En el año 2009, se aprueba la Ley
18.589 con la cual los 11 de abril de cada año se conmemorará el Día de la
Nación Charrúa y de la Identidad Indígena.
La Ley 18.589 consta de dos artículos.
En el primer artículo de la Ley,
se declara el día 11 de abril de cada año "Día de la Nación Charrúa y de
la Identidad Indígena".
En el segundo artículo de la Ley,
se estipula que tanto el Poder Ejecutivo como la Educación Pública, deberán
coordinar diferentes acciones públicas para informar y sensibilizar a la
ciudadanía sobre el aporte indígena a la identidad nacional, los hechos
históricos relacionados a la nación charrúa y lo sucedido en Salsipuedes en
1831.
Comentario político sobre la necesidad de esta Ley
Julio María Sanguineti
El expresidente Julio María
Sanguinetti relativizó la importancia de la matanza y la importancia de los
charrúas como cultura:
“No hemos heredado de ese
pueblo primitivo ni una palabra de su precario idioma [...], ni aun un recuerdo
benévolo de nuestros mayores, españoles, criollos, jesuitas o militares, que
invariablemente los describieron como sus enemigos, en un choque que duró más
de dos siglos y los enfrentó a la sociedad hispanocriolla que sacrificadamente
intentaba asentar familias y modos de producción, para incorporarse a la
civilización occidental a la que pertenecemos.”
Julio María Sanguinetti, 19 de
abril de 2009 - «El charruismo». Editorial El País
En conclusión, minimizar una
matanza de pueblos aborígenes es inaceptable desde el punto de vista ético y
social. Es esencial confrontar el pasado con honestidad y empatía para avanzar
hacia una sociedad más inclusiva y respetuosa de la diversidad cultural y
étnica. Los líderes deben demostrar sensibilidad hacia estas cuestiones y
trabajar hacia la reparación y el reconocimiento de los derechos de los pueblos
indígenas como parte integral de la construcción de una sociedad más justa y
equitativa.
¿Qué pasó un 11 de abril de 1831?
General Don Fructuoso Rivera,
El General Don Fructuoso Rivera, el primer presidente de la República Oriental del Uruguay y fundador del Partido Colorado, estando a cargo del ejército uruguayo y presionado por terratenientes que no querían que grupos de seminómadas indígenas anduvieran por sus tierras, elaboró un plan para acabar con la población charrúa.
El gobierno utiliza esos reclamos
de robo de ganado y los indígenas y así su accionar queda justificada como una
defensa a la tranquilidad en el campo y las propiedades de los hacendados, la
realidad es que son estos últimos los
sujetos que van a usufructuar del respaldo legal del Estado en el cuidado de
sus propiedades.
El móvil que lleva a dicha
defensa se orienta también a salvaguardar los intereses de un Estado-nación que
recién está iniciando sus rentas públicas. Por tanto, proteger las riquezas del
estanciero significaba proteger el casi único ingreso que el Estado tenía.
La fecha de 1830 es particular,
pues en ese entonces se estaban debatiendo las bases ideológicas y legales de
la Constitución Nacional, los organismos y funciones que regirían en el
territorio y del propio Estado como institución. Es decir, no sólo se estaba
discutiendo quiénes pertenecerían al Estado como ciudadanos (y al mismo tiempo quienes
serían ciudadanos), o qué derechos u obligaciones tendrían éstos, sino
especialmente a cuáles sujetos y objetos se respaldaría legal, económica y
militarmente a nivel estatal.
Es además un período en el cual
las rentas públicas se estaban estableciendo, siendo la industria ganadera y la
venta de tierras públicas a extranjeros las principales fuentes de ingreso a
los cofres públicos.
Por lo tanto para el estado Uruguayo naciente éste tipo de industria (y considerando que hoy persiste como la
principal), tuvo un papel fundamental en la consideración del indígena como un
estorbo a su crecimiento y avance.
La presencia indígena en el
interior del país suponía para las clases dominantes retrasar o dificultar la
ejecución de frentes de expansión sobre el territorio, devaluando su valor
potencial, y menos permitía la expansión poblacional por medio de la
colonización interna de extranjeros, en un país que hasta el día de hoy tiene a
la mayor parte de su población viviendo en los centros urbanos.
El 11 de abril del año 1831, Rivera convocó a los caciques charrúas, entre ellos Venado, Polidoro, Rondeau y Juan Pedro, que fueran con sus tribus a reunirse a orillas del Arroyo Salsipuedes, con la excusa de que los necesitaban para cuidar la frontera. Los indígenas ya habían peleado junto a Rivera en épocas del General José Gervasio Artigas, y no tenían motivos para desconfiar de la convocatoria.
Cuando todos los Charrúas
estuvieron reunidos, los recibieron amablemente, estando entre amigos, dejaron
sus armas a un costado y bebieron chicha. Esta bebida era una fermentación
típica de la época que provocó que los indígenas reunidos entraran en estado de
embriaguez. En ese momento, un ejército con una tropa de más de mil hombres,
dirigidos por Bernabé Rivera, el sobrino
de Fructuoso Rivera, atacaron a los Charrúas, matando hombres, mujeres, niños y
ancianos.
El saldo final de muertos se calcula en torno de 40 hombres adultos y el
aprisionamiento de más de 200 entre niños, niñas, mujeres y ancianos.
Los sobrevivientes fueron
conducidos a los departamentos de Durazno y Montevideo, habiendo registros del
ingreso de más de 150 charrúas, entre mujeres, ancianos y bebés y cerca de 30
hombres charrúas al Cuartel de Caballería de la capital. Mujeres y bebés
sobrevivientes fueron “repartidos” entre casas de familia allegadas al
gobierno, incorporadas para el servicio doméstico. Los bebés y niños, por su
lado, fueron sistemáticamente bautizados en la Iglesia Matriz.
Los días que se siguieron a
Salsipuedes fueron marcados por una serie de acciones al entorno de la
gestión-administración de los prisioneros tomados en la campaña.
Cada solicitante podría “tomar”
como máximo a un indígena, aunque si por el orden de la fila de llegada, le
“tocara” una china joven sin crías o un chinillo entonces tendrían que tomar
también una mujer vieja.
En contrapartida, los
solicitantes debían seguir una serie de disposiciones, específicamente:
“tratarlos bien, educarlos y cristianizarlos”
Ningún indio podría ser obligado
a permanecer en la casa de los nuevos amos o patronos por más de seis años o
hasta que los varones y mujeres cumplieran dieciocho o éstas últimas quedaran
embarazadas.
Por otro lado, era expresa la
prohibición de sacarlos del país sin previo aviso al gobierno, así como tampoco
estaban habilitados a repasar indios sin previo conocimiento del Defensor de
Menores y Esclavos.
Lo curioso es que hombres entre
quince y veinticinco años y viejos no figuraban en ese reparto.
En una pequeña nota se afirmaban
“no creerse conveniente” que Caciques y hombres mayores de quince fuesen
disponibilizados para el reparto, siendo unos por el contrario remitidos a la
cárcel pública y otros quedando a disposición del ejército.
Por tanto, si bien no es posible cuantificar
la cantidad de varones, el destino que se les daría sería distinto al de las mujeres.
El siguiente relato es una carta
escrita por un grupo de personas que tomaron indios del reparto, enviada al
editor del Diario El Universal, y publicada por éste en mayo de 1831. La carta, consigue dar cuenta de algunas de las
manifestaciones del dolor individual y de muestra el sentir colectivo, ya que los
manuscritos estatales no dan cuenta de elementos que atienden a la subjetividad
de aquellas mujeres.
Sr Editor del Universal.
La humanidad es la que nos obliga
á dirigirnos á V. para que, por su periódico, sea el gobierno instruido del
estado lastimoso en que se hayan las infelices madres de los desgraciados
Chinitos repartidos en el cuartel de dragones el martes ultimo, 3 de mayo.
Varias personas entre ellas nosotros, hemos tomado indias mayores, más por
socorrerlas en su desamparo que por gozar de su posición. Estas desdichadas,
contra toda consideración, contra la humanidad y religión, y opuesto a todo
cuanto exista, capaz de inducir a compasión, han sido despojadas del modo más
bárbaro de sus inocentes hijos.
No hay corazón que pueda soportar
el objeto, de ver una de aquellas infortunadas, llorar las horas enteras,
clamar por sus chiquillos, y a veces hasta arrancarse los cabellos.
Tampoco podemos atinar, cómo una
persona de regular educación, talvez un padre ó madre de familia, hayan tenido
el valor para arrancar de los brazos de una madre cautiva, el único objeto de
sus caricias y que precisamente la
confortaba, en medio de su triste suerte. Arrebatar a una madre del hijo de sus
entrañas, y más cuando su tierna edad hace que se alimente con el sustento de
los pechos de su bien hechora, es irresistible, y sólo un alma feroz, puede complacerse
en esta desgracia. Menos imaginamos, que
el Sr. Ministro secretario del Gobierno
hubiese dado órdenes capaces de causar el dolor que lamentamos. Él es padre; su
ilustrada educación, su edad, sus sentimientos, todo hace ver, que es imposible
que haya él dispuesto la separación de unos parbulillos, de las que les dio el
ser. ¿Por qué el que tomó el niño siendo de pecho despreció su abatida y
miserable madre? ¿Había orden para no tomar dos? No puede ser. El Gobierno no
hubiera negado tan filantropía; tanto, que ya se ha concedido orden, a varias
para buscar los chicos arrebatados al cariño maternal por corazones de piedra.
Pero no es bastante, Exmo. Sr.
Ministro de Gobierno: un decreto, llamando para un día determinado, á todo
poseedor de indios pequeños, a cierto lugar de la ciudad, creo el único medio
de devolver á una madre aquel hijo que tanto adora y que tantos desvelos causa.
Considere el padre de familia,
considere el mismo Gobierno el golpe agudo que sufre una de aquellas
infortunadas, después de perder el marido en el combate, y quiera sus hijos
caminar 40 ó 50 leguas a pie y que por fin de sus desdichas, se le da un amo, y
se le arranca de sus brazos el único objeto de sus caricias, considérelo,
repetimos, y apruebe ó repruebe la medida que dejamos propuesta; entre tanto
esperamos confiamos en su rectitud.
Unos que tienen Chinas cuyos
hijos les fueron inhumanamente quitados.
Esta imagen, que fue realizada a modo de folleto hacia 1833 para promover el espectáculo del “Grupo de indios Charrúas traídos por M de Curel” a París, debe servirnos como recordatorio de una práctica actualmente condenada gracias al alcance actual de los Derechos Humanos.
Cuatro Charrúas que sobrevivieron a la matanza de Salsipuedes: Vaymaca Pirú, Senaqué, Tacuabé y su mujer Guyunusa. Se vendieron como esclavos al francés Francois de Curel. Éste los llevó a Francia para ser estudiados y exhibidos como algo fuera de lo común, algo exótico que existía en las tierras de América.
Otros escaparon, pero las tropas los persiguieron, los encontraron y los mataron.
La Masacre de Salsipuedes fue una
de las primeras “medidas” que el nuevo Estado tomaría tan sólo un año después
de que asumiera el primer gobierno constitucional, “en respuesta” a las quejas
y denuncias de hacendados y políticos sobre supuestos robos de ganado vacuno a
manos de charrúas.
Pero Salsipuedes pertenecía a una
“operación” comprendida dentro de una campaña de mayor alcance temporal y
espacial, prolongándose aún después de 1831.
Existen documentos que registran
persecuciones de los charrúas hasta por lo menos 1836, momento en que son
mencionados por última vez. Además de los charrúas, hay inúmeros documentos estatales
relativos a los guaraní hasta los años 1850, aunque la producción académica no
haya tratado de esa presencia hasta entrados los años 1980.
HOMENAJES
En 1938, se inauguró en el barrio Prado de Montevideo, el Monumento a los Últimos Charrúas, que representa a Senaqué con su mate, a Vaymaca Pirú de pie, a Guyunusa con su hija sobre la falda y a su lado a Tacuabé.
I) Declarar el Paso de Salsipuedes como sitio de Memoria -lugar de construcción de la memoria- conforme a la definición del artículo 4 literal c) de la ley 19.641.
II) Colocar una placa señalando la presente declaración. La investigación histórica y arqueológica sobre el evento no han logrado definir con precisión el lugar específico por lo que la señalización se hará en el territorio denominado Paso de Salsipuedes a la espera del avance de las investigaciones (...).
Memorial a la Nación Charrúa
En el Departamento de Paysandú, a
pocos metros de la orilla del Arroyo Salsipuedes Grande, se erigió otro
monumento, el Memorial a la Nación Charrúa, obra del artista Juan Carlos Ualde.
Para recordar a los Charrúas que fueron asesinados en este sitio, todos los
años, en el mes de abril, la Cabalgata al Memorial Charrúa de Salsipuedes reúne
a paisanos, historiadores, descendientes de charrúas.
FUENTES
https://agenciatierraviva.com.ar/
No hay comentarios:
Publicar un comentario