Juan Ramón Jiménez Mantecón
nace en Moguer (Huelva) el 23 de diciembre de 1881, a las 12 de la noche, según
consta en el Registro Civil de Moguer, libro 15, folio 76 vuelto, número 192.
Fue un poeta español, ganador
del Premio Nobel de Literatura en 1956, conocido en todo el mundo por la
narración lírica Platero y yo.
Los abuelos paternos de Juan Ramón fueron Manuel Jiménez Sainz del Prado. hijo de Manuel Jiménez y Joaquina Sáez del Prado, todos de Nestares de Cameros Ignacia Jiménez Jiménez: hija de Diego Jiménez, de Nestares de Cameros y Josefa Jiménez de Torrecillas de Cameros
Se casaron el 22 de julio de 1824 y tuvieron 7 hijos: Eustaquio (1825), Víctor (1828), Bibiana (1830), Juan de la Cruz (1833), Gregorio (1838), Francisco (1842) y Rafaela (1844).
Padre del poeta
Su hijo Víctor Jiménez Jiménez, padre del poeta, nació el 12 de abril de 1828, en Nestares de Cameros.
Los abuelos maternos fueron: Ramón José Mantecón Gil, natural de Manzanilla (Huelva) JTeresa de Jesús Lopez Parejo Ponce de León, natural de Osuna (Sevilla)
Su hija Purificación Mantecón López Parejo, nació (2 de febrero de 1849) y fue bautizada en Moguer.
Víctor Jiménez y Purificación Mantecón se casaron en Moguer el 29 de agosto de 1877.
Don Víctor y sus hermanos Gregorio y Francisco se habían trasladado a tierras andaluzas algunos lustros antes para recibir la importante fortuna que habían heredado de uno de sus tíos.
Bajo la denominación comercial de Francisco Jiménez y Cia., los hermanos explotaron distintos negocios de banca, vapores y tabacos. Tenían en Huelva la representación de la Tabacalera y la Compañía Trasatlántica para toda la provincia, Minas en la provincia de Cádiz, y en Moguer sesenta viñedos, veinte lagares y tres magnificas bodegas dedicadas a la elaboración de licores, vinos, aguardientes y coñacs finos de marca.
La casa natal de Juan Ramón Jiménez
Su nacimiento se produce en la
casa de sus padres, sita en la calle de la Ribera, esquina con la calle de las
Flores. Al poeta siempre le gustó decir que había nacido el día 24 y fue el
tercer hijo del matrimonio formado por Víctor Jiménez Jiménez y Purificación
Mantecón López-Parejo.
Juan Ramón - 1886
Juan Ramón guarda pocos recuerdos de su primera casa,
como queda reflejado en la carta escrita a "Caracola" de Málaga, pues
a los pocos años se trasladan a la calle Nueva, a una casa que había mandado
construir su tío Gregorio y que éste nunca ocupó.
Esta segunda casa (hoy día
Casa-Museo) es la que mayores y mejores recuerdos tiene para el poeta, como
queda reflejado en buena parte de su obra.
La infancia de Juan Ramón transcurre por viñas, olivares y pinares, y por las bodegas, huertos y corrales de Moguer. Infancia vivida en contacto casi permanente con la naturaleza, escasa de juegos, rica de soledad y rodeada por el bienestar y los cuidados que le prodigaba su familia.
Juan Ramón fue un niño que siempre se reía. Tenía una risa alegre, ancha, luminosa, agradable, que se contagiaba.
De carácter caprichoso y exigente su madre, bellísima, buenísima, perfecta, lo reñía cariñosamente con pintorescos nombres, exactos como todas las palabras de ella, gráfica maravillosa, que son las de su léxico: "Impertinente, Exigentito, Juanito el Preguntón, el Caprichoso, el Inventor, Antojado, Cansadito, Tentón, Loco, Fastidiosito, Mareón, Exagerado, Majaderito, Pesadito y... Príncipe".
Criado en el marco de una
infancia feliz, propicia a la ensoñación y a la transfiguración imaginativa de
la realidad y de los entes que la pueblan, entre los que ocupaban un lugar
destacado, las figuras de los padres del poeta: don Víctor Jiménez (vestido con
el chaqué de suave tela marrón, el chaleco blanco nítido, el plastrón de raso
verde con florecillas negras; su cara y sus manos blancas y finas, rubio, ojos
celestes) y doña María de la Purificación Mantecón y López Parejo (Los ojos
negros que miraban, distraídamente, a un lado, la boca rajada y fina de una extremada
simpatía, y dos trenzas que caían sobre los hombros...), que con su hablar le
enseñó a escribir al poeta, hasta el punto que la única persona que hablaba español puro era su madre, tan natural,
tan directa y tan sencilla.
En sus primeros años, Juan
Ramón acude al prescolar o parvularios de Doña Domitila y Doña Benita Barroeta.
Sus estudios de primaria y elemental los realiza en el Colegio San José,
primero con don Carlos Girona y Mexía, en la calle Rascón y después con Don Joaquín
de la Oliva y Lobo, en la calle de la Aceña.
El poeta sentía verdadera
admiración por Don Carlos Girona, como deja reflejado en su escrito del mismo
título.
"Lo suyo me parecía todo
lo mejor: su paraguas, su chaleco, sus tarjetas, sus quevedos de oro... Y lo
que hablaba.
Y sentía una gran indignación cuando los otros señores del Casino
de los Caballeros, Don José Sáez, que leía a Galdós; Don Juan Márquez, Don José
Joaquín Rasco, Don...- se burlaban de lo que decía. Por ejemplo cuando decía
áccido.
-Pero Don Carlos, que no es
áccido. Vamos por el diccionario.
-A mí no me importa nada el
diccionario. Es áccido y nada más.
En toda mi infancia lo ácido
fue áccido para mí. Y la palabra tenía así un mayor poderío: el vinagre, la
naranja, la uva agraz.
Para mí decir áccido era señalar un elemento. Y lo
áccido era mucho más que ácido cuando yo pensaba el la pelirroja, verde y
pecosa Trinidad.
Han pasado cuarenta años y
todavía no me parece ácido tan ácido como áccido."
Colegio Jesuita
En septiembre de 1891, realiza
en el Instituto de Segunda Enseñanza de Huelva, el examen de instrucción
primaria.
Ya en bachillerato se examina en 1892 del primer curso y en 1893 del
segundo, obteniendo calificaciones de notables y sobresalientes.
En septiembre,
de este mismo año, el poeta queda interno en el Colegio de los jesuitas de San
Luis Gonzaga, del Puerto de Santa María (Cádiz), donde se educaban la mayoría
de los hijos de la burguesía.
Allí tuvo por compañeros, entre otros, al poeta
Fernando Villalón y a Pedro Muñoz Seca.
A Juan Ramón le afectó el
enorme cambio que se produjo en su vida por este internamiento, la falta de
libertad, la disciplina y verse alejados de sus padres y hermanos, de los que
recibía todo el cariño.
Aunque mantuvo siempre algunos buenos recuerdos, sobre
todo por las travesuras vividas junto a Fernando Villalón, sus evocaciones
sobre esta etapa de su vida, no son muy gratas.
Es en este Colegio donde se
manifiestan sus primeras inclinaciones artísticas como queda reflejado en sus
libros y cuadernos, con algunos poemas y dibujos.
El ambiente y las lecturas
religiosas dejan también huella en él, especialmente la "Imitación de
Cristo", de Tomás de Kempis, que le produce una honda impresión, que
recordará toda su vida.
A pesar de sus esfuerzos por
integrarse en la disciplina del colegio, incorporándose a la liga mariana, las normas del colegio y las
enseñanzas las vivía como una imposición que lo apartaba de su camino y que no
tenía otro objeto que modelar su carácter bajo patrones que le resultan ajenos.
Reprimida la infantil imaginación del niño Juan Ramón, el joven que abandona
las aulas del colegio de los jesuitas es ya una persona retraída y a la vez
reacia a los modelos religiosos que se le imponían.
Aprobados tercero y cuarto de
bachillerato en los años, respectivamente, de 1894 y 1895, Juan Ramón se
examina los días 19 y 25 de junio de 1896, para obtener el grado de bachiller
en Artes y en Ciencias.
Es en estos años cuando se despierta en él la vocación
de escritor, muy ligada a la crisis religiosa y, a la vez, al descubrimiento
del amor.
El descubrimiento del amor
tiene, sin duda, mucho que ver con el descubrimiento del yo y, lo que es más
importante, con el descubrimiento de la poesía como vehículo para la
construcción de ese yo.
En 1896 se
examina de los cursos correspondientes, obteniendo a su vez buenas
calificaciones y en ese último año obtiene el Título de bachiller y regresa a
Moguer.
Ese verano de 1896 será feliz
para el poeta que se enamora por primera vez e inicia un noviazgo con Blanca
Hernández-Pinzón Flores, próxima a su familia pues Victoria, su hermana, era
novia de José Hernández-Pinzón, hermano de ella. queda reflejado en sus libros
y cuadernos, con algunos poemas y dibujos.
En septiembre de ese mismo año
Juan Ramón se traslada a Sevilla. Junto a su hermano, Eustaquio, se instala en
una casa de huéspedes en la calle Gerona, donde intenta estudiar la carrera de
Derecho, pero en realidad se iniciará en la pintura, con el pintor gaditano
Salvador Clemente, que poseía el taller en la calle de Las Dueñas, próximo a la
calle Gerona.
Pinta bodegones, paisajes, algunos retratos, entre ellos, su
autorretrato, etc.
En el año 1987 aunque Juan Ramón aprendió mucho y rápidamente con su
maestro, abandona el taller de Clemente e inicia la carrera.
En Sevilla vuelve a enamorarse Juan Ramón: la elegida es Rosalína Brau, una
puertorriqueña cuya belleza y personalidad le conmovieron.
Juan Ramón y su madre.
Es Sevilla fundamental en su
formación intelectual y donde se puede decir que nació como poeta, aunque
previo paso por la pintura, como él mismo explica: "Primero se despierta
en mí el amor a la pintura. Luego, a la poesía. Luego, a la música.
A la
pintura: de los primeros años de la niñez a los 15 ó 16.
A la poesía de los 15
ó 16 en adelante.
A la música de los 20 en adelante.
Luego, primero, disminuye
el amor a la música. Luego, a la pintura. Aumenta siempre el amor a la poesía y literatura como arte completo.
El poeta va abandonando su
primera intención de estudiar leyes y se va sumergiendo en la vida intelectual
de la ciudad.
Cuando, en septiembre de 1897, vuelve a Sevilla se ve claramente
que tampoco tiene intención de estudiar.
Empieza a frecuentar el Ateneo y allí,
en su biblioteca, lee a Bécquer, a Rosalía de Castro y Jacinto Verdaquer, se
familiariza con nuestro Romancero y con la literatura clásica española.
Además
allí se relacionó con poetas y escritores, todos mucho mayores que él, pero
con los que charlaba y discutía, como Luis Montoto, José Velilla, José Lamarque
Novoa, Francisco Rodríguez Marín etc.
También frecuentó el centro literario La
Biblioteca, sito en la calle Cuna. Y ocurre lo que tenía que ocurrir: crece en
su corazón la ilusión de ser algún día un gran poeta. Escribe febrilmente y
envía sus poemas a periódicos y revistas de Huelva y Sevilla: El Progreso, El
Correo de Andalucía, El Noticiero Sevillano, El Programa, Diario de Huelva...
En la primavera de 1899 vuelve
a Sevilla, donde en esta ocasión estudia con cierta dedicación y se matricula
de primer curso de derecho, aunque sigue escribiendo versos.
Aprueba
Metafísica, pero suspende Historia crítica de España, y no se presenta a Literatura
general y española. El tropiezo le hace abandonar los estudios para siempre.
Atraído por más lejanos horizontes, comienza Juan Ramón a publicar Vida Nueva,
de Madrid.
Villaespesa y Rubén Darío le invitan entonces a trasladarse a la
Villa y Corte movilizándole para la gran causa modernista.
Juan Ramón 1900
Juan Ramón llega a Madrid en
los primeros días de abril de 1900. En su maleta lleva todos sus versos,
reunidos bajo el título de Nubes.
En la estación de Atocha le esperan Salvador
Rueda, Francisco Villaespesa y otros. Villaespesa se convierte en su mentor y
le lleva a visitar imprentas, plazas, iglesias, cementerios, cafés, museos,
jardines.
Le presenta a Rubén Darío, Benavente, Valle-Inclán, Azorín y Pío
Baroja, y le acompaña a las tertulias de los principales escritores. Sus nuevos
amigos le aconsejan separar los versos de Nubes en dos libros de distinto tono.
Almas de violeta y Ninfeas, que no aparecerán publicados hasta septiembre de
ese año.
En mayo regresa a Moguer, algo enfermo y desencantado del ambiente literario
que se respira en Madrid.
En junio viaja, acompañado de
su madre y de su hermana Victoria, al balneario de Alhama de Aragón, para
curarse la sobreexcitación producida por las emociones vividas en Madrid.
Finca Fuentepiña
El 3
de julio de 1900 muere en Moguer, víctima de una embolia cerebral, don Víctor
Jiménez, padre de Juan Ramón. La conmoción que tal hecho produce en el joven
poeta es enorme. Se llena de una preocupación sombría y tiene, durante mucho
tiempo, la idea fija de llevar la muerte a su lado. Como en tal estado solo le
tranquiliza la presencia de un médico, se traslada a vivir a Fuentepiña, la
finca de su familia situada a escasos metros de la casa del doctor Rafael
Almonte.
Fuentepiña se localizan a poca distancia del núcleo urbano de Moguer, a escasos dos kilómetros, tomando la carretera de El Algarrobito, a la altura del polígono industrial del mismo nombre, y el camino de la Dehesa.
Originariamente la finca se denominaba «Santa Cruz de Vista Alegre» y fue propiedad de Gregorio Jiménez, tío del poeta. Su denominación cambió cuando Juan Ramón regaló al médico con quien mantuvo un estrecho vínculo Rafael Almonte una parte de la finca a la que se nombró «Nazaret».
El resto de la propiedad que continuó en poder de la familia Jiménez, se pasó a llamar «Fuentepiña».
El paisaje de Fuentepiña es evocado por Juan Ramón en Platero y yo y otras obras suyas en prosa y verso.
Juan Ramón llevaba siempre en
el bolsillo, en su largo periplo por el mundo, una piedrecita de Fuentepiña.
“Cantaban los chamarices allá arriba”, escribía el poeta en Platero y yo,
inspirado por este paraje, “en la cúpula verde, toda pintada de cenit azul, y su
trino menudo, florido y reidor, se iba en el aire de oro de la tarde tibia,
como un claro sueño de amor nuevo...”.
Juan Ramón Jimenez y el burrito Platero
La neurastenia y los
desequilibrios mentales que atenazan al poeta, aconsejan internarle en el
sanatorio francés para enfermos mentales de Castel de Andorte, en Le Bouscat,
Burdeos, que dirigía el doctor Lalanne.
Allí estuvo de mayo a septiembre de
1901, instalado en la propia casa del Dr., sin relación alguna con el resto de
los internos, y creó una estrecha relación con él, su esposa y sus hijos. Según
todos los indicios, mantuvo relaciones de tipo carnal con algunas féminas, lo
que supuestamente precipitó su inopinado regreso.
Cuando vuelve a Madrid,
ingresa en el Sanatorio del Rosario, de las Hermanas de la Caridad de Santa
Ana, donde estará al cuidado del doctor don Luis Simarro.
Allí van a visitarle,
entre otros, los hermanos Machado, Valle-Inclán, Cansinos Assens, Villaespesa,
Salvador Rueda, los Martinez Sierra y Jacinto Benavente.
Como el poeta vivía
alejado, por voluntad propia, de las tertulias de los cafés, creó en su
aislamiento su propio ambiente, organizando en el sanatorio reuniones a las que
asistían los nombrados y muchos otros poetas y escritores, a veces acompañado
de sus hermanas y amigas. El sanatorio llegó a cobrar fama en la época por esas
reuniones y por los apasionados amores de Juan Ramón con alguna de las monjas
más jóvenes.
El sanatorio fue escenario también de sucesos menos prosaicos.
En 1902 se celebró allí la aparición de Rimas, el tercer libro de Juan Ramón, que fue muy elogiado por la crítica.
Juan Ramón Jiménez pintado por Sorolla 1903
En el año 1903, se decidió allí la publicación de Helios, la mejor revista de la prensa
española de su tiempo.
En ella publicaron sus trabajos Rubén Darío, Serafín y
Joaquín Álvarez Quintero, Benavente, los hermanos Machado, Azorín, doña Emilia
Pardo Bazán, Santiago Rusiñol...Lista interminable porque fueron más de
cincuenta los talentos que se prestaron a colaborar.
En 1903, Juan Ramón
publicó Arias tristes, libro que provocó el episodio que durante años, se tuvo
por leyenda: su romance epistolar con Georgina Hñbner, una muchacha limeña de
veinte años.
El interés por conseguir un ejemplar de ese libro, y por obtener,
al mismo tiempo, sus autógrafos y sus cartas, hace que un grupo de jóvenes
peruanos se invente una admiradora imaginaria para que sostenga con él un
idilio por correspondencia de continente a continente. Cuando las cartas
empezaron a discurrir por un cauce más íntimo, Juan Ramón la pide que haga un
viaje a España, para conocerla personalmente. El grupo de bromistas decide
aparentarla muy enferma y recluirla en un balneario.
Juan Ramón anuncia su
deseo de viajar a Lima, y entonces el grupo termina con la farsa "matando"
a Georgina de tisis galopante, y haciendo que el cónsul de Perú entregue al
poeta un cable comunicándole su fallecimiento.
Juan Ramón inmortalizó este
romance en su famosa "Carta a Georgina Hñbner en el cielo de Lima",
del libro Laberinto.
En 1903, el poeta abandona el Sanatorio del Rosario y se
instala en casa del doctor Simarro, quién pondrá a Juan Ramón en relación con
los pintores Emilio Sala y Joaquín Sorolla, con la Institución Libre de
Enseñanza y con don Francisco Giner de los Ríos. Ninguna de esas amistades
consiguió superar la intimidad que unió al poeta con el matrimonio Martínez
Sierra.

Casa
de la calle Aceña donde vivió entre 1905 y 1913.
A mediados de 1905, Juan Ramón
regresó a su pueblo natal en busca de su total y completo restablecimiento.
Antes de abandonar Madrid, el poeta da a la imprenta Jardines Lejanos. Este
Moguer al que Juan Ramón vuelve no es el mismo que dejara en 1901.
Desde el
fallecimiento de su padre ha ido mermando la considerable fortuna de la
familia, que ahora está en litigios, y el esplendor de las viñas y el aroma de
las bodegas rebosantes y olorosas, son ya un vago y triste recuerdo.
Para Juan
Ramón es una época triste y lamentable, llena de desazones, inquietudes y
preocupaciones, en la que se agrava nuevamente su enfermedad y se siente
hastiado de todo e inclinado al suicido.
No trabaja nada y le sigue acechando
su temor a la muerte. Doña Pura, su madre, se ha mudado a una modesta casa de
la calle de la Aceña. Se han casado sus hermanas Ignacia y Victoria y de estos
matrimonios le han nacido al poeta varios sobrinos.
Juan Ramón busca consuelo en
el campo amantísimo de Moguer. Días de lectura y de explosivo gozo rural en los
que, sin embargo, la enfermedad vuelve a rodear al poeta de temores y presagios
angustiosos. Los amigos, aunque respetan su soledad, se preocupan de no echar
en olvido la existencia del poeta: leen sus versos en el Ateneo de Madrid; la
Academia de Poesía Española, de Madrid, le nombra por unanimidad Académico de
Número, y el Ateneo de Sevilla le tributa un sentido homenaje.
De 1908 a 1913,
Juan Ramón dará a la imprenta diez libros de poesía:
en 1908, Elegías Puras;
en
1909, Las hojas verdes y Elegías Intermedias;
en 1910, Baladas de primavera y
Elegías lamentables;
en 1911, Pastorales, La soledad sonora y Poemas mágicos y
dolientes;
en 1912, Melancolía,
En 1913 publica Laberinto.
Dice el poeta "Empecé a escribir Platero
hacia 1906 a mi vuelta a Moguer después de haber vivido dos años con el
jeneroso doctor Simarro. El recuerdo de otro Moguer unido a la presencia del
nuevo y mi nuevo conocimiento del campo y de la jente, determinó el libro.
Entonces yo iba mucho por el pueblo con mi médico Luis López Rueda y vi muchas
cosas tristes. Primero lo pensé como libro de recuerdos del mismo estilo que
Las flores de Moguer, Entes y sombras de mi infancia, Elejías andaluzas. Yo
paseaba en soledad y compañía de Platero, que era una ayuda y un pretexto, y le
confiaba mis emociones."
Platero es real, cuenta Juan
Ramón, pero no uno, sino muchos, ya que platero es el nombre común con que se
conoce en Andalucía a un asno de pelaje gris. "Yo tuve de muchacho y de joven
varios –nos cuenta el poeta–. Todos eran plateros. La suma de todos mis
recuerdos con ellos me dio el ente y el libro."
Son los años, también, en
que Juan Ramón brinda su amistad a Platero, un burrillo pequeño y peludo que
acaba convirtiéndose en compañero indispensable para ir de Moguer a Fuentepiña,
o simplemente para ir al campo. De sus salidas a la campiña moguereña y de
aquel contacto, empezaran a fluir las páginas sentimentales de Platero y yo, el
libro que inmortalizó a Juan Ramón, cuya primera edición, destinada a los
niños, apareció en la Navidad de 1914.
En los primeros días de 1913,
Juan Ramón vuelve a Madrid. Los años de 1905 a 1912 han resultado decisivos y
muy fructíferos para el poeta.
Además de publicar los libros ya mencionados, ha
iniciado su relación epistolar con don Miguel de Unamuno, ha recibido en su
casa a Joaquín Sorolla, ha consolidado su amistad con personajes tan dispares
como Pedro García Morales, Manuel Siurot, Francisco Pompey y Ramón Gómez de la
Serna, y ha colaborado en las mejores revistas de Madrid.
Para esa época, el
Banco de España ha decretado la ruina de su familia como herederos de un
capital embargado. Las pertenencias de los Jiménez, exceptuando las de doña
Pura, la madre, fueron vendidas en subasta pública, pero una parte de las
fincas, casas y terrenos pasaron nuevamente a su propiedad, al ser comprados
por los maridos de las hermanas del poeta. Juan Ramón se hospeda en la calle
Gravina, pero su estancia allí dura apenas unos meses. El ruido le obliga a
buscar otra casa.
Se muda a la pensión Arizpe. En esta pensión el poeta
estaba muy a gusto, aunque la tranquilidad que le rodeaba era todavía relativa.
Al lado de las habitaciones ocupadas por Juan Ramón, pared por medio, vivían
unos vecinos muy ruidosos: un matrimonio norteamericano que cuando tenía
visitas tocaban el piano, charlaban a voces y reían tan alto y tan
estrepitosamente que él tenía que dar golpes en la pared para que se callaran.
En medio de la algazara Juan Ramón percibía una voz agradable y una sonrisa de
mujer que llamaron tanto su atención que se propuso averiguar quien era la
joven alegre desconocida. No tardó en enterarse: era Zenobia Camprubí, la hija
de uno de los ingenieros de la Junta de Obras del Puerto de Huelva, a la sazón
establecido en La Rábida.
Zenobia Camprubí
Enterado Juan Ramón de que
Zenobia y los ruidosos vecinos asistían a los cursos para extranjeros que
impartía la Residencia de Estudiantes, se las ingenió para acudir la mañana en
que el conferenciante, don Manuel B. Cossío, disertaría sobre La Rábida. Logró
así ser presentado a Zenobia, y poco después comenzaron a verse, aunque
procurando no levantar las más mínima sospecha.
Juan Ramón vive en esa época
en la Residencia de Estudiantes, donde dirige las ediciones, también colabora
estrechamente en el proyecto y decoración de la nueva residencia, de la calle
Pinar, que el llamó: La Colina de los Chopos y junto a Alberto Jiménez Fraud y
al Doctor Calandre, se instalan en el nuevo edificio el día 18 de septiembre de
1915.
El poeta diseñó parte del jardín, la biblioteca y eligió muchos de los
materiales de las distintas dependencias. Al mismo tiempo trabaja en la
Editorial Calleja.
Zenobia era una joven de
muchísimo talento que llamaba la atención por su sencillez, su alegría y su
bondad exquisitas. Juan Ramón estaba visiblemente enamorado. Además de culta y
sensible, le parecía una mujer agradable, finísima y muy inteligente. Pero su
noviazgo no fue un camino de rosas. Que Juan Ramón fuese grave para el carácter
desenfado y juvenil de Zenobia motivó que ésta no le correspondiera
inmediatamente. A los románticos requerimientos de Juan Ramón responde Zenobia
con bromas, generalmente mal acogidas por el poeta. No le resultó fácil a Juan
Ramón llegar al corazón de su amada y convencerla de que también un poeta débil
y triste como él podría hacerla muy feliz.
Había además otro inconveniente:
Juan Ramón no encajaba en el tipo de pretendiente que los Camprubí habían
imaginado para su hija.
Juan Ramón fue venciendo todas las dificultades y en
1915 los dos hacían planes para unirse en matrimonio. A finales de año, nació
el segundo nieto de doña Isabel, y ella y Zenobia se embarcaron, por cuarta
vez, para los Estados Unidos.
Antes de partir, vería la luz, traducido por Zenobia y con un poema-prólogo de Juan Ramón, que había corregido la traducción, el libro La luna nueva, de Rabindranath Tagore, el poeta hindú galardonado en 1913 con el Premio Nobel.
Retrato
de la boda de Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí
El 20 de enero de 1916, Juan Ramón
abandona Madrid, pasa una semana en Moguer, con su madre y hermanos, y el 30
embarca en Cádiz rumbo a América: va a casarse con Zenobia.
El enorme amor hacia Zenobia
le inspira nuevas ediciones pensadas y dedicadas a ella como: Estío, Monumento
de Amor y el más importante, según el propio poeta y sus críticos: Diario de un
poeta recién casado, que marcaron un antes y un después en la poesía española.
El 2 de marzo, Juan Ramón y
Zenobia contrajeron matrimonio en la iglesia de Saint Stephen, de Nueva York.
Tres meses duró la luna de miel por tierras americanas: Boston, Filadelfia,
Baltimore y Washington.
El 1 de julio, Zenobia y Juan Ramón volvieron a Madrid.
Alquilaron una vivienda en Conde de Aranda 16, y allí, comenzaron su vida de
casados. Zenobia se convierte en el ángel de la guarda del poeta: se multiplica
para que su marido viva una vida fecunda y armoniosa, orientada sólo hacia la
belleza, Juan Ramón vuelve a dar nuevos libros a la imprenta.
En 1916, publica
Estío;
en 1917, Sonetos Espirituales, Poesías escojidas, Diario de un poeta
recién casado y la edición completa de
Platero y yo;
Juan Ramónetratado
por Juan de Echevarría (1918)
En 1918 publica, Eternidades.
Juana de Ibaubourou
En una carta fechada en
Montevideo el 29 de julio de 1919, Ibarbourou pedía opinión sobre su primera
obra a Miguel de Unamuno, con la petición de que remitiera ejemplares de su
libro a los poetas Antonio y Manuel Machado y a Juan Ramón Jiménez. Este le
contestó expresándole su sorpresa y agrado por sus versos. Destacaba su
desnudez espiritual y frescura
En el año1919 publica Piedra y cielo.
En Eternidades
utiliza Juan Ramón por primera vez su particular ortografía, ajustada a la
fonética usual. A la par que a sus libros, se entrega Juan Ramón por estos
años, en colaboración con su esposa, a una labor importante: la traducción al
castellano de una parte de la obra de Tagore. Zenobia y Juan Ramón tradujeron
casi una treintena de libros del poeta de Calcuta, entre poemas líricos y
dramáticos, teatro, cuentos y aforismos.
Zenobia
Camprubí, la esposa
En 1920 los esposos habían traducido
el drama Jinetes hacia el mar, del irlandés John M. Synge. Este libro era el
primero de una colección para la que proyectaban traducir obras de Romain
Rolland de quien Juan Ramón había traducido ya Vida de Beethoven, en 1915-,
Rossetti, Marcelina Desbordes Valmore, Shakespeare y otros.
En 1922 Juan Ramón publica su
Segunda antolojia poética, y en 1923, Poesía y Belleza, tres libros de especial
relevancia en la historia de nuestra literatura.
Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí -1923
Juan
Ramón Jiménez con su sobrina Victoria (a su izq.), y Pepe y Blanca
Hernández- Pinzón (a su derecha), acompañados de María Gracia Fernández
Hernández-Pinzón (primera por la izquierda de la foto) el día después de la
boda de Ma Gracia Fernández Hernández-Pinzón con Rafael Quintana.
Fuentepiña (Moguer), 16 de agosto de 1924.
Fotografía
realizada por Zenobia, de izda. a dcha., de abajo a arriba: los niños Pepe,
Francisco y Juan Ramón, sobrinos. Victoria (sobrina), María Gracia, Blanca
(sobrina) y el propio Juan Ramón. Detrás sus hermanas, Victoria e Ignacia, y
Pura, su madre. De pie, José Hernández Pinzón y Emilio Gutiérrez.
Fuentepiña (Moguer), 17 de agosto de 1924. El matrimonio Jiménez viajó a Moguer
con motivo de la boda de Ma Gracia Fernández Hernández-Pinzón con Rafael
Quintana. Dos días después realizan esta fotografía en Fuentepiña.
En 1924, invitados por la
familia García Lorca, Zenobia y Juan Ramón viajan a Granada. Son los años en
que Juan Ramón publica varias revistas poéticas: Índice, Sí y Ley, en las que
colaboraron un grupo muy selecto de poetas y escritores ya consagrados: Azorín,
Gómez de la Serna, los hermanos Machado, Ortega y Gasset.
En ellas aparecieron
publicados también los primeros versos de los más jóvenes, a quienes Juan Ramón
acogió siempre con entusiasmo y generosidad sólo en contadas ocasiones
correspondidos: Gerardo Diego, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Federico García
Lorca, Dámaso Alonso, Rafael Alberti, Manuel Altolaguirre, Carmen Conde,
Antonio Espina, Corpus Barga.
Y junto a ellos artistas tales como Benjamín
Palencia, Juan Bonafé, Francisco Bores y Salvador Dalí. Al mismo tiempo que
editaba estas revistas, Juan Ramón dio a la imprenta sus famosos cuadernos:
en
1925, Unidad;
en 1928, Obra en marcha;
en 1923, Sucesión;
en 1933, Presente,
y
en 1935, las Hojas que cerraron la serie. Todos esos cuadernos contenían
únicamente textos de Juan Ramón: caricaturas líricas, cartas, prosas poéticas,
poemas, ensayos, poesías revividas, aforismos y anticipos de sus libros
inéditos. Estos cuadernos marcaron un hito en las artes gráficas de nuestro
país, a cuya renovación contribuyó tan eficazmente Juan Ramón con su técnica,
su buen gusto y su sensibilidad extraordinaria.
En 1926, abre Zenobia una
tienda dedicada al arte popular, en sociedad con su amiga Inés Muñoz. El
establecimiento se llama "Arte Popular Español" y en él se venden
bordados, encajes, mantillas y objetos de arte. Con ello hacía realidad un viejo
proyecto: convertirse en intermediaria en la compra y venta de estos artículos
a cambio de una pequeña comisión.
Esta tienda, sin embargo, nunca pudo
considerarse un negocio. Más provechoso resultó para Zenobia ocuparse de
subarrendar pisos amueblados a diplomáticos extranjeros de paso por la capital
de España, aunque nunca disfrutó de sus beneficios, pues el matrimonio los
destinó a sufragar los estudios de su sobrino
Juan Ramón, ahijado del poeta e hijo único de su hermano Eustaquio.
Los
trabajos rentables no eran, sin embargo, la ocupación predilecta de Zenobia.
También le gustaba ser útil, sólo por el gusto de serlo.
A partir de 1925,
algunas alumnas de la Residencia de Señoritas consiguieron, gracias a su
mediación, bolsas de viaje para estudiar en varios colleges norteamericanos. Y
cuando al año siguiente se funda en Madrid el Lyceum Club Femenino, Zenobia
participa activamente en su organización, y es su secretaria durante los años
que lo preside María de Maeztu.
Antes, o al mismo tiempo, Zenobia ha colaborado
con distintas sociedades humanitarias: La Enfermera a Domicilio, El Ropero de
Santa Rita y la Visita a Domicilio.
En agosto de 1928 muere en
Moguer doña Pura, madre de Juan Ramón. Sólo unos días después fallece en Madrid
doña Isabel, la madre de Zenobia.
El n.º 38 de la calle de
Padilla de Madrid, donde vivieron Zenobia Camprubí y Juan Ramón entre 1929 y
1936. El edificio fue proyectado como casa-palacio por el arquitecto Bernardo
Giner de los Ríos.
Zenobia al volante del auto
Al año siguiente 1929, viaja a España José
Camprubí, el hermano mayor de Zenobia, y al regresar a los Estados Unidos
regala a los esposos el pequeño Ford que han utilizado él y su familia para
desplazarse en sus viajes por la península.
A partir de ese momento Zenobia
fue una de las primeras mujeres españolas que se sentaron al volante-, viajar
se convierte para Zenobia y Juan Ramón en una de sus más preciadas aficiones.
Durante dos años recorrieron incansables media España. La otra media la
recorrió Zenobia sola, acompañada de familiares o de matrimonios amigos.
Marga Gil Rosset
En julio de 1932, tras esculpir el
busto de Zenobia, se quita la vida Marga Gil Rosset, la joven escultora
enamorada de Juan Ramón con un amor que sabe imposible.
Se da la fulminante ruptura
con Jorge Guillén, en marzo de 1933, cuando el vallisoletano deja de cumplir lo
pactado con Juan Ramón respecto a la colaboración insistentemente solicitada
para la revista Los Cuatro Vientos; su meditada e irrevocable decisión de no
autorizar la inclusión de ninguno de sus versos en ninguna antología de poesía
española que se publique a partir de 1934
Recibe su segunda y rotunda negativa a
ser elegido académico, cuando en junio de 1935 es llamado a ocupar un sillón en
la Real Academia Española y declina el honor sembrando el desconcierto y la
sorpresa. Son los años también en que Juan Ramón, huyendo de los ruidos
vecinales y callejeros se ve obligado a cambiar sucesivamente de domicilio:
Conde de Aranda, Lista, Velázquez, Padilla.
En 1930, Juan Ramón proyecta
la publicación de su obra completa en doce volúmenes, seis de prosa y seis de
verso. En el año 1931 preferirá publicarla en cuadernos sueltos, pero sólo
unas semanas después de tomada esta decisión vuelve a los volúmenes,
convertidos ahora no en doce, sino en sesenta: quince en verso, quince en prosa
y el resto de traducción.
En marzo de 1934, Juan Ramón dio a conocer un nuevo y
definitivo plan de ordenación de su obra: veintiún volúmenes. Siete de verso:
Romance, Canción, Estancia, Arte menor, Silva, Miscelánea y Verso desnudo;
siete en prosa: Verso en prosa, Leyenda, Viaje y sueño, Transunto, Caricatura,
Miscelánea y Crítica; y otros tantos como complemento de los citados: Resto,
Traducción, El padre matinal, Artes a mí, Críticos de mi ser, Cartas y
Complemento jeneral.
De todos estos libros, sólo vería la luz, en vida de Juan
Ramón, Canción, publicado en mayo de 1936.
El 15 de junio de 1936, Juan
Ramón iba a leer su conferencia Política poética en la Residencia de
Estudiantes. Un ataque de conjuntivitis en un ojo, y tal vez las dudas sobre su
capacidad para enfrentarse a un auditorio por primera vez en su vida, hicieron
que ocupase su lugar un viejo amigo. Cuando en julio de ese año estalla la
guerra, para remediar en la medida de sus fuerzas las consecuencias de la
lucha, los Jiménez convierten en guardería uno de los pisos que Zenobia
realquilaba a extranjeros y diplomáticos, donde acomodan a una docena de niños
de los llegados a Madrid al propagarse la revolución.
Para sufragar la
manutención de estos niños Juan Ramón hacía tiempo que no cobraba liquidaciones
de sus libros-, el matrimonio empeña en el Monte de Piedad diversos objetos de
plata y alhajas que poseían. Para dejar clara su postura ante los
acontecimientos, el 30 de julio Juan Ramón suscribe, con Antonio Machado, don
Ramón Menéndez Pidal, Gregorio Marañón, Ramón Pérez de Ayala y José Ortega y
Gasset, el manifiesto de texto insignificante, pero muy significativo, por el
que se coloca "del lado del Gobierno, de la República y del Pueblo, que
con tanto heroísmo está combatiendo por las libertades"
Ante las noticias alarmantes
que hablan de sangre derramada, Juan Ramón empieza a vivir en continuo
sobresalto. Madrid no es el remanso de paz soñado por el poeta, y su salud
empieza a resentirse. Sus propios amigos le instan a que salga de España.
A mediados
de agosto, Juan Ramón se entrevista con Manuel Azaña, presidente de la
República, y le expresa sus deseo de obtener pasaporte para salir de España con
dirección a Puerto Rico, donde debe atender ciertos compromisos literarios
contraídos con anterioridad al levantamiento militar: la edición de sendas
antologías de su propia poesía y de Tagore que proyectaba publicar, destinadas
a las escuelas publicas, el Departamento de Educación de la isla.
Azaña
comprendió en seguida que Juan Ramón, con su testimonio, su prestigio y sus
insobornables convicciones políticas, podía ser más útil a la República en el
extranjero que dentro de España, y no tuvo inconveniente en acceder a sus
deseos.
El 19 de agosto de 1936 se expidió a Juan Ramón pasaporte diplomático
de Agregado Cultural honorario a la Embajada de España en Washington, y el 22,
Zenobia y él atravesaron el paso fronterizo de La Junquera, con dirección a
París.
Cuatro días después embarcaron en Cherburgo rumbo a Nueva York. Atrás
dejaban su casa, y en ella sus únicos bienes materiales: sus muebles, enseres y
pertenencias personales, y con ellas sus libros y los manuscritos del poeta,
con toda su obra inédita. No llevaban demasiado equipaje, intuyendo que la
ausencia sería corta.
Al llegar a Nueva York, los
esposos anunciaron en el diario La Prensa, propiedad de José Camprubí, hermano
de Zenobia, una suscripción para recaudar fondos destinados a socorrer a los
niños víctimas de la guerra.
Después de un breve y descorazonante viaje a
Washington en busca de una paz española que no despertó la atención de nadie,
los Jiménez embarcaron con Dirección a Puerto Rico.
En la isla Juan Ramón
ultimó los detalles de las antologías que iba a publicar el Departamento de
Educación, pronunció conferencias en Río Piedras, Santurce, Ponce, Salinas y
San Juan, se reunió con jóvenes universitarios y con niños de las escuelas, y
leyó sus poemas a grupos de niños ciegos, que a su vez recitaron poemas suyos
al poeta.
A finales de noviembre, al no encontrar en Puerto Rico talleres gráficos
donde se pudieran imprimir las antologías, los esposos se trasladaron a Cuba.
Hotel
Vedado (Cuba)
La presencia del poeta en La
Habana provocó una verdadera conmoción en los medios culturales de la isla. La
Institución Hispanocubana le invita a dar una serie de tres conferencias en el
teatro de la Comedia.
Traba amistad con los más jóvenes y mejores poetas:
Lezama Lima, Eugenio Florit, Ángel Gaztelu, Cintio Vitier; a instancias suyas
se organiza un certamen para seleccionar y publicar los mejores poemas de aquel
año y recogerlos en una antología con el título de La poesía cubana en 1936.
Participa en actos públicos de afirmación republicana, como el homenaje
tributado a Federico García Lorca en el Teatro Nacional; colabora en las
mejores revistas de la isla: Ultra, Carteles, Revista cubana, Verbum, Grafos,
Lyceum?, y en muchas de fuera: Repertorio Americano, de Costa Rica; Sur, de
Buenos Aires; Brújula, de Puerto Rico, y Letras de México, de Méjico; lee por
la radio las bellísimas páginas de Ciego ante ciegos.
No ceja en su empeño de
atender las visitas y las consultas de los poetas jóvenes; y departe
amigablemente con los españoles que pasan por la isla o se han instalado en
ella: don Ramón Menéndez Pidal, Regino Sainz de la Maza, Adolfo Salazar,
Alejandro Casona, Américo Castro.
Las confusas y alarmantes
noticias sobre la guerra que reciben los esposos les llenan de amargura. Juan
Ramón vive atormentado y en vilo y con el pensamiento puesto en la tragedia que
se cierne sobre tantos inocentes.
La guerra, en fin, va a traer al poeta el
mayor dolor de estos años.
En febrero de 1938, muere en el frente de Teruel,
víctima de un proyectil enemigo, su sobrino y ahijado Juan Ramón Jiménez Bayo.
La tristeza del poeta es
indescriptible. Cinco meses después, los esposos viajan a Nueva York para que
Zenobia disfrute de la compañía y el cariño de sus hermanos. La alegría de
volver a encontrarse con ellos, al cabo de los años, mantuvieron a Zenobia
sumida en un afanoso ir y venir, mientras Juan Ramón visitaba la Hispanic
Society, asistía a los conciertos de la Filarmónica de Nueva York, o se perdía
por las salas del Museo Metropolitano y las del Museo de Arte Moderno.
A fines
de noviembre volvieron a La Habana.
En enero de 1939, Zenobia y
Juan Ramón dejaron Cuba para siempre y se instalaron en Coral Gables, Miami.
Dos razones les empujaron a tomar esta decisión: el final de la guerra
invalidaría sus pasaportes diplomáticos, y la situación económica por la que
atravesaban se hacía insostenible.
Allí tropezaron con dos inconvenientes: el
calor, que les parecía insoportable, y el idioma.
Juan Ramón ni entendía bien
lo que le hablaban, ni lograba hacerse entender por los demás. Hasta allí les
llega otra terrible noticia: el allanamiento de su piso de Madrid. Tres
conocidos escritores haciéndose pasar por una patrulla de la Delegación
Nacional de Prensa y Propaganda, y con el pretexto de "requisar documentos
comprometedores que obraban en poder del poeta", han asaltado su casa respetada durante la contienda- y se han llevado cuadros, objetos de arte,
fotografías, manuscritos, cartas, libros y otras pertenencias que solo en parte
y tras larguísimas gestiones fueron devueltas, varios años después, a Juan
Ramón.
En agosto, Zenobia y Juan
Ramón, se trasladaron de nuevo a Nueva York. Al regresar, en octubre, a Coral
Gables, encontraron un apartamento de su gusto, en un barrio silencioso y con
jardines, y se instalaron en él.
Juan Ramón volvió a trabajar como en sus
mejores tiempos. Sólo las estrecheces económicas a las que a menudo debían
hacer frente apagaban su entusiasmo.
En enero de 1940, el poeta pronunció tres
conferencias en la Universidad de Miami, y a continuación enseñó en la misma
universidad un curso sobre poesía española contemporánea. En marzo los esposos
viajaron a Orlando, donde ofrecieron sendas conferencias: Juan Ramón en
español, y Zenobia en inglés.
A lo largo de este año de 1940, los Jiménez van a
viajar dos veces a Nueva York: la primera para comprar el coche por el que
Zenobia llevaba suspirando tanto tiempo: el Chevrolet de color verde que iba
acompañarles durante el resto de sus vidas; la segunda para que, como en
ocasiones anteriores, Zenobia disfrutase de la compañía de sus hermanos. En
octubre, Juan Ramón cayó enfermo y estuvo hospitalizado dos semanas.
En mayo de 1941, los esposos
viajan a Dirham, en Carolina del Norte, para que Juan Ramón se someta en el
hospital de la Universidad a un exhaustivo reconocimiento y le pongan un
tratamiento que le devuelva la salud. En agosto regresaron a Coral Gables.
En marzo
de 1942, Juan Ramón volvió a dictar tres conferencias en la Universidad de
Miami, y en julio participó, por segunda vez, en le curso de verano de la
Universidad de Duke. Pronunció cinco conferencias y la que cerró el ciclo se
convirtió en un homenaje de los estudiantes y los profesores al poeta español.
Entre 1939 y 1942, Juan Ramón
escribió Romances de Coral Gables, que se publicó en 1948.
En 1942 publicó
Españoles de tres mundos.
En 1945, Voces de mi copla.
En 1946, La estación total con las canciones de la
nueva luz.
En 1943, publicó en la revista Cuadernos Americanos, el fragmento
primero de Espacio, un poema largo, de más de quinientos versos, que había
comenzado a escribir en la Florida, cuya versión definitiva, puesta en prosa,
apareció por primera vez en 1954, en la revista Poesía española. Al mismo
tiempo que alumbraba Espacio, Juan Ramón escribió Tiempo, poema en prosa tan
extenso como el primero, que no vio la luz hasta 1986.
Los esposos instalados en Washington -1943
En marzo de 1943, los esposos
abandonaron Coral Gables y se instalaron definitivamente en Washington. Allí la
vida del matrimonio se hizo nuevamente intensa y más interesante. Juan Ramón
fue invitado a participar en la serie de charlas sobre literatura española e
hispanoamericana que transmitía por radio la Oficina de Asuntos Americanos de
Washington, pero se negó pronto a colaborar porque la censura militar suprimía
de los textos lo que consideraba conveniente.
En 1944, la Universidad de
Maryland contrató a Zenobia para dar clases a los soldados que estudiaban español
en el Programa de Instrucción del Ejército. Zenobia puso entonces de manifiesto
sus hasta entonces ocultas dotes de maestra, y allí se quedó, como profesora de
español, hasta 1951. El Departamento de Lenguas y Literatura Extranjeras
contrató después a Juan Ramón para impartir seminarios para estudiantes
graduados.
Los meses de septiembre y
octubre de 1946 los pasaron Zenobia y Juan Ramón descansando en el Washington
Sanitarium and Hospital, de Takoma Park. El poeta había pasado el verano algo
abatido y pensaron que su estancia allí le resultaría beneficiosa.
Por ese
tiempo compraron una casa en Riverdale, aunque no se mudaron a ella hasta
noviembre de 1947. Era una casita sencilla, de dos pisos, con un pequeño porche
y una buhardilla donde Juan Ramón podía guardar sus montones de libros y
papeles. Sobre el césped que la rodeaba se erguían docenas de olmos y robles.
Allí escribió Juan Ramón su libro inédito Los olmos de Riverdale.
Juan
Ramón Jiménez y Zenobia en Buenos Aires, 1948. Entre otros, Atilio Rossi (de
pie, primero a la izquierda), Rafael Alberti (a la izquierda de Zenobia),
Gonzalo Losada y Guillermo de Torre (a la derecha de Zenobia).
En agosto de 1948, la revista
Anales de Buenos Aires invitó a Juan Ramón a dar una serie de conferencias en
la Argentina. El viaje resultó una sucesión ininterrumpida de emociones. Fue
recibido con un cariñoso flamear de pañuelos y gritos de alegría de los
jóvenes, y por el fervor unánime de un grupo de escritores argentinos y
españoles que les esperaban en el puerto.
Juan Ramón cruzando el Paraná
Juan Ramón junto a Macedonio Fernandez y su nuera
Dando conferencia en Buenos Aires
Juan Ramón leerá cuatro conferencias
en el teatro Politeama, de Buenos Aires. La presencia y la palabra del poeta,
recibidas siempre con cálido aplauso, se extendió a otras ciudades: Córdoba, La
Plata, Rosario, Santa Fe y Paraná.
Juan
Ramón Jiménez y Zenobia recibidos calurosamente en Montevideo, 1948.
La
visita de Juan Ramón Jiménez acompañado de Zenobia, logró reunir a grupos rivales
de la Generación del 45. En casa del matrimonio Díaz-Berenguer. De pie: Zulema
Silva Vila, Manuel Claps, Carlos Maggi, Ma. Inés Silva Vila, Juan Ramón
Jiménez, Idea Vilariño, Emir Rodríguez Monegal y Ángel Rama. Sentados: José Pedro Díaz, Amanda Berenguer, Zenobia
Camprubí, Ida Vitale, Elda Lago, Maneco Flores Mora. (Colección
Idea Vilariño, BNU).
Juan
Ramón Jiménez con un grupo de escolares en Montevideo.
El poeta español Juan Ramón
Jiménez llegó a Montevideo procedente de Buenos Aires el 13 de agosto de 1948.
Según palabras del escritor José Pedro Díaz lo describe como que no era muy alto. Acaso no
alcance mi estatura. Vestía con elegante sobriedad un traje casi negro y muy
liso. Sus manos se mueven poco, pero cuando lo hace, livianamente, es para
crear formas delicadas delante de él -cuando habla del mar, del campo- y detrás
de esas momentáneas figuras, una cabeza quijotesca.
Si se recuerdan varias
figuras de Don Quijote y se borran las características de cada dibujante, queda
una silueta que también le corresponde a él, a J.R.J.
Tiene un rostro afinado,
con nariz algo gongorina, afilada también, y a sus lados se hunden los lados de
la cara, fuertemente sombreados y sobre todo las órbitas, que son profundas y
oscuras. Allá en el fondo se abren dos ojos inmensos, muy luminosos, negros. Yo
recordé lo que me había dicho Bergamín, que no tenían iris; y eso parece, que
fueran todo pupila.
Eso, y no sólo eso, sino también su habla, el sonido
particularmente profundo -profundo con levedad- de su voz, le dan una presencia
fantasmal de trasmundo. Sus ojos y rostro de alucinado, con la presencia que
debía tener el de Don Quijote. También cuando habla, cuando dice se le siente
en equilibrio sobre un filo apenas de razón, apenas la suficiente razón para
poetizar, apenas...
Para el gran público, el motivo de su presencia era el dictado de dos
conferencias, “La razón heroica”, el mismo día de su arribo, y “Poesía abierta,
poesía cerrada”, el día 16. La prensa montevideana dio cuenta pormenorizada del
acontecimiento y el semanario Marcha publicó una reseña de ambas alocuciones
algunos días después
Durante este viaje, Zenobia y Juan Ramón
pasaron una semana en Montevideo, donde el poeta leyó, en el teatro Solís, dos
conferencias, y donde el Senado uruguayo celebró una sesión especial para
tributarle un sentido homenaje.
En Buenos Aires ofreció Juan Ramón una lectura
de poemas de Animal de fondo, el libro que había comenzado a escribir a su
salida de Riverdale.
En noviembre regresaron a los Estados Unidos.
Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí -1950
A su regreso de la Argentina,
Juan Ramón había recobrado la salud, se sentía optimista respecto al porvenir y
se mostraba interesado en realizar nuevos proyectos.
Traía el compromiso de
entregar a un editor español el primer tomo de su obra completa, un libro
inédito a Pleamar, de Buenos Aires, y tres más de Losada, que para entonces
había reimpreso todos los de su segunda época.
Empezó a trabajar en todos esos
libros al mismo tiempo, sin advertir que su salud podía resentirse por su total
dedicación, y llegó a ver publicado Animal de fondo, pero de repente sufrió una
grave recaída.
Posiblemente, la confrontación de que la tarea que se había
propuesto excedía a sus fuerzas y requería más tiempo del calculado, exacerbó
su neurosis, hundiéndole en una prolongada depresión.
En agosto de 1950, Juan
Ramón ingresó en el Washington Sanitarium and Hospital, de Takoma Park,
Maryland.
Los esposos habían pensando
volver ese año a la Argentina. Juan Ramón estaba invitado a leer conferencias
en Puerto Rico, Chile, Brasil, Perú, Guatemala, Colombia y Méjico.
Tan bellas
expectativas no le ayudaron a vencer su decaimiento. Durante el otoño, Zenobia
empezó a pensar en la posibilidad de un viaje a Puerto Rico, imaginando que el
viaje por el mar y el volverse a encontrar en un país de habla hispana devolverían
a Juan Ramón la salud perdida.
En noviembre desembarcaron en San Juan. Los
médicos del Hospital Presbiteriano que reconocieron al poeta diagnosticaron
padecimientos nerviosos que requerían tratamiento adecuado. Tras descansar
algunos días al aire libre, los esposos regresaron decepcionados a Riverdale.
Antes de acabar el año el
poeta volvió al Washington Sanitarium. Las últimas semanas de enero de 1951 las
pasó internado en el Ugene Leland Memorial, hasta ser trasladado al pabellón
psiquiátrico del hospital George Washington.
La falta de tiempo para atender a
Juan Ramón, y la diversidad de sus ocupaciones y la celeridad con que debía
resolverlas diariamente hicieron que Zenobia empezara a derrumbarse moral y
físicamente.
Mientras Juan Ramón no mejoraba, Zenobia seguía pensando en volver
a Puerto Rico o a otra parte donde él pudiera reponerse.
En marzo de 1951, los
esposos regresaron definitivamente a Puerto Rico. Se instalaron en una pensión
del barrio del Condado, donde vivían otros exiliados y donde no faltaban bueno
médicos, médicos españoles en los que Juan Ramón confiaba plenamente.
En agosto
Zenobia empezó a trabajar en la Facultad de Estudios Generales de la
Universidad de Puerto Rico, y días después el matrimonio de mudó al Sanatorio
Psiquiátrico Insular, donde el doctor García Madrid, que atendía a Juan Ramón,
había habilitado un pabellón para vivienda de los tres. Juan Ramón empezó a
mejorar lentamente.
En noviembre de ese año 1951
los doctores diagnosticaron a Zenobia un cáncer de matriz. Se operó en Boston
el 31 de diciembre en el Massachussets General Hospital, y tras una semana de
convalecencia en el Women·s City Club, regresó al lado de Juan Ramón el 1 de
febrero.
Juan Ramón pareció sanar de repente de todos sus males, pero en
seguida recayó, y hasta agosto no acabó de sentirse totalmente curado. Reanudó
su vida intelectual leyendo sendas conferencias en la Universidad de Puerto
Rico y en la Escuela de Medicina, y colaborando en las revistas La Torre y
Asomante.
Dictando cursos en la Universidad
En agosto de 1953, los esposos se mudaron a una casita de dos plantas
en la barriada de Floral Park, de Hato Rey. Casi al mismo tiempo, Juan Ramón
comenzó a dictar un curso sobre el modernismo en la Universidad. Alternaba ese
trabajo con la tarea de escribir nuevos poemas y ordenar y corregir los ya
publicados. Estaba terminando Dios deseado y deseante, y preparaba tres nuevos
libros: En el otro costado, Una colina meridiana y De ríos que se van. Reanudó
también su colaboración con revistas y periódicos americanos, y empezó a enviar
versos y prosas a las revistas de España que se los solicitaban.
En marzo de 1953, la
Universidad de Puerto Rico había celebrado el cincuentenario de su fundación
inaugurando una magnífica biblioteca. Juan Ramón se sumó a la efeméride donando
la suya completa: más de seis mil volúmenes.
Zenobia trabajando en la sala de la Universidad
de Puerto Rico
Dos años después, la Universidad
agradeció tan generosa donación cediendo al poeta y a su esposa una gran sala
para que sirviera de lugar de trabajo y a su muerte quedara convertida en
centro de investigación encargado de honrar su memoria y custodiar los libros
donados por Juan Ramón. Esa sala fue bautizada, por deseo del poeta, con el
nombre de Sala Zenobia-Juan Ramón Jiménez.
Durante el primer semestre de
ese año de 1953, el cáncer obligó a Zenobia a someterse a sesiones de rayos X.
Al comenzar 1954, Zenobia volvió a recaer, y Juan Ramón sufrió una nueva
depresión, tan grave que a veces rompía a llorar. desesperado. Al llegar el
otoño, una nueva recaída le llevó de nuevo a los hospitales: primero al
Hospital Municipal de Río Piedras, y después a Auxilio Mutuo.
Al comenzar 1955,
como la mejoría no llegaba, fue trasladado a la Clínica Psiquiátrica de Hato
Tejas, cerca de su casa. A mediados de febrero recayó de nuevo, y con él
Zenobia. Convencida de que volver a su tierra y reencontrarse con sus
familiares y con su lengua devolverían a Juan Ramón la salud perdida, Zenobia
empezó a pensar en un eventual regreso a España.
El año 1956 empezó para los
esposo con buenos augurios. Juan Ramón parecía calmado y contento, y Zenobia,
mejorada y deseosa de vivir. Pero antes de acabar febrero Zenobia volvió a
recaer. Al mes siguiente, los doctores confirmaron la reaparición del cáncer.
Intuyendo que esta vez el mal no podría ser atajado se desesperaba Zenobia,
pensando que no conseguiría terminar la Tercera antolojía del poeta,
comprometida con un editor de Madrid.
En junio voló a Boston, para someterse a
un severo reconocimiento en el Massachussets General Hospital. El diagnóstico
no pudo ser peor. Tal vez no lograría sobrevivir mucho tiempo. Sólo tras
recuperarse de las terribles heridas que le habían producido las prolongadas
sesiones de rayos, podría esperar el milagro de una nueva intervención que le
devolviese la vida por unos años más.
En septiembre, volvió a Boston. Allí se
desvanecieron todas las esperanzas. Su muerte era sólo cuestión de tiempo: unas
semanas, quizás unos meses. Regresó a Puerto Rico y fue internada en la Clínica
Mimiya, de Santurce.
Casi al mismo tiempo llega a la isla Francisco
Hernández-Pinzón Jiménez, el sobrino predilecto de Juan Ramón, llamado a Puerto
Rico por Zenobia para que se ocupe del poeta en los días que sigan a su muerte.
El 25 de octubre, la Academia Sueca concedió a Juan Ramón el Premio Nobel de
Literatura.
El 28 murió Zenobia. Su cuerpo se expuso, cubierto de flores
amarillas, en la Sala que llevaba el nombre de los esposos, en el mismo sitio
donde ella solía sentarse a ordenar los papeles del poeta.
Juan Ramón en la tumba de Zenobia
El 29 sus restos
recibieron cristiana sepultura en el cementerio de Porta Colei, de Bayamón, cerca
de San Juan.
Tras las honras fúnebres por
el alma de su mujer, Juan Ramón se encerró en una habitación de su casa para
vivir en la oscuridad con su dolor y su tristeza. Se negó a comer, descuidó su
higiene personal, se aisló de todo el mundo. Desnutrido y en un estado
verdaderamente lamentable, en agosto de 1957 fue ingresado en el Hospital
Psiquiátrico de Hato Tejas.
Un mes después, volvió, de nuevo, a la Universidad.
En febrero de 1958, el poeta sufrió una aparatosa caída y se fracturó la cadera
derecha. Operado, para colocarle una férula de acero, se restableció con
rapidez, pero no volvió a andar. La familia, encarnada de nuevo en su sobrino
Francisco Hernández-Pinzón, y atenta a los deseos de Zenobia, trata de traerlo
a España.
En los últimos días de mayo, Juan Ramón cayó enfermo de
bronconeumonía, con síntomas alarmantes. Trasladado a la Clínica Mimiya, de
Santurce, no respondió al tratamiento de choque que se le impuso.
El 29 de mayo
la vida de Juan Ramón se apagó para siempre. Los cuerpos de Zenobia y Juan
Ramón, acompañados de su sobrino Francisco Hernández-Pinzón y de su fiel
enfermera, M. Emilia Guzmán, llegaron al aeropuerto madrileño de Barajas.
Después de unas breves paradas en la plaza de Neptuno y ante el colegio de
Nuestra Señora de Loreto, en la calle O·Donnell, donde residía su sobrina
Victoria, continuaron su viaje hacia Moguer, parando en Sevilla, donde sus
cuerpos fueron expuestos en la Universidad.
Finalmente el 6 de junio recibieron
sepultura en Moguer.
LEGADO
El legado de Juan Ramón Jiménez a
la humanidad es vasto y multifacético, marcado por su profundidad lírica, su
exploración de la belleza y la naturaleza, y su enfoque innovador de la poesía.
1. Poesía lírica y modernismo:
Jiménez fue uno de los grandes
renovadores de la poesía en lengua española, destacando por su refinamiento
estilístico y su búsqueda constante de la belleza.
Su obra se inscribe dentro del
modernismo, pero va más allá, fusionando elementos de simbolismo, impresionismo
y vanguardismo.
Fue un poeta que, si bien se
nutrió de la tradición, también impulsó una poesía nueva y más personal.
Su estilo fue único, con un
lenguaje preciso, musicalidad y una sensibilidad exquisita hacia el mundo
natural y humano.
2. La importancia de la
belleza y la pureza en la poesía:
A lo largo de su vida, Jiménez
defendió la búsqueda de la pureza y la belleza en el arte, proponiendo una
poesía que no sólo comunicara ideas, sino que tocara el alma del lector a
través de la forma, el sonido y la imagen.
En su obra se percibe una constante búsqueda
de lo esencial, de lo que está más allá de las palabras, una influencia de la
estética simbolista y el sentimiento de la belleza como algo sublime.
3. La obra "Platero y
yo":
"Platero y yo" es
quizás su obra más universalmente conocida, especialmente en su versión en
prosa poética.
En este libro, Jiménez logra una
fusión entre el ensayo, el poema y el relato, creando una obra de profunda
ternura y reflexión. La historia de Platero, su burro, no solo retrata la
relación entre el hombre y los animales, sino también una reflexión profunda
sobre la vida, la muerte, la belleza y la simplicidad.
"Platero y yo" es un
referente en la literatura infantil y juvenil, pero también es un texto de
enorme calado filosófico.
4. Influencia en la poesía
contemporánea:
La poesía de Juan Ramón Jiménez
tuvo una gran influencia en la evolución de la poesía española del siglo XX.
Fue un precursor de la poesía de
Antonio Machado, Federico García Lorca y otros poetas de la Generación del 27.
Su obra anticipó muchas de las tendencias
modernas en la poesía, particularmente en el uso de la metáfora, la musicalidad
del verso y la reflexión existencial.
5. Premio Nobel de Literatura:
La obtención del Premio Nobel de
Literatura en 1956 consolidó la importancia de su obra a nivel internacional.
Fue reconocido no solo por su maestría
técnica, sino también por su capacidad para expresar la experiencia humana con
una profundidad emocional única.
Este galardón trajo un
reconocimiento global a la poesía española, ayudando a posicionar la literatura
hispánica en el mundo.
6. Reflexión filosófica sobre
la existencia y la muerte:
En sus últimos años, la poesía de
Juan Ramón Jiménez adquirió una dimensión profundamente filosófica, marcada por
una reflexión sobre la vida, la muerte y el sentido de la existencia. Su obra
dejó un testimonio de un hombre que buscaba constantemente la trascendencia,
algo que se refleja en sus poemas más filosóficos y espirituales.
7. Modernización del lenguaje
poético:
Jiménez innovó al incorporar un
lenguaje más sencillo y preciso, abandonando la ornamentación excesiva del
modernismo y aproximándose a una poesía más limpia y desnuda.
Su trabajo fue precursor de un
lenguaje poético más moderno y accesible, influenciando tanto a poetas
contemporáneos como a aquellos que lo sucedieron.
En resumen, Juan Ramón
Jiménez dejó a la humanidad un legado de refinamiento poético, búsqueda de la
belleza y la verdad, y una profunda reflexión sobre la existencia, lo que ha
influido profundamente en generaciones de escritores y lectores alrededor del
mundo. Su obra sigue siendo una fuente de inspiración y un pilar fundamental de
la poesía española del siglo XX.
HOMENAJES
Monumento
dedicado a Juan Ramón Jiménez en la plaza del Cabildo de Moguer.
'Idilio
de Abril', una de las esculturas inspiradas en 'Platero y yo', en la plaza de
la Iglesia de Moguer (Huelva).
El
burrito Platero es una escultura en bronce situada en una zona infantil del
Parque de Málaga, en la ciudad homónima de España. Representa a burro de la
narración lírica Platero y yo (elegía andaluza) de Juan Ramón Jiménez. La
escultura es obra de Jaime Fernández Pimentel, el mismo autor del Cenachero, de
La Niña de Benalmádena y del Biznaguero. La obra fue concluida en 1968.
Casa-Museo
J.R.J., sede de la Fundación.
La estatua de Zenobia se sitúa en la Plaza del
Marqués. Este monumento está dedicado a Zenobia Camprubí Aymar, esposa y musa
de Juan Ramón Jiménez, compañera inseparable y decisiva colaboradora del poeta
en todos sus proyectos literarios.
Inaugurado el 5 de junio de
1999 en una esquina de la antigua plaza, su ubicación original fue cambiada en
la remodelación urbanística de la plaza en el año 2012, ubicándose actualmente
en el centro de la plaza.
Los autores de este monumento
fueron José Luis Rosado, Javier Díez, y Pablo Vallejo.
La escultura, realizada en
bronce, a tamaño real, y situada sobre pie de piedra natural, representa a
Zenobia volviendo de un largo viaje para descansar para siempre en el pueblo
natal de su marido.
Sujeta en su mano izquierda un libro, las obras completas
de Rabindranath Tagore y viste sobre sus hombros un chal con varias bordados
con la cara de Juan Ramón. A sus pies una maleta que recoge las firmas de sus
autores, y a un metro se sitúa, sobre pie de piedra natural, un par de bloques
de piedra porosa
Monumento a Platero en Moguer
Se ubica en la Plaza del
Cabildo, junto al Ayuntamiento de Moguer, y frente al Monumento de Juan Ramón
Jiménez.
Fue la primera estatua de la
serie escultórica ‘Platero EScultura’, y está dedicada a la figura del burrillo
‘Platero’. Fue inaugurada el 24 de enero de 2014, en el marco de una verbena
popular al estilo de las que se celebraban en la localidad hace cien años,
cuando fue escrita “Platero y yo”.
Su autor es el artista
sevillano Álvaro Flores, el cual ganó el concurso internacional de ideas
convocado al efecto por la Fundación Municipal de Cultura. Está inspirada en el
capítulo I titulado "Platero".
La obra está realizada en
bronce y representa a ‘Platero’ como un burro joven, con un leve gesto en su
cabeza que, según el artista, «lo dota también de humildad, docilidad y
mansedumbre, condiciones todas ellas inseparables de la bondad».
El realismo de
la figura queda acentuado en la fragilidad de sus patas o el cuidado puesto por
l artista en el tratamiento de la expresión de la cara y el pelaje del
burrillo.
Otro elemento importante de la escultura es la recreación del perfil
del poeta que el autor consigue utilizando la cola del animal, o la
incorporación de elementos claramente juanramonianos como son una rama de
naranjo y una mariposa.
Pequeña escultura de Platero en el museo Juan ramón Jiménez
FILATELIA
FUENTES
http://www.juanramonjimenez.com/
https://es.wikipedia.org/
https://www.cervantesvirtual.com/
http://www.revistadeartes.com.ar/
https://casamuseozenobiajuanramonjimenez.com/