Blog de Arinda

OBJETIVO :En este Blog vas a encontrar mis producciones en pintura y escultura. Además, material recopilado a través de mi trabajo como maestra, directora e inspectora, que puede ser de interés para docentes y estudiantes magisteriales .

miércoles, 13 de marzo de 2024

EL 13 DE MARZO DE 1889 NACÍA PEDRO LEANDRO IPUCHE


UN GRANDE DE LA LITERATURA  NATIVISTA DE URUGUAY

Pedro Leandro Ipuche

Nació en el departamento de Treinta y Tres, República Oriental del Uruguay, el 13 de marzo de 1889.
Fue llamado Leandro por haber venido al mundo un 13 de marzo, fiesta del santo, completándosele el nombre en homenaje al Pedro que lo sostuvo sobre la pila bautismal.

Poeta uruguayo considerado como uno de los iniciadores en poesía, junto con Fernán Silva Valdés, del "nativismo", en el que se funden lo criollo con el vanguardismo. 

Sus padres fueron Don Juan Bautista Ipuche y Doña Beatriz Mariño.
Pedro fue el cuarto hijo de una familia constituida por siete niños .
Era un niño y ágil, su cabello negro mostraba un copete rebelde y un remolino indomable. Se adivinaban en su rostro las facciones paternas y maternas; se destacaban, en él, los ojos castaño-verdoso de su raíz criolla.

Pedro Leandro entró a la escuela en 1894 .
Fue su maestra rectora Felipa Arbenoiz, vasca enérgica y arbitraria, que en el recuerdo infantil quedó marcada con inalterable cariño devocional.
Terminada esta primera etapa, su necesidad de ascender por los libros y de hallar un modo de comunicarse, lo llevan a la Escuela de 2º grado dirigida por el maestro Víctor Acuña quien parece representar, en aquel pueblo, un espíritu abierto a la cultura, capaz de dar a los escuetos programas unas ramificaciones y amplitud que trataban de colmar el vacío de una enseñanza secundaria que tardará mucho en llegar hasta Treinta y Tres.

Desde muy temprana edad se despertó en él la vocación literaria. Así  lo  manifiesta en una entrevista de carácter autobiográfico: "...digo, pues, que siendo un niño al hablar del futuro en rueda casera o al contestar preguntas de compañeros escolares, solía declarar con desenvoltura pretenciosa de que pensaba ser poeta...". "Lo cierto es que llevando todavía pantalón corto, empecé a celebrar carreras, noviazgos, cumpleaños y casamientos con versitos de ocho sílabas y décimas campanudas".
Fueron los  recuerdo de los tiempos juveniles  vividos en Treinta y Tres , paisajes y anécdotas que aparecen como por encanto en sus libros, que han inspirado una u otra página, cualquiera sea el género literario a la que pertenezca. “Declaro que nací en Treinta y Tres – expresa- cuando era un pueblecito de pocas viviendas y mucha gracia” y además: “Nacer en un pueblo que nace es asistir al nacimiento de todas las cosas, y sobre todo a la necesidad de que ellas existan”.
Este gusto por las letras lo llevó a que desde muy joven escribiera en algunas publicaciones periódicas de esa ciudad.



Paisajes y anécdotas que aparecen como por encanto en sus libros

Pedro Leandro recibió la admiración familiar por su vocación literaria. Dice Rolina Ipuche Riva "Era lector ávido de cuanto libro cayera en sus manos. Acompañaba con su lectura en voz alta el descanso de viejos patriarcas que, ocupados toda la vida en su gesta de población o de vigilancia, habían ignorado el descifrar grafías. O de abuelas que ya calan en el ocaso cantado por Ronsard. O de hombres y mujeres que gustaban la sonoridad del verso o los párrafos de los novelistas románticos.
Hasta que, un día, se dejó llevar por el aire festivo de una boda o del cumpleaños de una abuela o de una fecha memorable. Y garabateó sus primeros versos que fueron recibidos con natural embobamiento.

Entonces, decidió fundar un periódico en aquel pueblo donde ya daban su lección de periodismo hombres de la talla de Luis Hierro."

En el año 1902 publica "Los Chicharrones"  periódico de una doble hojita manuscrita que llevaba ese nombre campero
"Su fundador cuenta que, enterado el padre de este acontecimiento, una tarde lo llamó con particular ceremonia y, llevándolo a la habitación principal de la casa, tomando el tratamiento de "Usted" al que tan enfáticamente recurría para resaltar la importancia de sus palabras, dijo señalando una mesa flamante de caoba y tapa de mármol (que aún sobrevive): "Bueno, aquí tiene esta mesa. De ahora en adelante será la redacción de "Los Chicharrones". Sobre ese deslumbrante mueble lucían ordenadamente papeles, tintero y lapiceros."(Rolina Ipuche Riva)
 

Sus amigos y admiradores fieles,  realizaban  las tareas  del reparto y la cobranza.  Don José Acevedo, hijo contaba que había guardado la colección completa de "Los Chicharrones" como una reliquia testimonial y que le había significado un duelo el perderla en un desgraciado accidente. 

Ese atrevido modo de comunicar las noticias era esperado por los adultos que aguardaban, impacientes, aquel semanario con sus noticias lugareñas, los editoriales de un muchachito de trece años, las crónicas de las veladas artísticas, los poemas ocasionales del director, los trozos de literatura escogida, la opinión sobre la política nacional.. .
En  el año 1903, Pedro Leandro  hizo en él la proclamación de José Batlle y Ordóñez para la candidatura a la Presidencia de la República.
Esta publicación duró  dos años, saliendo ininterrumpidamente en ese período. 


 Pedro Leandro, siendo casi niño, con su padre Juan Bautista y amigos formaron una Banda que alegraba con su música los acontecimientos cívicos o familiares del lugar.
El padre de Pedro, en su juventud, había había tomado clases de música por un joven maestro catalán, don Luis Batlle, quien llegara, entre azares de zarzuela buscando aventura hasta aquel perdido villorrio del este. Lo acompañaba un pianito de mesa que  deslumbró de los lugareños. Así estudió todo cuando Batlle pudo trasmitirle en cuanto a técnica y en el gusto por la buena música de aquel tiempo. Así armó un conjunto al que dedicó tiempo y dinero.




  Sus hijos y amigos íntimos eran los músicos. Pedro Leandro llegó a tocar, así, varios instrumentos, además de la tradicional guitarra: el trombón, el bombardino y el pistón. Esta banda musical complementó, por un aprendizaje real y concreto, la faz lírica del poeta. 

Fotografía del militar y caudillo de Uruguay Aparicio Saravia junto a sus comandantes de división y alrededor de 20.000 hombres, en el desfile del 30 de marzo de 1903 en la localidad de Nico Pérez.

En 1904  sobrevino la guerra civil  en la que tanto Ipuche como su hermano Eufemio se enrolaron.
Así lo relata Rolina Ipuche Riva "Al estallar la guerra civil, Juan Bautista Ipuche sigue a su amigo y compadre Basilisio Saravia, obteniendo en el campo de batalla el honor de capitán. Sus hijos mayores, Juan y Andrés, también están alistados en la División "Colonia" y en el Batallón Florida.
Cnel. Basilisio Saravia

Pedro Leandro, con su entrañable hermano menor Eufemio, decide enrolarse, en un gesto de temprana osadía. Van como voluntarios a la sección de la División "Minas", destacada en Treinta y Tres, al mando de Adrián Foucault y los mayores Pintos y Carabajal. El escritor cuenta que, mientras Carabajal, tomándolo como a un escudero legendario lo hacia ir a su flanco portando la lanza sobre las cruces del caballo, el mayor Pintos, sabedor de su afición por las letras, le reservaba el honor de redactar los partes de jerarquía.
Las aventuras vividas por los dos adolescentes que, hasta entonces, sólo habían conocido los itinerarios agrestes y fantasiosos, la búsqueda de animales compañeros por tierras y yerbales, la furia desatada de algún toro en celo y los peregrinajes filarmónicos de la Banda (sobre la que volveremos más adelante) podrían dar trama a un libro de tono múltiple. Pero ahora, era la guerra y ella cambiaba todo.



 Era hacer de centinela junto a los piques de la caballada, en medio de la noche cerrada, con el fusil apretado por el miedo a ser sorprendido y el terror de tener que usarlo contra un hombre. Las penurias del campamento entre soldados sañudos, barbados y fieros; los heridos cuya pierna o brazo hay que ayudar a ligar mientras los cortes quirúrgicos son realizados con la premura que exige un quirófano al aire libre. Las lluvias torrenciales que empapan el sueño, las comidas salteadas por carencias o asco. La soledad. La madre y los hermanos menores perdidos allá, en el pueblo, acaso a la merced de asaltos y búsqueda de enemigos, del hambre del sitio. . . El padre -a quien luego, casi no reconocerán con su rostro enflaquecido, tapado de barba y lodo- en el frente de lucha. Y los amigos. Y la muerte planeando en los altos círculos de las aves de rapiña. Las humaredas de las detonaciones y los ecos de las descargas en los desfiladeros aserrados de Illescas. Las noticias del Paso de los Carros. . . Pero son, también, los fogones a cuyo resplandor se cuenta y se canta; las festejadas tortas fritas amasadas sobre las caronas, el himno nacional que ellos musiquean acompañado de ruidos que imitan la sonoridad directa de las bandas lisas...
Un día, llega la paz. Los licencian en Nico Pérez. Les regalan el caballo y su apero, el poncho y diez pesos que su novelería golosa hará desparramar, dispendiosamente, en los víveres de la pulpería cercana..." 


 Cartel que anuncia el final de la Revolución de 1904 con José Batlle y Ordóñez, ex presidente uruguayo, en primer plano.

De regreso al hogar nada vuelve a ser igual. Pedro ha madurado aceleradamente no pudiendo recobrar la vida anterior que quedó definitivamente atrás.  

Durante todo el azaroso 1905, con 16 años, el joven Pedro Leandro trabaja como auxiliar de la Inspección Departamental de Escuelas.
Sus dos hermanos mayores dejaron el hogar paterno buscando su propio camino. El mayor, Juan, se afincó en Montevideo, iniciando su larga carrera en el ambiente judicial. Las  noticias que llegaban de su hermano mayor hace que Pedro Leandro decida trasladarse a Montevideo.
Ese mismo año de 1905  se traslada a Montevideo, donde se radicará definitivamente, dedicándose con verdadero entusiasmo a la labor de escritor, pues ya se había revelado claramente en él, una verdadera vocación.

 

 Se despide de sus padres llevándose el mayor tesoro consistente en ese mundo afectivo que marcaría a fuego su vida y su obra.
Dice Rolina Ipuche Riva "Fue el viaje en diligencia alejándolo legua a legua, trote a trote, posta a posta del Treinta Tres que, a partir de ese instante, se volvería para el joven viajero en un universo único, cerrado a todo embate y a todo olvido. Le quedó en la memoria como un medallón salvaguardado del tiempo, fijo en sus seres, en sus cosas, en sus hechos y geografía.  Treinta y Tres ha perdurado así, en el escritor, como una viva leyenda y se comprende que esté infuso en su obra total, como una savia de necesaria permanencia."

Cumplido su bachillerato, inició cursos de Filosofía y Humanidades en el Seminario Conciliar; esto le abrió en parte panoramas hacia diversas lecturas, y desarrolló además, con distintos maestros, su estudio de lenguas: demostró ser, no sólo un dominador del español, a pesar del juicio de Zum Felde, sino que aprendió inglés, italiano, francés, guaraní y asimismo las lenguas clásicas: griego y latín.
No fue allí donde halló el que creyera camino definitivo pero sí donde tuvo maestros eminentes que le hicieran aprender el sentido del estudio disciplinado y metódico, calando en profundidad, abriéndole el abanico humanístico de las letras, de los idiomas antiguos y modernos.
Gustavo Gallinal Carbajal, abogado, escritor, crítico literario, historiador y político de inquebrantables principios democráticos.

Mario Falcao Espalter-Se graduó como Doctor en Derecho y Ciencias Sociales por la Facultad de Derecho de la Universidad de la República. Ejerció su profesión, escribió sobre temas jurídicos y también fue Profesor de Historia y Constitución Uruguayas en el Instituto Normal de Montevideo. 

Lorenzo Carnelli en el parque 25 de agosto. Destacado abogado, político, legislador y periodista, radicado en Tacuarembó en 1912-1917. 

En este período el joven estudiante descubrió, con su originario impulso de fraternidad, a otros seres de su edad que buscaban, también, su meta verdadera.
Con la mayoría de ellos trabó una amistad que sólo silenció la muerte y, puede afirmarse, que fueron descollantes miembros de una larga generación. Sólo recordemos entre muchos a Alfredo Canzani, Miguel Fourcade, Lorenzo Carnelli, Gustavo Gallinal, Oscar Rodríguez Rocha, Mario Falcao Espalter, José Carlos Montaner, Juan Antonio Collazo, Silvestre Pérez.

 José Enrique Rodó
Fuera del ámbito de estudios que abandonará luego, Pedro Leandro descubrió al maestro de la juventud, José Enrique Rodó
que debió causarle un profundo sacudimiento.
Rodó es quien lo atrae, sin gestos pero naturalmente, al mundo de las letras vivas al que se vinculará cada vez con mayor entusiasmo.
También el contacto con Julio Herrera, Armando Vasseur, Paul Minelli , las presencias disonantes de Roberto de las Carreras y Angel Falco que tienen gran influencia en su vida. Todo ese ambiente montevideano de la Torre de los Panoramas y del gay-saber; el modernismo, el lirismo tribunicio de Juan Zorrilla de San Martin.

En el año 1909, con  veinte años, el inédito escritor había comenzado a intervenir en actos literarios. Al terminar el Homenaje a Alcides de María, Julio Herrera, lo felicita y abraza haciéndolo sentir reconocido.




 Toma impulso para seguir escribiendo y lleva a "El Siglo Ilustrado" un tomo de poesías, "Dos lágrimas". Su corrección coincidía con la de "Motivos de Proteo", solemne ocasión que lo puso junto al maestro y que le permitió comulgar de aquel aire sagrado y de aquel planear de la gloria. Es así como escribe sobre José Enrique Rodó unas conferencias de titulo bastante sorprendente: "Los Motivos de Proteo del punto de vista cristiano", que lee en el Ateneo de Montevideo y en el Centro Larrañaga.

  
Ricardo León- Cultivó poesía, novela y ensayo.

El 1912, se había llamado a concurso para celebrar a la Virgen del Pintado, la patrona celeste de los Treinta y Tres.
El jurado estaba presidido por Juan Zorrilla de San Martín además de Hipólito Gallinal y Joaquín Secco Illa. 

Pedro Leandro presenta un poema que lleva por sostén temático el "Spes nostra salve" y el lema: Pro aris et focis. Intentaba unir allí los conceptos de Patria y Religión.
Gana el Primer Premio consistente en una  medalla de oro y cien pesos. 
Así se afianza su entrada en el mundo de las letras. Su nombre se coloca ya entre los de la nueva generación; recibe las voces de aliento de un Ricardo León, de la Condesa de Pardo Bazán.  

Es entre 1912 y 1914 trabaja en la obra "Engarces" que se publica  en 1922.

En  el año 1915 publica "El Solitario de Piedras Blancas".

En el año 1916 publica  después de una estadía en su solar natal y mucho trabajo, una serie de sonetos que titula "La Pajarera Nativa". ("Vamos a ver los pájaros nativos / entre sierra, bañados y boscaje").
Estos poemas, de acento particular, marcarán un rumbo definido a su obra. Son, como todos los acontecimientos de la vida del poeta y del hombre en este lapso, un verdadero impulso esencial y de combate. 



En noviembre de 1919 se casa con Espiritina Riva Melas. De este matrimonio nacen dos hijos: Pedro Leandro y Rollna.
Pedro Leandro era  un hombre sano que practicaba deportes. Realizaba actividades de gimnasia, pelota vasca, y esgrima. Este último deporte lo abandonó después de un episodio donde Druillet le rasgó el traje. También practicó fútbol entre equipos aficionados, donde su velocidad le valiera el apodo de "puntero furia".
En 1923, con su compañero Arturo Dall'Orto, una revista mensual que dejará un camino importante en la bibliografía especializada. Se trata de "Guía del Comercio" que dirigirá fiel y devotamente durante cuarenta años con el mismo compañero fundador.
Su vinculación con el foro y la política, su amistad con José Batlle y Ordóñez y la plana mayor de "El Día" y muy en particular con Baltasar Brum y Domingo Arena, lo llevan, a ser candidato a la diputación. Renuncia pronto a ella y desde entonces se aleja definitivamente de toda actuación pública en lo político.

 Durante la década del 20 se estrechan sus vínculos literarios con toda América y la Europa Atlántica. Su obra despierta valiosos ecos internacionales. Francis de Miomandre y Valéry-Larbaud lo traducen en múltiples ocasiones. Desde España, Cansinos Assens, Unamuno, le hacen sentir el fresco vigor de su lengua castellana. 
Desde Buenos Aires se vincula  con Güiraides en cuyas veladas, junto a Adelina del Carril, se leyeron innumerables originales de Ipuche, mientras tomaba cuerpo "Proa", la revista del grupo y de la que serán corresponsales uruguayos él y F. Silva Valdés. 
Mantuvo además comunicación con Bernardo Canal Feijoo, Francisco Luis Bernárdez, Jorge Luis Borges y con Gabriela Mistral desde Chile y Héctor Cuenca desde Venezuela.

En 1927, después de casi diez años de ausencia, vuelve a Treinta y Tres. Al decir de su hija Rolina "que es como ir a bañarse en aguas lustrales y donde reunirá, bajo el cielo original, a su familia entera: a sus raíces y a su nuevo tronco. No es difícil suponer que éste fue uno de sus viajes más memorables, su reencuentro directo con seres y fantasmas, naturaleza y afectos, realidades y leyendas."
Volverá a Treinta y Tres en ocasión del asesinato de una familia campesina del Oro triste episodio donde entró a la historia la heroicidad de un niño que todos recordamos, Dionisio Díaz.
Ipuche visitó la escena de la tragedia para escribir la historia pero luego abandonó el proyecto frente a la aparición de publicaciones del hecho de tipo muy comercial.

 En 1931, tras "Rumbo Desnudo", aparece su primer libro en prosa, "Fernanda Soto", la rescatada figura de "la vieja sorda" que viviera su ocaso centenario frente al descubrimiento infantil del autor. 


  “Fernanda Soto” es una narración breve, en ocho capítulos, inspirada en un personaje singularmente interesante, que si bien fue tomado de la realidad, parece que de una anciana llamada Fernanda Coto, tiene en la vida del arte una riqueza notable dentro de la parquedad de su habla y actitudes, que le hace perdurable. Vieja sorda, centenaria, ha conocido a Lavalleja y guardó por mucho tiempo una bombilla del mate del héroe.
Todo en este cuento-poema está narrado con fuerza, hasta con dureza unida a sensibilidad evocativa y a pudores de artista. Bordoli, en su excelente prólogo a la edición “Clásicos Uruguayos” escribió al respecto: “Nosotros hemos notado que casi siempre, cuando por imposición del tema, Ipuche se ve obligado a contar algo que huele mal, casi ni quiere contarlo, va sobre ascuas. Lo da por contado...” El autor entra en la historia de sus personajes sin hacerles una introducción; la Vieja habla, pero no se sabe quién es, ni tampoco se aclara mucho a propósito de los demás: la madre, el Muleque, Juan Lima, Lalo Medeiros, Ramón Carrasco, Clementino, Salvador... De todos ellos se da apenas un chispazo que ilumina algún momento de sus vidas, sin un “antes” ni un “después”. El final del cuento es misterioso y notable. En sus últimos instantes, la Vieja anuncia que va a nacer. ¿Al arte? ¿Habrá que recurrir a las filosofías orientales? 
Hyalmar Blixen

Tuvo una estrecha relación de amistad con los plásticos de esa época: Figari, Méndez Magariños, B. Michelena, Cúneo, Arzádum, Pastor, Milo Beretta, etc.
Fue su gran amigo, el escultor Antonio Pena ("... Pena con su cara viva, / bañada de niñez como una cuna" de "Con Pena entre la luna") quien ilustró la primera edición con diez grabados .

 El 12 de enero de 1934 muere en Treinta y Tres. su madre, a la que llamara "arachana espiga" y "macerada india santa".  "Sentimentalmente, es éste un hecho a señalar pues, como él mismo lo escribió años después: ". . . ¡Ah profunda mujer / con tu caer / tambaleó la raíz de mi vida, / y como paso abierto, / en ml sangre movida / hallé al horror despierto" ("Canto a la madre" de "Tierra Celeste", 1938)."(Rolina Ipuche Riva) 


En el año 1935 publica  "Isla Patrulla" un romance novelesco gestado en una época de fractura política donde muchos de sus amigos se fueron al destierro. Esta situación lo llevó a frecuentar más sus lugar de origen estrechando vínculos con amigos y familiares , sobre todo con su hermano Eufemio con quien recorrió caminos y estancias que encerraban historias pasadas.
Así lo analiza  Hyalmar Blixen- " En “Isla Patrulla” (1935) hay un tremendo drama humano; en la guerra, sin reconocerse, los dos hermanos, uno colorado y otro blanco, se matan entre sí. De ahí la maldición, esa maldición que a esas batallas fratricidas haga el padre, el coronel Ezequiel Cruz. Sabat Ercasty, al prologar este libro de Ipuche, dice: “Su prosa casi no lo es. Tiene la emanación de una cosa conversada, llena de nervio y de fino dinamismo interior... Si no fuera por la carga lírica donde la emoción personal triunfa, por el deleite sabroso del lenguaje que mezcla a lo natural e ingenuo de las historias populares, el vocablo elegido por regusto de artista, el giro caprichoso de una frase crespa y barroca, podría pasar su historia por cosa dicha por la clara y vieja voz del pueblo”. Destaca Sabat en él, el “esparcimiento fácil del corazón”, el “gusto por los contrastes”, la “rebeldía de autodidacta que se burla de universalidades y de academias” y esa mezcla, en partes iguales de sagrado salvajismo y cultura refinada y bravía."


El 7 de setiembre de 1937 muere su padre, Juan Bautista Ipuche.

En 1938 deja su cargo público que ocupaba para dedicarse casi exclusivamente a su obra literaria.

En 1942, publica  "La Llave de la Sombra".
Luego se aboca a revisar su obra poética para reunirla en un solo tomo con el título "Caminos del Canto". Esta obra que reunió treinta años de creación lo hace acreedor a la distinción máxima que otorgaba, en ese entonces, el Ministerio de Instrucción Pública: la Medalla de Oro. La medalla que recibió tuvo para el poeta una emotiva coincidencia pues había sido realizada por Antonio Pena, su amigo. 
 
Entre los años 1943 y 1950  Pedro Leandro Ipuche escribe muchas obras teatrales. -"Tanicho", tragedia gaucha basada en un conocido hecho de su departamento natal, el de la muerte de los "turcos" ambulantes, enterrados luego en una laguna perdida por zonas sin vigilancia.
- "Cristiano Robla" que revive un jirón de nuestra vida colonial.
- "Lucho", una comedia que se desarrolla en el ambiente universitario.
- "El dormido" que él mismo califica de "drama astral".
- "El doctor León Balseiro" que entreteje, alrededor de la figura de un médico de campaña, anécdotas que, seguramente, conoció el autor.
- "Dino, el rey niño" que estrenara la Comedia Nacional en abril de 1950. 

En ese mismo período escribe y publica varias obras en prosa.



- "El Yesquero del Fantasma" (1943).

En el año 1946 Pedro Leandro Ipuche, publica Cuentos del fantasma. Entre sus veintiún textos, se destaca “Los muertos no quieren mudarse”, vinculado con un fantástico portador de vestigios románticos.

Ante determinados acontecimientos extraños ocurridos en el cementerio, los habitantes asustados de un pueblo deciden trasladar las tumbas hacia “una chacra lejana, con su tradición de asombro y ánimas”. Pero cuando llegó el día en que iba a realizarse la mudanza, “los bueyes y las mulas habían desaparecido. Las cajas de los carromatos, se habían escapado de las ruedas. Y las ruedas andaban dando vueltas, como sopladas por espíritus pícaros y trastornadores”. El cuento finaliza: “Pues... ya lo ven. Los muertos no quieren mudarse” 



- "Alma en el Aire" (1952).

- "La Quebrada de los Cuervos" (1954).

De este último de los libros nombrados, compuesto por una serie de cuentos de ambiente campesino y una larga narración que da titulo al volumen. 
Ipuche dice del mismo: "Este romance ha sido realizado con los recuerdos de la excursión que hicimos con don Félix Olivera en febrero de 1915", pero "el 22 de marzo de 1953, antes de hacer el traslado definitivo de los originales, estuve otra vez en la Quebrada de los Cuervos".

A fines de 1954, la Asociación Uruguaya de Escritores (de la que había sido presidente durante un ejercicio) organiza el Primer Congreso de Escritores del Interior y elige como sede a la ciudad de Treinta y Tres. 
El 19 de diciembre a la noche el pueblo de aquella ciudad y sus autoridades ofrecen un homenaje a Pedro Leandro Ipuche y a los otros dos poetas del lugar, José Gorosito Tauco y Serafín J. García.

 En el año 1957 publica Caras con alma. En algunos de sus cuentos se alude a acciones de una curandera –en “Bruna Mendez” y “Lino”–, se presenta un personaje espiritista –en “Domingo Perinetti”–, se expone cómo se ocultan unas palomas –en “Las palomas del Polonio”– o se describe la caída oportuna de la escalera de un cadalso antes de la ejecución de un hombre –en “El milagro de Montevideo”–, la mayoría ambientados en tiempos de los inicios de la ciudad de Treinta y Tres y durante la alzada revolucionaria de 1904; no obstante, en ninguno de los mencionados se manifiesta la concreción de un efecto fantástico. Solo se presenta en otro titulado “Don Ernesto”.

Este relato se inicia con una alusión a La divina comedia de Dante y cómo Virgilio, de recorrida por el infierno, se sorprende al distinguir allí a alguien que acababa de ver en la tierra; a partir de una trama simple se prepara el clima del relato para lo que se va a narrar a continuación. En este sentido, se describen algunos episodios de un “personaje fúnebre”, como esas personas que “resultan figuras descifrables en la clave doble de la vida y la muerte”.

Don Ernesto, un alemán gerente de una cervecería de Montevideo, había regresado de un viaje a su país luego de finalizada la Primera Guerra Mundial, y le refirió al narrador que Alemania, a pesar de la guerra, se hallaba en un momento de desarrollo.

 Luego de unos años, volvieron a encontrarse. Don Ernesto había dejado de ejercer la gerencia de la cervecería para ocupar un puesto en el directorio. Para festejar el encuentro, tomaron unas cervezas en un bar y, luego de conversar un rato, se despidieron.

 Días después, el personaje tuvo que visitar la cervecería para efectuar una diligencia judicial. Fue recibido por el nuevo gerente y, mientras llevaban a cabo la gestión, bebieron una cerveza. Cuando estuvo finalizado el trámite, y antes de despedirse, el narrador le expresó al gerente que había tenido el gusto de encontrarse, unos días antes, con don Ernesto. Y el gerente le respondió: “Usted no pudo haber visto a don Ernesto”. Ante la insistencia del protagonista, el gerente lo condujo al salón de sesiones del directorio y, parándose ante los retratos de los fundadores y directores fallecidos, se presentó el siguiente diálogo que le da fin al cuento:

“—¿Este es el don Ernesto que ha visto usted?

 —Exactamente, el mismo.

 —Falleció hace cuatro años” .

El relato, de este modo, despliega el hecho de que alguien se encuentre y tome unas cervezas en un café con un conocido, ignorando que en realidad había muerto algunos años atrás. En este sentido, se presenta el encuentro inusitado entre una persona viva y otra del más allá, un acontecimiento en que se franquea el espacio que separa dos dimensiones contrarias.

En marzo de 1958 vuelve a Treinta y Tres donde, para acompañar en sus últimos momentos de la muerte de su hermano Eufemio.

En en año 1959 se edita "Hombres y Nombres".

En 1961 se reedita  "Isla Patrulla". 




 En el año 1961 entrega la primera edición de "Chongo" (reeditado en 1964) con estas palabras preliminares: "Dedico este libro a los niños de Treinta y Tres que se vayan sentando, con el tiempo, en los bancos escolares de la región querida". La narración hilvana las aventuras de "Chongo", el petiso de la escuela-granja dirigida por su hermana Juanita en las cercanías del Yerbal.

"Chongo" narra las aventuras de un personaje llamado Chongo, el petiso de la escuela-granja dirigida por su hermana Juanita en las cercanías del Yerbal. Esta obra, dedicada a los niños de Treinta y Tres, relata las peripecias y vivencias de Chongo en un entorno rural, ofreciendo una narración que combina elementos de aprendizaje, aventura y la vida cotidiana en la región querida. La historia de "Chongo" se teje con la intención de brindar entretenimiento y enseñanzas a los jóvenes lectores, destacando la creatividad y sensibilidad literaria de Pedro Leandro Ipuche en el ámbito de la literatura infantil.


 Basilica de Paysandu destruida por los bombardeos brasileros-1865

En el año 1962  tras varios años de documentada preparación, publica "La Defensa de Paysandú" en homenaje al centenario de ese hecho histórico.  

Su última obra publicada fue su poemario "Aire Fiel" (1964) y, se halla en prensa su libro en prosa "Fantasmas Tenaces", al que seguirá "Raíz Abierta", una antología poética de temas nativos.
 

Pedro Leandro Ipuche murió en Montevideo en el año 1976

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