Blog de Arinda

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domingo, 8 de junio de 2025

8 DE JUNIO DE 1830 NACIÓ JUAN MANUEL BLANES- ANÁLISIS DE" LA FIEBRE AMARILLA EN BUENOS AIRES"

Un episodio de fiebre amarilla en Buenos Aires



En 1871 Juan Manuel Blanes (1830-1901), uruguayo, pintor de temas históricos más reconocido en el Río de la Plata, realiza el óleo sobre lienzo "Un episodio de fiebre amarilla en Buenos Aires".

La obra seguramente está inspirada en un hecho ocurrido durante la tragedia de la epidemia de fiebre amarilla en Bs As, probablemente el 17 de marzo de 1871, en la calle Balcarce.

Análisis artístico de "Un episodio de fiebre amarilla en Buenos Aires" de Juan Manuel Blanes

Contexto y técnica

 "Un episodio de la fiebre amarilla en Buenos Aires" es una obra monumental de Juan Manuel Blanes, pintada en 1871 en óleo sobre tela, con dimensiones de 230 x 180 cm.

Actualmente se encuentra en el Museo Nacional de Artes Visuales de Montevideo. El cuadro fue realizado poco después de la trágica epidemia de fiebre amarilla que asoló Buenos Aires ese mismo año, dejando una profunda huella en la memoria colectiva de la ciudad y el Río de la Plata.

Estilo

Blanes se inscribe en la tradición académica del realismo histórico, influido por su formación en Italia y por la pintura de historia europea.

En este cuadro, el artista busca una representación fiel y dramática de la realidad, pero con una clara intención narrativa y simbólica.

Línea

Blanes utiliza una línea precisa y definida, característica del realismo académico.

Las líneas delimitan claramente los contornos de las figuras y objetos, otorgando nitidez y claridad a la escena.

El trazo es seguro y controlado, sin gestualidad evidente, lo que refuerza el carácter narrativo y documental de la obra.

 

Forma y volumen

Las formas en el cuadro son naturalistas y proporcionadas, modeladas cuidadosamente para dar sensación de corporeidad.

El volumen se logra mediante el uso del claroscuro: la luz que entra desde la izquierda modela los cuerpos y rostros, creando contrastes que acentúan la tridimensionalidad.

Los personajes principales (la madre, el niño, los médicos) emergen con fuerza del fondo gracias a este modelado volumétrico, mientras que las figuras secundarias se pierden parcialmente en la penumbra, reforzando la profundidad espacial.

 

Textura

El tratamiento de la textura es sutil y realista. Blanes sugiere la suavidad de la piel, la aspereza de las telas y la solidez de los muebles a través de una pincelada fina y detallista.

No hay empastes ni texturas táctiles marcadas; la superficie del lienzo permanece lisa, en consonancia con la tradición académica. La textura visual refuerza la atmósfera de recogimiento y solemnidad de la escena.

 

Pincelada

La pincelada de Blanes es precisa, controlada y minuciosa, característica del academicismo. No hay gestualidad ni manchas visibles; cada elemento está cuidadosamente delineado para lograr una imagen clara, detallada y comprensible.

El tratamiento de los rostros, las manos y los pliegues de la ropa evidencia un trabajo paciente y detallista, que contribuye al dramatismo y la solemnidad de la escena.

 

Perspectiva y espacio

Blanes construye el espacio mediante una perspectiva lineal rigurosa y un uso efectivo de la luz. La habitación está representada en escorzo, con una clara profundidad que sitúa a los personajes en distintos planos: en primer plano la madre y el niño, en segundo los médicos y el padre, y al fondo los elementos del mobiliario y la pared. El uso del claroscuro no solo modela los volúmenes, sino que también organiza el espacio, guiando la mirada del espectador hacia el núcleo dramático de la composición. La sensación de encierro y opresión se refuerza por la disposición cerrada de las figuras y el mobiliario, acentuando el dramatismo y la intimidad del episodio.

En síntesis, Blanes emplea recursos académicos y realistas para construir una escena de gran fuerza visual y emocional, donde la línea, el volumen, la textura, la técnica y la organización espacial están al servicio de la narración y la conmoción del espectador.

 

Composición y recursos visuales

La composición está cuidadosamente estructurada para dirigir la atención hacia la madre fallecida y su hijo, ubicados en el centro de la escena y bañados por la luz.

El espacio está delimitado por las paredes y el mobiliario, acentuando la sensación de claustrofobia y tragedia íntima.

Blanes adopta una composición académica y solemne, propia de la pintura de historia europea, pero la traslada a un drama contemporáneo y local.

El foco de la escena es el cuerpo inerte de una joven madre inmigrante, tendida en el suelo, mientras su hijo pequeño permanece a su lado, en un gesto de desamparo absoluto.

Los personajes secundarios (los doctores, el marido en la cama) están dispuestos en torno a este núcleo, formando una especie de círculo de duelo. El uso de la perspectiva y la disposición de los objetos y figuras refuerzan la sensación de encierro y desamparo.

A la izquierda, dos figuras masculinas observan la escena: son los doctores Roque Pérez y Manuel Argerich, quienes murieron asistiendo a las víctimas de la epidemia.

Blanes los representa como testigos y mártires, homenajeando el sacrificio de la ciencia médica y la filantropía laica, en sintonía con los ideales de la masonería, a la que ambos pertenecían.

La luz que penetra desde la calle resalta el dramatismo de la escena, concentrándose en los rostros y los cuerpos para subrayar la gravedad del momento.

Este detalle se refuerza con la luz que baña sus rostros, en contraste con los crucifijos que decoran la habitación, estableciendo un diálogo simbólico entre la fe religiosa y la razón ilustrada.

Blanes logra así una obra de gran impacto emocional, donde la técnica está al servicio de la narración y la conmoción del espectador, consolidando su lugar como uno de los grandes pintores de historia del Río de la Plata.

Manejo del color

El color en la obra es sobrio y contenido. Predominan los tonos oscuros y terrosos, que refuerzan la atmósfera de tragedia y recogimiento.

La paleta se limita a ocres, marrones, grises y negros, con algunos toques de blanco y carne para destacar los cuerpos y rostros.

La luz, que entra desde la izquierda, baña selectivamente a los personajes principales, generando fuertes contrastes de claroscuro que guían la mirada del espectador hacia el drama central y aportan profundidad a la composición.

 

Tratamiento del drama y la muerte

 A diferencia de otras representaciones contemporáneas de epidemias, que recurrían a la iconografía de la muerte macabra o escenas caóticas, Blanes opta por una escena íntima y contenida.

El dolor y la tragedia se expresan en la serenidad de los cuerpos y la dignidad de los personajes, evitando el sensacionalismo.

La muerte, aunque presente, es embellecida y dignificada: la madre yace como dormida, sin rastros explícitos de enfermedad, permitiendo una identificación empática y colectiva con el duelo.

 Este enfoque responde a un proyecto civilizador y educativo, compartido por la elite ilustrada de la época.

El cuadro no solo documenta un hecho histórico, sino que busca habilitar un duelo colectivo y rendir homenaje a los héroes civiles, en un momento en que la sociedad buscaba modelos de virtud y sacrificio.

 

Significado y legado

 La obra de Blanes trasciende la mera crónica visual: funciona como un "reportaje pictórico" que captura la angustia y la desesperación de una ciudad bajo asedio, pero también la compasión y la solidaridad humana.

Su fuerza reside en la capacidad de sintetizar el drama social, la dimensión política de la epidemia y el homenaje a los valores laicos y científicos en un solo lienzo.

 El cuadro se ha convertido en un referente visual insoslayable de la historia argentina y uruguaya, y sigue siendo una herramienta invaluable para comprender el impacto de las epidemias en la sociedad, así como los mecanismos de representación del dolor y la esperanza en el arte.

 Conclusión

Desde el punto de vista artístico, "Un episodio de fiebre amarilla en Buenos Aires" es una obra maestra que combina la tradición académica con una sensibilidad moderna y social. Blanes logra, a través de la composición, el uso de la luz y la selección de personajes, transformar una tragedia colectiva en una escena de duelo contenido y homenaje civil, consolidando su lugar como uno de los grandes cronistas visuales del Río de la Plata.

 

VOMITO NEGRO
(Historia de la fiebre amarilla, en Buenos Aires en 1871)
por Diego Howlin
En enero de 1871 se inició la epidemia de fiebre amarilla, que en sus seis meses de duración dejó un saldo de 14.000 víctimas entre la población de la ciudad de Buenos Aires, estimada entonces en unos 190.000 habitantes. 
La tragedia convulsionó al país y en esos momentos se apreciaron gestos de heroísmo, cobardía y discriminación, levantando en definitiva el sentimiento de unidad que identificó, de alguna manera, al pueblo argentino ante el drama que diezmó a Buenos Aires y en menor medida a la ciudad. de Corrientes, durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento (1868 a 1874). Fueron momentos cruciales, pues aún se sentía en el ambiente la impresión que causó el asesinato de Urquiza (11 de abril de 1870), el levantamiento de Entre Ríos y la conclusión de la guerra con Paraguay (Guerra de la Triple Alianza). 
Y no era la primera vez que el flagelo se hacía sentir, pues en 1852, 1858 y 1870 había asaltado la ciudad rioplatense, aunque con menos agresividad, como profecía de alerta. La confusión en la ciudad de Buenos Aires ha sido muy bien descrita por las crónicas de La Nación y La República entre otras; han dejado un valioso testimonio de aquellos siniestros días. 
El descubrimiento del Dr. aún no se conocía. Carlos J. Finlay, y las condiciones higiénicas no eran las más deseables en la ciudad; de ahí que el espectro epidémico pudiera convertirse en presa fácil para la población, situación que la ciencia tuvo que contemplar con la mayor resignación e inacción. Recientemente, el sabio médico cubano Carlos J. Finlay emitió el 14 de agosto de 1881 su tesis de que la fiebre amarilla es transmitida por un mosquito que lleva el contagio de los individuos infectados a los receptores no inmunes. 
El censo nacional de 1869, realizado bajo la presidencia de Sarmiento, determinó que Buenos Aires tenía 177.787 habitantes, dentro de un total de 1.830.214 para todo el país. La población extranjera en Buenos Aires fue de 88.126 personas, contra un total de 89.661 argentinos y se clasificó de la siguiente manera: italianos 44.233; españoles 14.609; francés 14.180; uruguayos 6.177; Inglés 3.174; alemanes 2.070; suizo 1401; portugués 798; brasileños 733; norteamericanos 611; paraguayos 606; austriacos 544; chilenos 471; belgas 163; bolivianos y peruanos 151, varios 2.297. 
La ciudad luchó por la terminación del suministro de agua corriente y la disposición adecuada de los residuos urbanos. 
Estaba sembrado de pozos negros que contaminaban las primeras capas de agua, las cisternas eran los receptáculos habituales de las impurezas. Aunque las estadísticas no lo recuerdan, la fecha de inicio de la epidemia es el 27 de enero de 1871, con tres casos identificados por el Consejo de Salud Pública de San Telmo. 
Precisamente, el brote se propagó desde este sector del Bajo, un barrio poblado por conventos de inmigrantes, y se extendió a la zona norte. El 2 de marzo de 1871 se abolieron los bailes de disfraces[2] y el 3 se cerraron las escuelas y la Universidad. 
Se construyeron enfermerías como la de San Roque, ubicada entre las calles 24 de Noviembre, México, Caridad y Venezuela, dependiente del Hospital General de Hombres, y otras salas de urgencias para el alojamiento de los enfermos, inaugurándose también en esa vez el Cementerio del Sud (actual Parque Ameghino). 
La crisis permaneció estacionaria hasta el 16 de abril, luego comenzó a decaer, siendo el período más intenso entre el 27 de marzo y el 13 de abril. 
El total de fallecidos llegó a 13.614, según datos del diario La República y del Boletín de la Epidemia editado por Mardoqueo Navarro[3]. El 13 de abril se registraron 501 muertes, lo que generó pánico. 
El 16 de abril, el Boletín difundió la siguiente nota: “Negocios cerrados, calles desiertas, médicos desaparecidos, muertos sin auxilio, huid si podéis, heroísmo de la comisión popular”. 
La estampa de Navarro apareció entre marzo y mayo y se complementó con un suplemento llamado "Marcha de la Epidemia", que abarcó 16 números. 
Todas estas publicaciones tenían el propósito de difundir las medidas para contrarrestar el mal, consignando las disposiciones oficiales y los consejos de muchos practicantes.
El 14 de marzo de 1871 se constituye la Comisión Popular, que actuaría en paralelo con las autoridades municipales, integrada por José Roque Pérez (Presidente); Héctor F. Varela (vicepresidente); Mariano Billinghurst, Emilio Onrubia y Matías Behety (secretarios) "... Cuando tantos huyen - dijo Evaristo Carriego - que hasta hay algunos que se quedan en el lugar del peligro ayudando a los que no pueden asistir regularmente". 
Tampoco podemos olvidar que a medida que aumentaba el número de víctimas, algunos miembros de la Comisión Popular recorrían los barrios como ángeles vengadores, como un segundo flagelo, arrojando a la calle a todos los habitantes de los edificios donde aparecía el terrible mal. 
Encargados especialmente de la misión estuvieron Juan Carlos Gómez, Domingo Cesar, Manuel Argerich y León Paredes. Habilitada para el transporte de cadáveres, la locomotora "La Porteña" partía diariamente desde la calle Centro América y Corrientes, con rumbo al cementerio de la Chacarita, llevando su lúgubre carga.
Superado el caos, el fervor de Buenos Aires se tornó agradecido a quienes con abnegación y desinterés se destacaron por su alta misión humana y espiritual, fundando el 21 de junio de 1871 la primera Orden de Caballería Argentina - Cruz de Hierro de Caballeros de la Orden de los Mártires - otorgado a aquellos que contribuyeron a la ayuda de los afectados por el brote epidémico.
 
  El pintor uruguayo Juan Manual Blanes ejecutó un cuadro muy famoso en la época, un homenaje a Roque Pérez y Manual Argerich, que murieron gloriosamente después de ayudar a tantos enfermos... Otras víctimas famosas, por así decirlo, también cayeron cumpliendo con su deber, Francisco Javier Muñiz, Adolfo Señorans y el Padre Fahy. 
Después de la tormenta, la calma renació sobre la pobre Buenos Aires. Se impulsaron las obras de saneamiento dirigidas por Coghlan y Batemann, se difundieron las doctrinas de nuestros más grandes higienistas y la impronta de aquel nefasto episodio fue desapareciendo poco a poco tras ser olvidada y resignada.

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