REPRESENTANTE MÁXIMO DEL ROMANTICISMO
Ferdinand-Victor-Eugène
Delacroix nació en Charenton-Saint-Maurice, Francia, el 26 de abril de 1798. Fue
un pintor francés, considerado
como el continuador de Gericault y el máximo representante del Romanticismo, que
coloca en primer plano el gusto por el color y las imágenes exóticas, fruto de
sus viajes por África y del profundo conocimiento de la obra de Constable y
Turner cuyas obras le sugieren el uso de barnices gracias a los cuales se
obtienen nuevos tonos más vibrantes que aportan una magnífica luminosidad a las
composiciones. Así el color será el centro de toda la obra de Delacroix.
Fue
un hombre de compleja personalidad que rechazó desde el primer momento las
normas de la Academia.
Eugene
perteneció a una familia burguesa.
Su
padre, Charles Delacroix, fue
Ministro de Asuntos Exteriores en la época del Directorio (1795-1799) y ocupó el
puesto de Ministro Plenipotenciario en los Países Bajos, en La Haya., y su
madre, Victoire Oeben, fue
la hija del ebanista de Luis XVI Charles Delacroix ocupó, a partir de 1800, la
Prefectura de Marsella y en 1803 la de Burdeos.
Además
de Eugene la pareja tuvo más hijos: Charles Henri (1779-1845) quien, alcanzó el
grado de general, y que se retiraró a la vida privada tras la caída de
Napoleón; Henri (1784-1807), que murió en la batalla de Friedland; y Henriette
(1780-1818), que se casó con el embajador Raymond de VerninacBurdeos.
Eugène
se crió en un ambiente selecto y cultivado, propio de su clase y de las
amistades y familiares que le rodeaban. Uno de estos parientes era
Henri-François Riesener, hermanastro de su madre, discípulo de David, quien se
ocupó con afectuoso interés de la educación de Delacroix. Entre las personas
que frecuentaban este entorno se encontraba el político y ministro
Charles-Maurice, Príncipe de Talleyrand, a quien un rumor temprano atribuyó la
paternidad real de Eugène, dada la imposibilidad de procrear por parte de
Charles Delacroix en la época de la concepción del niño y ante el enorme
interés mostrado por Talleyrand por Victoire Oeben y por la carrera artística
de su hijo. En cualquier caso, Delacroix siempre prefirió ignorar esta
persistente atribución. Junto a ellos, su infancia en Marsella transcurrió
entre sus dos grandes aficiones: el dibujo y la música.
En
1806 murió su padre Charles y toda la familia debió trasladarse a París donde fueron
acogidos por una de las hermanas de Eugéne, Henriette.
Ese
mismo año de 1806 Eugène entró en el Liceo Imperial, en donde adquierió una
sólida cultura clásica y obtuvo varios premios de dibujo.
Durante el verano de
1813 Delacroix se hospeda en la abadía de Valmont, junto a sus primos, los
Bataille. La estancia marcó al joven Eugène; en ella adquiere el sentido de lo
grandioso de la naturaleza y el amor por las ruinas, por lo misterioso. Desde
allí visitó Rouen, ciudad que suscitará su admiración por la arquitectura
gótica.
A los 17 años su vida cambia súbitamente por la
muerte de su madre a fines de 1814, la cual deja a la familia en una apurada
situación económica. Por el momento Delacroix, quien ya se ha decidido a
ganarse la vida con su pintura, permanece junto a los Verninac.
Ese
mismo año Eugene egresó del liceo Imperial y logró la admisión en el taller de
Pierre Guérin, amigo de su tío Riesener. El estudio de Guérin era un hervidero
de jóvenes románticos. Allí trabó amistad con un artista, siete años mayor que
él, que habría de marcar los destinos de su pintura y de la pintura francesa de
la primera mitad del siglo XIX: Géricault.
Sin
abandonar este estudio, en el año 1816 ingresa en la Academia de Bellas Artes,
junto a Charles Soulier, quien le enseñó la técnica de la acuarela, y el británico Richard
Parkes Bonington. Frecuentó las galerías del Louvre, en donde copió los lienzos
de Rafael, Tiziano, Veronés y Rubens. Asimismo, se le otorgó la autorización
para copiar numerosas
estampas de la Biblioteca Real.
En 1817 conoció a Théodore Géricault y posó como uno de los náufragos de su espléndida obra “La Balsa de la Medusa”. Aquí comienzó la relación de admiración y respecto que tendrá el joven pintor por el ya famoso Géricault.
Recibió
su primer encargo en 1819, “la Virgen de las mieses”, para la iglesia
parroquial de Orcemont. Su ejecución revela aún una enorme influencia de Rafael
y, en general, del Renacimiento italiano. Este influjo no se limita a la
pintura: entre sus lecturas preferidas se encuentran Tasso, Dante y Virgilio,
autores que nutrirán su imaginación temática a lo largo de su complejo camino
artístico.
Dos años más tarde,
en 1821, Géricault le pasó un encargo no muy de su agrado: la “Virgen del
Sagrado Corazón”, rematada en un estilo bastante próximo al de su amigo y
maestro. Este año viene marcado por dos sucesos desagradables: la ruptura con
su hermana Henriette y la decisión definitiva de vivir en soledad, por un lado,
y la manifestación de unas misteriosas fiebres, por otro, que anticipan la
laringitis tuberculosa de la que habrá de fallecer. Las dificultades económicas
le obligan a realizar diseños de maquinaria junto a su amigo Soulier para ganar
algo de dinero.
Dante y Virgilio en los infiernos
Esta penuria económica lo empuja a planear su entrada en el
mundo del arte.
En
1822 Delacroix expone por primera vez " Dante y Virgilio en los infiernos", una
obra llena de fuerza, de una composición ambiciosa y colores muy trabajados; en
ella la luz se desliza sobre las musculaturas hinchadas, un incendio consume
una ciudad (en segundo plano), las capas ondean al viento. La fantasía, lo
macabro y el erotismo se entremezclan.
La matanza de
Quíos
En el año 1824 pinta "La matanza de
Quíos", una obra enérgica y con un colorido mucho más vivo. Ambos cuadros
concretizan su ambivalencia interior que se debate entre el romanticismo y el
clasicismo, entre diseño y color, polémica interna que le acompañará durante
toda su vida.
Su
viaje a Marruecos en 1832 marca el inicio de su segundo período estilístico, en
el que abundan los temas marroquíes (Mujeres de Argel), en composiciones mucho
más pausadas aunque también típicas del Romanticismo por su carácter exótico y
por el uso del color, que adquiere un protagonismo constructivo y compositivo
inhabitual hasta entonces.
Pintó la
sección central de la galería de Apolo (1850-1851) en el Museo del Louvre.
Muere
en París el 13 de agosto de 1863 dejando tras de sí una de las más prolíficas carreras
pictóricas, llenas de centenas de cuadros que sirvieron de inspiración a otros pintores.
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