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Fue un pintor y grabador español. Su obra abarca la pintura de caballete y mural, el grabado y el dibujo. Su estilo evolucionó desde el rococó, pasando por el neoclasicismo, hasta el prerromanticismo, siempre interpretados de una forma personal y original, y siempre con un rasgo subyacente de naturalismo, del reflejo de la realidad sin una visión idealista que la edulcore ni desvirtúe, donde es igualmente importante el mensaje ético.
La familia de su madre, los Lucientes, estaba afincada en ese pueblo y pertenecía a la hidalguía rural aragonesa.
Los Goya, en cambio, de ascendencia vasca, aunque establecidos en Zaragoza desde mediados del siglo XVII, oscilaban entre las profesiones y los oficios mecánicos, es decir, entre la burguesía y la clase obrera.
Tenían, desde luego, la
posibilidad de solicitar «vizcainía» (prueba de su origen vasco y comparable a
la hidalguía) para facilitar los ascensos sociales.
El primer maestro de dibujo y pintura que Goya tuvo fue José Luzán Martínez, que enseñaba en su casa.
Luego estudió en la Academia de Dibujo que se fundó en Zaragoza en 1754, poco antes de que Goya entrara como alumno suyo a los trece años.
Luzán, que había estudiado con pintores napolitanos, le hizo copiar las estampas mejores que tenía, hasta saber lo suficiente como para pintar de su propia invención.
En su pintura se destacaba la «frescura» y «dulzura» del colorido de Luzán y su buen gusto en las tintas, pero hay que subrayar también su meticulosidad al perfilar los contornos de las figuras.
Después de tres años de estudios con este maestro, Goya solicitó una pensión de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, en diciembre de 1763, a los diecisiete años.
En los años 1763 a 1766 participa en el concurso de pintura convocado por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid). No obtiene ningún premio.
Luego, continuaría su formación como pintor en Madrid, junto a Francisco Bayeu, de quien además se convertiría en cuñado cuando se casase con su hermana en el año 1775.
Bayeu, recién trasladado a la corte desde Zaragoza era también ex alumno de Luzán, y estaba, asimismo, relacionado lejanamente con la familia Lucientes, por el casamiento de unos primos suyos.
A juzgar por el cuaderno de apuntes y notas que se ha conservado, hizo el viaje por tierra, atravesando el sur de Francia y el norte de Italia antes de quedarse, sobre todo, en Roma.
Procuró visitar las más importantes ciudades italianas, absorbiendo las técnicas pictóricas, analizando las cualidades estéticas de los grandes pintores del país y aumentando su repertorio de imágenes clásicas sacadas de las esculturas antiguas. Tomó nota de algunos trajes de la región y de las máscaras típicas del teatro popular y las arlequinadas de Roma y Venecia, dejando constancia de su temprano gusto por lo grotesco y lo satírico.
Durante su estancia se anuncia un concurso organizado por la Academia de Parma, y Goya se apresura a participar, preparándose cuidadosamente, con estudios y bocetos previos, para pintar un cuadro sobre el tema de «Aníbal cruzando los Alpes» propuesto para el premio.
Los académicos parmesanos elogian su capacidad para
expresar las emociones de los personajes y admiran la fluidez de sus
pinceladas. Pero el colorido poco realista empleado no les agradaba y
concedieron el premio a otro.
A continuación se le proporcionan nuevos contratos por parte de varios aristócratas aragoneses para pintar pechinas en las iglesias de Muel y Remolinos y, después, para lienzos destinados a decorar la capilla del palacio remodelado del conde de Sobradiel en Zaragoza.
En estas últimas obras vuelven a aparecer motivos ya usados por Goya anteriormente y diseños basados en las composiciones de otros artistas, sacados de estampas.
Así, adaptándose al gusto de los mecenas, empieza a ganar dinero y ya se le trata de «don», a diferencia de su padre.
Sin duda, su maestro Francisco Bayeu confía más en su futuro como pintor, puesto que le permite casarse con su hermana Josefa, un año más joven que Goya. La boda se celebra en la iglesia de San Martín de Madrid el 25 de julio de 1773, aunque el joven artista sigue trabajando en Zaragoza por aquellos años, como consta en los libros de impuestos de esta ciudad.
Nace el primer hijo, Antonio Juan Ramón, el 29 de agosto de 1774 en la capital aragonesa, pero por desgracia ni éste ni los cinco hijos siguientes nacidos entre 1775 y 1782 sobrevivieron, y tan solo el último, Francisco Javier Pedro, alcanzó la edad adulta.
1774 Se traslada a Madrid, llamado por su cuñado Francisco Bayeu y por Mengs. Trabaja como pintor de cartones para la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara.
Sus primeros trabajos importantes son los que llevó a cabo a partir de 1775 para la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara en Madrid, que le contrató para dibujar los cartones que habían de servir de modelos a los artesanos de esta manufactura.
En estos cartones, Goya reveló sus dotes para desarrollar una pintura costumbrista y popular llena de gracia y frescura, muy dentro de una estética próxima al rococó en la que se vehicula la vida apacible y esperanzada de un momento marcado por los benéficos efectos de la buena coyuntura económica y por la ilusión que despiertan los avances del movimiento reformista.
Entre
las mejores composiciones de esta serie hay escenas tan logradas como El quitasol,
El cacharrero, La gallina ciega, La cometa, El columpio o El pelele, reflejo de
un mundo donde predomina el juego y la vida alegre y desenvuelta.
La carrera de Goya avanzaba rápidamente por aquella época. El gran ciclo de pinturas murales sobre la vida de la Virgen para la cartuja del Aula Dei a 12 kilómetros de Zaragoza aumentó su fama en 1774, demostrando, por cierto, en esta serie la gran facilidad que Goya tenía para organizar sus composiciones, incluso aprovechando con cierta gracia los accidentes de las paredes, al pintar encima de unas pequeñas rejas de hierro que había en el lugar.
Luego Anton Raphael Mengs, primer pintor de Carlos III, a la vuelta de una estancia en Italia (donde es posible que hubiera conocido a Goya), le llamó a la corte para pintar cartones para los tapices de la Real Fábrica de Santa Bárbara.
Mengs percibe en seguida la gran capacidad inventiva de Goya, pues este último sigue las indicaciones del maestro al componer en forma piramidal los grupos de figuras en las escenas que pintaba, variando asimismo la postura de los personajes representados.
Establecido en Madrid a partir de enero de 1775, se le señala sueldo anual de 8 000 reales al año siguiente para trabajos del real servicio.
En mayo y octubre de 1775 entrega sus primeros nueve cartones sobre temas de caza para los tapices que decorarán el sitio de San Lorenzo de El Escorial.
A finales de octubre de 1776, entrega el primer cartón para una de
las series de tapices para el comedor de los príncipes de Asturias en el
palacio de El Pardo. Pero por entonces, de pronto, le entró una gran
inseguridad con el anuncio de la próxima partida de Mengs para Italia. A juzgar
por el borrador de una carta de Goya a este último, escrita a lápiz en el
Cuaderno italiano, el pintor incluso decide ir a Roma con su familia en aquel
trance para seguir disfrutando de la protección del maestro y además, para
estudiar con él. Pero su proyecto no fructificó y se quedó en Madrid.
En los años 1777 y 1778 pinta otros diez cartones para la decoración de El Pardo, y entrega diecinueve más en 1779 y 1780.
El artista y su familia vivían en la calle del Espejo, n.º l, en enero de 1777, trasladándose a Desengaño, n.º l, antes de octubre de 1779, en cuya calle seguirán viviendo la mayor parte de su vida, aunque mudando de casa a una que hacía esquina entre Desengaño y Valverde en fecha desconocida, después de comprarla en julio de 1800.
En 1778 se granjeó el apoyo del secretario de Estado, el conde de Floridablanca, y del secretario de la Academia de San Fernando, Antonio Ponz, por grabar al aguafuerte un grupo de retratos ecuestres y otras obras de Velázquez, pertenecientes a las colecciones reales, iniciando con ello un proyecto para reproducir, grabándolos, todos los cuadros de aquellas galerías.
El embajador británico, Lord Grantham, entusiasta admirador de Velázquez,
compró cinco ejemplares de estas series y trató de persuadir a Goya -sin éxito-
para que grabase el autorretrato del genio andaluz, sacado de Las Meninas, para
ilustrar un catálogo de las obras velazqueñas que preparaba.
La década de 1780, por tanto, empieza de manera muy prometedora para Goya. En julio de 1780 solicita entrar en la Real Academia de San Fernando, presentando el lienzo de Cristo crucificado como muestra de su habilidad, y se le admite como académico de mérito por unanimidad.
Aunque a continuación se le complica la vida al pintar al fresco una bóveda sobre el tema de la Virgen como reina de los mártires y un grupo de pechinas, que le habían encargado para la basílica del Pilar en Zaragoza.
Entrega los bocetos para la cúpula el 5 de octubre de 1780, y termina la obra a principios de marzo de 1781.
Pero el público quedó poco satisfecho, y los bocetos para las pechinas no merecieron «la aprobación que se esperaba» por parte de la junta de la fábrica. El desaire resultó aún mayor cuando la junta insistió en que sometiese sus revisiones al dictamen de su cuñado Francisco Bayeu, en el momento en que empezaba a desarrollar un estilo más personal empleando unas pinceladas más sueltas, inspiradas en las de Velázquez.
A pesar del apoyo de sus amigos zaragozanos, notablemente el de Martín Zapater, se siente deshonrado por lo ocurrido aunque restablece su reputación casi en seguida en Madrid con el lienzo que pinta para uno de los altares de la iglesia de San Francisco el Grande: La predicación de san Bernardino de Siena (1781-1783).
A continuación consigue importantes encargos, retrata a don José Moñino, conde de Floridablanca (1783).
En el año 1784 retrata a la familia del infante don Luis de Borbón. Comienza a triunfar como retratista.
En 1785 fue designado teniente director de Pintura. En su labor docente, Goya buscó estimular el camino personal de cada alumno, actitud que define por escrito en su “Memorial” de 1792.
Retrata a los duques de Osuna (1785), y a los condes de Altamira y sus hijos (1786-1788).
La protección de los jóvenes duques de Osuna le proporciona una serie de encargos para cuadros religiosos, retratos y pinturas decorativas a lo largo de varias décadas, y fueron ellos quienes animaron a Goya a crear conjuntos de una gran originalidad para algunas de las salas de su casa de campo en la finca de La Alameda de Osuna, cerca de Barajas.
Igualmente importante en los años ochenta fue la amistad que el artista trabó con el magistrado y literato, Gaspar Melchor de Jovellanos, muy aficionado al arte, y con el amigo de éste, Juan Agustín Ceán Bermúdez, notable coleccionista e historiador.
Gracias a estas relaciones amistosas y profesionales, Goya recibiría en aquellos años no solo encargos en el Banco Nacional de San Carlos y en el Colegio de Calatrava en Salamanca, sino que también establecería contactos muy directos con el círculo de intelectuales y de reformistas españoles asociados con la Ilustración europea.
A través de esa relación Goya se familiariza con nuevos conceptos sobre la educación, las libertades políticas, así como con las nuevas doctrinas de la «razón» y la lucha contra la superstición. En su compañía también se abren nuevas perspectivas estéticas: la reevaluación del naturalismo de Velázquez y Murillo que le aparta del idealismo mengsiano, y las teorías de lo «sublime», que le enseñan, sobre todo, la fuerza expresiva de la oscuridad y lo gigantesco.
Todo tipo de personas adineradas quieren que Goya les retrate: actores, cantantes y toreros; burgueses y aristócratas.
La crisis más grave de su vida le alcanza en la corte en otoño de 1792, a los cuarenta y seis años, poco después de emitir su dictamen sobre la enseñanza del arte en la Academia. Estuvo dos meses en la cama con «dolores cólicos» y con toda probabilidad tenía el llamado «cólico de Madrid», peligrosa enfermedad muy difundida en la capital por entonces, a resultas de la frecuente contaminación metálica en la preparación de la comida y la ingestión del plomo usado en los barnices de la cerámica y las soldaduras de las cacerolas.
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Es un lienzo de pequeño formato, pintado por placer y al margen de los encargos oficiales. En esta obra se representa con elegante atuendo y mirada enérgica. Es el único de sus autorretratos en que aparece el sombrero adaptado con pequeños cirios para alumbrar al artista al caer la tarde. Perteneció a los condes de Villagonzalo
La serie Los Caprichoses una serie de 80 estampas en aguafurte.
La escena está presidida por el demonio, encarnado en un gran macho cabrío, recibiendo la ofrenda de dos niños. Se considera que el conjunto de lienzos, aparte de recrear episodios inspirados en el Auto de Fe de Logroño de 1610, es una crítica satírica a la superstición por parte de la sociedad ilustrada a la que pertenecían tanto el duque de Osuna como el pintor
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Realizado entre Aranjuez y Madrid, poco tiempo después de ser nombrado Goya primer pintor de cámara, los precedentes de esta compleja composición son el “Retrato de Felipe V con su familia” de Louis-Michel van Loo y “Las Meninas” de Velázquez.
Luego de
la restauración de Fernando VII, en el año 1815, Goya, se retiro de la escena
pública. Para este tiempo se había agudizado enormemente la afección que lo
había dejado totalmente sordo, con lo cual, su retiro más la discapacidad
contribuyeron fundamentalmente en el viraje que sufriría su obra de ahí en más.
Tal
situación quedó materializada en la decoración que le imprimió a su casa: 14
murales de enormes dimensiones, en los cuales predominaban los colores marrón,
gris y negro y las temáticas oscilaban entre lo macabro y el terror.
En 1819, compra una casa de campo, conocida como la Quinta del Sordo, al otro lado del Manzanares, en una zona elevada con hermosas vistas, terreno para cultivar y posibilidades de ensanche que aprovecha el artista septuagenario.
En
esta pintura, dos hombres con las piernas semienterradas se pelean con mazas en
campo abierto. Francisco Goya. 1819-1823. Museo del Prado, Madrid.
Aquelarre
o el gran cabrón
El
pintor representa en esta pintura, en primer término, a un oscuro macho cabrío,
con un asistente a la derecha y rodeado de brujos y brujas de todas las edades,
que se agitan y miran con ansiedad. Francisco Goya. 1819-1823. Museo del Prado,
Madrid.
Sufre otra grave enfermedad y, cuando recobra la salud, llena las paredes de las dos salas principales de la Quinta con tremendas escenas llamadas Pinturas negras, con temas de tiempo y muerte, destino y maldad humana.
Se trata de un conjunto de 14 pinturas al óleo elaboradas directamente sobre las paredes de dos salas de la quinta, el comedor en la planta baja y el gabinete en el primer piso. Dichas pinturas se conservaron en esta vivienda hasta que el barón Fréderic Émile d’Erlanger, que compró la propiedad en 1873, decidió despegarlas del muro y trasladarlas a lienzo, cometido que ejecutó el restaurador del Museo del Prado Salvador Martínez Cubells.
Las Pinturas Negras fueron expuestas con
escaso reconocimiento en la Exposición Universal de París de 1878 antes de ser
legadas definitivamente al Prado en 1881.
Esta célebre pintura representa al titán Cronos o Saturno devorando a uno de los hijos habidos con su esposa Rea. Francisco Goya. 1819-1823. Museo del Prado, Madrid.
En el año 1825 prepara la serie de litografías conocida como Caprichos Los toros de Burdeos.
FUENTES:
http://www.quien.net/francisco-de-goya.php
https://es.wikipedia.org
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