Blog de Arinda

OBJETIVO :En este Blog vas a encontrar mis producciones en pintura y escultura. Además, material recopilado a través de mi trabajo como maestra, directora e inspectora, que puede ser de interés para docentes y estudiantes magisteriales .

miércoles, 3 de septiembre de 2025

EL 3 DE SETIEMBRE DE 1791 NACÍA ANA MICAELA MONTERROSO

 Amor, Lealtad y Patriotismo

Carbonilla sobre papel, autor desconocido. 56x43,5 cm, Museo del Cabildo de Montevideo

 

Ana Micaela Benita Estefanía Monterroso nace en Montevideo el 3 de septiembre de 1791.

Fue una mujer nacida en la Banda Oriental, que tuvo un importante rol en la conformación de Uruguay como República.

Según consta a fojas 38 del Libro Sexto de Bautismo de la Iglesia Matriz de Montevideo, esa niña era hija legítima de don Marcos Monterroso, natural de la Villa de Fefiñanes en el Arzobispado de Santiago de Galicia y doña Juana Paula Bermúdez natural de esta ciudad, siendo sus abuelos paternos don Manuel Francisco Bermúdez y doña María Ignacia Artigas, prima hermana del Prócer José Gervasio Artigas.

Fueron sus padrinos don Miguel Rian y doña Joaquina de los Santos, y testigos don Gerónimo Vianqui y Joaquín Pelegrin. Todos estos datos están consignados en el citado libro de bautismo, por el Teniente Cura don Pedro de Pagola.

Como dato destacable debo decir que la abuela de Ana Monterroso, Ignacia Artigas, era hermana de Martín José, y en consecuencia tía de nuestro prócer. Siendo tan reducido el número de habitantes, no más de 10.000 en el Montevideo de aquel entonces, no es raro que existieran esos lazos familiares entre distintas familias.

Ana Micaela Monterroso creció en una familia profundamente comprometida con las causas independentistas en Montevideo a fines del siglo XVIII. Su padre, Marcos José da Porta Monterroso, un inmigrante gallego comerciante y cabildante, y su madre, Juana Paula Bermúdez Artigas, prima de José Gervasio Artigas, reforzaron ese entorno político y social desde sus raíces familiares.

Ana tenía seis hermanos, entre ellos José Benito Monterroso, quien fue un clérigo y estrecho colaborador de Artigas, lo que subraya la implicación directa de su familia con la lucha por la independencia.

La casa familiar de Ana no solo fue el lugar donde vivió, sino también centro de reuniones y tertulias donde se discutían ideas liberales y noticias revolucionarias.

En esas tertulias, se leían libros traídos desde Europa y periódicos de Buenos Aires, lo que generaba conversaciones que fortalecían el pensamiento libertario.

Así, desde joven estuvo inmersa en un ambiente donde se fomentaba el pensamiento crítico y el activismo político en favor de la independencia, circunstancias que marcaron su vida y compromiso con la causa patriota.

Desde sus primeros años, Ana vivió acontecimientos políticos intensos de Montevideo. Su entorno familiar y social la prepararon para desempeñar un papel activo en la lucha independentista, apoyando a los caudillos de la revolución y organizando redes y comunicaciones clandestinas.


Segunda Invasión Inglesa a Montevideo

A los 16 años, Ana Micaela Monterroso experimentó la Segunda Invasión Inglesa a Montevideo en 1807, un evento clave dentro de las guerras napoleónicas.

En enero de ese año, una fuerte expedición británica compuesta por miles de soldados al mando del General Samuel Auchmuty desembarcó cerca de Montevideo y comenzó el sitio de la ciudad, que duró alrededor de 18 días.

 Las tropas inglesas, con superioridad numérica y armamento, lograron abrir una brecha en las murallas de Montevideo y tomarla el 3 de febrero de 1807.

Durante este sitio, la resistencia de la población fue significativa, involucrando tanto a soldados como a civiles, entre ellos mujeres como Ana Micaela.

Por su activa resistencia contra la ocupación inglesa, Ana fue detenida junto con otras mujeres, juzgada y luego confinada en su propio domicilio.

 Este acto reflejaba la represión aplicada por las fuerzas invasoras a quienes apoyaban la defensa de la ciudad y se oponían a la ocupación británica.

La toma de Montevideo por los ingleses fue efímera, ya que la ciudad pronto se convirtió en un foco de resistencia y contexto para la futura lucha por la independencia de la Banda Oriental (actual Uruguay). Ana Micaela Monterroso vivió estos hechos siendo muy joven, pero este episodio fortaleció su compromiso con la causa patriota y la resistiría durante toda su vida.

Su entorno familiar y social la prepararon para desempeñar un papel activo en la lucha independentista, apoyando a los caudillos de la revolución y organizando redes y comunicaciones clandestinas cuando su esposo, Juan Antonio Lavalleja, lideraba la resistencia contra la dominación extranjera.

Monterroso estuvo involucrada en la política de la época, entregando y gestionando correspondencia uruguaya en resistencia a los portugueses.

La época en que le tocó vivir, fines del siglo XVIII , se caracterizó por grandes cambios.

La ciudad de Montevideo sufrió grandes transformaciones: se construyeron la iglesia Matriz y el Cabildo, se abrieron calles, se amplió el puerto y comenzó la demolición de las murallas.

Vivió en Montevideo, Buenos Aires, Río Grande del Sur, incluso en cautiverio con su marido.

Estuvo a cargo de los negocios familiares durante las épocas en que Lavalleja se encontraba en el interior, preso o desterrado. Durante los períodos en que era cabeza de familia también se encargaba de asuntos políticos.

Se vinculó con las organizaciones clandestinas que funcionaron en Montevideo contra el dominio portugués y luego brasileño.

También conspiró contra Rivera en la primera presidencia.

En el año 1812, durante el Segundo Sitio de Montevideo, la ciudad fue rodeada y asediada por el ejército patriota de las Provincias Unidas del Río de la Plata y fuerzas aliadas de la Banda Oriental que luchaban por la independencia.

Este sitio comenzó el 20 de octubre de 1812 y se extendió hasta el 23 de junio de 1814, con una duración total de 612 días.

Debido a la cercanía del conflicto y la peligrosidad de la situación, la familia de Ana Micaela Monterroso, liderada por su padre Marcos Monterroso, decidió trasladarse a Buenos Aires para resguardar su seguridad.

Montevideo se encontraba en medio de un bloqueo militar riguroso, con la ciudad bajo control realista y acosada por las fuerzas independentistas, lo que dificultaba la vida cotidiana y ponía en riesgo a las familias patriotas.

La familia Monterroso permaneció en Buenos Aires durante la mayor parte de este período de sitio, en un entorno más seguro y bajo control de los revolucionarios.

En junio de 1814, tras la caída definitiva de Montevideo en manos de las fuerzas independentistas comandadas por Carlos María de Alvear y apoyadas por José Artigas, Marcos Monterroso y su familia regresaron a Montevideo. Este retorno fue posible gracias a la victoria patriota que marcó un paso decisivo en la independencia regional.

Este desplazamiento temporal refleja las consecuencias directas de las guerras de independencia sobre las familias que apoyaban la causa revolucionaria y vivían en zonas de conflicto, obligándolas a moverse para proteger su integridad física y continuar su participación en los procesos políticos desde lugares más seguros.

En el año 1817, tras el fallecimiento de su padre Marcos Monterroso, Ana Micaela Monterroso junto con su madre Juana Paula Bermúdez se trasladaron a Florida, una localidad en la Banda Oriental que para entonces tenía gran importancia estratégica y política.

Esta mudanza respondió a la necesidad de hacerse cargo de los asuntos familiares y de negocios que quedaban pendientes tras la muerte del cabeza de familia.

Óleo sobre tela "Juan Antonio Lavalleja" realizado por el pintor Jean Philippe Goulu (1786-1853).

Para ese momento, Ana ya tenía una relación sentimental estrecha con Juan Antonio Lavalleja, un joven caudillo que lideraba la lucha por la independencia de la Banda Oriental.

En octubre de 1817, Ana y Juan Antonio se casaron por poder en la Villa de la Florida, ya que Lavalleja se encontraba combatiendo a las tropas portuguesas en la campaña.

El matrimonio se realizó por poder, porque Juan Antonio estaba enfrentado a las tropas portuguesas por orden de Artigas y Ana no pudo reunirse con él sino hasta más tarde. El representante de Lavalleja fue su compadre, Rivera.

Para casarse con Ana, Lavalleja contradijo la voluntad de sus padres.

El matrimonio fue registrado por el cura Francisco Oubiña quien lo relata según acta que dice lo siguiente en su peculiar lenguaje eclesiástico

 “En veintiuno de octubre de mil ochocientos diez y siete habiéndose publicado las conciliares proclamas en tres días festivos al Ofertorio de la Misa Popular, y no resultando impedimento alguno para contraer matrimonio don Juan Antonio Lavalleja, Comandante de la División del señor don Fructuoso Rivera, e hijo legítimo de don Manuel Lavalleja y doña Ramona de la Torre, natural de esta Banda Oriental, con doña Ana Monterroso, hija legítima de don Marcos Monterroso y doña Juana Paula Bermúdez, vecina de Montevideo, yo don Francisco Rafael Oubiña Cura Vicario interino de esta Villa de la Florida, desposé por palabra de presente a los referidos Juan Antonio y doña Ana, asistiendo a la ceremonia por éste el dicho don Fructuoso en virtud de poder jurado que tenía de él, cerciorado yo antes de sus mutuos consentimientos de que por mí fueron preguntados y siendo de ello testigos el Mayor don Felipe Duarte y el Capitán don Ramón Mansilla, de la dicha División: y para que conste lo firmo. Francisco Oubiña.

 El traslado a Florida y el matrimonio marcaron un período significativo en la vida de Ana, donde combinó sus responsabilidades familiares con la intensa participación política y militar en la causa revolucionaria.

En Florida, Ana asumió un papel activo en la organización y apoyo a la lucha independentista, manteniendo contactos y comunicaciones necesarias para el avance de la causa patriota. Posteriormente, continuó acompañando a su esposo en las distintas etapas del proceso revolucionario, consolidándose como una figura clave en el apoyo a Juan Antonio Lavalleja y en la resistencia contra las fuerzas invasoras portuguesas.

Ana Monterroso y su esposo tuvieron diez hijos, muchos de los cuales vivieron menos que ella.

Ana tuvo mucha influencia sobre su marido, quien la consideraba su mano derecha.

Ella se encargaba de distribuir las cartas a los aliados de Lavalleja, organizar reuniones e informarlo de todo lo que ocurría en la ciudad durante las luchas contra Rivera.

En los escasos tiempos de paz organizaba salones en su casa.

Entre los años 1817 y 1828, periodo crucial en la lucha por la independencia de la Banda Oriental, Ana Micaela Monterroso desempeñó un papel activo tanto en los movimientos políticos como en la resistencia armada contra la invasión portuguesa.

Durante este tiempo, apoyó a su esposo, Juan Antonio Lavalleja, uno de los principales caudillos y líderes de la resistencia, en sus campañas militares y actividades políticas.

Ana manejaba asuntos familiares y también se encargaba de la logística política, coordinando comunicaciones y apoyos a los aliados de Lavalleja.

En el año 1821 se producía la invasión de nuestro territorio por un poderoso ejército portugués, con la complicidad del gobierno porteño que en ningún momento defendió a la Provincia Oriental, sino que además impidió que las otras provincias de la Liga Federal colaboraran con las disminuidas fuerzas artiguistas.

No obstante el Gral. Artigas se empeñó en darle combate a los portugueses, y entre otras disposiciones designó a Rivera como jefe de todas las fuerzas situadas al sur del Río Negro.

Pero la superioridad lusitana era más que evidente, y así fue que los principales jefes artiguistas fueron muriendo o cayendo prisioneros.

Juan Antonio Lavalleja fue capturado por las fuerzas portuguesas el 10 de octubre de 1826 durante la Guerra del Brasil (también conocida como la Guerra de Cisplatina), que enfrentó a las provincias del Río de la Plata, incluyendo Uruguay, contra el Imperio de Brasil.


Antigua imagen de la Ilha das Cobras (Isla de las Cobras), ubicada al SO de la ciudad de Rio de Janeiro.


Después de su captura, Lavalleja fue llevado como prisionero a la Isla de las Cobras, una isla prisión en la bahía de Río de Janeiro, Brasil acompañado de su esposa Ana.

Durante su encarcelamiento, Ana manifestó un valor y compromiso notable, gestionando su situación y la de su familia en condiciones difíciles.

En prisión, Ana dio a luz a varios hijos, algunos de los cuales fallecieron en infancia temprana.

La pareja estuvo retenida durante aproximadamente tres años.

La liberación se logró en 1821, en un contexto de cambios políticos y liberales en las cortes españolas y lusitanas, que facilitaron la liberación de algunos prisioneros políticos bajo la condición de que jurara respetar la Constitución de Cádiz de 1812.

 Esta constitución representaba un compromiso político liberal que los invasores portugueses buscaban imponer en sus dominios y en las regiones bajo su control.

Los lusos buscaban asegurarse de que su influencia política se mantuviera de alguna manera en la Banda Oriental.

Tras la liberación de Juan Antonio Lavalleja en 1821, Ana Micaela Monterroso regresó con él a Montevideo después de varios años en prisión en Río de Janeiro.

Durante el viaje de regreso, ocurrió un hecho significativo: Ana dio a luz a un hijo llamado Egidio Juan Pedro frente a la Isla de Lobos, en pleno Río de la Plata, el 3 de julio de 1821.

Este nacimiento en el viaje subraya las difíciles condiciones en las que la familia Lavalleja-Monterroso vivía, siempre marcada por las circunstancias de la lucha independentista y sus consecuencias.

 Luego del nacimiento de Egidio, la familia se trasladó a la estancia llamada Rincón de Zamora, en el departamento de Tacuarembó, donde Juan Antonio administraba una propiedad rural mientras continuaban con sus actividades políticas y militares.

Ana continuó dando a luz a otros hijos en los años posteriores y se mantuvo al frente de los asuntos familiares y políticos, apoyando a su esposo y participando en la vida revolucionaria y social que llevó a la conformación de la República Oriental del Uruguay.

 Este episodio destaca la fortaleza y el compromiso de Ana, que aun en medio de adversidades y cárceles, mantuvo firme la familia y la causa patriótica.


Casa de la familia Lavalleja Monterroso

Tras la liberación, Ana y su esposo pudieron regresar a Montevideo, donde continuaron participando activamente en la organización política y militar que condujo a la independencia definitiva de Uruguay.

Además, Ana organizó y dirigió grupos de mujeres para apoyo logístico y político, fue la promotora de la confección de la bandera tricolor de la Cruzada Libertadora y conspiró contra gobiernos adversos como el de Fructuoso Rivera.

 Ana no solo fue compañera en la vida familiar sino también mano derecha política y militar de Lavalleja, demostrando una notable influencia en el proceso revolucionario.

Ana Monterroso representa a las mujeres que acompañaron la revolución, pero no fue la única.

Muchas de ellas, a pesar de ser anónimas, fueron muy importantes en este proceso.

En algunos casos participando solo como compañeras de los caudillos, en otros siendo ellas mismas líderes militares, las mujeres tienen un capítulo importante en la lucha por la independencia de la región.

En la década de 1830, Ana Micaela Monterroso y su familia enfrentaron numerosas dificultades políticas y económicas en un contexto de continuos conflictos internos y externos en la joven República Oriental del Uruguay.

 Durante este tiempo, su esposo Juan Antonio Lavalleja, que había sido nombrado Gobernador Provisorio tras la constitución del país en 1830, se vio envuelto en luchas de poder contra otros caudillos y facciones políticas rivales, especialmente en enfrentamientos con Fructuoso Rivera.

Debido a los avatares políticos y la pérdida de poder, Lavalleja fue exiliado en Brasil en algún momento en esta década.

 Ana, para no separarse de su esposo y apoyarlo en estas duras circunstancias, viajó a Río Grande (Brasil) para reunirse con él durante su exilio.

Allí, Ana se ocupó de la familia y la relación con su esposo, manteniendo el compromiso político y personal que los había unido durante tantos años.

Durante esos años de exilio, Ana también tuvo que afrontar la crianza y educación de sus numerosos hijos en medio de la inestabilidad económica y social.

A pesar de las adversidades, mantuvo un rol activo en el entorno político, apoyando a Lavalleja en sus proyectos y conspiraciones contra los gobiernos rivales del momento, especialmente contra Fructuoso Rivera, quien incluso le confiscó bienes a la familia.

En 1836, la familia de Ana Micaela Monterroso regresó a Montevideo tras un período de exilio y dificultades políticas.

Ese mismo año, Juan Antonio Lavalleja volvió a incorporarse a la lucha armada al frente de un ejército combinado con fuerzas de Manuel Oribe, aliado de Juan Manuel de Rosas en Argentina.

Lavalleja desembarcó en Colonia el 1 de agosto de 1836 al frente de un centenar de hombres, reactivando su influencia militar y política en la Banda Oriental.

 

La alianza entre Lavalleja y Oribe formó parte del conflicto interno uruguayo que derivó en la llamada Guerra Grande, enfrentamiento entre los partidos Blanco (oribistas) y Colorado (riveristas).

En la Batalla de Carpintería (19 de septiembre de 1836), las fuerzas bajo el mando de Lavalleja y Oribe derrotaron a Fructuoso Rivera, consolidando temporalmente su poder.

En esta batalla surgieron las divisiones tradicionales en el país, con los blancos identificados por cintas blancas y los colorados por cintas rojas.

Lavalleja, como aliado de Oribe y Rosas, participó activamente en múltiples combates y maniobras militares en defensa del gobierno blanco y federal.

Su apoyo a Oribe contribuyó a fortalecer la alianza con la Confederación Argentina, donde Juan Manuel de Rosas era una figura central.

El retorno de Lavalleja a la lucha armada representó un momento clave en la definición del rumbo político y militar de Uruguay en esa década turbulenta, en la que Ana Micaela Monterroso permaneció a su lado, afrontando junto a él los retos personales y políticos de la Guerra Grande.

Ana continuó visitando y apoyando a su esposo mientras enfrentaban derrotas militares y situaciones precarias hasta la muerte de su esposo.

El 22 de octubre de 1853 muere Juan Antonio Lavalleja en Montevideo, después de asumir un breve mandato político dentro del Triunvirato que gobernó Uruguay.

En instantes en que se decidía a firmar una resolución, experimentó un trastorno repentino que le detuvo en su gesto, y le hizo incorporar en forma vacilante y emitir una ininteligible queja de malestar.

Se  le  atendió  con  solicitud,  reclinándolo  en  un  sofá  a  la  espera   de  la  asistencia   médica  en  seguida   reclamada.

Los Doctores Michcrelson y Muñoz hicieron todo lo que estaba a su alcance en la  época.  Practicaron   una sangría, medida ímproba ante la naturaleza irreparable del mal.

La alta posición del fallecido obligó a certificar   la normalidad del acaecimiento. 

Casi  simultáneamente  con  el  discernimiento de  las honras  funerarias,  Juan  Carlos  Gómez  detuvo  todas  las  suspicacias  y  rumores  dables,  determinando  la  celebración  de  la  autopsia.

  Verificada  ésta,  los  once  facultativos  principales  de  la  ciudad  confirmaron  la  fulminante  hemorragia  meníngea  causante  del deceso

La  sorpresa  y  el  dolor  hicieron  presa  de  los  protagonistas.

"La  noticia  corrió  velozmente;  todo  el  Montevideo oficial  acudió  a  la Casa  de  Gobierno.

Espontáneamente   se  ofrendó  el  primer   emotivo   homenaje.

El  Gobierno  en  pleno,  con  la  cabeza  descubierta,  procedió  a  transportar  el  cuerpo  venerable  a  su  morada,  ubicada  escasamente  a  un centenar  de  metros  del  Fuerte.  Y  en  la  señorial  residencia  construido  por  de  Mello,  Doña  Ana  Monterroso  de  Lavalleja  serena  y  estoicamente,  con  el  mismo  temple  que  supo  mostrar  a  través  de  tantas jornadas  de  la  gesta  emancipista,  recibió  los  despojos  del  esposo.

Las  mismas  campanas  que  una  semana  otras  habían  proclamado  la  alegría  de  la  paz  anunciaron  la  nueva  desgraciada,  casi al unísono  con  los  disparos  fúnebres  de  los  cañones  del  fuerte  de  San José.

Y  toda  la  sociedad,  toda  la  población,  toda  lo  ciudad,  todo -el  país  impuso  el  luto  y  el  silencio  de  la  consideración  pública,  en demostración  del  verdadero  aprecio  y  sincero  pesar  por  la  muerte «de Juan  Antonio  Lavalleja 

Desde Yaguarón llegaron las condolencias de Rivera. Doña Ana Monterroso procede a realizar  la  última  voluntad  de  su  esposo:  entregar  a  Melchor  Pacheco  la  espada  de Sarandí.

 Correspondencia de esa época

ANA   MONTERROSO   DE  LAVALLEJA   A   PACHECO  Y  OBES

.Montevideo,  12  de  Noviembre  de 1.853.

Señor  General   Don  Melchor   Pacheco  y  Obes.

Señor  General  de  mi  amistad  y  aprecio:

Mi   esposo,  que  apreciaba   en  usted  el  puro  patriotismo   de que  le  había  visto  dar  pruebas  desde  que  a  sus-órdenes  empezó  usted  su  carrera  el  año  1825;  que  estaba  unido  con  usted  en  ideas políticas,  había   pensado  antes   que   la   muerte   nos   lo  arrebatara, hacer  presente  a  usted  de  la  espada  que  llevó  en  Sarandí,  como  la mayor  prueba  de  aprecio  que  podía-  dar  a  usted,  y  también  como galardón  merecido  por  el  que  con  tanto  tino  y  desprendimiento  ha realizado  la  revolución  que  ha  asegurado  la  libertad  y  el  porvenir de  la  patria.

La  muerte  impidió  que  ese acto  de  justicia  se  llevara  a  cabo por  mi  esposo,  pero  no  por  esa  ha  de  quedar  sin  cumplimiento   lo que  era  su  voluntad."

Vengo  pues,  a  cumplirla,  remitiéndole  por  mi  hijo  Constantino  la  espada  del  que  fue  General  Lavalleja.

Acéptela  usted,  señor,  y  acepte  las  seguridades  de  la  amistad  invariable  que  le  profesa  su  af.  y  S.S.

ANA   M. DE  LAVALLEJA.

 Copia  de  "El  Nacional"

  **

PACHECO  Y   OBES  A  ANA   MONTERROSO   DE  LAVALLEJA

"Sra. Da.  Ana  Monterroso  de  Lavalleja.

Señora  de  todo  mi  respeto:

Si  me  hubiera  sido  concedido  el  prestar a   la  'Patria  esos  servicios  gloriosos  que  aseguran  al  hombre   la  inmortalidad, recibiría   con  tanto   respeto  como  gratitud,   la   espada que  V.  se  digna  enviarme  con  su  honrosa  carta  de  esta  fecha.  La recibiría  como  el  más  alto  presente,  como  la  mejor   recompensa.

No  teniendo  la  fortuna  de  encontrarme  en  tal  caso,  siendo apenas  un  buen  ciudadano,  me  es  preciso  rehusar  ese  glorioso  presente, que  devuelvo  a  V.  por  conducto  de  mi  hermano  el  Coronel Pacheco  y  Obes.

Al  devolver  empero  la  espada  que  trozó  en  el  Sarandí  nuestras  cadenas,  me  atrevo  a  pedir  a  V.  que  la  conserve  en  su  familia hasta  que  la  Patria  la  reclame  para  colocarla  al  frente  de  sus  más altos  timbres.  Yo  creo  señora  que  la  espada  del  Héroe  de  los Treinta  y  Tres,  la  espada  del  Libertador  de  la  Patria,  solo  debe  pertenecer  a  la  Nación,  cuya  gloria  levantó  tan  alto  el  General  Lavalleja.

Entretanto  V.  comprenderá  que  su  carta  me  haya  hecho  experimentar   las  más  dulces  emociones.  Ella  será  conservada  por  mí como  un  testimonio  de  su  bondad, y  como  un  título  inapreciable  de honor,  porque  lo  será  para  cualesquiera  el  haber  inspirado  al  Libertador   de  la  Patria   el  pensamiento  que  su  carta   me  transmite. 

S¡ mucho  hubiera  hecho  yo  por  ella,  ese  pensamiento  me  habría  premiado  con  exceso.

Admita  V,  pues  la  expresión  de  mi  profunda  gratitud,  la  de mi   respetuosa  amistad,  sería  inútil:  V.  sabe  que  ese  sentimiento, desde  muchos  años,  es consagrado  con  sinceridad  a V.  y  a  su  apreciable  familia,  por  su  atento  servidor.

Q.B.S.M.

M;  PACHECO  Y  OBES.


**

Montevideo,   12  de  Noviembre  de  1853.

."Del  fassímil   publicado   en  el  número   especial   de  "Minas-Lavalleja".   el   12  de

Octubre  de  1902.

 

CONDOLENCIAS   DE  RIVERA  A  DOÑA  ANA   MONTERROSO  DE LAVALLEJA

Sra.

   Doña  Ana  M.   de  Lavalleja.

Yaguarón  Octubre  29  de  1853.

Apreciada  Comadre:

Sé  la  pérdida  que la  Providencia  Divina  le ha  determinado,  y  a  la  vez  de quedar cierta  de  mi  inexplicable  sentimiento,  no  debe  Vd.  dudar  de la  impresión  que  me  acometió.

Yo  apreciada  comadre  estoy  mejor  y  con  la  dulce  esperanza de  verla  muy  pronto;  por  lo  que  espero  que  cuando  llegue  ese  momento, la  hallaré revestida  de  la  resignación  bastante  para  soportar un  dolor,  que  así  como  el orden  de  la  naturaleza  lo  hace inevitable en  la  vida,  no  es  esa  mismo  la  que  puede  con  facilidad,  alejarnos el  pesar  que  sella  en  nuestra  alma.

Ligados  a!  sentimiento  de  Vd,  su  comadre  y  yo,  la  saludamos  con  el  mayor  aprecio.

Soy  de  Vd.  Compadre  y  amigo

Q.B.S.M.

FRUCTUOSO  RIVERA.

Publicada por  Mario  Falcao  Espalter  en  "La  Prensa"  de  Buenos Aires.

Original en  .poder  del  historiador Prof. Juan  E.  Pivel  Devoto

 **

Ana Micaela Monterroso- 1855

Ana Micaela Monterroso falleció el 28 de marzo de 1858 en Buenos Aires. Aquel último tramo de su vida lo vivió lejos de su querida patria, Uruguay, por la que tanto luchó durante las décadas anteriores y en las guerras por la independencia. Fue enterrada en el Cementerio de la Recoleta, uno de los cementerios más emblemáticos de Buenos Aires, donde descansan muchas personalidades históricas de Argentina y América Latina.

Su muerte marcó el fin de una vida llena de compromiso político y social. Ana fue una figura fundamental en la conformación del Estado uruguayo, acompañando a su esposo Juan Antonio Lavalleja no solo en la vida familiar sino también en la resistencia contra las dominaciones portuguesa, brasileña y en los conflictos internos de Uruguay.

En sus últimos años, enfrentó dificultades económicas y políticas, y vivió separada de su tierra natal debido a circunstancias de exilio político.

 

 HOMENAJES


Ana Micaela Monterroso fue una figura clave de la gesta emancipadora uruguaya, participando activamente en la resistencia política y militar desde el ámbito doméstico y social.

Fue considerada una patriota valiente y resiliente, símbolo de las mujeres que contribuyeron invisibilizadas a la independencia y creación del Estado uruguayo.

Además, como esposa de Lavalleja, mantuvo la unión y apoyo en momentos de prisión, exilio y guerra, y tuvo un papel destacado en la conducción de asuntos familiares y políticos en tiempos turbulentos.

A lo largo del tiempo, Ana Micaela Monterroso ha recibido varios homenajes póstumos que buscan mantener vivo su recuerdo como una mujer patriota clave en la independencia y formación de Uruguay.

Entre los homenajes y reconocimientos más destacados se encuentran:

Nombre en instituciones educativas:



Escuela N° 104 Ana Monterroso de Lavalleja

Escuela N° 104 Ana Monterroso de Lavalleja es una escuela en Departamento de Lavalleja, Uruguay que se localiza en Coronel Manuel Lavalleja. Escuela N° 104 Ana Monterroso de Lavalleja se encuentra cerca del terreno de juego de Cancha de Lavalleja F.C., así como del parque de Rambla Esther Moré.



El Liceo Nº 2 de Florida lleva su nombre como reconocimiento a su legado histórico y su rol en la Revolución Oriental.

 

Conferencias y charlas:

Se realizan conferencias y ciclos de charlas para difundir su vida y obra, resaltando su figura como una mujer valiente, leal y activa en la causa independentista.

Por ejemplo, en Paysandú y otras ciudades del Uruguay se han organizado mesas redondas y exposiciones sobre su vida.

 

Presencia en museos históricos:

Su retrato y objetos asociados a su vida están expuestos en el Museo Histórico Nacional de Montevideo, especialmente en la Casa de Lavalleja, para preservar la memoria de su contribución.

 

Reconocimiento en la literatura y medios culturales:






Diversos trabajos históricos, biografías y artículos por investigadores y periodistas destacan su papel clave como compañera política y social de Juan Antonio Lavalleja, además de su participación directa en conspiraciones y resistencia contra los gobiernos rivales.

 

Calles conmemorativas:






Aunque menos frecuentes, existen placas conmemorativas y alusiones en espacios públicos que recuerdan su valiosa contribución a la independencia y posterior formación del estado uruguayo.

Este conjunto de homenajes refleja el creciente interés en reivindicar el rol de las mujeres en la historia nacional, y Ana Micaela Monterroso se destaca como símbolo de la mujer patriota que, sin protagonismo mediático, fue esencial en la construcción del Uruguay independiente.

 

LEGADO


El legado de Ana Micaela Monterroso es el de una mujer fuerte, valiente y activa en la gesta emancipadora, considerada un símbolo de las mujeres patriotas que, aunque invisibilizadas muchas veces por la historia tradicional, fueron pilar fundamental en la construcción de la nación uruguaya.

El legado de Ana Micaela Monterroso se refleja aún hoy en Uruguay como un símbolo de la participación activa y valiente de las mujeres en la lucha por la independencia y la formación del Estado uruguayo. Su vida y obra han inspirado el reconocimiento de la importancia de la mujer en la historia nacional, corrigiendo la invisibilización que sufrieron muchas mujeres revolucionarias.

Ana dejó una huella profunda en varios ámbitos:

 Liderazgo y compromiso patriótico: 

Fue un pilar fundamental en la causa independentista, acompañando a Juan Antonio Lavalleja y actuando como dirigente política y estratega en momentos clave. 

Su capacidad para manejar asuntos familiares y políticos la convirtió en una pieza clave en la resistencia contra las dominaciones portuguesa, brasileña y en conflictos internos.

 

Ejemplo de coraje y resiliencia: 

Ana fue detenida y juzgada, sufrió destierros y confiscaciones, pero nunca abandonó la lucha ni a su esposo. 

Su historia es narrativa de valentía frente a las adversidades, destacando su papel como mujer revolucionaria.

 

Reconocimiento y símbolo histórico: 

Actualmente es reconocida mediante homenajes, como la nominación de liceos y presencia en museos, y es motivo de estudios y difusión cultural. 

Su imagen representa a las “mujeres invisibles” que acompañaron la Revolución Oriental.

 

Inspiración para el feminismo histórico:

 Ana Monterroso es un modelo para la reivindicación del papel de la mujer en la historia y la política, contribuyendo a expandir la visión sobre la construcción social y política del Uruguay, valorando el aporte femenino en esa etapa.

 

En suma, el legado de Ana Micaela Monterroso perdura en la memoria colectiva, en la historia oficial y en los espacios educativos y culturales, donde se reconoce su influjo como una mujer patriota, madre y revolucionaria que dedicó su vida a la independencia y a la construcción nacional

FUENTES

https://es.wikipedia.org/wiki/Ana_Monterroso_de_Lavalleja

https://www.eltelegrafo.com/2024/03/conferencia-sobre-ana-monterroso/

https://maibybetancourt.com/

https://uuee.ejercito.mil.uy/eehh/2024/11/13/periodo-de-independencia/

http://contenidoseducativosdigitales.edu.uy/

https://elbibliote.com/resources/Temas/Historia/399_409_Guerra_Mil_Conformaciones_1839_1852.pdf

http://www.elmirador.edu.co:8081/wikipedia_es_all_maxi_2023-05/A/Ana_Monterroso_de_Lavalleja

https://maibybetancourt.com/2023/03/10/ana-monterroso-de-lavalleja-la-fiel-espia-de-la-revolucion-uruguaya/


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