Análisis de la pintura
Rendición de Posadas de
Juan Luis Blanes
Fue una obra realizada
inicialmente por Juan Luis Blanes, interrumpida por su muerte en 1895 y continuada
por el padre quien también la dejó inconclusa al morir en 1901.
Con un lenguaje pictórico afín
a la tradición académica europea, esta pintura nos muestra un episodio
histórico compuesto como una escena teatral, en cuyo centro -y no en primer plano-
se desarrolla el hecho más importante: la entrega de una espada del Capitán
José de Posadas, el jefe español vencido, al delegado del ejército victorioso,
el cura Valentín Gómez.
En torno a éstos se agrupan
los demás personajes dando lugar a escenas secundarias. Artigas, el personaje
histórico más importante, aparece a un lado, en la mitad izquierda del cuadro.
Es un cuadro apaisado, propio
de las pinturas de tema bélico, organizado en base a grandes líneas
horizontales y verticales, destacándose el horizonte en la mitad superior de la
composición.
Si bien esta línea está
ubicada a una altura importante, se destaca el cielo claro en la superficie del
cuadro. Interceptando rítmicamente y desdibujando el horizonte, se destacan,
recortadas en el cielo, las cabezas de Artigas y otros personajes a caballo,
así como sus manos en alto, con sombreros y sables desenvainados.
La escena pretende ser simple,
narrando literalmente un hecho, sin obligar al observador a recorrerla con la
vista en diversas direcciones. Aunque hay figuras inclinadas, predominan las de
posturas erguidas y actitudes poco dinámicas.
Los personajes, en distintos
planos de profundidad, se ubican en dos grandes grupos que tienden a dejar
libre la zona central.
El más voluminoso, aparece a
la izquierda del observador, pero visualmente no pesa más que el otro. La
figura de Artigas funciona como un mojón donde se detiene la vista y posterga
su desplazamiento hacia la derecha. De este modo, oficia como eje vertical, que
al no estar en la mitad del cuadro ve compensado el desequilibrio visual al
estar acompañado por más formas que en el resto de la superficie.
En cuanto al color, se debe
tener en cuenta que el cuadro está sin terminar, por lo que hay zonas que no
fueron pintadas y es visible el dibujo sobre la tela. Por lo tanto, es posible
que las zonas de color no tienen su distribución y combinación definitivas.
Aunque el cielo abarca una
superficie muy grande, llaman la atención los rojos que contrastan con el verde
complementario de algunas vestimentas y del suelo. Los rojos son intensos, que
pueden resultar poco creíbles en una propuesta que trata de ser fiel lo que el
ojo ve, salvo por recibir el conjunto la fuerte luz lateral de un atardecer o
porque faltó terminación en el tratamiento de este color.
No se puede reconocer
expresión de sentimientos ni simbolismos en la elección de los colores, sino
que fueron representados con la intención de ser fieles a la realidad visible.
Con la prolijidad aprendida de su padre y de la academia florentina, Juan Luis
Blanes limita el cromatismo en formas de contornos definidos por líneas o
claroscuros.
El pintor se detiene, con
meticulosidad arqueológica, en los objetos y en distintos tipos humanos: El
caudillo, el sacerdote, en la diversidad de las tropas revolucionarias,
integradas tanto por patricios como por gauchos y mujeres. Artigas, el
sacerdote Valentín Gómez y el Capitán Posadas se identifican claramente, y los
demás personajes presentan rasgos tan individuales que son verdaderos retratos.
En un aspecto como éste cabe
preguntarse si es posible distinguir entre las cualidades del hijo y la
intervención del padre en la ejecución de la obra. Por ejemplo, la imagen del
prócer está basada en la reconstrucción hipotética que muchos años atrás
realizara Juan Manuel Blanes. Varios son los detalles que diferencian esta
pintura con el boceto que se conserva, por ejemplo, en el uniforme y la postura
de Posadas. Tanto el consejo como la mano paterna debieron influir en la
modificación de esos elementos.
Ernesto Laroche dice reconocer la
participación del viejo maestro en el grupo de Artigas, “en el estudio de la
figura del gaucho con chiripá rojo que avanza llevando un caballo de la brida,
el suelo que lo circunda, parte del caballo que monta Artigas, el soldado herido
al que atiende una mujer: esta misma y la otra que está de pie a la izquierda,
y algunos toques aislados, cual colores de o puntos de referencia para establecer la
perspectiva aérea, dando vigor plástico al ambiente general de la tela.”
El acontecimiento se
desarrolla en el campo, con perspectiva aérea que desdibuja formas en el
horizonte, como el no muy lejano pueblo de Las Piedras. Esta última imagen
tiene similitud con las que hicieran décadas atrás, de éste y otros centros
poblados del interior del país, artistas extranjeros como Besnes e Irigoyen. El
propio artista había pintado también un paisaje del pueblo de Las Piedras,
posiblemente como estudio previo, pintura que también pertenece al Museo
Histórico Nacional.
Si bien el título de la obra
alude a la batalla, la escena representada no es el combate mismo, sino un
hecho posterior a su desenlace. El acontecimiento principal es la entrega de la
espada por parte del jefe derrotado. Esto se ve reafirmado por su ubicación en
el centro de la pintura y las miradas convergen hacia él.
No representa un clímax, sino
más bien lo contrario; las actitudes de los personajes son muy controladas, no
hay pathos, salvo en algunas expresiones individuales. El carácter trágico del
hecho lo aportan los pocos muertos y heridos, dispuestos en escorzo, siguiendo
la tradición inaugurada en el Renacimiento por las pinturas de batallas del
pintor renacentista Paolo Ucello (S. XV).
Los caídos en combate fueron
frecuentes en la obra de Juan Manuel Blanes; aluden a la muerte heroica, pero
su presencia no tiene peso en relación con la de los personajes vivos; más bien
están reducidos a una expresión mínima y presentados con pudor, quizá porque en
su época ya no está bien visto representar la muerte en forma demasiado directa,
de acuerdo a una cultura cada vez menos "bárbara" y más
"civilizada", como podría decir José Pedro Barrán. También debe ser
resultado de esa cultura la prolijidad y limpieza de los personajes, nada más
lejano a quienes acababan de terminar una batalla en el que, como escribe Ana
Ribeiro, “corajes, cobardías, heroísmos, sangres y heridas de dos ejércitos
enfrentados, se mezclaron en el barro. Porque llovió durante días en aquel mes
de mayo.”
Esta pintura relata un
episodio de paz posterior a la violencia, que destaca virtudes de Artigas como
el respeto por los vencidos. Podríamos especular sobre los motivos para la
elección del tema. Pudo ser la evocación de la célebre frase atribuida a
Artigas de "Clemencia para los vencidos" como virtud digna de ser
recordada y difundida en la sociedad de fines del siglo XIX.
Pero la ausencia de combate ¿pudo ser reflejo
del hastío de las interminables guerras civiles que aun asolaban al Uruguay y
en las que el trato a los derrotados era completamente distinto? ¿El fin de una
batalla puede expresar un deseo pacifista? ¿Es una visión
"civilizada" que aborrece la representación explícita de la guerra?
Las cualidades formativas del
sentimiento nacional y el valor ilustrativo de esta pintura respecto a la gesta
heroica fueron exaltados ya en la época de su realización. Un memorándum
elaborado por la comisión presidida por Diógenes Héquet, creada luego de la
inesperada muerte de Juan Luis Blanes para vender esta obra al Estado, nos
aporta muchas pistas sobre el valor de la obra en su contexto cultural: “La
Batalla de Las Piedras es, como ha dicho uno de nuestros historiadores la más
justamente sonada de los comienzos de la lucha emancipadora y la de mayor
influencia moral porque acreditaba el denuedo de los bisoños héroes, en tal proporción
que para los dominadores debía ser motivo de desaliento y temor, y para los
nativos ansiosos de independencia, fuerza y estímulo eficacísimo.
La Batalla de Las Piedras es
alto título de gloria para el ilustre caudillo, vindicación para su memoria y
testimonio honroso para los guerreros que lo acompañaban. Nuestro pintor ha
sabido revelar todo esto en su cuadro, que por tales condiciones contiene la
más elocuente y persuasiva lección de aquel episodio inmortal de nuestra
historia.” En ese mismo documento se destaca “la virtud ejemplar del caudillo
al demostrar un rasgo cortés y caballeresco de Artigas con el vencido, y que
está más acentuado por la actitud respetuosa de los vencedores, descubiertos en
aquel instante en presencia del enemigo, que ha defendido su causa valiente y
noblemente.”
Igualmente, se extiende la
cualidad humanitaria del jefe a sus huestes, y por ende, a sus descendientes
los uruguayos, lo que se puede apreciar en las escenas secundarias: “No menos
ciertas que honrosas y enaltecedoras de la humanidad y clemencia de los
nativos.
Las mujeres que acompañan al
ejército, en las que alentaba el espíritu generoso y caritativo que es carácter
distintivo de nuestra raza, atienden y curan a los heridos españoles a la par
que en los criollos y aun con preferencia; que no es menos valiosa porque
éstos, acostumbrados a la dureza de la vida de campaña, en la que cada hombre
debe bastarse a sí mismo, se curaran con sus propias manos, sin pedir ajena
ayuda. Por tal manera, el pintor, ajustándose a la historia, ahondando con
agudeza filosófica en los sucesos, en los hombres y en la época, ha revelado
perfectamente en su cuadro el episodio glorioso."
Finalmente, el memorándum
reclama del gobierno una actitud comprometida con la actividad de los artistas,
dada la importancia política que sus redactores reconocen en esta tarea: “Los
pueblos, como los hombres no viven sólo la vida material, y la civilización y
la cultura de una nación no se pueden revelar más brillantemente, que con las
producciones intelectuales de sus hijos. En el presente caso y para nosotros,
existen además las circunstancias de que estando las artes en sus comienzos,
hay mayor obligación de estimular en los artistas que, como Blanes, buscan su
inspiración en temas gloriosos de nuestra tierra y, a la vez que una obra
artística hacen una obra patriótica, tal como en el cuadro La Batalla de Las
Piedras”
En respuesta al Memorándum, el
Poder Ejecutivo decidió comprar del cuadro el 30 de marzo de 1896, acusando
recibo de los argumentos de los promotores y manifestando que “Al adoptar esta
resolución ha tenido en cuenta el gobierno, además del propósito de rendir
homenaje a la memoria de aquel distinguido artista, el mérito intrínseco de la
obra, su alta significación patriótica, desde que representa uno de los hechos
más gloriosos en la epopeya de nuestra independencia nacional, y finalmente la
propiedad y perfección con que está tratada la indumentaria de la época, tanto
en lo que respecta a la heroica legión libertadora, en cuanto al aguerrido
ejército dominador.”
La Batalla de Las Piedras
–recordada por el propio Artigas como una de sus más importantes triunfos
militares- fue considerada a fines del siglo XIX como un capítulo digno de
evocar en la narración ilustrada de nuestra historia.
A través de este cuadro, Juan Luis Blanes puso
en valor un hecho que en sí no fue un acto independentista, cuando aún no había
madurado la idea emancipadora en la revolución rioplatense; lo presenta como un
hito en la formación de la nacionalidad oriental cuando esa nacionalidad
todavía estaba lejos de existir. Es una pieza de gran porte que exalta la
imagen heroica de Artigas más como hombre de paz que de guerra.
El jefe no aparece
todopoderoso y temible, matando enemigos como en las pinturas y relieves de la
Antigüedad, ni dirigiendo el combate en actitud heroica como fue usual en el
género militar durante siglos en Europa. El Jefe de los Orientales manifiesta
su dignidad caballeresca a través de un gesto que no lo diferencia demasiado en
el conjunto donde lo ubicó el pintor, aludiendo, posiblemente, a su vocación
democrática.
Juan Luis Blanes
Dibujo realizado por Juan Bellver bajo el seudónimo Juan Sanuy (1856 - 1908)
Juan Luis Blanes nació en el 21 de mayo e 1856.
Hijo primogénito del pintor
uruguayo Juan Manuel Blanes. Tuvo como maestro a su padre y posteriormente
perfeccionó sus estudios en la Academia de Arte de Florencia con los profesores
Giuseppe Ciaranfi, Ribalta, Emilio Gallori, y Amós Cassioli (quien fuera
Director de la Academia de Siena), en el período 1879-83.
Después de una estadía en el Uruguay, retornó a Italia y junto con su padre Juan Manuel Blanes y su hermano Nicanor, realizaron un viaje por el Cercano Oriente (1890). Regresó a Montevideo, vivió por espacio de dos años en Buenos Aires, y se reintegró a la actividad artística en su ciudad natal a partir de 1893.
Falleció en un accidente de tránsito el 18 de
marzo de 1895, cuando proyectaba un nuevo viaje a Europa para vigilar la
fundición de la estatua de Artigas a erigirse en la ciudad de San José.
Como pintor dejó cuadros con
temas criollos, de la costa platense, varios temas de composición y dibujos de
academia. En el Museo Nacional de Bellas Artes se encuentran: Venecia, Una
toldería, Marina, Ruinas de Pompeya, Paisaje (óleos). Es autor del óleo Batalla
de las Piedras (quedó inconcluso a su muerte), y de Paisaje del pueblo de las
Piedras, (óleo sobre cartón).
Cronológicamente fue el primer
escultor uruguayo. Modeló el cacique charrúa Abayuba (1887) que fue vertido al
bronce en 1930; en esa misma época el escultor Edmundo Prati realizó una
versión monumental en bronce de esta obra.
De su ya mencionado Monumento
a Artigas se han hecho numerosas reproducciones que se encuentran en muchas
ciudades de nuestro país y de América.
Dejó terminado el boceto de la
estatua de Joaquín Suárez encargándose su padre de terminar la ejecución. Otras
obras: La cebadora de mate, El baqueano de los Treinta y Tres, y con su hermano
Nicanor, el Monumento a Francisco Vidiella en Colón.
(Fuente: Tomo I: Plásticos uruguayos, compilado por la Biblioteca del Poder Legislativo, 1975, pág. 140)
Foto del modelo del que se
sirvió el artista Juan Luis Blanes para pintar a Artigas en el cuadro La
Batalla de Las Piedras. El modelo se ve sobre una armazón que sustituye al
caballo y en la actitud respetuosa y digna que Blanes con excelente inspiración
atribuyo a Artigas en el momento de saludar al jefe español Posadas que entrega
su espada al presbítero Gómez.
Pero hay algo más interesante todavía en el
modelo que sirvió para aquel cuadro. Bien sabido es que Blanes (don Juan
Manuel) poseía una preciosa colección de prendas y armas históricas, entre
ellas un poncho del general Artigas. Pues bien, para el equipo y traje de
Artigas, Juan Luis, aprovecho un conjunto de prendas históricas que aparecen en
el modelo fotograbado y son las siguientes:
Casaquilla del general Manuel Oribe, pantalón
del general Villagran, estribos, lomillo, riendas y freno del general Rivera,
pistoleras de Posadas, carona de Lavalleja, espada del general Freire, tiros de
la espada del coronel Marcelino Sosa y cojinillo bordado del general Máximo
Santos cuando era comisario de Minas.
FUENTE https://parquebatalladelaspiedras.imcanelones.gub.uy/
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