Amor, Lealtad y Patriotismo
Carbonilla sobre papel, autor
desconocido. 56x43,5 cm, Museo del Cabildo de Montevideo
Ana Micaela Benita Estefanía Monterroso nace en Montevideo el 3 de septiembre de 1791.
Fue una mujer nacida en la Banda
Oriental, que tuvo un importante rol en la conformación de Uruguay como
República.
Según consta a fojas 38 del
Libro Sexto de Bautismo de la Iglesia Matriz de Montevideo, esa niña era hija
legítima de don Marcos Monterroso, natural de la Villa de Fefiñanes en el
Arzobispado de Santiago de Galicia y doña Juana Paula Bermúdez natural de esta
ciudad, siendo sus abuelos paternos don Manuel Francisco Bermúdez y doña María
Ignacia Artigas, prima hermana del Prócer José Gervasio Artigas.
Fueron sus padrinos don Miguel
Rian y doña Joaquina de los Santos, y testigos don Gerónimo Vianqui y Joaquín
Pelegrin. Todos estos datos están consignados en el citado libro de bautismo,
por el Teniente Cura don Pedro de Pagola.
Como dato destacable debo
decir que la abuela de Ana Monterroso, Ignacia Artigas, era hermana de Martín
José, y en consecuencia tía de nuestro prócer. Siendo tan reducido el número de
habitantes, no más de 10.000 en el Montevideo de aquel entonces, no es raro que
existieran esos lazos familiares entre distintas familias.
Ana Micaela Monterroso creció
en una familia profundamente comprometida con las causas independentistas en
Montevideo a fines del siglo XVIII. Su padre, Marcos José da Porta Monterroso,
un inmigrante gallego comerciante y cabildante, y su madre, Juana Paula
Bermúdez Artigas, prima de José Gervasio Artigas, reforzaron ese entorno
político y social desde sus raíces familiares.
Ana tenía seis hermanos, entre
ellos José Benito Monterroso, quien fue un clérigo y estrecho colaborador de
Artigas, lo que subraya la implicación directa de su familia con la lucha por
la independencia.
La casa familiar de Ana no
solo fue el lugar donde vivió, sino también centro de reuniones y tertulias
donde se discutían ideas liberales y noticias revolucionarias.
En esas tertulias, se leían
libros traídos desde Europa y periódicos de Buenos Aires, lo que generaba
conversaciones que fortalecían el pensamiento libertario.
Así, desde joven estuvo
inmersa en un ambiente donde se fomentaba el pensamiento crítico y el activismo
político en favor de la independencia, circunstancias que marcaron su vida y
compromiso con la causa patriota.
Desde sus primeros años, Ana
vivió acontecimientos políticos intensos de Montevideo. Su entorno familiar y
social la prepararon para desempeñar un papel activo en la lucha
independentista, apoyando a los caudillos de la revolución y organizando redes
y comunicaciones clandestinas.
Segunda Invasión Inglesa a Montevideo
A los 16 años, Ana Micaela
Monterroso experimentó la Segunda Invasión Inglesa a Montevideo en 1807, un
evento clave dentro de las guerras napoleónicas.
En enero de ese año, una
fuerte expedición británica compuesta por miles de soldados al mando del
General Samuel Auchmuty desembarcó cerca de Montevideo y comenzó el sitio de la
ciudad, que duró alrededor de 18 días.
Las tropas inglesas, con superioridad numérica
y armamento, lograron abrir una brecha en las murallas de Montevideo y tomarla
el 3 de febrero de 1807.
Durante este sitio, la
resistencia de la población fue significativa, involucrando tanto a soldados
como a civiles, entre ellos mujeres como Ana Micaela.
Por su activa resistencia
contra la ocupación inglesa, Ana fue detenida junto con otras mujeres, juzgada
y luego confinada en su propio domicilio.
Este acto reflejaba la represión aplicada por
las fuerzas invasoras a quienes apoyaban la defensa de la ciudad y se oponían a
la ocupación británica.
La toma de Montevideo por los
ingleses fue efímera, ya que la ciudad pronto se convirtió en un foco de
resistencia y contexto para la futura lucha por la independencia de la Banda
Oriental (actual Uruguay). Ana Micaela Monterroso vivió estos hechos siendo muy
joven, pero este episodio fortaleció su compromiso con la causa patriota y la
resistiría durante toda su vida.
Su entorno familiar y social la prepararon para desempeñar un papel activo en la lucha independentista, apoyando a los caudillos de la revolución y organizando redes y comunicaciones clandestinas cuando su esposo, Juan Antonio Lavalleja, lideraba la resistencia contra la dominación extranjera.
Monterroso estuvo involucrada en la política de la época, entregando y
gestionando correspondencia uruguaya en resistencia a los portugueses.
La época en que le tocó vivir,
fines del siglo XVIII , se caracterizó por grandes cambios.
La ciudad de Montevideo sufrió
grandes transformaciones: se construyeron la iglesia Matriz y el Cabildo, se
abrieron calles, se amplió el puerto y comenzó la demolición de las murallas.
Vivió en Montevideo, Buenos
Aires, Río Grande del Sur, incluso en cautiverio con su marido.
Estuvo a cargo de los negocios
familiares durante las épocas en que Lavalleja se encontraba en el interior,
preso o desterrado. Durante los períodos en que era cabeza de familia también
se encargaba de asuntos políticos.
Se vinculó con las
organizaciones clandestinas que funcionaron en Montevideo contra el dominio
portugués y luego brasileño.
También conspiró contra Rivera en la primera presidencia.
En el año 1812, durante el
Segundo Sitio de Montevideo, la ciudad fue rodeada y asediada por el ejército
patriota de las Provincias Unidas del Río de la Plata y fuerzas aliadas de la
Banda Oriental que luchaban por la independencia.
Este sitio comenzó el 20 de
octubre de 1812 y se extendió hasta el 23 de junio de 1814, con una duración
total de 612 días.
Debido a la cercanía del
conflicto y la peligrosidad de la situación, la familia de Ana Micaela
Monterroso, liderada por su padre Marcos Monterroso, decidió trasladarse a
Buenos Aires para resguardar su seguridad.
Montevideo se encontraba en
medio de un bloqueo militar riguroso, con la ciudad bajo control realista y
acosada por las fuerzas independentistas, lo que dificultaba la vida cotidiana
y ponía en riesgo a las familias patriotas.
La familia Monterroso
permaneció en Buenos Aires durante la mayor parte de este período de sitio, en
un entorno más seguro y bajo control de los revolucionarios.
En junio de 1814, tras la
caída definitiva de Montevideo en manos de las fuerzas independentistas
comandadas por Carlos María de Alvear y apoyadas por José Artigas, Marcos
Monterroso y su familia regresaron a Montevideo. Este retorno fue posible gracias
a la victoria patriota que marcó un paso decisivo en la independencia regional.
Este desplazamiento temporal
refleja las consecuencias directas de las guerras de independencia sobre las
familias que apoyaban la causa revolucionaria y vivían en zonas de conflicto,
obligándolas a moverse para proteger su integridad física y continuar su
participación en los procesos políticos desde lugares más seguros.
En el año 1817, tras el fallecimiento de su padre Marcos Monterroso, Ana Micaela Monterroso junto con su madre Juana Paula Bermúdez se trasladaron a Florida, una localidad en la Banda Oriental que para entonces tenía gran importancia estratégica y política.
Esta mudanza respondió a la
necesidad de hacerse cargo de los asuntos familiares y de negocios que quedaban
pendientes tras la muerte del cabeza de familia.
Óleo sobre tela "Juan Antonio Lavalleja" realizado por el pintor Jean Philippe Goulu (1786-1853).
Para ese momento, Ana ya tenía una relación sentimental estrecha con Juan Antonio Lavalleja, un joven caudillo que lideraba la lucha por la independencia de la Banda Oriental.
En octubre de 1817, Ana y Juan
Antonio se casaron por poder en la Villa de la Florida, ya que Lavalleja se
encontraba combatiendo a las tropas portuguesas en la campaña.
El matrimonio se realizó por
poder, porque Juan Antonio estaba enfrentado a las tropas portuguesas por orden
de Artigas y Ana no pudo reunirse con él sino hasta más tarde. El representante
de Lavalleja fue su compadre, Rivera.
Para casarse con Ana,
Lavalleja contradijo la voluntad de sus padres.
El matrimonio fue registrado
por el cura Francisco Oubiña quien lo relata según acta que dice lo siguiente
en su peculiar lenguaje eclesiástico
“En veintiuno de octubre de mil ochocientos diez y siete habiéndose publicado las conciliares proclamas en tres días festivos al Ofertorio de la Misa Popular, y no resultando impedimento alguno para contraer matrimonio don Juan Antonio Lavalleja, Comandante de la División del señor don Fructuoso Rivera, e hijo legítimo de don Manuel Lavalleja y doña Ramona de la Torre, natural de esta Banda Oriental, con doña Ana Monterroso, hija legítima de don Marcos Monterroso y doña Juana Paula Bermúdez, vecina de Montevideo, yo don Francisco Rafael Oubiña Cura Vicario interino de esta Villa de la Florida, desposé por palabra de presente a los referidos Juan Antonio y doña Ana, asistiendo a la ceremonia por éste el dicho don Fructuoso en virtud de poder jurado que tenía de él, cerciorado yo antes de sus mutuos consentimientos de que por mí fueron preguntados y siendo de ello testigos el Mayor don Felipe Duarte y el Capitán don Ramón Mansilla, de la dicha División: y para que conste lo firmo. Francisco Oubiña.
El traslado a Florida y el matrimonio marcaron un período significativo en la vida de Ana, donde combinó sus responsabilidades familiares con la intensa participación política y militar en la causa revolucionaria.
En Florida, Ana asumió un
papel activo en la organización y apoyo a la lucha independentista, manteniendo
contactos y comunicaciones necesarias para el avance de la causa patriota.
Posteriormente, continuó acompañando a su esposo en las distintas etapas del
proceso revolucionario, consolidándose como una figura clave en el apoyo a Juan
Antonio Lavalleja y en la resistencia contra las fuerzas invasoras portuguesas.
Ana Monterroso y su esposo
tuvieron diez hijos, muchos de los cuales vivieron menos que ella.
Ana tuvo mucha influencia
sobre su marido, quien la consideraba su mano derecha.
Ella se encargaba de
distribuir las cartas a los aliados de Lavalleja, organizar reuniones e
informarlo de todo lo que ocurría en la ciudad durante las luchas contra
Rivera.
En los escasos tiempos de paz
organizaba salones en su casa.
Entre los años 1817 y 1828,
periodo crucial en la lucha por la independencia de la Banda Oriental, Ana
Micaela Monterroso desempeñó un papel activo tanto en los movimientos políticos
como en la resistencia armada contra la invasión portuguesa.
Durante este tiempo, apoyó a
su esposo, Juan Antonio Lavalleja, uno de los principales caudillos y líderes
de la resistencia, en sus campañas militares y actividades políticas.
Ana manejaba asuntos
familiares y también se encargaba de la logística política, coordinando
comunicaciones y apoyos a los aliados de Lavalleja.
En el año 1821 se producía la
invasión de nuestro territorio por un poderoso ejército portugués, con la
complicidad del gobierno porteño que en ningún momento defendió a la Provincia
Oriental, sino que además impidió que las otras provincias de la Liga Federal
colaboraran con las disminuidas fuerzas artiguistas.
No obstante el Gral. Artigas
se empeñó en darle combate a los portugueses, y entre otras disposiciones
designó a Rivera como jefe de todas las fuerzas situadas al sur del Río Negro.
Pero la superioridad lusitana
era más que evidente, y así fue que los principales jefes artiguistas fueron
muriendo o cayendo prisioneros.
Juan Antonio Lavalleja fue
capturado por las fuerzas portuguesas el 10 de octubre de 1826 durante la
Guerra del Brasil (también conocida como la Guerra de Cisplatina), que enfrentó
a las provincias del Río de la Plata, incluyendo Uruguay, contra el Imperio de
Brasil.
Antigua
imagen de la Ilha das Cobras (Isla de las Cobras), ubicada al SO de la ciudad
de Rio de Janeiro.
Después de su captura,
Lavalleja fue llevado como prisionero a la Isla de las Cobras, una isla prisión
en la bahía de Río de Janeiro, Brasil acompañado de su esposa Ana.
Durante su encarcelamiento,
Ana manifestó un valor y compromiso notable, gestionando su situación y la de
su familia en condiciones difíciles.
En prisión, Ana dio a luz a
varios hijos, algunos de los cuales fallecieron en infancia temprana.
La pareja estuvo retenida
durante aproximadamente tres años.
La liberación se logró en
1821, en un contexto de cambios políticos y liberales en las cortes españolas y
lusitanas, que facilitaron la liberación de algunos prisioneros políticos bajo
la condición de que jurara respetar la Constitución de Cádiz de 1812.
Esta constitución representaba un compromiso
político liberal que los invasores portugueses buscaban imponer en sus dominios
y en las regiones bajo su control.
Los lusos buscaban asegurarse
de que su influencia política se mantuviera de alguna manera en la Banda
Oriental.
Tras la liberación de Juan
Antonio Lavalleja en 1821, Ana Micaela Monterroso regresó con él a Montevideo
después de varios años en prisión en Río de Janeiro.
Durante el viaje de regreso,
ocurrió un hecho significativo: Ana dio a luz a un hijo llamado Egidio Juan
Pedro frente a la Isla de Lobos, en pleno Río de la Plata, el 3 de julio de
1821.
Este nacimiento en el viaje
subraya las difíciles condiciones en las que la familia Lavalleja-Monterroso
vivía, siempre marcada por las circunstancias de la lucha independentista y sus
consecuencias.
Luego del nacimiento de Egidio, la familia se
trasladó a la estancia llamada Rincón de Zamora, en el departamento de
Tacuarembó, donde Juan Antonio administraba una propiedad rural mientras
continuaban con sus actividades políticas y militares.
Ana continuó dando a luz a
otros hijos en los años posteriores y se mantuvo al frente de los asuntos
familiares y políticos, apoyando a su esposo y participando en la vida
revolucionaria y social que llevó a la conformación de la República Oriental
del Uruguay.
Este episodio destaca la fortaleza y el
compromiso de Ana, que aun en medio de adversidades y cárceles, mantuvo firme
la familia y la causa patriótica.
Casa de la familia Lavalleja Monterroso
Tras la liberación, Ana y su
esposo pudieron regresar a Montevideo, donde continuaron participando
activamente en la organización política y militar que condujo a la
independencia definitiva de Uruguay.
Además, Ana organizó y dirigió
grupos de mujeres para apoyo logístico y político, fue la promotora de la
confección de la bandera tricolor de la Cruzada Libertadora y conspiró contra
gobiernos adversos como el de Fructuoso Rivera.
Ana no solo fue compañera en la vida familiar
sino también mano derecha política y militar de Lavalleja, demostrando una
notable influencia en el proceso revolucionario.
Ana Monterroso representa a
las mujeres que acompañaron la revolución, pero no fue la única.
Muchas de ellas, a pesar de
ser anónimas, fueron muy importantes en este proceso.
En algunos casos participando solo como compañeras de los caudillos, en otros siendo ellas mismas líderes militares, las mujeres tienen un capítulo importante en la lucha por la independencia de la región.
En la década de 1830, Ana Micaela
Monterroso y su familia enfrentaron numerosas dificultades políticas y
económicas en un contexto de continuos conflictos internos y externos en la
joven República Oriental del Uruguay.
Durante este tiempo, su esposo Juan Antonio
Lavalleja, que había sido nombrado Gobernador Provisorio tras la constitución
del país en 1830, se vio envuelto en luchas de poder contra otros caudillos y
facciones políticas rivales, especialmente en enfrentamientos con Fructuoso
Rivera.
Debido a los avatares
políticos y la pérdida de poder, Lavalleja fue exiliado en Brasil en algún
momento en esta década.
Ana, para no separarse de su esposo y apoyarlo
en estas duras circunstancias, viajó a Río Grande (Brasil) para reunirse con él
durante su exilio.
Allí, Ana se ocupó de la familia
y la relación con su esposo, manteniendo el compromiso político y personal que
los había unido durante tantos años.
Durante esos años de exilio,
Ana también tuvo que afrontar la crianza y educación de sus numerosos hijos en
medio de la inestabilidad económica y social.
A pesar de las adversidades,
mantuvo un rol activo en el entorno político, apoyando a Lavalleja en sus
proyectos y conspiraciones contra los gobiernos rivales del momento,
especialmente contra Fructuoso Rivera, quien incluso le confiscó bienes a la
familia.
En 1836, la familia de Ana
Micaela Monterroso regresó a Montevideo tras un período de exilio y
dificultades políticas.
Ese mismo año, Juan Antonio
Lavalleja volvió a incorporarse a la lucha armada al frente de un ejército
combinado con fuerzas de Manuel Oribe, aliado de Juan Manuel de Rosas en
Argentina.
Lavalleja desembarcó en
Colonia el 1 de agosto de 1836 al frente de un centenar de hombres, reactivando
su influencia militar y política en la Banda Oriental.
La alianza entre Lavalleja y
Oribe formó parte del conflicto interno uruguayo que derivó en la llamada
Guerra Grande, enfrentamiento entre los partidos Blanco (oribistas) y Colorado
(riveristas).
En la Batalla de Carpintería
(19 de septiembre de 1836), las fuerzas bajo el mando de Lavalleja y Oribe
derrotaron a Fructuoso Rivera, consolidando temporalmente su poder.
En esta batalla surgieron las
divisiones tradicionales en el país, con los blancos identificados por cintas
blancas y los colorados por cintas rojas.
Lavalleja, como aliado de
Oribe y Rosas, participó activamente en múltiples combates y maniobras
militares en defensa del gobierno blanco y federal.
Su apoyo a Oribe contribuyó a
fortalecer la alianza con la Confederación Argentina, donde Juan Manuel de
Rosas era una figura central.
El retorno de Lavalleja a la
lucha armada representó un momento clave en la definición del rumbo político y
militar de Uruguay en esa década turbulenta, en la que Ana Micaela Monterroso
permaneció a su lado, afrontando junto a él los retos personales y políticos de
la Guerra Grande.
Ana continuó visitando y
apoyando a su esposo mientras enfrentaban derrotas militares y situaciones
precarias hasta la muerte de su esposo.
El 22 de octubre de 1853 muere
Juan Antonio Lavalleja en Montevideo, después de asumir un breve mandato
político dentro del Triunvirato que gobernó Uruguay.
En instantes en que se decidía
a firmar una resolución, experimentó un trastorno repentino que le detuvo en su
gesto, y le hizo incorporar en forma vacilante y emitir una ininteligible queja
de malestar.
Se le
atendió con solicitud,
reclinándolo en un
sofá a la espera de
la asistencia médica
en seguida reclamada.
Los Doctores Michcrelson y Muñoz
hicieron todo lo que estaba a su alcance en la
época. Practicaron una sangría, medida ímproba ante la naturaleza
irreparable del mal.
La alta posición del fallecido
obligó a certificar la normalidad del
acaecimiento.
Casi simultáneamente con
el discernimiento de las honras
funerarias, Juan Carlos
Gómez detuvo todas
las suspicacias y
rumores dables, determinando
la celebración de
la autopsia.
Verificada
ésta, los once
facultativos principales de
la ciudad confirmaron
la fulminante hemorragia
meníngea causante del deceso
La sorpresa
y el dolor
hicieron presa de
los protagonistas.
"La noticia
corrió velozmente; todo
el Montevideo oficial acudió
a la Casa de
Gobierno.
Espontáneamente se
ofrendó el primer
emotivo homenaje.
El Gobierno
en pleno, con la cabeza
descubierta, procedió a
transportar el cuerpo
venerable a su
morada, ubicada escasamente
a un centenar de
metros del Fuerte.
Y en la
señorial residencia construido
por de Mello,
Doña Ana Monterroso
de Lavalleja serena
y estoicamente, con
el mismo temple
que supo mostrar
a través de
tantas jornadas de la
gesta emancipista, recibió
los despojos del
esposo.
Las mismas
campanas que una
semana otras habían
proclamado la alegría
de la paz
anunciaron la nueva
desgraciada, casi al unísono con
los disparos fúnebres
de los cañones
del fuerte de San
José.
Y toda
la sociedad, toda
la población, toda
lo ciudad, todo -el
país impuso el
luto y el
silencio de la
consideración pública, en demostración del
verdadero aprecio y sincero pesar
por la muerte «de Juan Antonio
Lavalleja
Correspondencia de esa época
ANA MONTERROSO
DE LAVALLEJA A
PACHECO Y OBES
.Montevideo, 12
de Noviembre de 1.853.
Señor General
Don Melchor Pacheco
y Obes.
Señor General
de mi amistad
y aprecio:
Mi esposo,
que apreciaba en
usted el puro
patriotismo de que le
había visto dar
pruebas desde que
a sus-órdenes empezó
usted su carrera
el año 1825;
que estaba unido
con usted en
ideas políticas, había pensado
antes que la
muerte nos lo
arrebatara, hacer presente a usted de
la espada que
llevó en Sarandí,
como la mayor prueba
de aprecio que
podía- dar a
usted, y también
como galardón merecido por
el que con
tanto tino y
desprendimiento ha realizado la
revolución que ha
asegurado la libertad
y el porvenir de
la patria.
La muerte
impidió que ese acto
de justicia se
llevara a cabo por
mi esposo, pero
no por esa
ha de quedar
sin cumplimiento lo que
era su voluntad."
Vengo pues,
a cumplirla, remitiéndole por
mi hijo Constantino
la espada del
que fue General
Lavalleja.
Acéptela usted,
señor, y acepte
las seguridades de
la amistad invariable
que le profesa
su af. y S.S.
ANA M. DE
LAVALLEJA.
Copia de "El Nacional"
**
PACHECO Y
OBES A ANA
MONTERROSO DE LAVALLEJA
"Sra. Da. Ana
Monterroso de Lavalleja.
Señora de
todo mi respeto:
Si me
hubiera sido concedido
el prestar a la
'Patria esos servicios
gloriosos que aseguran
al hombre la
inmortalidad, recibiría con tanto
respeto como gratitud,
la espada que V.
se digna enviarme
con su honrosa
carta de esta
fecha. La recibiría como
el más alto
presente, como la
mejor recompensa.
No teniendo
la fortuna de
encontrarme en tal
caso, siendo apenas un
buen ciudadano, me
es preciso rehusar
ese glorioso presente, que
devuelvo a V. por conducto
de mi hermano
el Coronel Pacheco y
Obes.
Al devolver
empero la espada
que trozó en
el Sarandí nuestras
cadenas, me atrevo
a pedir a
V. que la
conserve en su
familia hasta que la
Patria la reclame
para colocarla al
frente de sus
más altos timbres. Yo
creo señora que la espada
del Héroe de los
Treinta y Tres,
la espada del
Libertador de la
Patria, solo debe
pertenecer a la
Nación, cuya gloria
levantó tan alto
el General Lavalleja.
Entretanto V.
comprenderá que su
carta me haya
hecho experimentar las
más dulces emociones.
Ella será conservada
por mí como un
testimonio de su
bondad, y como un
título inapreciable de honor,
porque lo será
para cualesquiera el
haber inspirado al
Libertador de la
Patria el pensamiento
que su carta
me transmite.
S¡ mucho hubiera
hecho yo por
ella, ese pensamiento
me habría premiado
con exceso.
Admita V,
pues la expresión
de mi profunda
gratitud, la de mi
respetuosa amistad, sería
inútil: V. sabe
que ese sentimiento, desde muchos
años, es consagrado con
sinceridad a V. y
a su apreciable
familia, por su
atento servidor.
Q.B.S.M.
M; PACHECO
Y OBES.
**
Montevideo, 12
de Noviembre de
1853.
."Del fassímil
publicado en el
número especial de
"Minas-Lavalleja".
el 12 de
Octubre de
1902.
CONDOLENCIAS DE
RIVERA A DOÑA
ANA MONTERROSO DE LAVALLEJA
Sra.
Doña
Ana M. de
Lavalleja.
Yaguarón Octubre
29 de 1853.
Apreciada Comadre:
Sé la
pérdida que la Providencia
Divina le ha determinado,
y a la
vez de quedar cierta de
mi inexplicable sentimiento,
no debe Vd.
dudar de la impresión
que me acometió.
Yo apreciada
comadre estoy mejor
y con la
dulce esperanza de verla
muy pronto; por
lo que espero
que cuando llegue
ese momento, la hallaré revestida de
la resignación bastante
para soportar un dolor,
que así como
el orden de la
naturaleza lo hace inevitable en la
vida, no es
esa mismo la
que puede con
facilidad, alejarnos el pesar
que sella en
nuestra alma.
Ligados a!
sentimiento de Vd, su comadre
y yo, la
saludamos con el
mayor aprecio.
Soy de
Vd. Compadre y
amigo
Q.B.S.M.
FRUCTUOSO RIVERA.
Publicada por Mario
Falcao Espalter en
"La Prensa" de
Buenos Aires.
Original en .poder
del historiador Prof. Juan E.
Pivel Devoto
**
Ana Micaela Monterroso- 1855
Ana Micaela Monterroso
falleció el 28 de marzo de 1858 en Buenos Aires. Aquel último tramo de su vida
lo vivió lejos de su querida patria, Uruguay, por la que tanto luchó durante
las décadas anteriores y en las guerras por la independencia. Fue enterrada en
el Cementerio de la Recoleta, uno de los cementerios más emblemáticos de Buenos
Aires, donde descansan muchas personalidades históricas de Argentina y América
Latina.
Su muerte marcó el fin de una
vida llena de compromiso político y social. Ana fue una figura fundamental en
la conformación del Estado uruguayo, acompañando a su esposo Juan Antonio
Lavalleja no solo en la vida familiar sino también en la resistencia contra las
dominaciones portuguesa, brasileña y en los conflictos internos de Uruguay.
En sus últimos años, enfrentó
dificultades económicas y políticas, y vivió separada de su tierra natal debido
a circunstancias de exilio político.
HOMENAJES
Ana Micaela Monterroso fue una
figura clave de la gesta emancipadora uruguaya, participando activamente en la
resistencia política y militar desde el ámbito doméstico y social.
Fue considerada una patriota
valiente y resiliente, símbolo de las mujeres que contribuyeron invisibilizadas
a la independencia y creación del Estado uruguayo.
Además, como esposa de
Lavalleja, mantuvo la unión y apoyo en momentos de prisión, exilio y guerra, y
tuvo un papel destacado en la conducción de asuntos familiares y políticos en
tiempos turbulentos.
A lo largo del tiempo, Ana Micaela Monterroso ha recibido varios homenajes póstumos que buscan mantener vivo su recuerdo como una mujer patriota clave en la independencia y formación de Uruguay.
Entre los homenajes y
reconocimientos más destacados se encuentran:
Nombre en instituciones
educativas:
Escuela
N° 104 Ana Monterroso de Lavalleja
Escuela N° 104 Ana Monterroso
de Lavalleja es una escuela en Departamento de Lavalleja, Uruguay que se
localiza en Coronel Manuel Lavalleja. Escuela N° 104 Ana Monterroso de
Lavalleja se encuentra cerca del terreno de juego de Cancha de Lavalleja F.C.,
así como del parque de Rambla Esther Moré.
El Liceo Nº 2 de Florida lleva
su nombre como reconocimiento a su legado histórico y su rol en la Revolución
Oriental.
Conferencias y charlas:
Se realizan conferencias y
ciclos de charlas para difundir su vida y obra, resaltando su figura como una
mujer valiente, leal y activa en la causa independentista.
Por ejemplo, en Paysandú y
otras ciudades del Uruguay se han organizado mesas redondas y exposiciones
sobre su vida.
Presencia en museos
históricos:
Su retrato y objetos asociados
a su vida están expuestos en el Museo Histórico Nacional de Montevideo,
especialmente en la Casa de Lavalleja, para preservar la memoria de su
contribución.
Reconocimiento en la
literatura y medios culturales:
Diversos trabajos históricos,
biografías y artículos por investigadores y periodistas destacan su papel clave
como compañera política y social de Juan Antonio Lavalleja, además de su
participación directa en conspiraciones y resistencia contra los gobiernos
rivales.
Calles conmemorativas:
Aunque menos frecuentes,
existen placas conmemorativas y alusiones en espacios públicos que recuerdan su
valiosa contribución a la independencia y posterior formación del estado
uruguayo.
Este conjunto de homenajes
refleja el creciente interés en reivindicar el rol de las mujeres en la
historia nacional, y Ana Micaela Monterroso se destaca como símbolo de la mujer
patriota que, sin protagonismo mediático, fue esencial en la construcción del
Uruguay independiente.
LEGADO
El legado de Ana Micaela
Monterroso es el de una mujer fuerte, valiente y activa en la gesta
emancipadora, considerada un símbolo de las mujeres patriotas que, aunque
invisibilizadas muchas veces por la historia tradicional, fueron pilar
fundamental en la construcción de la nación uruguaya.
El legado de Ana Micaela
Monterroso se refleja aún hoy en Uruguay como un símbolo de la participación
activa y valiente de las mujeres en la lucha por la independencia y la
formación del Estado uruguayo. Su vida y obra han inspirado el reconocimiento
de la importancia de la mujer en la historia nacional, corrigiendo la
invisibilización que sufrieron muchas mujeres revolucionarias.
Ana dejó una huella profunda en varios ámbitos:
Liderazgo y compromiso patriótico:
Fue un pilar fundamental en la causa independentista, acompañando a Juan Antonio Lavalleja y actuando como dirigente política y estratega en momentos clave.
Su capacidad para manejar asuntos familiares y políticos la convirtió en una pieza clave en la resistencia contra las dominaciones portuguesa, brasileña y en conflictos internos.
Ejemplo de coraje y resiliencia:
Ana fue detenida y juzgada, sufrió destierros y confiscaciones, pero nunca abandonó la lucha ni a su esposo.
Su historia es narrativa de
valentía frente a las adversidades, destacando su papel como mujer
revolucionaria.
Reconocimiento y símbolo histórico:
Actualmente es reconocida mediante homenajes, como la nominación de liceos y presencia en museos, y es motivo de estudios y difusión cultural.
Su
imagen representa a las “mujeres invisibles” que acompañaron la Revolución Oriental.
Inspiración para el feminismo histórico:
Ana Monterroso es un modelo para la reivindicación del papel de la
mujer en la historia y la política, contribuyendo a expandir la visión sobre la
construcción social y política del Uruguay, valorando el aporte femenino en esa
etapa.
En suma, el legado de Ana
Micaela Monterroso perdura en la memoria colectiva, en la historia oficial y en
los espacios educativos y culturales, donde se reconoce su influjo como una
mujer patriota, madre y revolucionaria que dedicó su vida a la independencia y
a la construcción nacional
FUENTES
https://es.wikipedia.org/wiki/Ana_Monterroso_de_Lavalleja
https://www.eltelegrafo.com/2024/03/conferencia-sobre-ana-monterroso/
https://uuee.ejercito.mil.uy/eehh/2024/11/13/periodo-de-independencia/
http://contenidoseducativosdigitales.edu.uy/
https://elbibliote.com/resources/Temas/Historia/399_409_Guerra_Mil_Conformaciones_1839_1852.pdf
http://www.elmirador.edu.co:8081/wikipedia_es_all_maxi_2023-05/A/Ana_Monterroso_de_Lavalleja
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