El 6 de febrero se celebra el
Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina, una
práctica que se suele ejecutar en niñas en algún momento de sus vidas entre la
infancia y la adolescencia en determinados países y que internacionalmente está
reconocida como una violación grave de los derechos humanos, la salud y la
integridad.
Fue el 20 de diciembre de 2012
cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Resolución para
proclamar este Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital
Femenina.
Christiana Ojiabo, superviviente de la mutilación genital
femenina (MGF) de la comunidad nigeriana de Agalagu.
Dedicada agricultora y activista, denuncia esta práctica
nociva en su comunidad, utilizando su propia experiencia
para ayudar a otras personas a
FOTO:© Fondo de Población
El lema para el año 2024 es
"Su voz. Su futuro".
"Su voz" resalta la
importancia de escuchar y dar voz a las mujeres y niñas que son víctimas o
están en riesgo de ser sometidas a la mutilación genital femenina (MGF).
Reconoce que las mujeres deben
tener el poder y la autonomía para tomar decisiones sobre sus propios cuerpos y
sus futuros.
Insta a la sociedad a defender
y proteger los derechos humanos de todas las personas, independientemente de su
género.
"Su futuro" enfatiza
la visión de un futuro en el que las niñas y mujeres no tengan que enfrentarse
a la MGF. Resalta la importancia de trabajar hacia la eliminación de esta
práctica nociva y garantizar un entorno seguro y saludable para todas las
mujeres y niñas.
En los últimos 25 años, la
prevalencia de la mutilación genital femenina ha disminuido en todo el mundo.
En la actualidad, una niña tiene un tercio menos de probabilidades de sufrirla
que hace 30 años.
Sin embargo, las crisis
humanitarias como los brotes de enfermedades, el cambio climático o los
conflictos armados, entre otras, podrían hacer peligrar el mantenimiento de
estos logros y consecuentemente hacer retroceder los avances hacia la
consecución de la igualdad de género y del fin de la mutilación geniral
femenina para 2030.
Más de 200 millones de niñas y mujeres han sufrido mutilación genital femenina.
Este año, casi 4,4 millones de
niñas correrán el riesgo de sufrir esta práctica nociva; lo que equivale a más
de 12.000 casos diarios.
Una de cada cuatro supervivientes sufrió mutilación genital femenina a manos de un trabajador sanitario.
Las hijas de supervivientes de
la mutilación corren un riesgo significativamente mayor de sufrirla también.
El coste económico de la
atención sanitaria a las víctimas de la mutilación genital femenina es de 1.400
millones de dólares al año.
Purity Soinato Oiyie. Foto:
ONU Mujeres/Ryan Brown
Purity Soinato Oiyie rebosa de
confianza en sí misma. Lleva dos piezas hechas con cuentas; un tocado
tradicional masái que cae de su cabeza y un collar con un mensaje rotundo:
“Stop FGM”, poner fin a la mutilación genital femenina. Es una líder de su comunidad
y defensora de los derechos de las mujeres. Pero para alcanzar este estatus ha
tenido que hacer frente a todo tipo de dificultades.
“Tenía sólo 10 u 11 años
cuando mi padre decidió circuncidarme. Sería la quinta esposa de un hombre de
70 años. Hablé con la maestra de mi clase y ella informó a la jefatura de
policía. Apenas dos horas antes de la ceremonia de ablación, llegó la policía y
me retiró del lugar”, recuerda. Oiyie fue la primera niña de su aldea en decir
no a la mutilación genital femenina.
Durante los ocho años
siguientes, Oiyie vivió en un centro de rescate en Narok, Kenya, lejos de todo
lo que le era conocido. “Lo más difícil para mí fue dejar mi hogar, dejar a mi
familia. No podía dormir... Me despertaba en medio de la noche y pensaba,
¿debiera volver y someterme a la mutilación genital femenina?”, explica.
La huida de Oiyie, al igual
que la de miles de niñas con historias parecidas, repercutió en la dinámica
familiar. Tuvo que cargar con las consecuencias. “En casa, mi padre empezó a
pegarle a mi madre, echándole la culpa de mi huida. Pero mi madre no quería que
yo volviera y me circuncidaran. Me quedé en el centro de rescate y terminé la
escuela”.
Terminar los estudios fue un
paso fundamental en la trayectoria de Oiyie ya que gracias a ello pudo escoger
el camino que quería seguir. Actualmente, Oiyie colabora con una junta que
lucha contra la mutilación genital femenina a fin de generar conciencia en
aldeas locales sobre las consecuencias nocivas de esta práctica tradicional.
Afirma que “es difícil convencer a las personas de poner fin a la mutilación
genital femenina, porque se trata de una práctica cultural. Voy a las escuelas
y hablo con las niñas y el personal docente; hablo a las personas masái en
nuestro propio idioma. Les muestro vídeos sobre la mutilación genital femenina,
hago que conozcan sus efectos y les explico la importancia de la educación”, y
añade que “se sorprenden al ver a una niña masái educada”.
Aunque Oiyie está orgullosa
del trabajo que hace para empoderar a niñas, madres y padres a fin de que
rechacen esta práctica nociva, también quiere conseguir una transformación más
profunda en su comunidad. Conoce de primera mano la complejidad de la
situación, por lo que afirma que: “Lo que necesitamos es educación gratuita
para las niñas. El pueblo masái es un pueblo de pastores, y muchos padres y
madres no tienen dinero para enviar a sus niñas a la escuela”.
Oiyie sueña con construir una
escuela gratuita para las niñas de su aldea, y subraya la importancia de
incluir a las niñas y madres jóvenes casadas. “Siendo mujeres, nos merecemos
este derecho. Es nuestro”.
Jaha Dukureh, Regional UN
Women Ambassador for Africa. Foto: ONU Mujeres/Ryan Brown
Jaha Dukureh es una conocida
activista, Embajadora de ONU Mujeres para África, madre y sobreviviente de la
mutilación genital femenina. Cuando tenía 15 años, viajó sola desde Gambia a
Nueva York para casarse con un hombre que no había visto nunca. En ese momento
se dio cuenta de que la habían sometido a la mutilación genital femenina cuando
era un bebé.
“Hay cuatro tipos de mutilación genital femenina; yo sufrí la de ‘Tipo III’, que consiste en extraer totalmente el clítoris y en coser los labios y la vagina dejando únicamente un pequeño orificio para orinar y menstruar. Vi que mi matrimonio no se podía consumar hasta que se revertiera la infibulación”.
Dukureh empezó a hablar anónimamente sobre la mutilación genital femenina cuando se quedó embarazada. “No quería que mi hija tuviese que pasar lo mismo, de eso estaba segura. También sabía que hay millones de niñas en todo el mundo que son como mi hija y que no tienen a nadie que hable por ellas. Si no lo hacía yo, ¿quién iba a hacerlo?”.
Motivada por su estrecha relación personal con este tema, el activismo anónimo de Dukureh pronto se transformó en un clamor de alcance mundial. “Denuncié la mutilación genital femenina y el matrimonio infantil, escribí blogs, amenacé con avisar a las fuerzas del orden si no me permitían abandonar a mi marido, fundé una ONG para combatir estas prácticas y solicité a la administración de Obama investigar el alcance de la mutilación genital femenina en los Estados Unidos de América”.
Además, Dukureh contribuyó en la legislación para prohibir la mutilación genital femenina en Gambia, su país de origen, demostrando que sus raíces constituyen la esencia de toda su labor a favor de la salud y el bienestar de las niñas. El trabajo que lleva a cabo en su comunidad le proporciona información y acceso a espacios y conversaciones donde puede promover su causa de manera eficaz. “No se consigue el cambio hablando a quienes ya están convencidos en salas de conferencias”, afirma. “Debemos trabajar con las y los líderes religiosos y tradicionales, las comunidades de hombres, niños, madres y padres que piensan de otra manera. Debemos escuchar y comprender sus motivos y sus sistemas de creencias de manera respetuosa, al tiempo que aseguramos su privacidad y dignidad. No hay que juzgar. En cambio, tenemos que utilizar interpretaciones religiosas alternativas y hacer referencia a pruebas científicas sobre las consecuencias perjudiciales tanto desde el punto de vista socioeconómico como sanitario que tienen la mutilación genital femenina y el matrimonio infantil”.
Consciente de la importancia que tiene un movimiento liderado por sobrevivientes para poner fin a la mutilación genital femenina, Dukureh espera inspirar a otras niñas y mujeres para que hablen de sus vivencias. “Debemos apoyar a las mujeres y a las niñas, especialmente a las sobrevivientes, para que sean capaces de liderar el cambio y convertirse en ejemplos para las demás. Cuando una sobreviviente habla a su gente, toca una fibra sensible”.
Elizabeth Thomas Mniko tiene
17 años de edad. Asiste a clases extracurriculares en la escuela como
preparación para los exámenes de secundaria y trabaja como encargada del hogar
seguro del Serengueti, Tanzanía, donde acudió escapando de la mutilación
genital femenina.
Magda
Ahmed, líder rural de Minya, durante un campamento de personas voluntarias en
marzo de 2018. Fotografía: ONU Mujeres/Ahmed Hindy.
Como trabajadora social y
líder rural en el Alto Egipto, Magda Ahmed trabaja cada día por los derechos y
el bienestar de las mujeres y las niñas. Lucha por su derecho a la educación,
su derecho a expresar su pleno consentimiento antes del matrimonio y su derecho
a vivir la vida sin mutilación genital femenina ni otras prácticas nocivas.
Desde pequeña, a Ahmed le
encantaba estudiar. Después de graduarse de la secundaria quería seguir
estudiando, pero no se le permitió tomar la decisión por ella misma. “En el
Alto Egipto, es difícil que una niña continúe con sus estudios”, explica Ahmed.
“Obtuve mi diploma [de secundaria] pero no pude seguir con mi educación ya que
mi madre y mi padre decidieron que con ese diploma ya bastaba. Tampoco mis
hermanos defendían la idea de educar a las niñas de la familia”, afirma. A
pesar de insistir, su familia se mantuvo firme y ella se casó a la edad de 18
años.
“Cuando me casé quería aprovechar
mi energía para trabajar pero mi marido no paraba de decirme que mi trabajo
eran la casa y los hijos”, recuerda Ahmed. Finalmente, con el apoyo de su
suegra, empezó a trabajar en un jardín de infancia y, años después, tras arduos
estudios y exámenes, Ahmed fue contratada por el Ministerio de Solidaridad
Social como trabajadora social.
Su cargo incluye ir de casa en
casa, conocer a las familias y tomar nota de sus necesidades y preocupaciones.
Poco a poco las mujeres empezaron a confiar en ella y a explicarle sus
experiencias personales de violencia doméstica, matrimonio infantil y
mutilación genital femenina. Como parte de su capacitación profesional, Ahmed
aprendió a generar conciencia sobre las secuelas del matrimonio infantil y la
mutilación genital femenina. Además, como ella misma ha sido una madre joven,
puede conectar más estrechamente con las mujeres y las familias. “Todo lo que
pasé al haberme casado joven me ayudó a instruir a las mujeres que visitaba
sobre las cuestiones relacionadas con el matrimonio infantil”.
Ahmed comparte uno de los
logros de los que se siente más orgullosa: fue capaz de cambiar la opinión de
una madre sobre realizar la mutilación genital femenina a su hija. “Me prometió
que nunca nadie la convencería de hacer daño a su hija de esa manera. Ahora me
doy cuenta de que mi papel como líder rural es fundamental en la comunidad”,
explica satisfecha.
FUENTES
https://www.diainternacionalde.com/
No hay comentarios:
Publicar un comentario