Su conocimiento de lo autóctono, fue producto de sus largas estadías en Rincón del Pino donde su padre le mostrara la fauna, la flora y los usos del país, junto a la audición de los clásicos, a los que Don Paco memorizaba. También su obra fue enriquecida por la dulzura materna y la hospitalidad familiar: “Yo vi en mi casa que ninguno valía más que otro sino por el cariño que despertaba”, solía decir el escritor .
Paco aprendió en su casa a escribir y a observar a sus semejantes, hasta en los mínimos detalles, también supo el significado de amar el “pago”, y de un compromiso con la divisa blanca del Partido Nacional, que mantuvo aun cuando en la década de 1960 apoyó al Frente Izquierda de Liberación.
En su ciudad natal, Francisco Espínola se inició en el periodismo escribiendo en los diarios "El Pueblo" y "Los Principios".
Una vez finalizado sus estudios liceales se trasladó a Montevideo para iniciar el bachillerato de Medicina.
Escribió para las Revistas "La Cruz del Sur" y "Mundo uruguayo".
En el año 1924 publica sus dos primeros cuentos en la revista Actualidades.
Participó de la revolución armada contra la dictadura de Terra y es tomado prisionero en la acción de Paso de Morlán en 1935. Se inició en el periodismo colaborando en publicaciones de su ciudad natal y de Montevideo.
Este mismo año publica en Crítica de Buenos Aires la serie, Veladas del Fogón.
En el año 1936 se separó de Raquel, sin haber tenido hijos.
En el año 1936 ingresa al diario El País como crítico teatral.
En 1938 el teatro Urquiza estrena la obra de Espínola La fuga en el espejo.
El 24 de agosto de 1943 nace su hijo, Francisco Carlos.
Fue profesor de Literatura en Enseñanza Secundaria desde 1945.
Ese mismo año, invitado por el gobierno polaco viaja a Breslau donde participa en un Congreso por la Paz. Visita varios países en compañía del escritor Enrique Amorím y su esposa quienes lo ayudan y guían en todo.
En 1954 publicó el ensayo sobre estética Milón, el ser del circo.
En 1961 recibió el premio Nacional de literatura.
También participó en un programa de televisión durante los sesenta en Canal 5, titulado "Dialogando con los clásicos", hasta que el gobierno de Pacheco Areco censuró y eliminó el programa. Se destacó como narrador oral y su voz leyendo sus propios cuentos fue registrada en un fonograma coproducido por Sodre y Antar en 1962
En el año 1968 publica Don Juan, el zorro (tres fragmentos de novela).
Estilo
Perteneciente a la "Generación del centenario" su obra se ubica, así como la de Morosoli, dentro del regionalismo por su intención de reflejar lo propio: paisajes, situaciones, anécdotas, tipos y hábitos, desde un nuevo punto de vista.
Los personajes de sus obras son seres desamparados, provenientes de los suburbios, relegados y perdidos en un mundo social que los excluye, pero no insiste en la fórmula del nativismo ni del naturalismo, sino que ahonda en estos seres singulares sólo para comprenderlos.
Una de las salas de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación lleva su nombre, cómo también lo hace una biblioteca popular en el barrio Paso de la Arena

Escribe la Profesora. Iris Caramés Beltrán.
Francisco Espínola es considerado, junto a Onetti, como maestro de la Generación del 45: “Todos venimos de Paco”, dijo Mario Arregui a propósito de la influencia de la obra de este maragato en los narradores del 45, quien fue laureado en 1961 con el Gran Premio Nacional de Literatura.
A propósito de su obra, Carlos Maggi sostiene que Espínola cuenta subjetivamente, atendiendo al exquisito mundo interior de sus personajes y no a la pura acción exterior, además de exhibir una intencionalidad formal muy cuidada: “hay una atmósfera virtual que crea la factura artística”, donde forma y contenido se funden, afirma este crítico.(1)
Por su parte, Benedetti plantea: “Lo curioso es que la de Espínola no es una fantasía descarnada, gratuita, etérea, sin raíces. Con segura intuición, sabe reconocer dónde reside un determinado hilo de naturalidad, espontánea fantasía en la vida de la gente de campo, y entonces lo estira, lo prolonga, lo exagera: lo trasmuta, en fin, en empresa de imaginación".(2)
Arturo Sergio Visca (3) opina que la creación narrativa de este escritor puede concebirse como formada por tres círculos concéntricos, cada uno de los cuales constituye un mundo narrativo con su motivación y temperatura propias, pero de tal modo comunicantes entre sí que el primero se amplía en el segundo y el segundo en el tercero, que reabsorbe en sí a los otros dos. Los personajes del primer círculo son seres rudos, casi bárbaros (Raza Ciega). El segundo círculo está formado por Lo inefable, El rapto, Los cinco, ¡Qué lástima!, Rancho en la noche, Las ratas, y la novela Sombras sobre la tierra, en donde sus protagonistas son seres radicados en el pueblo o en sus suburbios, son seres fronterizos (en su mayoría) entre el mundo de la naturaleza y el de la civilización, son seres “contaminados” de cultura. El tercer círculo, nombrado por este crítico como “mundo popular y tradicional de signo poético” se integra con Saltoncito, El milagro del hermano Simplicio, Rodríguez y los fragmentos de la novela Don Juan el Zorro, en donde se nota que, sin perder el contacto con la realidad, se acentúa la perspectiva desrealizadora con origen en motivos tradicionales populares.
Escritor de gran profundidad y sencillez a la vez, logró ser conocido por casi todos los integrantes de la sociedad uruguaya de los 60-70, aún por aquellos que no habían leído sus obras.
(1) Maggi, C. Paco Espínola. Vida y obra. Historia de la Literatura uruguaya. Capítulo Oriental, Tomo II. Montevideo.1988.
(2) Benedetti, M. Espínola, Francisco. Nuevo diccionario de Literatura Uruguaya. Banda Oriental. Montevideo. 2001.
(3) Visca, A. Prólogo a Cuentos Completos de Francisco Espínola. Arca. Montevideo. 1987.
El legado literario de Francisco
"Paco" Espínola es muy significativo y perdura hasta hoy
principalmente por su innovación en la narrativa uruguaya, la profundidad
psicológica y estética de sus obras, y su influencia en generaciones
posteriores de escritores.
Espínola es reconocido por su obra narrativa que incluye cuentos, novelas, teatro y ensayos estéticos, destacándose textos como "Raza ciega" (1926), "Saltoncito" (1930), "Sombras sobre la tierra" (1933), "El rapto y otros cuentos" (1950), "Milón o el ser del circo" (1954) y la novela póstuma "Don Juan, el zorro" (1968).
Su literatura incorpora
elementos del nativismo y el universo rural, con un enfoque muy cuidado en el
mundo interior de sus personajes más que en la acción exterior, creando una
atmósfera artística donde forma y contenido se funden.
Fue un narrador técnico y refinado, manejando con sutileza los "hilos invisibles de la escritura", lo que le otorgó un giro al uso habitual del misterio y una intencionalidad formal muy cuidada en sus relatos.
Paco Espínola fue además profesor de literatura, narrador oral y divulgador, y ejerció una importante influencia en la narrativa uruguaya posterior, sintetizada en la frase del crítico Mario Arregui: "Todos venimos de Paco". Su obra representa un nexo entre generaciones literarias y es valorada por críticos y escritores como Mario Benedetti, Ángel Rama y Carlos Maggi, quienes destacaron su técnica, complejidad y profundidad estética.
Su narrativa, que abarca desde
relatos infantiles hasta ensayos sobre estética, marcó una evolución en la
literatura uruguaya y sigue siendo un referente obligado para el estudio de la
literatura nacional, reflejando una visión solidaria y compasiva hacia
personajes humildes y marginados.
Su legado se mantiene vivo no
solo en sus escritos sino también en la influencia directa sobre las
generaciones de escritores que lo sucedieron.
Pero lo cierto es que se fue el invierno y vino la primavera, sin que Mángoa, la esposa del desgraciado sapo, ni Saltoncito, su hijo, volvieran a verlo más.
Muchas veces, al volver de sus correrías, encontraba a su madre muy triste, con la vista perdida en los campos y los ojos velados por las lágrimas.
Saltoncito, comprendiendo el motivo de su pena, se trepaba a las rodillas de su madre y la besaba.
Por no disgustarla se comportaba muy bien y le ahorraba las tareas que podía. A riesgo de que no lo creáis, os digo que él mismo se lavaba y se vestía, y que fue muy feliz cuando consiguió hacerse solo el lazo de la corbata…
Glu-Glu, el Patriarca, dijo un día a Mángoa:
–Tu hijo, amiga mía, será un sapo que llegará lejos por su inteligencia y su bondad.
Y sonriendo dulcemente al pequeño, díjole:
–Saltoncito, pide permiso a tu madre, y yo te llevaré a pasear por el bosque.
Mángoa accedió, recomendándole que obedeciera al venerable anciano.
Pronto ambos salieron del charco y cruzando el llano, llegaron al bosque.
Saltoncito, prendido de la mano de Glu-Glu, tembló al sentirse debajo de los gigantescos árboles.
– ¿No nos harán daño, abuelo?
Glu-Glu le explicó la bondad de los árboles, cómo extienden sus ramas para que en ellas los pájaros sostengan sus nidos, y cómo dan dulces frutos y sombra reconfortante.
– ¡Ay, abuelo, qué buenos son! –exclamó el pequeño. –Suéltame un momento la mano que quiero darles un beso.
–Es inútil, hijo mío –dijo el anciano.
– ¿Por qué?
–Porque ellos no te sentirán, preocupados en otras cosas. ¿No ves
cómo miran al cielo?
–Sí, señor –dijo Saltoncito.
– ¡Bueno! –repuso el viejo sapo.
Y en vano el otro esperó que continuara, porque no habló más.
Cuando regresaron del lindo paseo era ya de noche. El cielo estaba radiante de estrellas y alrededor de ambos todo parecía descansar confiado en ellas. Habíase detenido el viento; los árboles permanecían con las copas inmóviles, y en sus tibios nidos de pajita y pluma dormían los pájaros.
– ¡No hay casi luz! ¡Nos perderemos, abuelo! –exclamó Saltoncito.
–Ve cómo todas las cosas, hasta las que parecen más lejanas e indiferentes, nos son útiles. Yo me sé guiar por las estrellas.
– ¡Yo quiero aprender, abuelo!
Mientras andaban, Saltoncito recibió su primera lección de Astronomía, ciencia que, ya lo veremos más adelante, de mucho le sirvió.
Cuando llegaron, Mángoa estaba muy inquieta.
–Temí que les hubiera pasado algo. ¿Cómo se comportó Saltoncito?
–Muy bien. Puedes estar orgullosa de él.
El anciano acarició a Saltoncito y agregó:
–Éste irá lejos. ¡Lo digo yo!
Ido el anciano apoyándose en un bastón, pusiéronse a la mesa.
Saltoncito comió con gran apetito y, a cada momento, su madre tenía que recomendarle:
–No comas tan de prisa porque no te hará provecho.
En cuanto se acostó se quedó dormido.
Y pasó la noche soñando con estrellas.
Saltoncito salía solo por los campos y cuando regresaba a su casa, toda la melancolía de la Naturaleza parecía inundar su corazón.
“Esto que ves no es nada comparado con el resto del mundo”, –habíale dicho en cierta ocasión el anciano Patriarca. “Cuando yo era joven conocí a un sapo de mucho mundo, hijo mío, y le oí contar cosas maravillosas: Reinos inmensos y riquísimos, con ciudades más grandes que cien charcos de éstos, juntos; palacios de piedras preciosas y de oro; reyes poderosos”.
Y en el alma de Saltoncito nació e iba creciendo, hasta empujarlo, el deseo de abandonar la comarca y salir por el mundo.
¿Por qué no podría encontrar una hermosa ciudad donde trabajar conquistándose una holgada posición que le permitiera llevar con él a su madre y librarla de los continuos sobresaltos experimentados durante el verano, cuando la charca se seca hasta casi desaparecer?
Un día, comunicó a su madre sus firmes deseos.
Ella lloró silenciosamente, sin tratar de disuadirlo porque sabía que era imposible, dado el carácter tenaz del jovenzuelo. Luego, secándose las lágrimas, buscó entre las ropas algunas de su perdido esposo para achicarlas y vestir bien abrigadamente a Saltoncito. Quitó un traje azul, que en sus tiempos fue muy bonito por los botones dorados, pero que estaba demasiado descolorido. Luego otro, negro, ¡ay!, el que llevaba puesto cuando se conocieron…Por fin encontró uno de pana gris, muy abrigado. Al mirarlo mejor, notó que tenía, aún sin zurcir, un gran trabón en la solapa. Su esposo habíaselo hecho al resbalarse por una roca y engancharse en su afilada punta.
Mángoa achicó el traje, cosió el trozo de solapa roto y, luego, preparó el almuerzo.
Por la tarde, Saltoncito fue a despedirse de sus amistades y retornó, ya al anochecer, acompañado por Glu-Glu. Besó a su madre, asegurándole que volvería por ella en cuanto obtuviera su bienestar, alzó un bulto, –donde llevaba alimentos y algo de ropa interior– y salió de la chacra con el anciano.
Al llegar a las rocas, éste lo abrazó y, sin decir palabra, lo dejó partir.
Era ya noche. Las estrellas se asomaban desde el cielo buscando charquitos. Y la luna apareció en seguida y tendió sobre el mundo su plateado resplandor.
En la paz de los campos, dos sombras se alejaban en contrarias direcciones: cojeando, inclinando sobre su bastón, el anciano Patriarca, rumbo a su charco que bruñía la luz: y hacia lo desconocido, hacia el misterio, el pequeño Saltoncito, con ágil y resuelto paso...
De aquí nace el asombro que la obra produce en el mismo autor.
Los que tratamos a Espínola hemos visto como vuelve en la conversación hacia los libros que publica, haciendo comentarios apasionadísimos como si lo escrito fuese obra de otro. He aquí el distingo del escritor corriente, del que es llevado por fuerzas que aún no pueden precisarse. Como en un sueño, va trazando la línea de sus movimientos interiores. De repente, una oscilación tremenda nos da la pauta para conocer la aparición de uno de esos terremotos de emoción que son toda la obra de este novelista excepcional.
“Saltoncito” es la línea purísima de una novedosa estética infantil.
Todo reducido a estrellas y flores, nubes y sol, agua y luces.
Y en la simplicidad lograda, ensamblado en la misma, destella- faro para la navegación infantil- la más honda de las trascendencias humanas: Bondad contra injusticia, pureza contra sordidez.
Espínola es de los fuertes que dominan la vida hasta el punto de presentarla como se le ocurre sin disminuirle vitalidad. Experimentador de alto bordo, Espínola arma sus sapitos en forma tal que, a la finalización del libro, ya hay un sentimiento humano para todo lo humano que hay en la fábula.
¿Qué pensarán los niños del libro de Espínola? ¿Qué irán imaginando esas cabecitas adorables? ¿Qué descifraran los ojos que siguen la guía del dedito sonrosado con la uña un poquito sucia?
Los ojos de los niños están hechos de medida para enfrentarse con la lectura de este libro. Espínola es el niño por excelencia. Purísimo y purísimo, a trae hacia él los círculos de diafanidad. Los traspasa y los describe. Describe diafanidades. Es decir, escribe con luz.
Toda la acción del librito demuestra esta posición espiritual. Y el poema se arma solo. Solo tiende sus brazos hacia la claridad y solo parte como flecha evadida de potente arco.
Considerando la mentalidad infantil como arcilla susceptible de formas a plasmarse, Espínola ha de lograr la forma que ambiciona. La forma que conservará la impresión de los dedos de su pensamiento. Impresión digital, la más valiosa".
FUENTES
https://es.wikipedia.org/
http://www.poemas-del-alma.com/
https://muse.jhu.edu/
Capítulo Oriental N° 26























Mil gracias,fue mi cuento de cabecera en la niñez después lo perdí con el tiempo y ahora lo busco para mi niña y no lo encuentro para regalárselo a ella pero le leí una parte del y le encanto,un abrazo.
ResponderEliminarMe emocioné aunque parezca mentira nunca leí a saltoncito a pesar de q estaba en casa.yo soy hijs de primo de Paco.lo leeré.
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