La voz íntima y profunda de
María Eugenia Vaz Ferreira en
la literatura uruguaya
María Eugenia Vaz Ferreira (Montevideo, 1875-1924) es una figura clave
en la poesía uruguaya y latinoamericana, reconocida como una de las primeras
mujeres en consagrarse como poeta en Uruguay, junto a Delmira Agustini y Juana
de Ibarbourou.
Contexto biográfico y formación
Proveniente de una familia ilustre, hija del comerciante portugués
Manuel Vaz Ferreira y hermana del filósofo Carlos Vaz Ferreira, María Eugenia
no tuvo formación literaria formal ni siguió estudios regulares, sino que
desarrolló su poesía a partir de un impulso natural y una sensibilidad muy
personal.
Además de poeta, fue pianista y estudió música y pintura, lo que influyó
en la musicalidad y el ritmo de sus versos.
Su vida estuvo marcada por desequilibrios nerviosos y problemas de salud
mental, que afectaron su existencia y su obra, y que se reflejan en la
intensidad emotiva y la profundidad de sus poemas.
Características de su obra
Su obra poética se inscribe en la transición del romanticismo tardío al
modernismo, con una fuerte impronta lírica y metafísica que explora temas como
el amor, la pasión, la muerte, la soledad y la identidad femenina.
Su primer libro, Fuego y mármol (escrito hacia 1903 pero publicado
póstumamente), muestra la tensión entre el impulso erótico y la pureza exigida
socialmente a la mujer honesta, un tema recurrente en su poesía que cuestiona
las convenciones patriarcales y la represión sexual femenina.
Su obra fue publicada principalmente después de su muerte, gracias a la
labor de su hermano Carlos, quien editó La isla de los cánticos (1924) y La
otra isla de los cánticos (1959), compilaciones que reúnen sus poemas más
destacados.
Las características principales de la obra poética de María Eugenia Vaz
Ferreira pueden detallarse en los siguientes aspectos:
1. Influencias
estilísticas y corrientes literarias
Su poesía combina elementos del romanticismo, el simbolismo, lo
metafísico y el modernismo tardío, con una evolución que puede dividirse en
tres etapas:
Una primera etapa con rasgos neorrománticos, donde predomina la
expresión emotiva y subjetiva.
Una segunda etapa influenciada por poetas contemporáneos modernistas,
como Álvaro Armando Vasseur.
Una tercera etapa donde su poesía se vuelve más personal, metafísica y
filosófica, exaltando la vida y el sufrimiento con una voz más madura y
profunda.
2. Temas predominantes
La soledad, la desolación y la tristeza son constantes en su
obra, reflejando su mundo interior y su experiencia personal.
El amor aparece como un deseo vano e inalcanzable, con el ser amado idealizado
como un "dulce enemigo" o "viajero triste". El amor está
teñido de desencanto y tragedia.
La muerte y el sufrimiento son símbolos recurrentes, con imágenes
como el ciprés (símbolo de muerte y abandono), la nieve (soledad y frío) y el
sapo (hastío y desesperación).
2. Estilo y recursos
literarios
Uso frecuente del paralelismo simétrico y el hipérbaton, que demuestran
un dominio preciso y cuidado del lenguaje, logrando musicalidad y ritmo sin
caer en la monotonía.
Empleo del quiasmo para romper la simetría y aportar dinamismo a sus
versos.
Su poesía evita la afectación y la complejidad excesiva; se caracteriza
por la sencillez y naturalidad expresiva, lo que facilita la conexión emocional
con el lector.
Las imágenes son claras y simbólicas, pero no oscuras ni difíciles de
interpretar, lo que contribuye a la universalidad de su mensaje.
3. Construcción de la
identidad femenina
Vaz Ferreira presenta un modelo femenino fuerte e intelectualizado, que
en ocasiones se contrapone a la virilidad tradicional.
Sus poemas perfilan imágenes de mujeres poderosas, heroínas épicas que
mantienen su integridad y fidelidad a sí mismas, incluso por encima del héroe
masculino.
En la etapa romántica-modernista, el yo poético se atribuye a veces la
imagen de una diosa, lo que da un matiz trágico y grandioso al tema amoroso.
4. Significado simbólico
de elementos recurrentes.
El ciprés simboliza la muerte, el abandono y la soledad.
La nieve representa el frío y la soledad que la autora experimentó.
El sapo y su canto simbolizan el hastío y la desesperación sin eco ni
respuesta.
El viento del anochecer es símbolo de serenidad y calma anhelada.
5. Voz poética y tono
La voz de María Eugenia Vaz Ferreira es intensa, triste y humana, con
una gran carga expresiva que transmite la angustia existencial y la búsqueda de
sentido.
Su poesía es a la vez íntima y universal, capaz de resonar en lectores
más allá de su contexto histórico y cultural.
La obra de María Eugenia Vaz Ferreira se distingue por una poesía metafísica y emocionalmente profunda, que combina un estilo cuidado y musical con temas universales como el amor frustrado, la soledad y la muerte, todo ello expresado desde una perspectiva femenina fuerte y auténtica, que la convierte en una voz única y pionera en la literatura uruguaya y latinoamericana.
Legado y relevancia
María Eugenia Vaz Ferreira es considerada una pionera de la poesía
femenina uruguaya y una de las grandes voces líricas de Hispanoamérica. Su obra
ha sido objeto de múltiples reediciones y estudios críticos que valoran su
aporte a la libertad expresiva y a la construcción de una identidad poética
femenina en un contexto dominado por hombres.
Además, su labor como profesora
de literatura en la Universidad de Mujeres de Montevideo (1912-1922) refleja su
compromiso con la educación y la cultura, aunque su salud la obligó a retirarse
prematuramente.
La obra de María Eugenia Vaz Ferreira representa un puente entre el
romanticismo y el modernismo, con una poesía que combina sensibilidad,
profundidad metafísica y una mirada crítica hacia las restricciones sociales
impuestas a la mujer.
Su legado perdura como un
testimonio de valentía literaria y emocional en la historia de la poesía uruguaya
y latinoamericana.
POEMAS
Tu rosa y mi corazón
Antes que entre tus
labios y mi oído
el ciprés del silencio, largo y mudo,
alce su quieta cima,
de tu palabra en el cristal sonoro
dame una roja rosa, que será
por tu lirismo y tu carne fragante
rosa de amor humano y rosa mística.
La prenderé en mi pecho
sobre la palpitante rosa mía,
y del perpetuo beso el tibio roce
esparcirá sus perfumadas ondas...
Hoy,
ebria de aroma me será brindada
la belleza infinita...
y en mi larva fugaz cuando se apaguen
los armoniosos éxtasis
me envolverán las perfumadas ondas
en su mortaja amante y siempreviva.
Dame una rosa, antes
que el ciprés largo y mudo, entre nosotros
alce su quieta cima...
Vaso furtivo
Por todo lo breve y frágil,
superficial, fugitivo,
por lo que no tiene bases,
argumentos ni principios;
por todo lo que es liviano,
veloz, mudable y finito;
por las volutas del humo,
por las rosas de los tirsos,
por la espuma de las olas
y las brumas del olvido...
por lo que les carga poco
a los pobres peregrinos
de esta trashumante tierra
grave y lunática, brindo
con palabras transitorias
y con vaporosos vinos
de burbujas centelleantes
en cristales quebradizos...
María Eugenia Vaz Ferreira
Voz del retorno
Nada le queda al náufrago; ya nada: ni siquiera
la dulce remembranza de un viejo sueño vano,
ni la marchita y frágil ala de una quimera
que al estrecharse deja su polvo entre la mano.
La media noche es tarde y el alba fue temprano,
y el orgulloso día le dijo al sol: “Espera”;
quien sin besarla aspira la flor de Primavera,
pasa como una sombra por el jardín humano.
Violetas de los prados en el solar fragante,
rosas de los pensiles rojas y perfumadas
que al pasajero abrieron su misterioso broche;
el náufrago retorna como una sombra errante,
sin una sola estrella de flámulas doradas
con que alumbrar el fondo de su infinita noche.
María Eugenia Vaz Ferreira
Todo me lo diste, todo:
el ritmo azul de las cunas
en cuentos maravillosos
glosados de suaves músicas...
Las palabras melodiosas
divinas como el silencio,
las rosas de nieve y oro
perfumadas de secretos...
Las albas anunciadoras
de los venturosos días
henchidos de primaveras
refulgentes de sonrisas...
Las pálidas nebulosas
de los cielos taciturnos,
la soledad, el olvido
y la paz de los sepulcros.
María Eugenia Vaz Ferreira
El ataúd flotante
Mí esperanza, yo sé que tú estás muerta.
No tienes de los vivos
más que la instable fluctuación perpetua;
no sé si un tiempo vigorosa fuiste,
ahora, estás muerta.
Te han roído quién sabe
qué larvas metafísicas que hicieron
entre tu dulce carne su cosecha.
En vano
el mágico abanico de tus alas
con irisadas ráfagas me orea
soltando al aire turbadoras chispas.
Yo sé que tú eres de esas
que vuelven redivivas en la noche
a decir otra vez su última verba...
Ya te he visto venir
blanca y piadosa como un santo espíritu
sobre el vaivén de las marinas ondas;
te he visto en el fulgor de las estrellas,
y hasta los bordes de mi quieta planta
danzan tus llamas en festivas rondas.
Pero si al interior vuelvo los ojos
Veo la sombra de tu mancha negra,
miro tu nebulosa en el vacío
dar poco a poco su visión suspensa;
sin el miraje de los fueros fatuos
veo la sombra de tu mancha negra.
No llores porque sé los ojos míos
saben vivir en lontananzas huecas;
míralos secos y tranquilos; márchate
y el flotante ataúd reposar deja
hasta que junto a ti también tendida
nos abracemos como hermanas buenas
y otra vez enlazadas nos durmamos
en el sepulcro vivo de la tierra.
María Eugenia Vaz Ferreira
No hay comentarios:
Publicar un comentario