UN GRANDE DE LA LITERATURA NATIVISTA DE URUGUAY
Fue llamado Leandro por haber venido al mundo un 13 de marzo, fiesta del santo, completándosele el nombre en homenaje al Pedro que lo sostuvo sobre la pila bautismal.
Pedro fue el cuarto hijo de una familia constituida por siete niños .
Era un niño y ágil, su cabello negro mostraba un copete rebelde y un remolino indomable. Se adivinaban en su rostro las facciones paternas y maternas; se destacaban, en él, los ojos castaño-verdoso de su raíz criolla.
Fue su maestra rectora Felipa Arbenoiz, vasca enérgica y arbitraria, que en el recuerdo infantil quedó marcada con inalterable cariño devocional.
Terminada esta primera etapa, su necesidad de ascender por los libros y de hallar un modo de comunicarse, lo llevan a la Escuela de 2º grado dirigida por el maestro Víctor Acuña quien parece representar, en aquel pueblo, un espíritu abierto a la cultura, capaz de dar a los escuetos programas unas ramificaciones y amplitud que trataban de colmar el vacío de una enseñanza secundaria que tardará mucho en llegar hasta Treinta y Tres.
Fueron los recuerdo de los tiempos juveniles vividos en Treinta y Tres , paisajes y anécdotas que aparecen como por encanto en sus libros, que han inspirado una u otra página, cualquiera sea el género literario a la que pertenezca. “Declaro que nací en Treinta y Tres – expresa- cuando era un pueblecito de pocas viviendas y mucha gracia” y además: “Nacer en un pueblo que nace es asistir al nacimiento de todas las cosas, y sobre todo a la necesidad de que ellas existan”.
Este gusto por las letras lo llevó a que desde muy joven escribiera en algunas publicaciones periódicas de esa ciudad.
Hasta que, un día, se dejó llevar por el aire festivo de una boda o del cumpleaños de una abuela o de una fecha memorable. Y garabateó sus primeros versos que fueron recibidos con natural embobamiento.
Entonces, decidió fundar un periódico en aquel pueblo donde ya daban su lección de periodismo hombres de la talla de Luis Hierro."
"Su fundador cuenta que, enterado el padre de este acontecimiento, una tarde lo llamó con particular ceremonia y, llevándolo a la habitación principal de la casa, tomando el tratamiento de "Usted" al que tan enfáticamente recurría para resaltar la importancia de sus palabras, dijo señalando una mesa flamante de caoba y tapa de mármol (que aún sobrevive): "Bueno, aquí tiene esta mesa. De ahora en adelante será la redacción de "Los Chicharrones". Sobre ese deslumbrante mueble lucían ordenadamente papeles, tintero y lapiceros."(Rolina Ipuche Riva)
Sus amigos y admiradores fieles, realizaban las tareas del reparto y la cobranza. Don José Acevedo, hijo contaba que había guardado la colección completa de "Los Chicharrones" como una reliquia testimonial y que le había significado un duelo el perderla en un desgraciado accidente.
Ese atrevido modo de comunicar las noticias era esperado por los adultos que aguardaban, impacientes, aquel semanario con sus noticias lugareñas, los editoriales de un muchachito de trece años, las crónicas de las veladas artísticas, los poemas ocasionales del director, los trozos de literatura escogida, la opinión sobre la política nacional.. .
En el año 1903, Pedro Leandro hizo en él la proclamación de José Batlle y Ordóñez para la candidatura a la Presidencia de la República.
Esta publicación duró dos años, saliendo ininterrumpidamente en ese período.
Pedro Leandro, siendo casi niño, con su padre Juan Bautista y amigos formaron una Banda que alegraba con su música los acontecimientos cívicos o familiares del lugar.
El padre de Pedro, en su juventud, había había tomado clases de música por un joven maestro catalán, don Luis Batlle, quien llegara, entre azares de zarzuela buscando aventura hasta aquel perdido villorrio del este. Lo acompañaba un pianito de mesa que deslumbró de los lugareños. Así estudió todo cuando Batlle pudo trasmitirle en cuanto a técnica y en el gusto por la buena música de aquel tiempo. Así armó un conjunto al que dedicó tiempo y dinero.
Así lo relata Rolina Ipuche Riva "Al estallar la guerra civil, Juan Bautista Ipuche sigue a su amigo y compadre Basilisio Saravia, obteniendo en el campo de batalla el honor de capitán. Sus hijos mayores, Juan y Andrés, también están alistados en la División "Colonia" y en el Batallón Florida.
Pedro Leandro, con su entrañable hermano menor Eufemio, decide enrolarse, en un gesto de temprana osadía. Van como voluntarios a la sección de la División "Minas", destacada en Treinta y Tres, al mando de Adrián Foucault y los mayores Pintos y Carabajal. El escritor cuenta que, mientras Carabajal, tomándolo como a un escudero legendario lo hacia ir a su flanco portando la lanza sobre las cruces del caballo, el mayor Pintos, sabedor de su afición por las letras, le reservaba el honor de redactar los partes de jerarquía.
Las aventuras vividas por los dos adolescentes que, hasta entonces, sólo habían conocido los itinerarios agrestes y fantasiosos, la búsqueda de animales compañeros por tierras y yerbales, la furia desatada de algún toro en celo y los peregrinajes filarmónicos de la Banda (sobre la que volveremos más adelante) podrían dar trama a un libro de tono múltiple. Pero ahora, era la guerra y ella cambiaba todo.
Un día, llega la paz. Los licencian en Nico Pérez. Les regalan el caballo y su apero, el poncho y diez pesos que su novelería golosa hará desparramar, dispendiosamente, en los víveres de la pulpería cercana..."
Sus dos hermanos mayores dejaron el hogar paterno buscando su propio camino. El mayor, Juan, se afincó en Montevideo, iniciando su larga carrera en el ambiente judicial. Las noticias que llegaban de su hermano mayor hace que Pedro Leandro decida trasladarse a Montevideo.
Ese mismo año de 1905 se traslada a Montevideo, donde se radicará definitivamente, dedicándose con verdadero entusiasmo a la labor de escritor, pues ya se había revelado claramente en él, una verdadera vocación.
Se despide de sus padres llevándose el mayor tesoro consistente en ese mundo afectivo que marcaría a fuego su vida y su obra.
Dice Rolina Ipuche Riva "Fue el viaje en diligencia alejándolo legua a legua, trote a trote, posta a posta del Treinta Tres que, a partir de ese instante, se volvería para el joven viajero en un universo único, cerrado a todo embate y a todo olvido. Le quedó en la memoria como un medallón salvaguardado del tiempo, fijo en sus seres, en sus cosas, en sus hechos y geografía. Treinta y Tres ha perdurado así, en el escritor, como una viva leyenda y se comprende que esté infuso en su obra total, como una savia de necesaria permanencia."
No fue allí donde halló el que creyera camino definitivo pero sí donde tuvo maestros eminentes que le hicieran aprender el sentido del estudio disciplinado y metódico, calando en profundidad, abriéndole el abanico humanístico de las letras, de los idiomas antiguos y modernos.
Con la mayoría de ellos trabó una amistad que sólo silenció la muerte y, puede afirmarse, que fueron descollantes miembros de una larga generación. Sólo recordemos entre muchos a Alfredo Canzani, Miguel Fourcade, Lorenzo Carnelli, Gustavo Gallinal, Oscar Rodríguez Rocha, Mario Falcao Espalter, José Carlos Montaner, Juan Antonio Collazo, Silvestre Pérez.
que debió causarle un profundo sacudimiento.
Rodó es quien lo atrae, sin gestos pero naturalmente, al mundo de las letras vivas al que se vinculará cada vez con mayor entusiasmo.
También el contacto con Julio Herrera, Armando Vasseur, Paul Minelli , las presencias disonantes de Roberto de las Carreras y Angel Falco que tienen gran influencia en su vida. Todo ese ambiente montevideano de la Torre de los Panoramas y del gay-saber; el modernismo, el lirismo tribunicio de Juan Zorrilla de San Martin.
En el año 1909, con veinte años, el inédito escritor había comenzado a intervenir en actos literarios. Al terminar el Homenaje a Alcides de María, Julio Herrera, lo felicita y abraza haciéndolo sentir reconocido.
Toma impulso para seguir escribiendo y lleva a "El Siglo Ilustrado" un tomo de poesías, "Dos lágrimas". Su corrección coincidía con la de "Motivos de Proteo", solemne ocasión que lo puso junto al maestro y que le permitió comulgar de aquel aire sagrado y de aquel planear de la gloria. Es así como escribe sobre José Enrique Rodó unas conferencias de titulo bastante sorprendente: "Los Motivos de Proteo del punto de vista cristiano", que lee en el Ateneo de Montevideo y en el Centro Larrañaga.
El 1912, se había llamado a concurso para celebrar a la Virgen del Pintado, la patrona celeste de los Treinta y Tres.
El jurado estaba presidido por Juan Zorrilla de San Martín además de Hipólito Gallinal y Joaquín Secco Illa.
Pedro Leandro presenta un poema que lleva por sostén temático el "Spes nostra salve" y el lema: Pro aris et focis. Intentaba unir allí los conceptos de Patria y Religión.
Gana el Primer Premio consistente en una medalla de oro y cien pesos.
Así se afianza su entrada en el mundo de las letras. Su nombre se coloca ya entre los de la nueva generación; recibe las voces de aliento de un Ricardo León, de la Condesa de Pardo Bazán.
En el año 1915 publica "El Solitario de Piedras Blancas".
En el año 1916 publica después de una estadía en su solar natal y mucho trabajo, una serie de sonetos que titula "La Pajarera Nativa". ("Vamos a ver los pájaros nativos / entre sierra, bañados y boscaje").
Estos poemas, de acento particular, marcarán un rumbo definido a su obra. Son, como todos los acontecimientos de la vida del poeta y del hombre en este lapso, un verdadero impulso esencial y de combate.
En noviembre de 1919 se casa con Espiritina Riva Melas. De este matrimonio nacen dos hijos: Pedro Leandro y Rollna.
Pedro Leandro era un hombre sano que practicaba deportes. Realizaba actividades de gimnasia, pelota vasca, y esgrima. Este último deporte lo abandonó después de un episodio donde Druillet le rasgó el traje. También practicó fútbol entre equipos aficionados, donde su velocidad le valiera el apodo de "puntero furia".
En 1923, con su compañero Arturo Dall'Orto, una revista mensual que dejará un camino importante en la bibliografía especializada. Se trata de "Guía del Comercio" que dirigirá fiel y devotamente durante cuarenta años con el mismo compañero fundador.
Su vinculación con el foro y la política, su amistad con José Batlle y Ordóñez y la plana mayor de "El Día" y muy en particular con Baltasar Brum y Domingo Arena, lo llevan, a ser candidato a la diputación. Renuncia pronto a ella y desde entonces se aleja definitivamente de toda actuación pública en lo político.
Durante la década del 20 se estrechan sus vínculos literarios con toda América y la Europa Atlántica. Su obra despierta valiosos ecos internacionales. Francis de Miomandre y Valéry-Larbaud lo traducen en múltiples ocasiones. Desde España, Cansinos Assens, Unamuno, le hacen sentir el fresco vigor de su lengua castellana.
Desde Buenos Aires se vincula con Güiraides en cuyas veladas, junto a Adelina del Carril, se leyeron innumerables originales de Ipuche, mientras tomaba cuerpo "Proa", la revista del grupo y de la que serán corresponsales uruguayos él y F. Silva Valdés.
Mantuvo además comunicación con Bernardo Canal Feijoo, Francisco Luis Bernárdez, Jorge Luis Borges y con Gabriela Mistral desde Chile y Héctor Cuenca desde Venezuela.
En 1927, después de casi diez años de ausencia, vuelve a Treinta y Tres. Al decir de su hija Rolina "que es como ir a bañarse en aguas lustrales y donde reunirá, bajo el cielo original, a su familia entera: a sus raíces y a su nuevo tronco. No es difícil suponer que éste fue uno de sus viajes más memorables, su reencuentro directo con seres y fantasmas, naturaleza y afectos, realidades y leyendas."
Volverá a Treinta y Tres en ocasión del asesinato de una familia campesina del Oro triste episodio donde entró a la historia la heroicidad de un niño que todos recordamos, Dionisio Díaz.
Ipuche visitó la escena de la tragedia para escribir la historia pero luego abandonó el proyecto frente a la aparición de publicaciones del hecho de tipo muy comercial.
En 1931, tras "Rumbo Desnudo", aparece su primer libro en prosa, "Fernanda Soto", la rescatada figura de "la vieja sorda" que viviera su ocaso centenario frente al descubrimiento infantil del autor.
Todo en este cuento-poema está narrado con fuerza, hasta con dureza unida a sensibilidad evocativa y a pudores de artista. Bordoli, en su excelente prólogo a la edición “Clásicos Uruguayos” escribió al respecto: “Nosotros hemos notado que casi siempre, cuando por imposición del tema, Ipuche se ve obligado a contar algo que huele mal, casi ni quiere contarlo, va sobre ascuas. Lo da por contado...” El autor entra en la historia de sus personajes sin hacerles una introducción; la Vieja habla, pero no se sabe quién es, ni tampoco se aclara mucho a propósito de los demás: la madre, el Muleque, Juan Lima, Lalo Medeiros, Ramón Carrasco, Clementino, Salvador... De todos ellos se da apenas un chispazo que ilumina algún momento de sus vidas, sin un “antes” ni un “después”. El final del cuento es misterioso y notable. En sus últimos instantes, la Vieja anuncia que va a nacer. ¿Al arte? ¿Habrá que recurrir a las filosofías orientales? Hyalmar Blixen
Tuvo una estrecha relación de amistad con los plásticos de esa época: Figari, Méndez Magariños, B. Michelena, Cúneo, Arzádum, Pastor, Milo Beretta, etc.
Fue su gran amigo, el escultor Antonio Pena ("... Pena con su cara viva, / bañada de niñez como una cuna" de "Con Pena entre la luna") quien ilustró la primera edición con diez grabados .
El 12 de enero de 1934 muere en Treinta y Tres. su madre, a la que llamara "arachana espiga" y "macerada india santa". "Sentimentalmente, es éste un hecho a señalar pues, como él mismo lo escribió años después: ". . . ¡Ah profunda mujer / con tu caer / tambaleó la raíz de mi vida, / y como paso abierto, / en ml sangre movida / hallé al horror despierto" ("Canto a la madre" de "Tierra Celeste", 1938)."(Rolina Ipuche Riva)
El 7 de setiembre de 1937 muere su padre, Juan Bautista Ipuche.
En 1938 deja su cargo público que ocupaba para dedicarse casi exclusivamente a su obra literaria.
En 1942, publica "La Llave de la Sombra".
Luego se aboca a revisar su obra poética para reunirla en un solo tomo con el título "Caminos del Canto". Esta obra que reunió treinta años de creación lo hace acreedor a la distinción máxima que otorgaba, en ese entonces, el Ministerio de Instrucción Pública: la Medalla de Oro. La medalla que recibió tuvo para el poeta una emotiva coincidencia pues había sido realizada por Antonio Pena, su amigo.
- "Cristiano Robla" que revive un jirón de nuestra vida colonial.
- "Lucho", una comedia que se desarrolla en el ambiente universitario.
- "El dormido" que él mismo califica de "drama astral".
- "El doctor León Balseiro" que entreteje, alrededor de la figura de un médico de campaña, anécdotas que, seguramente, conoció el autor.
- "Dino, el rey niño" que estrenara la Comedia Nacional en abril de 1950.
En ese mismo período escribe y publica varias obras en prosa.
- "El Yesquero del Fantasma" (1943).
En el año 1946 Pedro Leandro Ipuche, publica Cuentos del fantasma. Entre sus veintiún textos, se destaca “Los muertos no quieren mudarse”, vinculado con un fantástico portador de vestigios románticos.
Ante determinados acontecimientos
extraños ocurridos en el cementerio, los habitantes asustados de un pueblo deciden
trasladar las tumbas hacia “una chacra lejana, con su tradición de asombro y
ánimas”. Pero cuando llegó el día en que iba a realizarse la mudanza, “los
bueyes y las mulas habían desaparecido. Las cajas de los carromatos, se habían
escapado de las ruedas. Y las ruedas andaban dando vueltas, como sopladas por
espíritus pícaros y trastornadores”. El cuento finaliza: “Pues... ya lo ven.
Los muertos no quieren mudarse”
- "La Quebrada de los Cuervos" (1954).
De este último de los libros nombrados, compuesto por una serie de cuentos de ambiente campesino y una larga narración que da titulo al volumen.
Ipuche dice del mismo: "Este romance ha sido realizado con los recuerdos de la excursión que hicimos con don Félix Olivera en febrero de 1915", pero "el 22 de marzo de 1953, antes de hacer el traslado definitivo de los originales, estuve otra vez en la Quebrada de los Cuervos".
A fines de 1954, la Asociación Uruguaya de Escritores (de la que había sido presidente durante un ejercicio) organiza el Primer Congreso de Escritores del Interior y elige como sede a la ciudad de Treinta y Tres.
El 19 de diciembre a la noche el pueblo de aquella ciudad y sus autoridades ofrecen un homenaje a Pedro Leandro Ipuche y a los otros dos poetas del lugar, José Gorosito Tauco y Serafín J. García.
En el año 1957 publica Caras con alma.
En algunos de sus cuentos se alude a acciones de una curandera –en “Bruna
Mendez” y “Lino”–, se presenta un personaje espiritista –en “Domingo
Perinetti”–, se expone cómo se ocultan unas palomas –en “Las palomas del
Polonio”– o se describe la caída oportuna de la escalera de un cadalso antes de
la ejecución de un hombre –en “El milagro de Montevideo”–, la
mayoría ambientados en tiempos de los inicios de la ciudad de Treinta y Tres y
durante la alzada revolucionaria de 1904; no obstante, en ninguno de los
mencionados se manifiesta la concreción de un efecto fantástico. Solo se
presenta en otro titulado “Don Ernesto”.
Este relato se inicia con una
alusión a La divina comedia de Dante y cómo Virgilio, de recorrida por el
infierno, se sorprende al distinguir allí a alguien que acababa de ver en la tierra;
a partir de una trama simple se prepara el clima del relato para lo que se va a
narrar a continuación. En este sentido, se describen algunos episodios de un
“personaje fúnebre”, como esas personas que “resultan figuras descifrables en
la clave doble de la vida y la muerte”.
Don Ernesto, un alemán gerente
de una cervecería de Montevideo, había regresado de un viaje a su país luego de
finalizada la Primera Guerra Mundial, y le refirió al narrador que Alemania, a
pesar de la guerra, se hallaba en un momento de desarrollo.
Luego de unos años, volvieron a encontrarse.
Don Ernesto había dejado de ejercer la gerencia de la cervecería para ocupar un
puesto en el directorio. Para festejar el encuentro, tomaron unas cervezas en
un bar y, luego de conversar un rato, se despidieron.
Días después, el personaje tuvo que visitar la
cervecería para efectuar una diligencia judicial. Fue recibido por el nuevo
gerente y, mientras llevaban a cabo la gestión, bebieron una cerveza. Cuando
estuvo finalizado el trámite, y antes de despedirse, el narrador le expresó al
gerente que había tenido el gusto de encontrarse, unos días antes, con don
Ernesto. Y el gerente le respondió: “Usted no pudo haber visto a don Ernesto”.
Ante la insistencia del protagonista, el gerente lo condujo al salón de sesiones
del directorio y, parándose ante los retratos de los fundadores y directores
fallecidos, se presentó el siguiente diálogo que le da fin al cuento:
“—¿Este es el don Ernesto que
ha visto usted?
—Exactamente, el mismo.
—Falleció hace cuatro años” .
El relato, de este modo, despliega el hecho de que alguien se encuentre y tome unas cervezas en un café con un conocido, ignorando que en realidad había muerto algunos años atrás. En este sentido, se presenta el encuentro inusitado entre una persona viva y otra del más allá, un acontecimiento en que se franquea el espacio que separa dos dimensiones contrarias.
En marzo de 1958 vuelve a Treinta y Tres donde, para acompañar en sus últimos momentos de la muerte de su hermano Eufemio.
En en año 1959 se edita "Hombres y Nombres".En 1961 se reedita "Isla Patrulla".
"Chongo" narra las aventuras de un personaje
llamado Chongo, el petiso de la escuela-granja dirigida por su hermana Juanita
en las cercanías del Yerbal. Esta obra, dedicada a los niños de Treinta y Tres,
relata las peripecias y vivencias de Chongo en un entorno rural, ofreciendo una
narración que combina elementos de aprendizaje, aventura y la vida cotidiana en
la región querida. La historia de "Chongo" se teje con la intención
de brindar entretenimiento y enseñanzas a los jóvenes lectores, destacando la
creatividad y sensibilidad literaria de Pedro Leandro Ipuche en el ámbito de la
literatura infantil.
En el año 1962 tras varios años de documentada preparación, publica "La Defensa de Paysandú" en homenaje al centenario de ese hecho histórico.
Su última obra publicada fue su poemario "Aire Fiel" (1964) y, se halla en prensa su libro en prosa "Fantasmas Tenaces", al que seguirá "Raíz Abierta", una antología poética de temas nativos.
Pedro Leandro Ipuche murió en Montevideo en el año 1976
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