Fue un escritor, periodista y político uruguayo.
Contexto histórico y entorno
familiar de su Infancia
En la niñez de Eduardo Villa de
la Unión era originalmente conocida como Villa Restauración, la Villa de la
Unión fue fundada por el general Manuel Oribe durante la Guerra Grande
(1839–1851) como sede del gobierno blanco en oposición al Gobierno de la
Defensa en Montevideo.
En noviembre de 1851, tras el fin
del conflicto, fue renombrada oficialmente como Villa de la Unión .
En esa época, era un área
semi-rural con chacras y casonas, habitada por familias de prestigio y rodeada
de un ambiente campestre .
Aunque no se dispone de información específica sobre sus estudios primarios, se sabe que entre 1866 y 1868 cursó el bachillerato en la Universidad Mayor de la República, donde fue compañero de figuras destacadas como Pablo de María y Justino Jiménez de Aréchaga.
Desde joven, Eduardo mostró una inclinación por la literatura y la política. Su primer texto publicado fue un tributo a su abuelo materno, el general Antonio F. Díaz, lo que refleja su interés por la historia y la narrativa desde temprana edad.
Estas pasiones lo
acompañaron a lo largo de su vida, convirtiéndolo en una figura central en la
historia cultural y política del Uruguay.
Estudios Superiores
Eduardo Acevedo Díaz ingresó en
1869 a la Facultad de Derecho de la Universidad Mayor de la República (actual
Universidad de la República) en Montevideo, tras completar con éxito su
bachillerato.
Durante su etapa universitaria,
se destacó por su inteligencia, memoria excepcional y pasión por la lectura. Ese
mismo año de 1868 se asoció al Club Universitario, donde rápidamente se hizo
notar por sus artículos publicados en la revista de la institución.
Sus cualidades intelectuales que
lo llevaron a ocupar la vicepresidencia del Club.
El 18 de septiembre de 1869,
publicó en el periódico El Siglo su primer texto, un tributo a su abuelo materno,
el general Antonio F. Díaz, fallecido seis días antes.
Este artículo marcó el inicio de
su carrera como escritor y reflejó su interés por la historia y la política
nacional.
Sin embargo, su permanencia en la
Facultad de Derecho fue breve.
En abril de 1870, abandonó sus
estudios para unirse al movimiento revolucionario de Timoteo Aparicio contra el
gobierno colorado de Lorenzo Batlle, participando activamente en la Revolución
de las Lanzas (1870–1872).
Aunque no completó su carrera de
abogacía, su paso por la Facultad de Derecho fue fundamental en su formación
intelectual y en el desarrollo de su compromiso político y literario.
Revolución de la Lanzas
La Revolución de las Lanzas fue
un conflicto significativo en la historia uruguaya, marcado por enfrentamientos
sangrientos como la Batalla del Sauce, donde las fuerzas gubernistas derrotaron
a los revolucionarios blancos.
Eduardo Acevedo Díaz participó
activamente en la Revolución de las Lanzas (1870–1872), el levantamiento armado
liderado por Timoteo Aparicio contra el gobierno colorado de Lorenzo Batlle.
A los 19 años, abandonó sus
estudios en la Facultad de Derecho para unirse al movimiento revolucionario.
Durante el conflicto, se incorporó al sitio de Montevideo junto a su hermano
Antonio, y posteriormente se retiró al interior del país para continuar la
lucha.
Su experiencia en la guerra civil
influyó profundamente en su obra literaria.
Acevedo Díaz, como testigo y
participante, plasmó en su literatura las tensiones y tragedias de esta época,
contribuyendo a la construcción de la conciencia nacional uruguaya.
Publicaciones
Al finalizar la revolución,
publicó el relato Un sepulcro en los bosques en el periódico La
República, fundado por él. Además, su cuento El primer suplicio está ambientado en su vivencia durante la Revolución de las Lanzas.
Al finalizar la revolución, en el
año 1872 publica su primer relato, Un sepulcro en los bosques, en
el periódico La República fundado por él.
Además, publica su cuento El
primer suplicio ambientado en su vivencia durante la Revolución de las
Lanzas.
En el año 1873, Eduardo Acevedo
Díaz comenzó a colaborar como redactor en el periódico La Democracia, una
publicación de clara orientación liberal y reformista.
Este período marcó un momento clave en su
evolución como pensador político y periodista comprometido, ya que allí empezó
a desarrollar un estilo de escritura más combativo y reflexivo, en el que
abordaba los grandes debates políticos y sociales de su tiempo.
La Democracia fue un órgano de
prensa que surgió en la década de 1870 como expresión del pensamiento liberal,
democrático y republicano.
En sus páginas se debatían temas
como la organización del Estado, laicismo, libertades civiles, y la
modernización de las instituciones.
Era un espacio de oposición al militarismo
autoritario que predominaba en la política uruguaya bajo gobiernos como el de
Lorenzo Latorre.
Durante su colaboración en La
Democracia, Acevedo Díaz escribió artículos de opinión y ensayos políticos que
reflejaban su creciente desilusión con el sistema imperante.
Sus textos defendían la justicia
social, la moral pública, la necesidad de reformas democráticas, la defensa del
Partido Nacional como instrumento de cambio
También desarrolló ideas sobre la
identidad nacional, un tema que luego sería fundamental en su obra literaria.
Este período es crucial porque pulió
su estilo periodístico: directo, persuasivo y cargado de pasión ideológica.
Forjó su conciencia crítica lo
que hizo posicionarse abiertamente contra los excesos del poder militar.
Se afirmó como intelectual
comprometido no solo narrador, sino también ideólogo.
Además, estos años lo
consolidaron como un referente del pensamiento nacionalista uruguayo,
anticipando su participación activa en el periodismo militante y en posteriores
rebeliones políticas.
En el año 1875, Eduardo Acevedo
Díaz, con tan solo 24 años, vivió un año de alta intensidad tanto en lo
intelectual como en lo político.
Fue el año en que fundó La
Revista Uruguaya, un proyecto editorial que tenía como objetivo ofrecer un
espacio de expresión cultural y política en un contexto nacional convulsionado.
Fue uno de los primeros espacios
en los que Acevedo Díaz consolidó su figura como escritor y líder de opinión.
La revista funcionó como un vehículo para articular ideas de cambio y reforma
en el Uruguay de la posguerra civil.
Poco después de su lanzamiento,
estalló la llamada Revolución "Tricolor", un levantamiento armado
contra el régimen militar de Lorenzo Latorre, que fracasó rotundamente.
La Revolución
"Tricolor" (1875)
El gobierno de Latorre había
instaurado una dictadura de facto, disolviendo el parlamento y ejerciendo un
fuerte control sobre la prensa y la vida política.
La revolución fue liderada por
elementos del Partido Nacional y sectores liberales que se oponían al
militarismo autoritario.
El nombre Tricolor se le dio por
la alianza simbólica entre los tres colores de los partidos que participaban
(blanco, colorado y constitucionales).
La revolución fue aplastada
rápidamente por las fuerzas leales al régimen.
Los líderes y participantes
fueron perseguidos.
A raíz de ello, Acevedo Díaz
debió exiliarse en Argentina, marcando el inicio de una etapa clave en su vida
como periodista, revolucionario e intelectual en el exilio.
El exilio en Argentina
Tras el fracaso de la revolución,
Acevedo Díaz fue perseguido por el régimen de Latorre y tuvo que exiliarse en
Buenos Aires.
Continuó escribiendo y
conspirando desde la prensa argentina.
Fortaleció sus vínculos con el
nacionalismo histórico y con la diáspora política uruguaya.
Comenzó a trabajar en nuevas
ideas literarias que eventualmente cristalizarían en sus novelas históricas.
Ese año puede considerarse un
parteaguas en la vida de Eduardo Acevedo Díaz.
Pasó de ser un joven articulista
y escritor emergente a un intelectual comprometido con la causa nacional.
La experiencia del fracaso
revolucionario y el exilio marcaron su conciencia política y su visión trágica
de la historia nacional.
Sentó las bases de su obra
literaria futura, centrada en la memoria heroica y el rescate de los valores
republicanos del pasado.
Después de su exilio forzoso en
Buenos Aires tras la fallida Revolución Tricolor de 1875, Eduardo Acevedo Díaz
regresó a Uruguay en la segunda mitad de la década de 1870, con la intención de
retomar su actividad política y periodística.
En un país gobernado con mano
dura por el dictador Lorenzo Latorre, Acevedo Díaz decidió enfrentar el poder a
través de la pluma.
Para ello Eduardo Acevedo Díaz fundó El
Nacional en los años 1878–1879.
Era un periódico político, fundado
por Acevedo Díaz con la intención de ofrecer una tribuna crítica e
independiente.
Su línea editorial se orienta a
ser una oposición firme al militarismo.
A través del periódico realiza la defensa del régimen
republicano y la Constitución.
Apoya los principios históricos
del Partido Nacional.
El Nacional se convirtió
rápidamente en una voz de resistencia intelectual frente al despotismo de
Latorre, quien gobernaba sin parlamento desde el Golpe de Estado de 1875.
Era una época en que criticar al
poder era arriesgar la vida o la libertad, y Acevedo Díaz lo hizo con valentía.
El gobierno de Latorre
(1876–1880), un régimen autoritario y militarista había suspendido las
garantías constitucionales.
También censura a la prensa y
persigue a los opositores.
Acevedo Díaz desde El Nacional publicaba
editoriales incendiarios, ensayos políticos y análisis sobre la situación
nacional.
Atacaba directamente a la figura
de Latorre y a su estilo de gobierno, denunciando el uso del ejército para
reprimir disidentes, la falta de legalidad en las decisiones de gobierno, el
silenciamiento de la oposición.
Acevedo Díaz se posicionaba como
defensor de la libertad de expresión y del legado institucional de la
República.
Segundo exilio en Buenos Aires 1879
La postura valiente de Acevedo
Díaz no pasó desapercibida.
Ante la creciente presión y
amenazas por parte del régimen, el escritor se vio obligado nuevamente a
exiliarse en Buenos Aires para evitar represalias en el año 1879.
En Buenos Aires continuó
escribiendo y conspirando desde el exilio.
Estrechó lazos con otros
exiliados y figuras del nacionalismo rioplatense.
Preparó el terreno para su
posterior carrera como novelista histórico y pensador político.
Esta etapa consolidó su figura de
"intelectual combatiente", un escritor que no se limitaba a la
creación literaria, sino que usaba el periodismo como forma de acción política.
Su estilo desde El Nacional
combinaba un lenguaje elevado con dureza crítica, algo que también marcaría su
narrativa posterior.
Este período es fundamental para
comprender el compromiso ético y político que caracterizó toda su obra.
Retorno a Uruguay- 1881
Eduardo Acevedo Díaz regresó a Uruguay en 1881, luego de su segundo exilio en Buenos Aires (1879–1881).
Al volver a Montevideo en 1881, lo hizo con una actitud más moderada, aunque sin abandonar su ideología nacionalista.
Ese mismo año fundó el periódico La Nación, desde donde continuó difundiendo sus ideas republicanas, críticas al militarismo y defensa de la institucionalidad.
En el año 1886 Publica Brenda, su primera
novela.
En 1888 Acevedo Díaz publica Ismael,
inicio de su tetralogía histórica sobre la independencia uruguaya.
En el año 1890 publica Nativa,
segunda novela de la tetralogía.
En 1893 publica Grito de
gloria, tercera entrega de la serie.
En el año 1894 publica Soledad,
novela que aborda temas y personajes del ámbito rural con objetividad realista.
Revolución de Aparicio Saravia
En el año 1897 participa en la
revolución de Aparicio Saravia y fue elegido como senador
En 1897, Uruguay vivía una época
de gran agitación política.
El Partido Nacional (blanco),
históricamente marginado del poder por el Partido Colorado, buscaba reivindicar
su lugar en el sistema político mediante una nueva insurrección armada.
Esta rebelión fue liderada por
Aparicio Saravia, un caudillo carismático proveniente del norte del país, que
encarnaba la resistencia del interior profundo contra el centralismo
montevideano.
Fue la segunda gran insurrección
blanca desde la Revolución de las Lanzas (1870), y tuvo un fuerte respaldo
popular.
Aunque Acevedo Díaz no actuó como
militar en esta oportunidad, Acevedo Díaz apoyó firmemente la insurrección
desde el plano político e ideológico, alineándose con Saravia y defendiendo las
causas históricas del Partido Nacional, la descentralización, representación
política efectiva, fin del hegemonismo colorado, reivindicación del interior
rural.
Gracias a su participación activa en la causa blanca, y al prestigio que ya tenía como escritor, periodista y pensador nacionalista, Acevedo Díaz fue elegido senador por el Partido Nacional en el marco de una apertura negociada del sistema político.
Esta elección marcó un hito
importante por varias razones.
Fue su primer cargo político
electo en el Parlamento.
Representó la legitimación
institucional de su figura como líder nacionalista.
Le permitió llevar su visión al
ámbito legislativo, donde impulsó ideas vinculadas a la justicia, la historia
patria y la modernización desde una perspectiva nacional.
Acevedo Díaz, que había sido un
insurgente exiliado, se convirtió en representante parlamentario.
Esta transformación simboliza el
paso del Partido Nacional de la lucha armada a la política institucionalizada.
Su pensamiento político, que se
había gestado en el periodismo y la literatura, ahora podía incidir
directamente en la legislación del país.
Vínculo con Saravia
Su cercanía a Saravia fue clave
para afianzar su legitimidad como portavoz intelectual del nacionalismo histórico.
Ambos compartían una visión de
Uruguay como una nación federal, inclusiva y respetuosa de las tradiciones del
campo.
En el año 1907 Acevedo Díaz publica
Minés.
Diplomacia y últimos años
(1898–1921)
En el año 1898 Eduardo Acevedo
Díaz integra el Consejo de Estado
El Consejo de Estado era un
organismo consultivo del Poder Ejecutivo que funcionaba como una instancia
política intermedia entre el Parlamento y la Presidencia, especialmente en
momentos de transición o inestabilidad institucional.
Su rol era asesorar al presidente
en cuestiones de gobierno, legislación y reformas, y estaba compuesto por
figuras de peso político, social o intelectual.
En el contexto uruguayo de fines
del siglo XIX, con tensiones entre los partidos tradicionales y desafíos para
consolidar un régimen verdaderamente democrático, el Consejo de Estado
representaba un espacio de diálogo y planificación estratégica.
Eduardo Acevedo Díaz fue
designado como miembro del Consejo de Estado en 1898 por varias razones.
Por su gran prestigio intelectual
reconocido por su trayectoria como escritor, periodista y pensador nacionalista
lo colocaba entre los referentes más respetados del país.
Por su experiencia política ya
había sido elegido senador un año antes (1897), y venía de apoyar activamente
la causa del Partido Nacional.
Por ser una figura conciliadora a pesar de su pasado revolucionario, en esta etapa se mostraba dispuesto a participar de espacios institucionales que buscaran estabilizar la república.
Su incorporación al Consejo fue,
en cierto modo, un reconocimiento a su madurez política y a su aporte en la
construcción del pensamiento nacional.
Su actividad en el Consejo fue
reconocida por varias razones:
Participó en discusiones sobre
reformas institucionales.
Defendió la inclusión del
interior del país en la toma de decisiones.
Sostuvo posturas firmes en cuanto
a la moral pública, la educación laica y el fortalecimiento de los poderes
civiles.
Insistió en la necesidad de
reconciliar al país tras décadas de enfrentamientos armados.
Este paso por el Consejo de
Estado representó:
La consolidación de Acevedo Díaz
como hombre de Estado, más allá de su papel como ideólogo o rebelde.
Un momento de madurez política,
donde buscaba transformar sus ideas en políticas concretas.
El punto más alto de su
participación institucional antes de alejarse de la política activa y volver a
enfocarse en su obra literaria y diplomática.
1904–1914:
Misiones diplomáticas en Europa y América
Durante esta década, Acevedo Díaz
fue designado por el gobierno uruguayo para cumplir funciones diplomáticas en
representación del país, especialmente en España, Francia, Italia, Brasil y
otros países latinoamericanos.
Fue el presidente José Batlle y
Ordóñez, líder del Partido Colorado y reformador social, quien lo convocó a
estas misiones.
A pesar de las diferencias
ideológicas entre ambos —Batlle era un liberal progresista y Acevedo un
nacionalista más conservador—, Batlle reconocía en él a un hombre culto, hábil,
prestigioso y conocedor de la historia patria, y por eso lo integró al cuerpo
diplomático.
Las funciones de Acevedo Díaz
fueron principalmente representar al Uruguay en actos protocolares, culturales
y políticos.
Tejer vínculos diplomáticos y
culturales con gobiernos de América y Europa.
Defender la imagen de Uruguay en
el exterior como un país moderno, democrático y republicano.
En algunos casos, también fue
agente oficioso en gestiones diplomáticas más delicadas.
En paralelo, durante estos años,
continuó escribiendo y trabajando en sus novelas históricas, muchas de las
cuales reflejan una mirada reflexiva sobre la nación, la historia y los valores
republicanos.
En Madrid y París participó en
congresos literarios y culturales, y donde también vivió períodos prolongados.
En la ciudad de Roma representó a
Uruguay en eventos oficiales del gobierno italiano.
En las ciudades de Río de Janeiro
y Buenos Aires mantuvo estrecho contacto con otras figuras de la diplomacia
sudamericana y la comunidad uruguaya en el exilio.
Como diplomático se le recuerda muy elegante, culto y conocedor de la historia nacional, que se movía con soltura en ambientes intelectuales y diplomáticos europeos.
Su perfil de escritor y pensador
nacionalista lo hacía un representante ideal del Uruguay como país de cultura e
instituciones.
Si bien no fue un diplomático de
carrera, su prestigio personal le daba peso y autoridad moral, especialmente en
eventos donde se hablaba de independencia, repúblicas o historia.
Esta etapa de su vida significó
un reconocimiento institucional.
Fue una forma en que el Estado uruguayo,
incluso bajo gobiernos colorados, reconoció su aporte a la construcción
simbólica de la nación.
En esos años, Acevedo Díaz se
distancia gradualmente de la política partidaria activa y se concentra en un
rol más intelectual, diplomático y reflexivo.
El contacto con Europa,
especialmente con España y Francia, influye en el tono y el contenido de sus
obras finales.
La distancia geográfica le da
también una perspectiva crítica sobre el Uruguay moderno.
Durante sus años de misiones
diplomáticas escribió y publicó algunas de sus novelas históricas más
importantes.
En el año 1901 publica La boca del tigre, obra escrita anteriormente, pero revisada y difundida en este período.
Publica la obra Nativa
en el año 1910 , novela que condensa su visión histórica y estética de la
identidad nacional.
En el año 1914 publica Lanza
y sable, culminación de la tetralogía histórica.
Últimos años y muerte
Acevedo Díaz pasó sus últimos
años en el exilio voluntario, viviendo en Buenos Aires en un entorno modesto,
lejos del poder político, pero cercano a sus convicciones.
Estaba alejado de la vida pública
uruguaya y ya no participaba de manera activa ni en política ni en diplomacia.
Se encontraba en una etapa
introspectiva, marcada por cierto desencanto con el rumbo que había tomado su
país, especialmente bajo el dominio del batllismo, con el cual tenía serias
discrepancias.
El 18 de junio de 1921, fallece
en Buenos Aires el escritor, periodista, político y diplomático Eduardo Acevedo
Díaz, a los 69 años.
Fue sepultado en Buenos Aires,
cumpliendo su voluntad. Aunque con el paso de las décadas su figura fue
revalorizada en Uruguay —y muchas voces abogaron por traerlo al país y rendirle
los homenajes que merecía—, su decisión póstuma ha sido respetada hasta hoy.
Su muerte no fue solo el cierre
de una vida intensa y comprometida con el destino del Uruguay, sino también un
acto cargado de simbolismo.
Anntes de morir, había dejado una
petición clara: que sus restos no fueran devueltos al Uruguay.
Esta decisión ha sido objeto de
diversas interpretaciones históricas, pero hay ciertos elementos clave que
permiten entenderla.
Acevedo Díaz terminó
profundamente distanciado del Uruguay de su tiempo.
Había sido un férreo opositor al
proyecto político de José Batlle y Ordóñez, con quien inicialmente había
colaborado (al ser nombrado diplomático), pero de quien luego se apartó por
diferencias ideológicas profundas.
Rechazaba el rumbo que tomaba el
país bajo el batllismo:
El avance del laicismo radical.
La centralización del poder.
Las políticas estatistas y
reformistas que chocaban con su visión más clásica, cristiana y nacionalista
del país.
Pese a su enorme aporte como
fundador de la novela histórica nacional, como ideólogo blanco y como figura de
proyección internacional, en sus últimos años sentía que el Uruguay lo había
olvidado.
No ocupaba un lugar central en el
canon cultural ni político del momento, y ese olvido lo dolía.
A lo largo de su vida, Acevedo
Díaz fue un hombre de principios firmes, incluso cuando eso lo llevó al exilio,
al aislamiento o al enfrentamiento. Negarse a ser repatriado fue un último gesto
de coherencia personal, de protesta silenciosa, pero contundente.
Novelas
Brenda (1886)
Ismael (1888)
Nativa (1890)
La boca del tigre (1890)
La novela histórica (1890)
Etnología indígena (1891)
Grito de gloria (1893)
Soledad (1894)
Minés (1907)
Lanza y sable (1914)
Cuentos
Un sepulcro en los bosques
El combate de la tapera (1892)
El primer suplicio(1901)
Desde el tronco de un ombú (1902)
Ensayos
Carta política
La civilización americana. Ensayos históricos
La última palabra del proscrito
Épocas militares en el Río de la Plata (1911)
El libro del pequeño ciudadano
HOMENAJES
Tras el fallecimiento de Eduardo
Acevedo Díaz en Buenos Aires el 18 de junio de 1921, y a pesar de su expreso
deseo de que sus restos no fueran repatriados al Uruguay, su figura ha sido
objeto de diversos homenajes y revalorizaciones en su país natal.
Reconocimientos
institucionales
Academia Nacional de Letras del
Uruguay: Uno de los sillones de esta institución lleva su nombre, en
reconocimiento a su contribución a la literatura y la cultura nacional.
Inaugurada el 31 de agosto de
1940, esta biblioteca se encuentra en el barrio Sayago de Montevideo, en la
Avenida Sayago 946 esquina Tacuabé.
Cuenta con una colección de más
de 7,000 ejemplares y ofrece servicios como salas de lectura, préstamo a
domicilio y actividades culturales
Revalorización literaria y
académica
Su obra ha sido objeto de
estudios y análisis por parte de críticos y académicos, quienes destacan su
papel en la formación de la novela histórica uruguaya y su influencia en la
construcción de la identidad nacional.
Instituciones culturales y
educativas han promovido la lectura y el estudio de sus novelas, como Ismael,
Nativa, Grito de gloria y Lanza y sable, que abordan momentos clave de la
historia uruguaya.
Calle Eduardo Acevedo Díaz en
Montevideo:
Ubicada en el barrio Tres Cruces, esta calle
es una de las principales arterias de la ciudad y conecta con importantes
avenidas como 18 de Julio y Bulevar Artigas.
Calles en otras ciudades:
También existen calles que llevan
su nombre en otras localidades uruguayas, como en Colonia del Sacramento.
Sello postal conmemorativo
En 1958, con motivo del centenario de su nacimiento, el Correo Uruguayo emitió un sello postal de 5 centésimos en su honor.
Este sello forma parte de una serie dedicada a
personalidades destacadas de la historia nacional, subrayando su importancia en
la literatura y la política uruguaya.
Conmemoraciones recientes
En abril de 2024, al cumplirse
173 años de su nacimiento, la Biblioteca del Poder Legislativo del Uruguay
rindió homenaje a Acevedo Díaz, destacando su legado como escritor y político
comprometido con la causa nacional.
Legado actual
Hoy en día, Eduardo Acevedo Díaz
es recordado como una figura fundamental en la literatura y la historia
uruguaya.
Su compromiso con la narración de
los procesos históricos y su participación activa en la vida política del país
lo consolidan como un referente en la construcción de la identidad nacional.
LEGADO
Su figura es hoy considerada
fundamental en la formación de la identidad nacional uruguaya, tanto por su
literatura como por su pensamiento político.
Es recordado como el iniciador de
la novela histórica uruguaya, con obras como Ismael, Nativa, La boca del tigre
y Soledad.
También es valorado por su
compromiso con la república, la democracia, la libertad de prensa y la justicia
histórica.
FUENTES
https://revistaliterariakatharsis.org/cevedo_combate1.pdf?utm_source=chatgpt.com
https://pmb.parlamento.gub.uy/pmb/opac_css/index.php?lvl=cmspage&pageid=4&id_article=104
https://www.buscabiografias.com/biografia/verDetalle/778/Eduardo%20Acevedo%20Diaz
http://www.autoresdeluruguay.uy/biblioteca/Eduardo_Acevedo_Diaz/doku.php?id=presentacion
https://es.wikipedia.org/wiki/Eduardo_Acevedo_D%C3%ADaz?utm_source=chatgpt.com
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