sus personajes sin darles una introducción; La Vieja habla, pero no se sabe quién es, ni aclara mucho sobre los demás: la madre, El Muleque, Juan Lima, Lalo Medeiros, Ramón Carrasco, Clementino, Salvador... De todos, sólo a uno se le da una chispa que ilumina algún momento de su vida, sin un “antes” ni un “después”. El final de la historia es misterioso y notable. En sus últimos momentos, la Vieja anuncia que va a dar a luz. ¿Al arte? ¿Tendremos que recurrir a las filosofías orientales?
Hyalmar Blixen

tuvo una estrecha amistad con los artistas de la época: Figari, Méndez Magariños, B. Michelena, Cúneo, Arzádum, Pastor, Milo Beretta, etc.
Fue su gran amigo, el escultor Antonio Peña ("...Peña con el rostro vivo, / bañado de niño como una cuna" de "Con Peña entre la luna") quien ilustró la primera edición con diez grabados. El 12 de enero de 1934 falleció en Treinta y Tres. su madre, a quien llamaba "arachana espiga" y "santa india macerada". "Sentimentalmente es un hecho a señalar, como él mismo escribió años después: " . . Ah mujer profunda / con tu caída / la raíz de mi vida se tambaleó, / y al abrirme, / en ml sangre se movió / encontré el horror despierto" ("Canto a la madre" de "Tierra Celeste", 1938)." (Rolina Ipuche Riva) 

 


En 1935 publicó "Isla Patrulla", una novela romántica ambientada en una época de fractura política donde muchos de sus amigos se exiliaron. Esta situación lo llevó a frecuentar más su lugar de origen, estrechando lazos con amigos y familiares, especialmente con su hermano Eufemio, con quien recorrió caminos y estancias que contenían historias pasadas.
Así lo analiza  Hyalmar Blixen : "En "Isla Patrulla" (1935) hay un tremendo drama humano; en la guerra, sin reconocerse, los dos hermanos, uno de color y otro blanco, se matan. De ahí la maldición, que maldición deje que esas batallas fratricidas las haga el padre, el coronel Ezequiel Cruz. Sabat Ercasty, en el prefacio de este libro de Ipuche, dice: "Su prosa es casi inexistente. Tiene la emanación de algo hablado, pleno". de nervio y fino dinamismo interior... Si no fuera por la carga lírica donde triunfa la emoción personal, por el sabroso deleite del lenguaje que mezcla lo natural y lo ingenuo de los relatos populares, el vocabulario elegido por el gusto del artista, el caprichoso A su vez de frase nítida y barroca, su historia podría pasar por algo dicho por la voz clara y antigua del pueblo". Destaca en él Sabat, la "fácil relajación del corazón", el "gusto por los contrastes", el " rebelión autodidacta que se burla de las universalidades y de las academias” y esa mezcla, a partes iguales, de salvajismo sagrado y cultura refinada y salvaje”.


El 7 de septiembre de 1937 muere su padre, Juan Bautista Ipuche.

En 1938 abandonó su cargo público para dedicarse casi exclusivamente a su obra literaria.

En 1942 publica "La llave de la sombra".
Se dedicó entonces a revisar su obra poética para reunirla en un solo volumen con el título "Caminos del Canto". Esta obra que reunió treinta años de creación la hace acreedora de la máxima distinción que otorga, en ese momento, el Ministerio de Instrucción Pública: la Medalla de Oro. La medalla que recibió tuvo una emotiva coincidencia para el poeta porque había sido realizada por Antonio Peña , su amigo. 
 Entre los años 1943 y 1950 Pedro Leandro Ipuche escribió numerosas obras de teatro. -"Tanicho", tragedia gaucha basada en un hecho conocido de su departamento natal, el de la muerte de unos "turcos" viajeros, luego enterrados en una laguna perdida por zonas desprotegidas.
- "Cristiano Robla" que revive un fragmento de nuestra vida colonial.
- "Lucho", una comedia que se desarrolla en el ambiente universitario.
- "El dormido" que él mismo califica como un "drama astral".
- "El doctor León Balseiro" que entrelaza, en torno a la figura de un médico de campo, anécdotas que, seguramente, el autor conocía.
- "Dino, el rey niño" estrenada por la Comedia Nacional en abril de 1950. 

En ese mismo período escribe y publica varias obras en prosa.



- "El Yesquero del Fantasma" (1943).

- "Cuentos de fantasmas" (1946).


- "Alma en el aire" (1952).

- "La Quebrada de los Cuervos" (1954).

Del último de los libros nombrados, compuesto por una serie de relatos en un ambiente campesino y una larga narración que da título al volumen. 
Ipuche dice de sí mismo: "Este romance se ha hecho con los recuerdos de la excursión que hicimos con don Félix Olivera en febrero de 1915", pero "el 22 de marzo de 1953, antes de hacer el traslado definitivo de los originales, me encontraba en otra época". en Quebrada de los Cuervos".

A fines de 1954, la Asociación Uruguaya de Escritores (de la que había sido presidente durante un año) organizó el Primer Congreso de Escritores del Interior y eligió como sede la ciudad de Treinta y Tres. 
La noche del 19 de diciembre, el pueblo de esa ciudad y sus autoridades ofrecen un homenaje a Pedro Leandro Ipuche y los otros dos poetas locales, José Gorosito Tauco y Serafín J. García.

 En marzo de 1958 regresa a Treinta y Tres donde, para acompañar la muerte de su hermano Eufemio en sus últimos momentos.


En 1959 se publicó "Hombres y Nombres".


En 1961 se reeditó "Isla Patrulla". 




 En 1961, pronunció la primera edición de "Chongo" (reeditada en 1964) con estas palabras preliminares: "Dedico este libro a los niños de Treinta y Tres que poco a poco se irán sentando, con el tiempo, en los bancos de las escuelas de la querida región". ". La narración entrelaza las aventuras de "Chongo", el petiso de la escuela-granja que dirige su hermana Juanita en las cercanías de Yerbal.

 Basílica de Paysandú destruida por los bombardeos brasileños-1865

En 1962, luego de varios años de documentada preparación, publicó "La Defensa de Paysandú " en honor al centenario de aquel hecho histórico.  

Su último trabajo publicado fue su libro de poemas "Aire Fiel" (1964) y se encuentra en imprenta su libro en prosa "Fantasmas Tenaces", al que seguirá "Raíz Abierta", antología poética de temas criollos.
 

Pedro Leandro Ipuche murió en Montevideo en 1976

FUENTE:
http://es.wikipedia.org
http://letras-uruguay.espaciolatino.com