EL Maestro de la
musica
QUE CONQUISto
Fue un compositor, director de orquesta y pianista alemán. Su legado musical abarca, cronológicamente, desde el período clásico hasta inicios del romanticismo musical. Es uno de los compositores más importantes de la historia de la música y su legado ha influido de forma decisiva en la música posterior.
Considerado el último gran representante del clasicismo vienés (después de Christoph Willibald Gluck, Joseph Haydn y Wolfgang Amadeus Mozart), Beethoven consiguió hacer trascender la música del romanticismo, influyendo en diversidad de obras musicales del siglo xix.
La familia de Ludwig van Beethoven era de condición modesta económicamente. Su abuelo paterno, llamado también Ludwig, era descendiente de una familia de campesinos y granjeros originarios de Brabante, en la región de Flandes (Bélgica), que se trasladaron a Bonn en el siglo XVIII. La partícula van de su nombre, contrario a lo que pudiera creerse, no posee orígenes nobles, mientras que Beethoven probablemente pudo haberse derivado de Betuwe, una localidad de Lieja, aunque otra hipótesis apunta a que el apellido proviene de Beeth, que quiere decir remolacha y Hoven, que es el plural de Hof, que significa granja. De esta forma, «Beethoven» vendría a significar «granjas de remolachas».
En marzo de 1733, su abuelo emigró a Bonn, en donde trabajó como director y maestro de capilla de la orquesta del príncipe elector de Colonia.
El 17 de septiembre de ese mismo año, contrajo matrimonio con Maria Josepha Phall, cuyos testigos fueron el organista van den Aeden y Johann Riechler.
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El matrimonio se trasladó al Nº 515 de la calle Bonngasse y dos años después, en 1769, nació su primer hijo, bautizado como Ludwig Maria van Beethoven. Sin embargo, apenas seis días después de su bautizo, el niño falleció.
El 17 de diciembre de 1770, fue bautizado su segundo hijo, Ludwig van Beethoven, en la iglesia de San Remigio de Bonn, con el nombre de «Ludovicus van Beethoven» según se describe en el acta de bautismo. Su fecha de nacimiento, generalmente aceptada como el 16 de diciembre de 1770, no cuenta con documentación histórica que pueda respaldarla.
Maria Magdalena tuvo aún cinco hijos más, de los que sólo sobrevivieron dos: Kaspar Anton Karl van Beethoven, bautizado el 8 de abril de 1774, y Nikolaus Johann van Beethoven, bautizado el 2 de octubre de 1776. Los biógrafos no tienen claras las fechas de nacimiento
El desequilibrado ambiente familiar hizo de Ludwig un niño meditabundo, solitario y encerrado en sí mismo; con frecuencia, al no mostrar reacción alguna tras haber sido preguntado, respondía: "Estoy ocupado con un pensamiento muy bonito y no quiero ser molestado."
El padre de Beethoven estaba muy impresionado por el hecho de que Wolfgang Amadeus Mozart diese conciertos a los siete años y quería que su hijo siguiera sus pasos. Con la intención de hacer de Ludwig un nuevo niño prodigio, comenzó a enseñarle piano, órgano y clarinete a temprana edad.
Sin embargo, el estudio musical coartó el desarrollo afectivo del joven, que apenas se relacionaba con otros niños. En mitad de la noche, Ludwig era sacado de la cama para que tocara el piano a los conocidos de Johann, a quienes quería impresionar; esto causaba que estuviera cansado en la escuela. Ya era usual que dejara de asistir a clases y se quedara en casa para practicar música.
El 26 de marzo de 1778, cuando tenía siete años, Beethoven realizó su primera actuación en público en Colonia. Su padre afirmó que la edad de Ludwig era de seis años, para destacar, de esta manera, la precocidad de su hijo; por ello, siempre se creyó que Beethoven era más joven de lo que era en realidad.
Debido a que el talento musical y pedagógico de su padre era limitado, Ludwig comenzó a recibir clases de otros profesores.
Beethoven encuentra una vía de escape de la presión familiar en 1787 cuando, con 17 años, marcha a la capital austriaca apoyado por su mecenas, el conde Ferdinand von Waldstein, quien sufraga los gastos del viaje y, lo más importante, le convence de sus posibilidades de éxito.
Durante este viaje a Viena tuvo lugar un fugaz encuentro con Mozart. En relación a este encuentro, solo existen textos de discutible autenticidad.
Su fama precoz como compositor de conciertos y graciosas sonatas, y sobre todo su reputación como pianista original y virtuoso le abrieron las puertas de las casas más nobles. La alta sociedad lo acogió con la condescendencia de quien olvida generosamente el origen pequeño burgués de su invitado, su aspecto desaliñado y sus modales asociales.
Durante este período tuvo varios duelos musicales con otros pianistas.
Con veinticuatro años publicó su primera obra importante: tres tríos para piano, violín y violonchelo (Opus 1) y el año siguiente, en 1795, realizó su primer concierto público en Viena como compositor profesional, en el que interpretó sus propias obras.
La corte, la nobleza y la Iglesia vienesas acogieron la música de Beethoven y se convirtieron en mecenas y protectoras del joven músico.
Eran frecuentes las disputas entre estos estamentos y el compositor, debido al carácter fuerte e impulsivo del músico, pero este hecho le hizo granjearse un gran respeto en la ciudad.
Entre sus mecenas se encontraban personalidades como el príncipe Karl von Lichnowsky y el barón Gottfried van Swieten.
Por esa época se desligó de Haydn, con el que no coincidía musicalmente pero a quien, a pesar de esto, dedicó los tres tríos.
En 1800, Beethoven organizó un nuevo concierto en Viena en el que realizó la presentación de su Primera Sinfonía.
Su actividad musical iba en aumento y también impartió clases de piano entre las jóvenes aristócratas, con las que mantuvo romances esporádicos.
En 1801 y 1802 la progresión de su sordera, que Beethoven se empeñaba en ocultar para proteger su carrera de intérprete, fue tal que el doctor Schmidt le ordenó un retiro campestre en Heiligenstadt, un hermoso paraje con vistas al Danubio y los Cárpatos.
Ello supuso un alejamiento de su alumna, la jovencísima condesa Giulietta Guicciardi, de la que estaba profundamente enamorado.
Obviamente, Beethoven no sanó y la constatación de su enfermedad le sumió, como es lógico que ocurriera en un músico, en la más profunda de las depresiones.
En una carta dirigida a su amigo Wegener en 1802, Beethoven había escrito: "Ahora bien, este demonio envidioso, mi mala salud, me ha jugado una mala pasada, pues mi oído desde hace tres años ha ido debilitándose más y más, y dicen que la primera causa de esta dolencia está en mi vientre, siempre delicado y aquejado de constantes diarreas. Muchas veces he maldecido mi existencia. Durante este invierno me sentí verdaderamente miserable; tuve unos cólicos terribles y volví a caer en mi anterior estado. Escucho zumbidos y silbidos día y noche. Puedo asegurar que paso mi vida de modo miserable. Hace casi dos años que no voy a reunión alguna porque no me es posible confesar a la gente que estoy volviéndome sordo. Si ejerciese cualquier otra profesión, la cosa sería todavía pasable, pero en mi caso ésta es una circunstancia terrible; mis enemigos, cuyo número no es pequeño, ¿qué dirían si supieran que no puedo oír?"
Para colmo, Giulietta, la destinataria de la sonata "Claro de luna", concertó su boda con el conde Gallenberg. La historia, que se repetiría años después con Josephine von Brunswick, debiera haber hecho comprender al orgulloso artista que la aristocracia podía aceptarle como enamorado e incluso como amante de sus mujeres, pero no como marido. El caso es que el músico creyó acabada su carrera y su vida y, acaso acariciando ideas de un suicidio a lo Werther, la famosa novela de juventud de Goethe, se despidió de sus hermanos en un texto ciertamente patético y grandioso que, de hecho, parecía más bien dirigido a sus contemporáneos y a la humanidad toda: el llamado Testamento de Heiligenstadt.
En él expresa su desesperación y disgusto ante la injusticia de que un músico pudiera volverse sordo, algo que no podía concebir ni soportar. Si bien pensó en el suicidio, pero la música y su fuerte convicción de que podía hacer una gran aportación al género hicieron que siguiera adelante. En dicho testamento escribió que sabía que todavía tenía mucha música por descubrir, explorar y concretar.
Regresó a Viena en un estado de total postración y desaliño, donde reanudó sus clases particulares. La salvación moral vino de su fortaleza de espíritu, de su arte, pero también del benéfico influjo de sus dos alumnas, las hermanas Josephine y Therese von Brunswick, enamoradas a la vez de él. Parece ser que la tensión emocional del «trío» llegó a un estado límite en el verano de 1804, con la ruptura entre las dos hermanas y la clara oposición familiar a una boda. Therese, quien se mantuvo fiel toda su vida en sus sentimientos por el genio, lamentaría años más tarde su participación en el alejamiento de Ludwig y Josephine: «Habían nacido el uno para el otro, y, si se hubiesen unido, los dos vivirían todavía».
Su música inicial, fresca y ligera, cambió para convertirse en épica y turbulenta, acorde con los tiempos revolucionarios que vivía Europa. Eran años en que las potencias monárquicas europeas se habían aliado para derrotar a la Francia revolucionaria. En una deslumbrante campaña en el norte de Italia, en la que el ejército austríaco fue derrotado, adquirió notoriedad Napoleón Bonaparte, que se convirtió en un ídolo entre los sectores progresistas. De esta época son la Sonata para piano Nº 8, llamada Patética, y la Sonata para piano Nº 14, llamada Claro de luna. Su Tercera Sinfonía, llamada "La Heroica", estaba escrita en un principio en «memoria de un gran hombre», Napoleón, que era visto en ese momento como un liberador de su pueblo.
La mayoría de críticos, aun respetando la unidad orgánica de la obra de Beethoven, coinciden en señalar este período, de 1802 a 1815, como el de su madurez.
Técnicamente consiguió de la orquesta unos recursos insospechados sin modificar la composición tradicional de los instrumentos y revolucionó la escritura pianística, amén de ir transformando poco a poco el dualismo armónico de la sonata en caja de resonancia del contrapunto.
Pero, desde un punto de vista programático, el período de madurez de Beethoven se caracterizó por su empeño de superación titánica del dolor personal en belleza o, lo que es lo mismo, por su consagración del artista como héroe trágico dispuesto a enfrentarse y domeñar el destino.
Obras maestras de este período son, entre otras, el "Concierto para violín y orquesta en re mayor", "Op. 61" y el "Concierto para piano número 4", las oberturas de "Egmont" y "Coriolano", las sonatas "A Kreatzer"," Aurora" y "Appassionata, la ópera Fidelio y la "Misa en do mayor", "Op 86".
Mención especial merecen sus sinfonías, que tanto pudieron desconcertar a sus primeros oyentes y en las que, sin embargo, su genio consiguió crear la sensación de un organismo musical, vivo y natural, ya conocido por la memoria de quienes a ellas se acercan por primera vez.
La tercera sinfonía estaba, en un principio, dedicada a Napoleón.
Cuando se declaró a sí mismo Emperador, Beethoven se enfureció y borró violentamente el nombre de Napoleón de la primera página de la partitura. "La Heroica" se estrenó finalmente el 7 de abril de 1805.
(«¿Así pues -clamó-, también él es un ser humano ordinario? ¿También él pisoteará ahora los derechos del hombre?»).
El drama del héroe convertido en titán llegó a su cumbre en la "Quinta Sinfonía", dramatismo que se apacigua con la expresión de la naturaleza en la sexta, en la mayor alegría de la "Séptima" y en la serenidad de la "Octava", ambas de 1812.
La gran crisis fue superada y se transmutó en la grandiosidad de su arte. Su situación económica, además, estaba asegurada gracias a las rentas concedidas desde 1809 por sus admiradores el archiduque Rudolf, el duque Lobkowitz y su amigo Kinsky o la condesa Erdödy.
Pese a su carácter adusto, imprevisible y misantrópico, ya no ocultaba su sordera como algo vergonzante, y su vida sentimental, acaso sin llegar a las profundidades espirituales de su amor por Josephine y Therese, era rica en relaciones: Therese Maltati, Amalie Sebald y Bettina Brentano pasaron por su vida amorosa, siendo esta última quien propició el encuentro de Beethoven con su ídolo Goethe.
La relación fue decepcionante: el compositor reprochó a Goethe su insensibilidad musical, y el poeta censuró las formas descorteses de Beethoven.
Es famosa en este sentido una anécdota, verdadera o no, que habría tenido lugar en verano de 1812: mientras se hallaba paseando por el parque de Treplitz en compañía de Goethe, vio venir por el mismo camino a la emperatriz acompañada de su séquito; el escritor, cortés ante todo, se apartó para dejar paso a la gran dama, pero Beethoven, saludando apenas y levantando dignísimamente su barbilla, dio en atravesar por su mitad el distinguido grupo sin prestar atención a los saludos que amablemente se le dirigían.
Beethoven había entablado contacto con el inventor Johann Mäzel, que le construyó varios instrumentos para ayudarlo con sus dificultades auditivas, como cornetas acústicas o un sistema para escuchar el piano.
Su obra orquestal La victoria de Wellington fue compuesta en 1813 para ser interpretada con un panarmónico, otro de los inventos de Mäzel. Esta obra era un homenaje a la victoria sobre los ejércitos napoleónicos en la Batalla de Vitoria por parte del Duque de Wellington y alcanzó gran popularidad, además de volver verdaderamente famoso al compositor, lo que le procuró grandes ingresos. Sin embargo, él mismo la calificó como «basura» (no diría algo así de ninguna otra obra suya) y hoy está completamente olvidada. El invento de Mäzel que más impresionó al compositor fue el metrónomo, y escribió cartas de recomendación a editores y comenzó a realizar anotaciones en las partituras con los tiempos del metrónomo para que sus obras se interpretaran como él las había concebido.
En esa época comenzaron los problemas económicos del compositor, ya que uno de sus mecenas, el príncipe Lobkowitz, sufrió una quiebra económica y el príncipe Kinsky falleció al caerse de su caballo, tras de lo cual sus herederos decidieron no pagar las obligaciones financieras que el príncipe había contraído con el músico.
En 1815 murió su hermano Karl, dejando un testamento de instrucciones algo contradictorias sobre la tutela del hijo: éste, en principio, quedaba en manos de Beethoven, quien no podría alejar al hijo de Johanna, la madre. Beethoven entregó de inmediato por su sobrino Karl todo el afecto de su paternidad frustrada y se embarcó en continuos procesos contra su cuñada, cuya conducta, a sus ojos disoluta, la incapacitaba para educar al niño.
Hasta 1819 no volvió a embarcarse en ninguna composición ambiciosa. Las relaciones con Karl eran, además, todo un infierno doméstico y judicial, cuyos puntos culminantes fueron la escapada del joven en 1818 para reunirse con su madre o su posterior elección de la carrera militar, llevando una vida ciertamente escandalosa que le condujo en 1826 al previsible intento de suicidio por deudas de juego. Para Beethoven, el incidente colmó su amargura y su pública deshonra.
Willibrord Joseph Mähler, 1815)
Su rostro se hizo cada vez más sombrío y sus accesos de cólera comenzaron a ser insoportables.
Al mismo tiempo, Beethoven parecía dejarse llevar por la pendiente de un caos doméstico que horrorizaba a sus amigos y visitantes. Incapaz de controlar sus ataques de ira por motivos a veces insignificantes, despedía constantemente a sus sirvientes y cambiaba sin razón una y otra vez de domicilio, hasta llegar a vivir prácticamente solo y en un estado de dejadez alarmante.
El desastre económico se sumó casi necesariamente al doméstico pese a los esfuerzos de sus protectores, incapaces de que el genio reordenara su vida y administrara sus recursos.
Si en su segundo período Beethoven expresó espiritualmente el mundo material, en este tercero lo que expresó fue el éxtasis y consuelo del espiritual.
Es el caso de composiciones como la "Sonata para piano en mi mayor", "Op. 109, en bemol mayor", "Op. 110", y "en do menor, Op. 111", pero, sobre todo, de la "Missa solemnis", de 1823, y de la "Novena Sinfonía", de 1824, con su imperecedero movimiento coral con letra de la "Oda a la alegría" de Schiller.
"La Missa solemnis" pudo maravillar por su monumentalidad, especialmente en la fuga, y por su muy subjetiva interpretación musical del texto litúrgico; pero la apoteosis llegó con la interpretación de la "Novena Sinfonía", que aquel 7 de mayo de 1824 cerraba el concierto iniciado con fragmentos de la Missa solemnis.
Beethoven, completamente sordo, dirigió orquesta y coros en aquel histórico concierto organizado en su honor por sus viejos amigos.
Acabado el último movimiento, la cantante Unger, comprendiendo que el compositor se había olvidado de la presencia de un público delirante de entusiasmo al que no podía oír, le obligó con suavidad a ponerse de cara a la platea.
por Ferdinand Georg Waldmüller
El año siguiente todavía Beethoven afrontó composiciones ambiciosas, como los innovadores Cuartetos para cuerda, Op. 130 y 132, pero en 1826 el escándalo de su sobrino Karl le sumió en la postración, agravada por una neumonía contraída en diciembre. Sobrevivió, pero arrastró los cuatro meses siguientes una dolorosísima dolencia que los médicos calificaron de hidropesía (le torturaban con incisiones de dudosa asepsia) y que un diagnóstico actual tal vez habría calificado de cirrosis hepática.
Ningún familiar le visitó en su lecho de enfermo; sólo amigos como Stephan von Breuning, Schubert y el doctor Malfatti, entre otros.
A las cinco de la tarde del 26 marzo de 1827 se levantó en Viena un fuerte viento que momentos después se transformaría en una impetuosa tormenta.
Ludwig van Beethoven, uno de los más grandes compositores de todos los tiempos, se ha despedido del mundo con un ademán característico, dejando tras de sí una existencia marcada por la soledad, las enfermedades y la miseria, y una obra que, sin duda alguna, merece el calificativo de genial.
Sobre su escritorio se encontró la partitura de "Fidelio", el retrato de Therese von Brunswick, la miniatura de Giulietta Guicciardi y, en un cajón secreto, la carta de la anónima «Amada Inmortal».
El cortejo fue acompañado por cantores que entonaban los Equali compuestos por Beethoven para el día de Todos los Santos, en arreglo coral para la ocasión.
En 1888 los restos fueron trasladados al cementerio central de Viena.
El legado de Beethoven es
multifacético: no o solo en el campo de la música, sino también en la cultura y
el pensamiento occidental.
Es considerado uno de los más
grandes genios musicales de la historia y también un símbolo de lucha,
creatividad y humanidad.
Su obra sigue inspirando y
enriqueciendo la vida de millones de personas, convirtiéndolo en un pilar
fundamental de la cultura occidental.
1. Innovación
en la música clásica:
Sinfonía No. 9 (la "Oda a la alegría"
Beethoven revolucionó la música
clásica, especialmente la forma sinfónica, llevando a cabo una transición
crucial entre el Clasicismo (representado por compositores como Haydn y Mozart)
y el Romanticismo.
Su enfoque innovador cambió la
estructura de las obras, introduciendo una mayor complejidad y profundidad
emocional. Por ejemplo:
Expansion de las sinfonías:
Obras como la Sinfonía No. 9 (la
"Oda a la alegría") ampliaron la escala y la ambición de las
sinfonías, incorporando un coro en el último movimiento, algo nunca antes visto
en ese formato.
El uso del motivo:
Beethoven transformó la forma de
desarrollar ideas musicales, como lo hace en su famosa Sinfonía No. 5, que
comienza con el tema del "destino tocando a la puerta".
Este tema se convierte en un eje
estructural para toda la obra.
La pianística de Beethoven:
Sus composiciones para piano,
como las Sonatas para piano, marcaron una evolución en la técnica pianística,
que a su vez influyó en generaciones de pianistas y compositores posteriores.
2. El poder de
la expresión emocional:
Sinfonía No. 3 ("Heroica"),
Beethoven fue un pionero en el
uso de la música como medio para expresar emociones humanas profundas.
Sus obras abarcan desde lo
sublime y lo heroico hasta lo melancólico y lo sombrío.
Sus composiciones se alejan de
las estrictas normas del Clasicismo y se acercan a una búsqueda más personal y
emocional.
Esto se evidencia, por ejemplo,
en la Sinfonía No. 3 ("Heroica"), que refleja una lucha contra la
adversidad y una visión heroica de la vida.
3. Superación
personal y resiliencia:
Beethoven también es un símbolo
de superación personal, especialmente porque compuso algunas de sus obras más
monumentales mientras lidiaba con la sordera progresiva.
A pesar de perder casi por
completo su capacidad auditiva, continuó componiendo música que ha trascendido
a lo largo de los siglos.
Su vida y obra son un testamento
de resiliencia y determinación ante la adversidad.
4. La
universalidad de su obra:
La música de Beethoven trasciende
fronteras culturales y temporales.
Sus obras siguen siendo
interpretadas y celebradas en todo el mundo, tanto por orquestas como por
pequeños conjuntos de cámara y músicos solistas.
La Sinfonía No. 9 es un himno
mundial, especialmente con su famoso "Himno a la alegría", que ha
sido adoptado como un símbolo de unidad y fraternidad, incluso por
instituciones como la Unión Europea.
5. Cambio en la
percepción del compositor:
Beethoven cambió la imagen del
compositor clásico. Mientras que antes los compositores eran generalmente
considerados artesanos al servicio de la nobleza o de la iglesia, Beethoven se
presenta como un artista autónomo, que crea música para el público en general y
en búsqueda de una expresión personal.
Fue uno de los primeros
compositores en vivir de sus composiciones y conciertos, lo que allanó el
camino para otros compositores románticos que seguirían un camino similar.
6. La
profundidad filosófica y social:
Las obras de Beethoven, en
particular sus sinfonías y cuartetos de cuerdas, reflejan una profunda conexión
con las ideas filosóficas y sociales de su tiempo, como el idealismo, la
libertad y la hermandad humana.
En su Sinfonía No. 9, la
inclusión del texto de la "Oda a la alegría" de Friedrich Schiller
expresa un profundo deseo de paz y unidad, temas que siguen siendo relevantes
en el mundo moderno.
7. Legado en la
música moderna:
La influencia de Beethoven en la
música posterior es incalculable.
Compositores como Wagner,
Tchaikovsky, Brahms y Mahler fueron profundamente influenciados por su enfoque
de la música sinfónica, su complejidad emocional y su creatividad.
A lo largo del siglo XX, muchos
compositores, desde los impresionistas como Debussy hasta los compositores de
música contemporánea, continuaron explorando y expandiendo las posibilidades
musicales que Beethoven había abierto.
http://www.biografiasyvidas.com/
http://www.dw.de/beethoven-en-tres-dimensiones
http://www.absolutaustria.com/
1 comentario:
¡Me ha encantado el artículo! Hace un tiempo estuve visitando Bonn, la ciudad natal de Beethoven y al descubrir tu artículo me he vuelto a sentir con ganas de conocer más sobre él. Muchas gracias por crear contenido así, te dejo un enlace a mi artículo sobre Bonn, por si viajas por la ciudad: http://hazteviajero.com/turismo-que-ver-y-hacer-en-bonn-en-un-dia/
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